20 de julio de 2014

"EL ABUE" Y SU PERRO

   


                UNA PLÁCIDA MAÑANA DE PLAYA Y “EL ABUE”

    Aconteció que estando Rebocato, una cálida tarde de verano en el tanatorio –ante el “abue” de cuerpo presente-, un tanto resacoso, aquel, debido a la larga noche anterior de vigilia a resultas de una inevitable fiesta improvisada, vacacional/vocacional, chuletera (de cordero lechal, por supuesto) y agostera (no digamos Comunera para no caer en nazzionalismos baratos) acaecida en la Meseta Castellanovieja, y salida por piernas a la mañana siguiente, de amanecida, desde nuestro pueblo castellanoviejo hacia el Levante peninsular español y, para mas INRI, conduciendo cara al sol –así sobrevivimos cantando en este país, prácticamente, 40 años, con camisas más bien viejas, contradiciendo a la letra de la afamada y cuartelera canción, en aquella larga noche de dictadura– casi todo el viaje, al recibir de su contraria la comunicación del deceso del “abue”, por otra parte ya anunciado, pero no por ello no menos imprevisto por lo rápido en que sobrevino, aunque cumpliendo los vencimientos médicos sabidos de antemano, los cuales nunca acaba uno de creérselos.

    Aquella tarde de duelo y sentimiento en el tanatorio pertinente, le barruntaba a Rebocato por su, aún, embotada cabeza a causa de la ingesta etílica en el cuasi sarao nocturno, que unos 10 años atrás volviendo a la casa de la playa de los abues sobre las 14:00h. –después de haber estado con la familia tomando el sol y los respectivos baños en el mar a lo largo de aquella mañana veraniega– que el “abue” estaba esperándoles sentado a la puerta de acceso de la entrada de coches de la casa de la playa, con su perro pastor alemán, este ojo avizor, contemplativo y un tanto indolente, a su lado.

      El “abue”, al ver aparecer a toda su prole propia y arrimada (hijas, nietos y yernos) en sendos coches, inquirió a la “abue” (su mujer, que fue, por sus premuras, la primera en descender de uno de los coches) con cara y voz de pocos amigos:

        ¿Donde andamos con las horas que son?.

      La “abue” barruntándose el percal enfiló rauda y veloz desde el coche, hasta la cocina de la casa sin decir esta boca es mía.

    Los “abues”, ya mayorcitos, formaban un matrimonio a la antigua usanza, con las funciones de cada cual bien definidas en su, ya luenga, vida conyugal, es decir, como mandaban los cánones entonces: El marido a su trabajo, con el fin de ganar el pan con el sudor de su frente para sustentar a la familia, y la mujer a parir sus hijos con dolor (en este caso hijas, que duelen lo mismo pero menos), a sus quehaceres domésticos y a la educación de los hijos (hijas en este caso).

     Antes de los hechos arriba relatados, esa mañana sabatina y playera de verano, el “abue” se fue a primera hora al trabajo; sus hijas, después, convencieron a la “abue” (la madre de ellas) para que se fuera con ellas, con los yernos y con los nietos a la playa. La mujer se hacía la remolona, no estaba por la labor, y quería quedarse en casa, con el fin de tener la comida lista para cuando regresara del tajo su consorte; no obstante, ante la insistencia, un tanto cansina, de aquellas se dejó convencer y, no sin cierto regomello (y regomeyo, para los asiduos a la RAE), accedió a sus ruegos.

    Ya instalados en la playa, a medida que transcurría la mañana, la mujer, de vez en cuando, dejaba caer un: “Volvamos a casa por si regresa papá”, y las hijas como el que oye llover: “Que esperara. Que no pasaba nada. Que la comida la harían entre todas en un periquete. Que estamos en otros tiempos y que ya está bien de fastidiarse siempre las mismas”.

    Como consecuencia pasó la mañana y al volver todos a casa ya estaba el “abue” esperando con cara de inquisidor, sentado a la entrada de la vivienda con el perro tumbado a su vera, soltando la frase ya conocida y arriba anunciada, que tanto la mujer como sus hijas pillaron rápidamente al vuelo y, sin rechistar (daños colaterales, para las féminas, de aquellos tiempos de atrás tan recalcitrantes del machismo, era lo que había en aquella representación de la vida), enfilaron, unas detrás de otra, hacia la cocina.

    Evidentemente, después de lo acontecido aquella agitada mañana, a la “abue” no se le volvió a ocurrir, el irse jamás de los jamases, a la playa si no iba con ella su antónimo; y es que si un matrimonio ha funcionado bien, a su manera, a lo largo de muchos años, los consejeros matrimoniales, aunque bienintencionados, están de más en los asuntos de la convivencia matrimonial clásica, y son los principales causantes de los posibles daños colaterales que acontezcan en la convivencia de la pareja, como a veces decía nuestro labriego castellanoviejo.

    Pero no nos engañemos, actualmente, con nuestra legislación vigente, si no existiera el matrimonio no sería necesaria la posibilidad de ejercer el divorcio.

      Retomemos el caso de Rebocato en el tanatorio:

   Llegó la hora de desalojar la “morgue”, dejando a los finados, de las diferentes salas, allí ingresados, y a buen recaudo, hasta la mañana siguiente en que se llevaría a cabo el funeral del “abue” y el de los demás extintos a las horas convenidas  de antemano. Salieron todos los familiares y allegados de los fiallecidos del recinto y se dirigieron, en los coches pertinentes de cada cual, a sus casas respectivas con el fin de tratar de descansar.

     Al llegar Rebocato y familiares íntimos, ya de noche cerrada, a la casa de los “abues” cercana a la playa, todos observaron con extrañeza que el perro de marca “pastor alemán”  estaba fuera esperando a la puerta de entrada de coches (nunca se supo como consiguió saltar la valla exterior que circundaba la parcela y vivienda) y a Rebocato, que salió el primero del coche, se le heló el corazón (y eso que, aún, no había leído –no estaba publicado, ni quizás todavía escrito- “El corazón helado” de la Almudena Grandes) debido a que, por un momento, le pareció ver y oír –como en aquella mañana de verano a la vuelta de la playa– al “abue” sentado a la entrada con su perro, inquiriéndoles:

         –¿Donde andamos con las horas que son?.


        HistoriasdeRebocato@agosto 2013

12 de julio de 2014

REBOCATO EN LAS IRLANDAS

            
            

                   REBOCATO POR LAS IRLANDAS


       Hete aquí que ante la petición a un guía español, durante una excursión facultativa en la República de Irlanda, con el fin de que les recomendara algún Pub en Dublin en el que hubiera, o hubiese, actuaciones de música celta en vivo y en directo, Rebocato y sus tres acompañantes (la contraria de él, la hermana de él y el marido de esta) se dirigieron, esa misma noche, a uno de los Pubs que les sugirió el guía.

      Al entrar en el Pub, barruntaban que aquello pintaba bien ya que, detrás de ellos entró un tipo con guitarra y comentaron: “Si que vemos actuación musical en vivo esta noche”.

     En la planta baja del Pub, se encontraba un pinchadiscos (DJ para los modernos y bilingües) poniendo una música sicodélica bastante rarita. Piden, nuestros cuatro anhelantes de música celta, unas cervezas en la barra y se sientan tan felices con sus pintas, físicas y de cerveza, alrededor de una de las mesas existentes. Se hacen las fotos de rigor con ayuda de un amable lugareño y observan que las gentes del lugar empieza a desfilar escaleras arriba a la planta alta del PUB (allí se pronuncia, más o menos, “POB” en vez de “PAB”, es lo bueno que tiene el viajar, que o te pule, o te confunde, o ambas cosas a la vez).

        Al rato y ante la migración general, de los clientes del Pub, hacia el piso de arriba, Rebocato envía a su hermana a inspeccionar y a la vuelta de la misión, esta, les comunica, a sus acompañantes procedentes de Spain, que arriba van a actuar, no obstante, les anuncia que, ha tenido que mantener el tipo, tanto a la subida como a la bajada de la escalera de acceso, ante las sendas parrafadas, de mírame y no te menees,  que amablemente le ha soltado el vigilante de la puerta y en inglés por supuesto, aunque  la exploradora de avanzadilla de inglés nastic de plastic, eso sí les apunta que, atención le ha prestado mucha al muchacho, más que nada por no hacerle un feo.

        Se van las dos parejas heterosexuales con las pintas de cerveza en ristre tras la pista de la marabunta, cual borregos tras el pastor, y arriba observan que ya está prácticamente todo el mundo acoplado en sus sillas y mesas, quedándose  ellos de pie -sin encontrar ubicación en mesa ni asiento alguno- un tanto alelados y alejados del escenario, esperando a que empiece la función.

      Un atento nativo empleado del local, al verles en esa situación, les agencia unas sillas y los ubica en una mesa justo al lado de la tarima del escenario, ante la atenta mirada de los lugareños.

     Sale a continuación a escena un "tipet" dicharachero que empieza a hablar y a hablar, en Inglés por supuesto (Irlanda, al independizarse del Reino unido como República, dejó un tanto de lado su original idioma Gaélico y se centró en el Ingles que tiene más salida), más que un “sacamuelas de los de antaño” -como dice el dicho de aquí de Spaín-, al que no se le entiende ni “atao”, como apuntaba el malogrado Carlos Cano en su canción “El Salustiano”:



Pie de foto: Tiempos aquellos en los que exportábamos a Alemania destripaterrones, oficio que ejerció Rebocato en nuestro pueblo castellanoviejo. Vamos por el buen camino, ahora por "el impulso aventurero de la juventud" (según la secretaria general –PP– de Inmigración y Emigración), emigran los jóvenes titulados, con idiomas y másteres incluidos.

        Dado el escaso conocimiento de inglés (no así de entendimiento y razón natural de lo cotidiano) de los paisanos de la “Armada Invencible” (según los británicos, ya que en realidad en España se le definió, a la Armada de marras, originariamente, como “Grande y Felicísima Armada” y como sabemos bastante perjudicada, a su regreso a Spain, en las costas irlandesas por los temporales) deducen que está haciendo la presentación de los artistas. Y, efectivamente, presenta, pero no al grupo musical como esperaban ellos, sino a otro tipet irlandés que sale a la palestra, trinca el micro y se lía a hablar más que dos sacamuelas juntos y mucho más rápido aún que el speaker que le precedió.

     En definitiva, el gozo de nuestros spanish en un pozo, pues eran actuaciones de monólogos y ellos con cara de circunstancias esperando la música, es más, se dan cuenta, los lugareños del lugar, de que nuestros cuatro amigos son guiris y les pregunta el monologuista en inglés que si son spanish, estos afirman, y empieza, aquel, a hablar de la paliza que les dimos, nosotros a ellos, dos días atrás en el partido de fútbol  de la fase final de la Eurocopa de selecciones (España 4- Irlanda 0).

     Mientras tanto, los spanish, impasible el ademán, mantienen el tipo sonriendo y entendiendo al charlatán, solo a duras penas, o eso al menos les parece, lo siguiente: “Xavi, Iniesta, gol… Xabi, Torres, gol…” y poco más; todo esto transcurre durante unos minutos que se les hacen eternos, hasta que el muchacho monologuista retoma el hilo del monólogo y prosigue con su retórica.

       Cuando acaba el monólogo sale de nuevo el presentador y después de una larga parrafada, entra corriendo y dando saltos, de entre el público, al plató el tipet del siguiente monólogo, y pese a que uno de los spanish (contradiciendo a los otros tres) se negaba rotundamente a abandonar el magnifico pero ininteligible espectáculo, ya que marcharse, según él, podría ser considerado como una afrenta,  con el riesgo añadido de ocasionar un posible conflicto internacional o, en el mejor de los casos, bajar el prestigio de España en 5 puntos (hay que recordar que ya estábamos allí retratados con lo de Xabi e Iniesta), lo que afectaría gravemente a la prima de riesgo; aún así, los argumentos del amotinado los obvian Rebocato y las mujeres, y aprovechando el impase, trincan las birras respectivas y arreando brisca los 3 spanish y el intransigente, que se añade a la fuga dado que es demócrata, se encaminan escaleras abajo como alma que lleva el diablo, antes de que les den el alto.

     Ya sentados, de nuevo, en su antigua mesa de la planta baja del Pub al abrigo del pinchadiscos psicodélico que sigue con su murga, empiezan a descojonarse de la situación vivida allí arriba (en la primera planta del POB, no con San Pedro, al cual, a pesar de no ser Rebocato, en ese tiempo y lugar, creyente, le pide que les espere allí por muchos años).

      Al rato Rebocato se percata de que con las prisas se ha dejado arriba la mochila su contraria. Al comunicárselo a la tropa se hielan las risas y, además, la contraria, se niega rotundamente a subir a recuperarla alegando que le da como sajadura, a pesar de que dentro de la mochila está, entre otras pertenencias, su documentación.

      Después de informarla de que si está indocumentada no puede salir del país, ella, como el que oye llover, que se queda allí a cuidar ovejas; Rebocato le recuerda que allí no hay pastores ni perro que les ladre, que las ovejas van cada una a su puta bola (es cierto) careando sin formar rebaño alguno en sus prados vallados respectivos; pero ya sabéis, bueno es el mal llamado sexo débil para dar su brazo a torcer, y más habiendo alcanzado  ciertas edades.

       A Rebocato no le queda más remedio que dar un trago largo a su pinta de Guinness, la cual queda temblando como el jarro de más de un azumbre de capacidad (ver la entrada de este Blog “Las ánimas benditas del Purgatorio” publicado en agosto 2013), armarse de valor y encaminarse, de nuevo escaleras arriba, a escuchar los monólogos de marras. Una vez allí, se dirige, por delante del escenario y agachado (sin llegar a reptar) para no perturbar a los espectadores la visión del 2º monologuista que continua largando su perorata en inglés (no sabemos para que quieren los irlandeses su gaélico, lo mismo los catalanes con su independencia aparcarían, también, su idioma –latín mal hablado, al igual que el castellano y otros-), hacia la mesa que ocupaban antes, se sienta en uno de las sillas, que no han sido ocupadas a pesar del desalojo precipitado, y denota con alivio, tocando con disimulo con el pie derecho, que la mochila continúa en su sitio debajo de la mesa. Conjetura para sus adentros que en Spaín (España para los patriotas recalcitrantes no bilingües) a buenas horas mangas verdes, a pesar del poco tiempo transcurrido desde su voluntaria bajada, hasta la forzada subida, ya la hubieran distraído o al menos registrado.

      Barrunta Rebocato que la verdad es que la gente en Irlanda es bastante confiada con respecto a los bolsos, chaquetas, mochilas, u otras pertenencias personales, en los baretos, en ese tema están como nosotros antes de la llegada de la Democracia a nuestro bendito País, y que conste que Rebocato aún se considera demócrata, a pesar del enésimo reajuste del amigo Mariano debido, según él, a la rémora de la herencia recibida que le dejaron los sociatas que aún le dura, y lo que te rondaré morena.

       Aguanta impertérrito (Rebocato, aunque Mariano también), sentado en su silla, poniendo cara como de que se entera de la diatriba y cuando el muchacho monologuista termina y sale de nuevo el presentador, Rebocato, aprovechando la coyuntura, trinca la mochila, se levanta, se dirige al presentador le da la mano a la vez que musita: "zenkiuverimas" (gracias, para los no bilingües) y se larga escaleras abajo, donde el trío de spanish, al avistarle, le recibe con gran algarabia y choque de pintas al exhibir, él, agitándola en su mano la mochila de marras.

       Mientras tanto el DJ permanece imperturbable con su música psicodélica y modorrera.


           HistoriasdeRebocato@Junio-2012.

5 de julio de 2014

¿TRISCAIDECAFOBIA AL Nº13?



¿TRISCAIDECAFOBIA? O, ¿ME PLANTO CON EL 2º PREMIO PROVINCIAL DE NATALIDAD?
        

 “Yo no soy supersticioso porque dicen que da mala suerte” (Ya lo dijo quien lo dijo).

Se dice, se comenta, se rumorea, nos han dicho que han oído que decían…. que la superstición al número 13, en el mundo cristiano, tiene su origen en la última cena de Jesucristo con sus Apóstoles. Quizás de ahí viene lo de “siente a un pobre en su mesa” en la cena de Nochebuena (ver la magnífica película “Plácido” de Luis García Berlanga, con el fin de no olvidar como éramos). En el caso de ser 13 los comensales, se sale a la calle, se trinca a un indigente y se le sienta a la mesa, con lo que se rompe el posible mal fario y, “de paso” (como cantaba el Aute) reconforta a la familia que lo acoge.

Ya había antecedentes en el judaísmo donde al 13 se le consideraba un número de mal agüero (nada que ver con el Kun futbolista), debido a que coincidía con la suma total de genios y de espíritus del mal.

En la mitología nórdica/vikinga, también, el 13, es de lagarto, lagarto, a causa de que el dios Loki ocupaba el puesto número 13 en el panteón de dioses. Aconteció, en su día, que se celebró un banquete con 12 dioses y se olvidaron de convidar a Loki (esto nos recuerda al cuento de la Bella Durmiente y el olvido de invitar al bautizo a la hada Maléfica –evolucionado, después, a bruja malvada–). El hombre (perdón el dios) se exasperó y se presentó en el gaudeamus con un cabreo bastante considerable, más que nada por el feo que le hicieron a resultas del olvido, se sentó y ocupó el asiento 13. Después se organiza un pandemonio, de mírame y no te menees, y acontece la muerte del dios Bálder (Baldr para los bilingües) ocasionada con una ramita de muérdago, a lo único que, ese dios, no era inmune.   

Ángel Nieto, nuestro laureado piloto zamorano –13 veces campeón mundial de motociclismo– siempre dice/decía: 12+1, y fue, a pesar de las precauciones tomadas, ese número fatídico para él, ya que no volvió a ganar otro campeonato mundial jamás de los jamases.

     Los integrantes de la Familia Real española tienen reservados los números de DNI del 10 al 99, posiblemente para que pueda cada miembro de ella memorizar el suyo más fácilmente al contener solamente dos dígitos.
       El número de Don Juan Carlos es el 10, el de Doña Sofía es el 11, el de la Infanta Elena es el 12, el de la Infanta Cristina es el 14 y el del Príncipe Felipe (futuro Felipe VI, algunos anhelan que esta vez sea de verdad “el Breve” como auguraban a su padre ya antes de tomar posesión de la corona) es el 15.
        El 13 se invalidó por si acaso, es decir, por superstición. 
       Recordad que con el reciente lío que, algunas maléficas gentes del entorno de Hacienda, han montado en torno a la infanta Cristina, salen otros treces a colación y campando a sus anchas: Hay 13 notarios y 13 son las fincas con una tasación de 1,4 millones de euros. Con estas cifras y con los DNI 12 y 14 asignados a las infantas no es de extrañar que en la Hacienda Pública se haya liado tal maremágnum, ya que, no se sabe si existen 13 Apóstoles, si son 14 las fincas vendidas, si son 12 las infantas y si son 1,4 los notarios que tramitaron el bollo. Posiblemente si la infanta que está o estaba bajo sospecha (al final parece ser que se han equivocado todos los notarios) la hubieran asignado el DNI 13 ya estaría en presidio (Dios no quiera que se vea, la pobre, en esos bretes sin comerlo ni beberlo).

     Expuesto lo anterior, ciñámonos al guión y volvamos al valle de lágrimas, es decir, a nuestro mundo real, el de los súbditos de a pie:

         El labriego, ya con 12 retoños en su haber, se enteró,  no se sabe muy bien si por el papel (periódico) de la barbería, bando del Ayuntamiento, secretario municipal, maestro escuela, párroco de la parroquia, boticario de la botica, o cualquier otro medio o ente de las fuerzas vivas existentes (pero vaya usted a saber ahora el cauce revelador después de sobrepasado más de medio siglo) en nuestro pueblo castellanoviejo, de que el Instituto Nacional de Previsión concedía, a través de la Caja Nacional de Subsidios Familiares, premios a la natalidad. Dichos premios los entregaba anual y personalmente cada Gobernador Civil, en su provincia respectiva, a las familias ganadoras (y algunas de ellas pseudo ganaderas) de las que previamente opositaban al certamen.

Está escrito: “Creced y multiplicaos”. Pero sobre los premios en metálico, resultantes de poner en práctica el mandato divino, no nos consta que conste algo en las Sagradas Escrituras. Obviemos el antiguo dicho popular de que un nuevo hijo viene con un pan bajo el brazo, porque eso era antes y no siempre se cumplía. Lo que si es cierto es que, hoy en día, a un hijo no se le acaba de amortizar nunca jamas. Se ponga uno como se ponga.

         Púsose, el labriego, manos a la obra (al papeleo, no al mandato divino) y se tramitaron, vía oficial, los pliegos correspondientes para aspirar a alguno de dichos premios (no sabemos si  anteriormente se hubiera metido en harina para optar a alguno de ellos).

      Y… "And the winner is (que bonito es saber idiomas): Rebocato" (ya estáis al tanto, los que continuáis y sufrís, en vuestras carnes las historias de este, de nombre fingido, que, gracias a la guerra civil -aunque no nos consta que, él, fuera el causante de ella-, no llegó a llamarse realmente así en la vida real ni, tan siquiera, en Vila Real).

       Pues sí, Rebocato resultó ser el ganador del primer premio de natalidad de su provincia en el año de su nacimiento. Por supuesto contando con la inestimable ayuda del resto de sus otros once hermanos que le antecedían. ¡Ay!, los celos cuán protervos son. En total 15.000 pesetas de vellón, de las de entonces, para la familia y, también, medalla oficial de bronce (no eran tiempos para medallas de oro, ya que este se lo llevaron, durante la guerra civil a Moscú, según contaban los maestros de la Escuela Pública y la maquinaria propagandista del Régimen -el tan traído y llevado oro de Moscú, más bien solo llevado-) depositada dentro de una cajita de madera forrada, exteriormente, con piel marrón oscura e interiormente con papel de fantasía, con su imperdible, también de bronce, que se unía a la medalla con una banderita nacional en tela rojigualda.





















Pie de fotos: Cara y cruz de la medalla de marras. Inexplicablemente –para aquellos tiempos de “paz i ciencia"– de dos rombos, (como el aviso con ellos en la televisión en las películas supuestas ¿eróticas?) por aparecer la madre en bolas y tratando de controlar a sus, presumibles, vástagos díscolos.

       El evento no sería “la más alta ocasión que vieron los siglos” (tal como dicen que dijo don Miguel de Cervantes, refiriéndose a la batalla de Lepanto, cuya victoria supuso, en aquel tiempo, la salvación de la cristiandad europea ante la amenaza otomana, a pesar de que, ambas culturas, tenían mucho más en común de lo que entonces se rumiaba), pero habría que revisar los anales municipales –caso de que no se quemaran en un pequeño incendio ocurrido en el Ayuntamiento muchos años después del nacimiento de nuestro amigo–, para comprobar si el pueblo castellanoviejo, donde vio la luz del sol por vez primera Rebocato, ganó alguna otra competición a nivel provincial hasta la venida al mundo de él.

Los primogénitos del elegido, llegado el momento, se desplazaron hasta la capital de provincia, vía coche de línea (ahora autobús con equipajes en las entrañas en lugar de en la baca como entonces -a las gallinas tenia que darles el aire-), donde recibieron el premio, entregado en persona por el Gobernador Civil, rodeados y agasajados por autoridades civiles, militares y eclesiásticas; con ofrendas de pastas y licores varios; con boato y parafernalias incluidas, no sabemos si, también, con fanfarrias y chirimías.

No se han conservado fotos que inmortalizaran el acto, en el supuesto de que aquellas se realizaran para la sección “ecos de sociedad” en el periódico provincial perteneciente a la red de prensa del Movimiento. Asimismo resultó una pena la falta de presencia de cámaras de televisión que, casualmente, empezó a emitir ese mismo año en Madrid (Arias Salgado, ministro de Información y Turismo, anunciaba: “Hoy, día 28 de octubre, domingo, día de Cristo Rey, a quien ha sido dado todo poder en los Cielos y en la tierra, se inauguran los nuevos equipos y estudios de la televisión española”), con lo cual se hubiera dado una mayor cobertura al evento, pero en esa provincia, aún no había instalaciones, ni equipos móviles de TV., ni falta que les hacía, ni casta que lo fundó, dicho sea de paso.

Pasó el tiempo y un año y medio después nació el retoño nº 13 de la familia de nuestro labrador castellanoviejo. Tuvo, aquel, la mala suerte de venir al mundo “débil y enfermizo” (como gritaba la enciclopedia de Álvarez sobre nuestro último Habsburgo: Carlos II). Tal es así que un anciano, vecino del labriego y con nombre de mes veraniego, todas las mañanas –no digamos ya si tocaban las campanas de la iglesia a clamor (a muerto)– lo primero que hacía era acercarse a la casa de los padres del neonato y, abriendo el portón de la parte de arriba de la puerta de entrada, caso de que no estuviera abierto, clamaba voz en grito en el portal:

              -Buenos días nos dé Dios, ¿Sa’muerto ya la criatura?

              -Dios nos los dé buenos, aún no le llegó su hora –se le respondía.

     Y es que el detalle era de agradecer, no nos engañemos, en aquellos tiempos la relación entre vecinos era como mucho más cercana y bastante más cálida, que la distante y fría de los tiempos actuales “que nadie conoce al vecino”, como canta el Serrat en “A quien corresponda” :


                 Pie de video.- El Serrat echando instancias

     La criatura nº 13 no mejoraba, y la bienintencionada suegra del labriego (aunque, ya se sabe, no hay suegra buena para todo yerno en sus cabales que se tercie) trató de influenciar sobre su yerno con el fin de que recurriera al galeno del pueblo de al lado, al que consideraban una eminencia por aquellos lares, y que obviara (que coños significará este palabro, diría la abuela materna de Rebocato) al médico de iguala local. El labriego hizo caso omiso del consejo, y encomendándose al Sagrado Corazón de Jesús (del cual era muy devoto y el día de la fiesta del Corpus Christi –"Cuerpo de Cristo" para los bilingües y para los no bilingües– pujaba con dinero en la subasta de la iglesia local para subir la imagen del Sagrado Corazón hasta su peana, previa vuelta interior alrededor de la iglesia con la imagen en sus manos y con su mujer e hijos acompañándolo, detrás, en procesión, ante los cánticos del resto de la feligresía) siguió confiando en su médico, cosa rara en él ya que, nuestro labriego, si le visitaba, a él, la enfermedad y en su casa le aconsejaban que acudiera al médico clamaba: “Ni médicos, ni médicas”. Sin embargo, eso no era óbice para automedicarse, alguna vez que otra, con algún comprimido de Okal, o bien echar mano de los reparadores fomentos, tanto para él, como para sus hijos, como para las caballerías.

     Siempre reconforta, y es de un gran apoyo moral, que la familia y el vecindario se preocupen y se interesen por la salud de los seres queridos afines de sangre y de la de sus convecinos, respectivamente.

      Aconteció que, el médico eminente del pueblo vecino –a los pocos días del consejo de la suegra a nuestro labriego– contrajo un resfriado veraniego mayúsculo del que tardó bastante en recuperarse, con lo que nuestro labrador, aprovechando la coyuntura. comentó a su querida madre política: “Vaya un médico que me recomendó usted, que no sabe ni curarse a si mismo, como para encomendarse a él”.

      El transcurrir de los años le dio la razón a nuestro labriego, pues al  galeno “eminente” empezó a recordársele en la comarca como don Aniceto “quepadescanse”, y en cambio su hijo, el del número de la superstición, siguió vivito y coleando.

      Afortunadamente el niño, como ya se ha anunciado, venció todas sus dificultades físicas; hándicaps vecinales a base de preguntas por su estado de salud; algún traguito, como reconstituyente, de vino cosechero -clarete y ácido como él solo- suministrado con porrón por el padre (de perdidos al río); una cucharada de linimento del bigotudo Sloan, confundido -por su madre al suministrárselo en la cocina casi a oscuras (con el fin de ahorrar fluido, y no era por ecologismo que entonces aún no existía este) únicamente alumbrada con los pequeños destellos ocasionados por el fluctuar de las llamas de los cándalos prendidos en la lumbre baja- con el jarabe para combatir la tos; un trago de la botella de lejía ingerido voluntariamente, aunque por error, y sin ayuda externa, que provocó risas entre sus hermanos pequeños, aunque algo mayores que él, al verle vomitar y enterarse de la accidental ingestión; un choque de su enclenque cuerpo contra el lateral de un 600 al cruzar sin mirar, y dentro del pueblo, la carretera comarcal (el conductor del vehículo le prometió una gran bolsa de caramelos que entregaría al boticario, presente, este, para los primeros auxilios al chocado, y que nunca llegaron “los chuches” -que diría en la tele, muchos años después, el Presidente Mariano en “Tengo una pregunta para usted”- a la casa de nuestro labriego. 

       Pero, eso sí, al muchacho le duró la ilusión por recibirla una temporada larga y, además, aguantar la mofa de sus hermanos próximos en edad que le recordaban que jamás de los jamases la recibiría); una soberana somanta, como para él solo, suministrada por su progenitor por hacer novillos (mano de santo para evitar posibles recaídas posteriores en la tentación de las pellas); envaramientos (no de vara) varios por la fuerza del llanto, el cual le provocaba: el quedarse tieso, encanado y ponerse de color morado; y se solucionaba el trance atizándole palmetazos en la espalda para que reaccionara y rompiera a llorar de nuevo; lo que era la pescadilla que se muerde la cola, pues recuperaba la jimplera y el posterior entumecimiento.

       Sin embargo, a pesar de todos estos avatares, accidentes diversos, malos augurios y de que de impúber siempre se criara un tanto parco y escaso en carnes, es decir, bastante tirillas, no fueron impedimentos suficientes para que el número 13, saliera divinamente adelante (es un decir) a pesar de las complicaciones que se le presentaron en el duro transcurrir de la infancia.

 El labrador, ya con otra criatura en el zurrón y con renovados brios, decidió optar, de nuevo, al premio provincial de natalidad. Por lógica se supone que pensaría (desdeñe el lector todo afán de lucro en aquel, pero necesidad obliga): “Si, el año pasado, con 12 hijos conseguimos el primer premio, con 13 arrasamos”. Pero hete aquí que, entre otros, también presentó candidatura, al concurso provincial, un matrimonio que poseía 14 hijos y, si bien no vivían todos ellos, eso no fue impedimento para que les concedieran el primer premio, quedando relegada la familia de nuestro labriego castellanoviejo al 2º premio, el cual consistía en 5.000 pesetas, aunque, eso sí, la medalla era idéntica (de bronce de ley) a la del primer premio conseguido anteriormente con el nacimiento de Rebocato.

Las medallas se guardaban en un cajón inferior del armario ropero de lunas, sito en la sala de la planta baja de la casa de nuestro labriego y, durante mucho tiempo, se enseñaron con orgullo (las condecoraciones) a todo hijo de vecino del pueblo que se acercara, con cualquier excusa, al hogar de la familia supernumerosa de Rebocato. Pero ya, los componentes de aquella, convivían con un regustillo amargo por haber quedado relegados, ese año, al 2º puesto del premio provincial de natalidad. Nunca volverían a presentar nueva candidatura. 

    Ignoramos el por qué el labrador se plantó con los 13 y no continuó compitiendo, de año y medio en año y medio, y al más alto nivel, en la pugna provincial de familias numerosas. Quizás influyó el factor tiempo de su mujer (se me secó la parra, dijo él alguna vez), la cual ya había sobrepasado la cuarentena (nos referimos a los años, no a los días posparto, que también). Lo que está claro es que no sería por motivos religiosos y aún menos por un ataque de pánico, de nuestro labriego, a la triscaidecafobia.

PD.- Solo para hermanos de Rebocato iniciados en la Enciclopedia Álvarez y presentes en la ocasión o de oídas al número 13 y al 12:
-Trucos.., trucos, trucos...
-Me espanto.., me espanto.., me espanto..
-Zelipe (sic) Segundo.
-Terevinto y Cutepla (estos no aparecían ni en El Parvulito). La burra blanca y la burra negra gitana (también brillaban por su ausencia en él)-


HistoriasdeRebocato@agosto2013

3 de julio de 2014

EL MAYO FRANCÉS DE REBOCATO

            


                 EL MAYO DEL 71 DE REBOCATO.

           “Queda lejos aquel mayo, queda lejos Saint Denis, 

           que lejos queda Jean-Paul Sartre, muy lejos aquel París,
           
sin embargo a veces pienso que al final todo dio igual:

           las hostias siguen cayendo sobre quien habla de más.”
            (De la canción: “Papá cuéntame otra vez” Ismael Serrano 1995)

    Mucho se ha hablado, y han corrido ríos de tinta, del tan cacareado, tan traído y tan llevado mayo del 68 francés, cuando todo aquel español, ya mayorcito, que ahora se tache de “progresista de antaño”, anduvo por aquellas fechas pululando por el país vecino tratando de cambiar el destino mundo (no sabemos como cabría tanto gentioprogreespañol en aquel Paris).

    A raíz de aquella asonada llegaron los logros posteriores, por ejemplo: Ya casi nadie recuerda que la derecha francesa arrasó en las elecciones anticipadas convocadas –a causa de aquellas algaradas– por el General De Gaulle, el cual no dimitió hasta el año siguiente en el que abandonó la política. Y que los comunistas y socialistas, paradójicamente, perdieron el 50% de los diputados con respecto a los que tenían  en la legislatura anterior. Asimismo muy pocos saben algo del mayo de Rebocato acaecido en días que, al menos por los lares de la capital del ahora Reino, no eran “días de vino y rosas”.

     Ocurrió en una tarde de mayo del 71 en la Institución Sindical Virgen de la Paloma de Madrid (en ella se siguió cantando –los lunes por la mañana en rigurosa formación de los 3.000 alumnos existentes– el Cara al Sol hasta el año 1972). Entonces, con aquella edad y en aquel espacio/tiempo, Rebocato no tenia ni pajarolera idea, ni tampoco muchos de sus compañeros de estudios –y quizás les importase un bledo– de la movida del mayo-68 acontecida en Paris. Ni tendrían mucho interés por si había arena de playa bajo los adoquines, como canta el Ismael Serrano en su canción “Papá cuéntame otra vez” en la que, el cantautor, trata de plasmar, y de resumir, toda una época de esperanza con los conocidos resultados finales tan desencantadores para los perdedores de siempre:



  Pie de video.- El Ismael Serrano, tan serrano él.

    Aquella aciaga y calurosa tarde –una vez acabada la comida del mediodía en el mencionado centro escolar y después de jugar al futbol, como todos los días lectivos, con ropa de paisano y con zapatos o playeras, según como cada cual fuera calzado al colegio– confluían los alumnos sudorosos y bajo la atenta y vigilante mirada de los padres salesianos de Don Bosco responsables, estos, de la disciplina y educación religiosa, en filas indias perfectamente ordenadas, en silencio y sin duchas previas –no existían en el recinto escolar para los estudiantes, ni de agua fría, ni de agua caliente– camino a las aulas y talleres respectivos para recibir las clase vespertinas de 15 a 18h, antes de las últimas oraciones del día con las que acababa la jornada escolar y regresaba el alumnado a sus domicilios respectivos, hasta la vuelta a la Institución al día siguiente a las 09:00h.

     Algunos estudiantes contemporizaban su vuelta a casa previa visita a Simago (pillaba de paso hasta el acceso a la boca del metro de Estrecho) que era una cadena de almacenes fundada por tres gusanos –que diría Fidel Castro– y que a finales de los 90 los adquirió (a los almacenes, no a los huidos de Cuba) la cadena francesa Continente. “Voy a ver Simango (sic)”, decía a sus colegas el potencial mangante de turno al salir del recinto escolar.

      Esa tarde la clase de Rebocato tenía las tres horas seguidas con el mismo profesor (comandante de artillería) el cual era un tipo muy directo y campechanote, pero no apto para la docencia pues era bastante cortito de entendederas. El hombre se limitaba a leer el libro de texto de la asignatura que impartia, y a soltar, de vez en cuando, algún que otro chistecillo, sin apenas gracia, ante la modorrera y apatía generalizada del alumnado ocupante del aula.

   Una vez todos dentro de la clase apareció en escena un conserje a comunicar a los alumnos que el mencionado profesor no vendría esa tarde, que enviarían un sustituto para vigilar, y que aprovecharan las tres horas para estudiar a discreción, ya que los exámenes finales se mostraban próximos galopando por el horizonte (es un decir, claro). Ante tal expectativa los alumnos, después de un corto congreso, acordaron que el delegado y el subdelegado de la clase bajaran a hablar con el Jefe de Sección (coronel de infantería de los que ganaron nuestra última  guerra civil) para solicitar permiso con el fin de irse toda la clase a empollar cada cual a su casa respectiva. El susodicho jefe les contestó que nones, y que enviaría al accidental sustituto de marras.

      Llegó el suplente y resultó ser un viejo conocido (profesor de Química) de los alumnos. Un hombre de gran sapiencia en la materia pero que a la hora de explicar se liaba la manta a la cabeza. Tiza en mano llenaba la pizarra con desarrollos de fórmulas que la mayoría de los alumnos no llegaba a entender. En invierno, si no encontraba el cepillo borrador de tiza -normalmente se lo escondían los propios alumnos-, borraba la pizarra con el revés de su abrigo para jolgorio de toda la clase al observar la acción. Además se llevaba el termo con el café y se lo tomaba en clase delante de todo el mundo. Cierta vez a un alumno, de los folloneros/graciosos y con más cara que espalda, le mandó salir de clase por enredar: “Del Molino, coja usted la puerta y sálgase al pasillo”. El muchacho ni corto ni perezoso se dirigió hasta la puerta del aula, la sacó de los pernios y se la llevó al pasillo. Pasado el factor sorpresa del momento y ante la posterior reprimenda del profesor, el alumno le contestó: “¿No me ha ordenado usted que cogiera la puerta y que me fuera al pasillo?”. Risotadas a discreción del alumnado.

      En realidad ese profesor de Química era una buena persona aunque algo despistado y al final  del curso aprobaba a casi todo el mundo, pero esa tarde le pillaron en un mal día ya que bajó a quejarse al Jefe de Sección, exponiéndole las burlas a las que le estaban sometiendo alguno de los alumnos.

     Regresó el suplente al aula acompañado por el coronel y, este, mandó salir a la tarima al delegado y al subdelegado de clase y, acto seguido, preguntó al resto de la clase: ¿Quién está de parte de estos dos?. Un silencio sepulcral se instaló en todo el aula, pero unos segundos después se levantaros cuatro alumnos entre ellos nuestro sin par Rebocato. El Jefe de Sección montó en cólera y ordenó inmediatamente sentarse a los cuatro díscolos que se levantaron en apoyo de los de la tarima. Pero, hete aquí que, después de unos segundos dubitativos mandó levantarse a dos de los cuatro solidarios (a Rebocato y al cuarto levantado no los reclamó), se dirigió a ellos y empezó a repartirles hostias (no de las de pan ácimo consagradas, si no de las que duelen de verdad) a la vez que, entre mamporro y mamporro, bramaba: “¡Comunistas!, que os paga Mao”.

      Decir que a los alumnos, con una media de unos 15 años de vellón por barba -aunque, esta, un tanto escasa en la mayoría de los caras- les sonaba lo de comunistas, pues sabían que eran comecuras y que tenían rabo trasero como el diablo, pero lo de Mao y lo que representaba este, se la traía a todos al pairo en aquellos tiempos, eso el que supiera quien era el susodicho Mao. (Años después, Mao, resultó más popular por aquí a causa de que el inicio de un curso escolar –en algunos colegios de Madrid– se sobresaltó con el escándalo del "Libro rojo del cole", una parodia de “El libro rojo de Mao”, absorbido, aquel, con ganas en Europa en mayo del 68 y que, por fin, llegó a nuestro suelo patrio con una década de dilación).



  Pie de video.- El "peligrosísimo" Libro Rojo del Cole, el cual, menos mal que, llegó a este País con 10 años de retraso respecto a otros países europeos. El dibujante Romeu (el de los de la tropa de "La Liga de los sin bata") ilustró la versión española..


    Acto seguido a los dos fustigados, estos ya calentitos, les ordenó que recogieran sus cosas y le siguieran, y se los llevo cogidos de la oreja hasta la entrada/salida de la institución sindical (un centro de, aproximadamente, un kilómetro cuadrado de superficie, con una gran valla de obra circundando las instalaciones) y rugió a los dos conserjes que vigilaban las entradas y salidas: “Estos dos mequetrefes que no traspasen esta puerta de entrada jamás de los jamases”.

    Esa misma tarde, al final de las clases, se dirigieron unos alumnos, compañeros de los dos represaliados –en representación de toda la clase– al Jefe de Estudios con el fin de reclamar clemencia para con los dos compañeros expulsados, relatándole el caso de la sedición (sic) y la implacable actuación del Jefe de Sección para sofocarla. El Jefe de Estudios –que lucia el típico bigotillo del régimen– los atendió superficialmente y el asunto quedó en agua de borrajas, es decir, continuó el curso y los dos alumnos damnificados y arrojados del recinto (cual Adán y Eva del edén, pues el expulsador también era Ángel, aunque solo de nombre) tuvieron, posteriormente, que empezar a repetir curso en septiembre y en régimen nocturno, para no toparse con el facineroso y justiciero coronel.

    Unos días después, en tono confidencial, les comentaba un profesor de taller, originario de las entonces Provincias Vascongadas, a Rebocato y a otros compañeros de este: “La situación está muy clara, el Jefe de Sección ha echado a vuestros dos colegas y, estos, como no se van a atrever a entrar  en la Institución, al cabo de 15 días en la Sección de Alumnos les darán de baja por no justificar las faltas a las clases y perderán el curso”. Así aconteció.

    Que decir del nivel de conocimiento del mayo francés que tenia nuestro amigo Rebocato en aquellos tiempos, ¿donde ubicar a Saint Denis?. 
¿Quién era Jean Paul Sartre?. Ahora bien, lo de “las hostias siguen cayendo sobre quien habla de más”, visto lo visto, era perfectamente comprensible, no tanto asumible, entonces y ahora mismo.

    Pasado más de un lustro, de los hechos relatados, encontrábase Rebocato cruzando, al anochecer, en el patio de instrucción del cuartel donde estaba prestando servicio militar, obligatorio, para con la Patria, en una bonita capital de provincia de nuestro amplio litoral levantino. Se dirigía al Hogar del Soldado para refrescar el gaznate con cerveza, vino peleón o cubatas de garrafón (a elegir, según el peculio de cada cual) junto a alguno de sus compañeros de armas y le llamó la atención las voces de órdenes que emitía de manera marcial un cabo tomatero, el cual trataba de formar a los soldados  de una compañía para llevar a sus escasos voluntarios al comedor para la paupérrima cena que se servia en aquel cuartel. Rebocato se quedó observando al  susodicho cabo tomatero, porque la voz le resultaba un tanto familiar, y no le costó mucho el reconocer al emisor de las órdenes a pesar de los años transcurridos y de que llevaba uniforma con gorra incluida: Era un muchacho de la tierra del bolo, uno de los dos agredidos y expulsados, en aquel mayo del 71, por el Jefe de Sección de la Institución Sindical Virgen de la Paloma. Más difícil tuvo el cabo en reconocer a Rebocato ya que, este, en el tiempo transcurrido desde el año 71 al 77 había sufrido un estirón tardío de estatura de unos 20 cm. (modestia aparte, y sin ser de Bilbao donde crecen cuando, como y cuanto quieren). Por las formas castrenses que rezumaba el cabo rojo, venía a confirmar que el correctivo al que le sometió, antaño, el Jefe de Sección de la Institución Sindical, tuvo sus frutos ya que las dos escasas filas de la compañía, quedaban prietas, recias y marciales –como decía la canción del antiguo régimen, este aún presente entonces y cuasi ahora– y no denotaba, aquel, atisbo alguno de contaminación de ideas comunistas, ni promaoistas.

    Concluyendo, mano santa para el fin que se buscaba: “El conseguir que la Patria continuara siendo una unidad de destino en lo universal”. La medicina aplicada en aquella tarde calurosa de aquel mayo de aquí, resultó harto eficaz en la orientación de las personas afectadas, sin necesidad de tanto ringorrango, ni tanto despliegue periodístico y policial, como en el del mayo de Paris (ciudad del secreto mejor guardado del mundo: “El permanente mal tiempo que hace por allí”).

   Adolecemos de un trovador que recoja aquellas pequeñas gestas imperiales, con los hechos acaecidos que lograron enderezar el rumbo de  gentes en plena pubescencia, en aquellos años de “paz i ciencia”, con el fin de recordar lo felices que eran los adolescentes, el exquisito trato que recibían, el tremendo potencial educativo del que disponían y el apoyo de profesionales de la psicología a su alcance, durante “aquellos maravillosos años” (dicho sea de paso, magnifica serie americana basada en los problemas sociales de finales de los 60 y principios de los 70 en la que cantaba el Joe Cocker la canción “With a Little Help From My Friends” un tema de The Beatles, para mas señas) en España.

     La cuasi solución para no tener problemas de índole política durante la dictadura, estribaba en no sacar los pies de las alforjas, es decir, tratar de pasar desapercibido. Valga como ejemplo el consejo que dio nuestro Generalísimo a uno de sus ministros llamado Alonso Fueyo,: “Usted haga como yo y no se meta en política”.

  ¿Cabe mayor cinismo?. Una cita que firmaría como suya propia hasta el mismísimo Groucho Marx.



                 HistoriasdeRebocato@mayo-2013