Vivencias de un castellanoviejo, nato de la Meseta, y autoexilado en el litoral Mediterráneo.--------------------------------------------
"Dadme seis líneas escritas del hombre mas honrado y hallaré en ellas motivos para hacerle ahorcar." (Cardenal Richelieu).
Aconteció que estando Rebocato, una
cálida tarde de verano en el tanatorio –ante el “abue” de cuerpo presente-, un
tanto resacoso, aquel, debido a la larga noche anterior de vigilia
a resultas de una inevitable fiesta improvisada, vacacional/vocacional,
chuletera (de cordero lechal, por supuesto) y agostera (no digamos Comunera
para no caer en nazzionalismos baratos) acaecida en la Meseta Castellanovieja,
y salida por piernas a la mañana siguiente, de amanecida, desde nuestro pueblo
castellanoviejo hacia el Levante peninsular español y, para mas INRI,
conduciendo cara al sol –así sobrevivimos cantando en este país, prácticamente, 40 años,
con camisas más bien viejas, contradiciendo a la letra de la afamada y
cuartelera canción, en aquella larga noche de dictadura– casi todo el viaje, al
recibir de su contraria la comunicación del deceso del “abue”, por otra parte
ya anunciado, pero no por ello no menos imprevisto por lo rápido en que
sobrevino, aunque cumpliendo los vencimientos médicos sabidos de antemano,
los cuales nunca acaba uno de creérselos.
Aquella tarde de duelo y sentimiento en el
tanatorio pertinente, le barruntaba a Rebocato por su, aún, embotada cabeza a
causa de la ingesta etílica en el cuasi sarao nocturno, que unos 10 años atrás
volviendo a la casa de la playa de los abues sobre las 14:00h. –después de
haber estado con la familia tomando el sol y los respectivos baños en el mar a
lo largo de aquella mañana veraniega– que el “abue” estaba esperándoles sentado
a la puerta de acceso de la entrada de coches de la casa de la playa, con su
perro pastor alemán, este ojo avizor, contemplativo y un tanto indolente, a su lado.
El “abue”, al ver aparecer a toda su prole propia
y arrimada (hijas, nietos y yernos) en sendos coches, inquirió a la “abue” (su
mujer, que fue, por sus premuras, la primera en descender de uno de los coches)
con cara y voz de pocos amigos:
–¿Donde
andamos con las horas que son?.
La “abue” barruntándose el percal enfiló rauda
y veloz desde el coche, hasta la cocina de la casa sin decir esta boca es mía.
Los “abues”, ya mayorcitos, formaban un
matrimonio a la antigua usanza, con las funciones de cada cual bien definidas en su, ya luenga, vida conyugal, es decir, como mandaban los cánones entonces:
El marido a su trabajo, con el fin de ganar el pan con el sudor de su frente para
sustentar a la familia, y la mujer a parir sus hijos con dolor (en este caso
hijas, que duelen lo mismo pero menos), a sus quehaceres domésticos y a la
educación de los hijos (hijas en este caso).
Antes de los hechos arriba relatados, esa
mañana sabatina y playera de verano, el “abue” se fue a primera hora al trabajo; sus hijas, después, convencieron a la “abue” (la madre de ellas) para que se
fuera con ellas, con los yernos y con los nietos a la playa. La mujer se hacía
la remolona, no estaba por la labor, y quería quedarse en casa, con el fin de
tener la comida lista para cuando regresara del tajo su consorte; no obstante,
ante la insistencia, un tanto cansina, de aquellas se dejó convencer y, no sin
cierto regomello (y regomeyo, para los asiduos a la RAE), accedió a sus ruegos.
Ya instalados en la playa, a medida que
transcurría la mañana, la mujer, de vez en cuando, dejaba caer un: “Volvamos a
casa por si regresa papá”, y las hijas como el que oye llover: “Que esperara.
Que no pasaba nada. Que la comida la harían entre todas en un periquete. Que
estamos en otros tiempos y que ya está bien de fastidiarse siempre las mismas”.
Como consecuencia pasó la mañana y al volver todos
a casa ya estaba el “abue” esperando con cara de inquisidor, sentado a la
entrada de la vivienda con el perro tumbado a su vera, soltando la frase ya
conocida y arriba anunciada, que tanto la mujer como sus hijas pillaron
rápidamente al vuelo y, sin rechistar (daños colaterales, para las féminas, de
aquellos tiempos de atrás tan recalcitrantes del machismo, era lo que había en
aquella representación de la vida), enfilaron, unas detrás de otra, hacia la
cocina.
Evidentemente, después de lo acontecido aquella agitada mañana, a la “abue” no se le volvió a ocurrir, el irse jamás de
los jamases, a la playa si no iba con ella su antónimo; y es que si un
matrimonio ha funcionado bien, a su manera, a lo largo de muchos años, los
consejeros matrimoniales, aunque bienintencionados, están de más en los asuntos
de la convivencia matrimonial clásica, y son los principales causantes de los
posibles daños colaterales que acontezcan en la convivencia de la pareja, como a veces decía nuestro labriego castellanoviejo.
Pero no nos engañemos, actualmente, con nuestra
legislación vigente, si no existiera el matrimonio no sería necesaria la posibilidad
de ejercer el divorcio.
Retomemos el caso de Rebocato en el tanatorio:
Llegó la hora de desalojar la “morgue”, dejando
a los finados, de las diferentes salas, allí ingresados, y a buen recaudo, hasta la mañana siguiente en
que se llevaría a cabo el funeral del “abue” y el de los demás extintos a las
horas convenidas de antemano. Salieron todos los familiares y allegados de los fiallecidos del
recinto y se dirigieron, en los coches pertinentes de cada cual, a sus
casas respectivas con el fin de tratar de descansar.
Al llegar Rebocato y familiares íntimos, ya de
noche cerrada, a la casa de los “abues” cercana a la playa, todos observaron
con extrañeza que el perro de marca “pastor alemán”estaba fuera esperando a la puerta de entrada de coches
(nunca se supo como consiguió saltar la valla exterior que circundaba la parcela y vivienda) y a Rebocato, que salió el primero del coche, se le heló el corazón (y
eso que, aún, no había leído –no estaba publicado, ni quizás todavía escrito-
“El corazón helado” de la Almudena Grandes) debido a que, por un momento, le
pareció ver y oír –como en aquella mañana de verano a la vuelta de la playa– al
“abue” sentado a la entrada con su perro, inquiriéndoles:
Hete aquí que ante la petición a un guía
español, durante una excursión facultativa en la República de Irlanda, con el
fin de que les recomendara algún Pub en Dublin en el que hubiera, o hubiese, actuaciones
de música celta en vivo y en directo, Rebocato y sus tres acompañantes (la
contraria de él, la hermana de él y el marido de esta) se dirigieron, esa misma
noche, a uno de los Pubs que les sugirió el guía.
Al entrar en el Pub, barruntaban que aquello
pintaba bien ya que, detrás de ellos entró un tipo con guitarra y comentaron: “Si
que vemos actuación musical en vivo esta noche”.
En
la planta baja del Pub, se encontraba un pinchadiscos (DJ para los modernos y
bilingües) poniendo una música sicodélica bastante rarita. Piden, nuestros
cuatro anhelantes de música celta, unas cervezas en la barra y se sientan tan
felices con sus pintas, físicas y de cerveza, alrededor de una de las mesas existentes. Se hacen las fotos de rigor con ayuda de un amable lugareño y observan
que las gentes del lugar empieza a desfilar escaleras arriba a la planta alta
del PUB (allí se pronuncia, más o menos, “POB” en vez de “PAB”, es lo bueno que
tiene el viajar, que o te pule, o te confunde, o ambas cosas a la vez).
Al rato y ante la migración general, de los
clientes del Pub, hacia el piso de arriba, Rebocato envía a su hermana a
inspeccionar y a la vuelta de la misión, esta, les comunica, a sus acompañantes
procedentes de Spain, que arriba van a actuar, no obstante, les anuncia que, ha tenido que mantener
el tipo, tanto a la subida como a la bajada de la escalera de acceso, ante las
sendas parrafadas, de mírame y no te menees, que amablemente le ha soltado el vigilante de la puerta y en
inglés por supuesto, aunque la
exploradora de avanzadilla de inglés nastic de plastic, eso sí les apunta que, atención le ha prestado mucha al muchacho, más que nada por no hacerle un feo.
Se van las dos parejas heterosexuales con las
pintas de cerveza en ristre tras la pista de la marabunta, cual borregos tras el pastor,
y arriba observan que ya está prácticamente todo el mundo acoplado en sus
sillas y mesas, quedándose ellos de
pie -sin encontrar ubicación en mesa ni asiento alguno- un tanto alelados y
alejados del escenario, esperando a que empiece la función.
Un atento nativo empleado del local, al verles en esa situación, les
agencia unas sillas y los ubica en una mesa justo al lado de la tarima del escenario,
ante la atenta mirada de los lugareños.
Sale a continuación a escena un "tipet" dicharachero
que empieza a hablar y a hablar, en Inglés por supuesto (Irlanda, al independizarse del Reino unido como República, dejó un tanto de lado su original idioma Gaélico y se centró en el Ingles que tiene más salida), más que un “sacamuelas de los de
antaño” -como dice el dicho de aquí de Spaín-, al que no se le entiende ni
“atao”, como apuntaba el malogrado Carlos Cano en su canción “El Salustiano”:
Pie de foto: Tiempos aquellos en los que exportábamos a Alemania destripaterrones, oficio que ejerció Rebocato en nuestro pueblo castellanoviejo. Vamos por el buen camino, ahora por "el impulso aventurero de la juventud" (según la secretaria general –PP– de Inmigración y Emigración), emigran los jóvenes titulados, con idiomas y másteres incluidos.
Dado el escaso conocimiento de inglés (no así
de entendimiento y razón natural de lo cotidiano) de los paisanos de la “Armada
Invencible” (según los británicos, ya que en realidad en España se le definió,
a la Armada de marras, originariamente, como “Grande y Felicísima Armada” y
como sabemos bastante perjudicada, a su regreso a Spain, en las costas irlandesas por
los temporales) deducen que está haciendo la presentación de los artistas. Y,
efectivamente, presenta, pero no al grupo musical como esperaban ellos, sino a
otro tipet irlandés que sale a la palestra, trinca el micro y se lía a hablar
más que dos sacamuelas juntos y mucho más rápido aún que el speaker que le
precedió.
En
definitiva, el gozo de nuestros spanish en un pozo, pues eran actuaciones de
monólogos y ellos con cara de circunstancias esperando la música, es más, se
dan cuenta, los lugareños del lugar, de que nuestros cuatro amigos son guiris y
les pregunta el monologuista en inglés que si son spanish, estos afirman, y
empieza, aquel, a hablar de la paliza que les dimos, nosotros a ellos, dos días
atrás en el partido de fútbolde
la fase final de la Eurocopa de selecciones (España 4- Irlanda 0).
Mientras tanto, los spanish, impasible el ademán,
mantienen el tipo sonriendo y entendiendo al charlatán, solo a duras penas, o eso
al menos les parece, lo siguiente: “Xavi, Iniesta, gol… Xabi, Torres, gol…” y
poco más; todo esto transcurre durante unos minutos que se les hacen eternos,
hasta que el muchacho monologuista retoma el hilo del monólogo y prosigue con
su retórica.
Cuando acaba el monólogo sale de nuevo el
presentador y después de una larga parrafada, entra corriendo y dando saltos,
de entre el público, al plató el tipet del siguiente monólogo, y pese a que uno de los spanish (contradiciendo
a los otros tres) se negaba rotundamente a abandonar el magnifico pero
ininteligible espectáculo, ya que marcharse, según él, podría ser considerado como
una afrenta, con el riesgo añadido de ocasionar un posible conflicto
internacional o, en el mejor de los casos, bajar el prestigio de España en 5
puntos (hay que recordar que ya estábamos allí retratados con lo de Xabi e
Iniesta), lo que afectaría gravemente a la prima de riesgo; aún así, los
argumentos del amotinado los obvian Rebocato y las mujeres, y aprovechando el impase, trincan las
birras respectivas y arreando brisca los 3 spanish y el intransigente, que se añade a la fuga dado que es demócrata, se
encaminan escaleras abajo como alma que lleva el diablo, antes de que les den
el alto.
Ya sentados, de nuevo, en su antigua mesa de la
planta baja del Pub al abrigo del pinchadiscos psicodélico que sigue con su
murga, empiezan a descojonarse de la situación vivida allí arriba (en la
primera planta del POB, no con San Pedro, al cual, a pesar de no ser Rebocato,
en ese tiempo y lugar, creyente, le pide que les espere allí por muchos años).
Al
rato Rebocato se percata de que con las prisas se ha dejado arriba la mochila
su contraria. Al comunicárselo a la tropa se hielan las risas y, además, la
contraria, se niega rotundamente a subir a recuperarla alegando que le da como
sajadura, a pesar de que dentro de la mochila está, entre otras pertenencias,
su documentación.
Después de informarla de que si está
indocumentada no puede salir del país, ella, como el que oye llover, que se
queda allí a cuidar ovejas; Rebocato le recuerda que allí no hay pastores ni
perro que les ladre, que las ovejas van cada una a su puta bola (es cierto)
careando sin formar rebaño alguno en sus prados vallados respectivos; pero ya
sabéis, bueno es el mal llamado sexo débil para dar su brazo a torcer, y más
habiendo alcanzadociertas edades.
A Rebocato no le queda más remedio que dar un
trago largo a su pinta de Guinness, la cual queda temblando como el jarro de
más de un azumbre de capacidad (ver la entrada de este Blog “Las ánimas
benditas del Purgatorio” publicado en agosto 2013), armarse de valor y encaminarse, de nuevo escaleras arriba, a escuchar los monólogos de marras. Una vez allí, se dirige,
por delante del escenario y agachado (sin llegar a reptar) para no perturbar a
los espectadores la visión del 2º monologuista que continua largando su
perorata en inglés (no sabemos para que quieren los irlandeses su gaélico, lo
mismo los catalanes con su independencia aparcarían, también, su idioma –latín
mal hablado, al igual que el castellano y otros-), hacia la mesa que ocupaban
antes, se sienta en uno de las sillas, que no han sido ocupadas a pesar del desalojo precipitado, y denota con alivio, tocando con disimulo con el pie derecho,
que la mochila continúa en su sitio debajo de la mesa. Conjetura para sus
adentros que en Spaín (España para los patriotas recalcitrantes no bilingües) a
buenas horas mangas verdes, a pesar del poco tiempo transcurrido desde su voluntaria
bajada, hasta la forzada subida, ya la hubieran distraído o al menos
registrado.
Barrunta Rebocato que la verdad es que la gente
en Irlanda es bastante confiada con respecto a los bolsos, chaquetas, mochilas,
u otras pertenencias personales, en los baretos, en ese tema están como
nosotros antes de la llegada de la Democracia a nuestro bendito País, y que conste que Rebocato aún se
considera demócrata, a pesar del enésimo reajuste del amigo Mariano debido, según él, a la rémora
de la herencia recibida que le dejaron los sociatas que aún le dura, y lo que te rondaré morena.
Aguanta impertérrito (Rebocato, aunque Mariano
también), sentado en su silla, poniendo cara como de que se entera de la
diatriba y cuando el muchacho monologuista termina y sale de nuevo el
presentador, Rebocato, aprovechando la coyuntura, trinca la mochila, se levanta, se dirige al presentador
le da la mano a la vez que musita: "zenkiuverimas" (gracias, para los no
bilingües) y se larga escaleras abajo, donde el trío de spanish, al avistarle, le recibe con
gran algarabia y choque de pintas al exhibir, él, agitándola en su mano la mochila de
marras.
Mientras tanto el DJ permanece imperturbable con
su música psicodélica y modorrera.
¿TRISCAIDECAFOBIA? O, ¿ME PLANTO CON EL2º PREMIO PROVINCIAL DE
NATALIDAD?
“Yo no soy supersticioso porque dicen que da mala suerte”(Ya lo dijo quien lo dijo).
Se dice, se comenta, se rumorea, nos
han dicho que han oído que decían…. que la superstición al número 13, en el
mundo cristiano, tiene su origen en la última cena de Jesucristo con sus
Apóstoles. Quizás de ahí viene lo de “siente a un pobre en su mesa” en la cena
de Nochebuena (ver la magnífica película “Plácido” de Luis García Berlanga, con el fin de no olvidar como éramos). En el caso de ser
13 los comensales, se sale a la calle, se trinca a un indigente y se le sienta a
la mesa, con lo que se rompe el posible mal fario y, “de paso” (como cantaba el
Aute) reconforta a la familia que lo acoge.
Ya había antecedentes en el judaísmo
donde al 13 se le consideraba un número de mal agüero (nada que ver con el Kun
futbolista), debido a que coincidía con la suma total de genios y de espíritus
del mal.
En la mitología nórdica/vikinga,
también, el 13, es de lagarto, lagarto, a causa de que el dios Loki ocupaba
elpuesto número 13 en el panteón
de dioses. Aconteció, en su día, que se celebró un banquete con 12 dioses y se
olvidaron de convidar a Loki (esto nos recuerda al cuento de la Bella
Durmiente y el olvido de invitar al bautizo a la hada Maléfica –evolucionado, después, a bruja malvada–). El hombre (perdón el dios) se exasperó y se presentó en el gaudeamus
con un cabreo bastante considerable, más que nada por el feo que le hicieron a
resultas del olvido, se sentó y ocupó el asiento 13. Después se organiza un
pandemonio, de mírame y no te menees, y acontece la muerte del dios Bálder
(Baldr para los bilingües) ocasionada con una ramita de muérdago, a lo único que, ese
dios, no era inmune. Ángel Nieto, nuestro laureado piloto
zamorano –13 veces campeón mundial de motociclismo– siempre dice/decía: 12+1, y
fue, a pesar de las precauciones tomadas, ese número fatídico para él, ya que
no volvió a ganar otro campeonato mundial jamás de los jamases.
Los integrantes de la Familia Real española tienen reservados los
números de DNI del 10 al 99, posiblemente para que pueda cada miembro de ella
memorizar el suyo más fácilmente al contener solamente dos dígitos.
El número de Don Juan Carlos es el 10, el de Doña Sofía es el 11, el
de la Infanta Elena es el 12, el de la Infanta Cristina es el 14 y el del Príncipe
Felipe (futuro Felipe VI, algunos anhelan que esta vez sea de verdad “el Breve”
como auguraban a su padre ya antes de tomar posesión de la corona) es el 15.
El 13 se invalidó por si acaso, es decir, por superstición.
Recordad que con el reciente lío que, algunas maléficas
gentes del entorno de Hacienda, han montado en torno a la infanta Cristina,
salen otros treces a colación y campando a sus anchas: Hay 13 notarios y 13 son
las fincas con una tasación de 1,4 millones de euros. Con estas cifras y con
los DNI 12 y 14 asignados a las infantas no es de extrañar que en la Hacienda
Pública se haya liado tal maremágnum, ya que, no se sabe si existen 13 Apóstoles,
si son 14 las fincas vendidas, si son 12 las infantas y si son 1,4 los notarios
que tramitaron el bollo. Posiblemente si la infanta que está o estaba bajo sospecha
(al final parece ser que se han equivocado todos los notarios) la hubieran
asignado el DNI 13 ya estaría en presidio (Dios no quiera que se vea, la pobre,
en esos bretes sin comerlo ni beberlo).
Expuesto lo anterior, ciñámonos al guión y
volvamos al valle de lágrimas, es decir, a nuestro mundo real, el de los súbditos de a pie:
El labriego, ya con 12 retoños en su haber, se
enteró,no se sabe muy bien si por
el papel (periódico) de la barbería, bando del Ayuntamiento, secretario
municipal, maestro escuela, párroco de la parroquia, boticario de la botica, o
cualquier otro medio o ente de las fuerzas vivas existentes (pero vaya usted a
saber ahora el cauce revelador después de sobrepasado más de medio siglo) en nuestro pueblo castellanoviejo, de
que el Instituto Nacional de Previsión concedía, a través de la Caja Nacional
de Subsidios Familiares, premios a la natalidad. Dichos premios los entregaba
anual y personalmente cada Gobernador Civil, en su provincia respectiva, a las
familias ganadoras (y algunas de ellas pseudo ganaderas) de las que previamente
opositaban al certamen.
Está escrito: “Creced y multiplicaos”.
Pero sobre los premios en metálico, resultantes de poner en práctica el mandato
divino, no nos consta que conste algo en las Sagradas Escrituras. Obviemos el antiguo dicho popular de que un
nuevo hijo viene con un pan bajo el brazo, porque eso era antes y no siempre se
cumplía. Lo que si es cierto es que, hoy en día, a un hijo no se le acaba de
amortizar nunca jamas. Se ponga uno como se ponga.
Púsose, el labriego, manos a la obra (al
papeleo, no al mandato divino) y se tramitaron, vía oficial, los pliegos
correspondientes para aspirar a alguno de dichos premios (no sabemos sianteriormente se hubiera metido en
harina para optar a alguno de ellos).
Y… "And the winner is(que bonito es
saber idiomas):Rebocato" (ya estáis al tanto, los que
continuáis y sufrís, en vuestras carnes las historias de este, de nombre
fingido, que, gracias a la guerra civil -aunque no nos consta que, él, fuera el
causante de ella-, no llegó a llamarse realmente así en la vida real ni, tan siquiera, en Vila Real).
Pues sí, Rebocato resultó ser el ganador del
primer premio de natalidad de su provincia en el año de su nacimiento. Por supuesto contando con la inestimable ayuda del resto de sus otros once hermanos que le antecedían. ¡Ay!, los celos cuán protervos
son. En total 15.000 pesetas de vellón, de las de entonces, para la familia y,
también, medalla oficial de bronce (no eran tiempos para medallas de oro, ya
que este se lo llevaron, durante la guerra civil a Moscú, según contaban los
maestros de la Escuela Pública y la maquinaria propagandista del Régimen-el tan traído y llevado oro de Moscú, más bien solo
llevado-) depositada dentro de una cajita de madera forrada, exteriormente, con piel
marrón oscura e interiormente con papel de fantasía, con su imperdible, también
de bronce, que se unía a la medalla con una banderita nacional en tela rojigualda.
Pie de fotos:Cara y cruz de la
medalla de marras. Inexplicablemente –para aquellos tiempos de “paz i ciencia"– de dos rombos, (como el aviso con ellos en la televisión en las películas supuestas ¿eróticas?) por aparecer la madre en bolas y tratando de controlar a sus, presumibles, vástagos díscolos.
El evento no sería “la más alta ocasión que vieron los siglos” (tal como dicen que dijo don Miguel de Cervantes, refiriéndose a la batalla de Lepanto, cuya victoria supuso, en aquel tiempo, la salvación de la cristiandad europea ante la amenaza otomana, a pesar de que, ambas culturas, tenían mucho más en común de lo que entonces se rumiaba), pero habría que revisar los anales municipales –caso de que no se quemaran en un pequeño incendio ocurrido en el Ayuntamiento muchos años después del nacimiento de nuestro amigo–, para comprobar si el pueblo castellanoviejo, donde vio la luz del sol por vez primera Rebocato, ganó alguna otra competición a nivel provincial hasta la venida al mundo de él.
Los primogénitos del elegido, llegado
el momento, se desplazaron hasta la capital de provincia, vía coche de línea
(ahora autobús con equipajes en las entrañas en lugar de en la baca como
entonces -a las gallinas tenia que darles el aire-), donde recibieron el premio,
entregado en persona por el Gobernador Civil, rodeados y agasajados por
autoridades civiles, militares y eclesiásticas; con ofrendas de pastas y
licores varios; con boato y parafernalias incluidas, no sabemos si, también, con
fanfarrias y chirimías.
No se han conservado fotos que
inmortalizaran el acto, en el supuesto de que aquellas se realizaran para la
sección “ecos de sociedad” en el periódico provincial perteneciente a la red de
prensa del Movimiento. Asimismo resultó una pena la falta de presencia de
cámaras de televisión que, casualmente, empezó a emitir ese mismo año en Madrid
(Arias Salgado, ministro de Información y Turismo, anunciaba: “Hoy,
día 28 de octubre, domingo, día de Cristo Rey, a quien ha sido dado todo
poder en los Cielos y en la tierra, se inauguran los nuevos equipos y
estudios de la televisión española”),
con lo cual se hubiera dado una mayor cobertura al evento, pero en esa
provincia, aún no había instalaciones, ni equipos móviles de TV., ni falta que
les hacía, ni casta que lo fundó, dicho sea de paso.
Pasó el tiempo y un año y medio
después nació el retoño nº 13 de la familia de nuestro labrador
castellanoviejo. Tuvo, aquel, la mala suerte de venir al mundo “débil y
enfermizo” (como gritaba la enciclopedia de Álvarez sobre nuestro último Habsburgo: Carlos II). Tal es así que un anciano, vecino del
labriego y con nombre de mes veraniego, todas las mañanas –no digamos ya si tocaban las campanas de la
iglesia a clamor (a muerto)– lo primero que hacía era acercarse a la casa de los padres del neonato y, abriendo el portón de la parte de arriba de la puerta de entrada,
caso de que no estuviera abierto, clamaba voz en grito en el portal:
-Buenos días nos dé Dios, ¿Sa’muerto ya la
criatura?
-Dios nos los dé buenos, aún no le llegó su
hora –se le respondía.
Y es que el detalle era de agradecer, no nos
engañemos, en aquellos tiempos la relación entre vecinos era como mucho más
cercana y bastante más cálida, que la distante y fría de los tiempos actuales
“que nadie conoce al vecino”, como canta el Serrat en “A quien corresponda” :
Pie de video.- El Serrat echando instancias
La criatura nº 13 no mejoraba, y la bienintencionada
suegra del labriego (aunque, ya se sabe, no hay suegra buena para todo yerno en
sus cabales que se tercie) trató de influenciar sobre su yerno con el fin de
que recurriera al galeno del pueblo de al lado, al que consideraban una
eminencia por aquellos lares, y que obviara (que coños significará este
palabro, diría la abuela materna de Rebocato) al médico de iguala local. El
labriego hizo caso omiso del consejo, y encomendándose al Sagrado Corazón de
Jesús (del cual era muy devoto y el día de la fiesta del Corpus Christi –"Cuerpo
de Cristo" para los bilingües y para los no bilingües– pujaba con dinero en la subasta de la iglesia
local para subir la imagen del Sagrado Corazón hasta su peana, previa vuelta
interior alrededor de la iglesia con la imagen en sus manos y con su mujer e
hijos acompañándolo, detrás, en procesión, ante los cánticos del resto de la
feligresía) siguió confiando en su médico, cosa rara en él ya que, nuestro
labriego, si le visitaba, a él, la enfermedad y en su casa le aconsejaban que
acudiera al médico clamaba: “Ni médicos, ni médicas”. Sin embargo, eso no era
óbice para automedicarse, alguna vez que otra, con algún comprimido de Okal, o
bien echar mano de los reparadores fomentos, tanto para él, como para sus hijos, como para
las caballerías.
Siempre reconforta, y es de un gran apoyo
moral, que la familia y el vecindario se preocupen y se interesen por la salud
de los seres queridos afines de sangre y de la de sus convecinos,
respectivamente.
Aconteció que, el médico eminente del pueblo vecino –a los pocos
días del consejo de la suegra a nuestro labriego– contrajo un resfriado
veraniego mayúsculo del que tardó bastante en recuperarse, con lo que nuestro
labrador, aprovechando la coyuntura. comentó a su querida madre política: “Vaya
un médico que me recomendó usted, que no sabe ni curarse a si mismo, como para
encomendarse a él”.
El transcurrir de los años le dio la razón a
nuestro labriego, pues algaleno
“eminente” empezó a recordársele en la comarca como don Aniceto
“quepadescanse”, y en cambio su hijo, el del número de la superstición, siguió
vivito y coleando.
Afortunadamente el niño, como ya se ha
anunciado, venció todas sus dificultades físicas; hándicaps vecinales a base de preguntas por su estado de salud; algún
traguito, como reconstituyente, de vino cosechero -clarete y ácido como él
solo- suministrado con porrón por el padre (de perdidos al río); una cucharada
de linimento del bigotudo Sloan, confundido -por su madre al suministrárselo en
la cocina casi a oscuras (con el fin de ahorrar fluido, y no era por ecologismo
que entonces aún no existía este) únicamente alumbrada con los pequeños
destellos ocasionados por el fluctuar de las llamas de los cándalos prendidos
en la lumbre baja- con el jarabe para combatir la tos; un trago de la botella
de lejía ingerido voluntariamente, aunque por error, y sin ayuda externa, que
provocó risas entre sus hermanos pequeños, aunque algo mayores que él, al verle
vomitar y enterarse de la accidental ingestión; un choque de su enclenque
cuerpo contra el lateral de un 600 al cruzar sin mirar, y dentro del pueblo, la
carretera comarcal (el conductor del vehículo le prometió una gran bolsa de
caramelos que entregaría al boticario, presente, este, para los primeros
auxilios al chocado, y que nunca llegaron “los chuches” -que diría en la tele,
muchos años después, el Presidente Mariano en “Tengo una pregunta para usted”-
a la casa de nuestro labriego. Pero, eso sí, al muchacho le duró la ilusión por
recibirla una temporada larga y, además, aguantar la mofa de sus hermanos
próximos en edad que le recordaban que jamás de los jamases la recibiría); una
soberana somanta, como para él solo, suministrada por su progenitor por hacer
novillos (mano de santo para evitar posibles recaídas posteriores en la tentación de las pellas);
envaramientos (no de vara) varios por la fuerza del llanto, el cual le provocaba: el
quedarse tieso, encanado y ponerse de color morado; y se solucionaba el trance
atizándole palmetazos en la espalda para que reaccionara y rompiera a llorar de
nuevo; lo que era la pescadilla que se muerde la cola, pues recuperaba la
jimplera y el posterior entumecimiento.
Sin embargo, a pesar de todos estos avatares,
accidentes diversos, malos augurios y de que de impúber siempre se criara un
tanto parco y escaso en carnes, es decir, bastante tirillas, no fueron
impedimentos suficientes para que el número 13, saliera divinamente adelante
(es un decir) a pesar de las complicaciones que se le presentaron en el duro
transcurrir de la infancia.
El labrador, ya con otra criatura en el zurrón y con
renovados brios, decidió optar, de nuevo, al premio provincial de natalidad. Por
lógica se supone que pensaría (desdeñe el lector todo afán de lucro en aquel,
pero necesidad obliga): “Si, el año pasado, con 12 hijos conseguimos el primer premio, con 13
arrasamos”. Pero hete aquí que, entre otros, también presentó candidatura, al
concurso provincial, un matrimonio que poseía 14 hijos y, si bien no vivían
todos ellos, eso no fue impedimento para que les concedieran el primer premio,
quedando relegada la familia de nuestro labriego castellanoviejo al 2º premio, el cual consistía en
5.000 pesetas, aunque, eso sí, la medalla era idéntica (de bronce de ley) a la
del primer premio conseguido anteriormente con el nacimiento de Rebocato.
Las medallas se guardaban en un cajón inferior
del armario ropero de lunas, sito en la sala de la planta baja de la casa de nuestro labriego y, durante mucho tiempo, se enseñaron con orgullo (las condecoraciones)
a todo hijo de vecino del pueblo que se acercara, con cualquier excusa, al
hogar de la familia supernumerosa de Rebocato. Pero ya, los componentes de aquella, convivían
con un regustillo amargo por haber quedado relegados, ese año, al 2º puesto del
premio provincial de natalidad. Nunca volverían a presentar nueva candidatura.
Ignoramos el por qué el labrador se plantó con
los 13 y no continuó compitiendo, de año y medio en año y medio, y al más alto nivel, en la pugna provincial de
familias numerosas. Quizás influyó el factor tiempo de su mujer (se me secó la
parra, dijo él alguna vez), la cual ya había sobrepasado la cuarentena (nos referimos a
los años, no a los días posparto, que también). Lo que está claro es que no
sería por motivos religiosos y aún menos por un ataque de pánico, de nuestro
labriego, a la triscaidecafobia.
PD.-
Solo para hermanos de Rebocato iniciados en la Enciclopedia Álvarez y presentes
en la ocasión o de oídas al número 13 y al 12:
-Trucos.., trucos, trucos...
-Me espanto.., me espanto..,
me espanto..
-Zelipe (sic) Segundo. -Terevinto y Cutepla (estos no
aparecían ni en El Parvulito). La burra
blanca y la burra negra gitana (también brillaban por su ausencia en él)-
que lejos queda
Jean-Paul Sartre, muy lejos aquel París,
sin embargo a
veces pienso que al final todo dio igual:
las hostias siguen
cayendo sobre quien habla de más.”
(De la canción: “Papá cuéntame otra
vez” Ismael Serrano 1995)
Mucho se ha hablado, y han corrido ríos de
tinta, del tan cacareado, tan traído y tan llevado mayo del 68 francés, cuando
todo aquel español, ya mayorcito, que ahora se tache de “progresista de
antaño”, anduvo por aquellas fechas pululando por el país vecino tratando de cambiar el destino mundo (no
sabemos como cabría tanto gentioprogreespañol en aquel Paris).
A raíz de aquella asonada llegaron los logros
posteriores, por ejemplo: Ya casi nadie recuerda que la derecha francesa arrasó
en las elecciones anticipadas convocadas –a causa de aquellas algaradas– por el
General De Gaulle, el cual no dimitió hasta el año siguiente en el que abandonó
la política. Y que los comunistas y socialistas, paradójicamente, perdieron el
50% de los diputados con respecto a los que teníanen la legislatura anterior. Asimismo muy pocos saben algo
del mayo de Rebocato acaecido en días que, al menos por los lares de la capital
del ahora Reino, no eran “días de vino y rosas”.
Ocurrió en una tarde de mayo del 71 en la
Institución Sindical Virgen de la Paloma de Madrid (en ella se siguió cantando –los lunes por la mañana en rigurosa formación de los 3.000 alumnos existentes– el Cara al Sol hasta el año 1972). Entonces, con aquella edad
y en aquel espacio/tiempo, Rebocato no tenia ni pajarolera idea, ni tampoco
muchos de sus compañeros de estudios –y quizás les importase un bledo– de la
movida del mayo-68 acontecida en Paris. Ni tendrían mucho interés por si había
arena de playa bajo los adoquines, como canta el Ismael Serrano en su canción
“Papá cuéntame otra vez” en la que, el cantautor, trata de plasmar, y de
resumir, toda una época de esperanza con los conocidos resultados finales tan
desencantadores para los perdedores de siempre:
Pie de video.- El Ismael Serrano, tan serrano él. Aquella aciaga y calurosa tarde –una vez
acabada la comida del mediodía en el mencionado centro escolar y después de
jugar al futbol, como todos los días lectivos, con ropa de paisano y con
zapatos o playeras, según como cada cual fuera calzado al colegio– confluían
los alumnos sudorosos y bajo la atenta y vigilante mirada de los padres salesianos de Don Bosco responsables, estos, de la disciplina y educación religiosa, en filas indias perfectamente ordenadas, en silencio y sin duchas previas –no existían en el
recinto escolar para los estudiantes, ni de agua fría, ni de agua caliente– camino a
las aulas y talleres respectivos para recibir las clase vespertinas de 15 a
18h, antes de las últimas oraciones del día con las que acababa la jornada
escolar y regresaba el alumnado a sus domicilios respectivos, hasta la vuelta a la Institución al día siguiente a las 09:00h.
Algunos estudiantes contemporizaban su vuelta a
casa previa visita a Simago (pillaba de paso hasta el acceso a la boca del
metro de Estrecho) que era una cadena de almacenes fundada por tres gusanos –que diría Fidel Castro– y que a finales de los 90 los adquirió (a los almacenes, no a
los huidos de Cuba) la cadena francesa Continente. “Voy a ver Simango (sic)”, decía a sus colegas el
potencial mangante de turno al salir del recinto escolar.
Esa tarde la clase de Rebocato tenía las tres
horas seguidas con el mismo profesor (comandante de artillería) el cual era un
tipo muy directo y campechanote, pero no apto para la docencia pues era bastante
cortito de entendederas. El hombre se limitaba a leer el libro de texto de la asignatura que impartia, y a
soltar, de vez en cuando, algún que otro chistecillo, sin apenas gracia, ante la
modorrera y apatía generalizada del alumnado ocupante del aula.
Una vez todos dentro de la clase apareció en
escena un conserje a comunicar a los alumnos que el mencionado profesor no
vendría esa tarde, que enviarían un sustituto para vigilar, y que aprovecharan
las tres horas para estudiar a discreción, ya que los exámenes finales se
mostraban próximos galopando por el horizonte (es un decir, claro). Ante tal
expectativa los alumnos, después de un corto congreso, acordaron que el
delegado y el subdelegado de la clase bajaran a hablar con el Jefe de Sección
(coronel de infantería de los que ganaron nuestra últimaguerra civil) para solicitar permiso
con el fin de irse toda la clase a empollar cada cual a su casa respectiva. El
susodicho jefe les contestó que nones, y que enviaría al accidental sustituto de marras.
Llegó el suplente y resultó ser un viejo
conocido (profesor de Química) de los alumnos. Un hombre de gran sapiencia en
la materia pero que a la hora de explicar se liaba la manta a la cabeza. Tiza
en mano llenaba la pizarra con desarrollos de fórmulas que la mayoría de los
alumnos no llegaba a entender. En invierno, si no encontraba el cepillo borrador de tiza
-normalmente se lo escondían los propios alumnos-, borraba la pizarra con el
revés de su abrigo para jolgorio de toda la clase al observar la acción. Además se llevaba el termo
con el café y se lo tomaba en clase delante de todo el mundo. Cierta vez a un
alumno, de los folloneros/graciosos y con más cara que espalda, le mandó salir
de clase por enredar: “Del Molino, coja usted la puerta y sálgase al pasillo”. El
muchacho ni corto ni perezoso se dirigió hasta la puerta del aula, la sacó de los pernios
y se la llevó al pasillo. Pasado el factor sorpresa del momento y ante la
posterior reprimenda del profesor, el alumno le contestó: “¿No me ha ordenado
usted que cogiera la puerta y que me fuera al pasillo?”. Risotadas a discreción
del alumnado.
En realidad ese profesor de Química era una
buena persona aunque algo despistado y al finaldel curso aprobaba a casi todo el mundo, pero esa tarde le
pillaron en un mal día ya que bajó a quejarse al Jefe de Sección, exponiéndole
las burlas a las que le estaban sometiendo alguno de los alumnos.
Regresó el suplente al aula acompañado por el
coronel y, este, mandó salir a la tarima al delegado y al subdelegado de clase
y, acto seguido, preguntó al resto de la clase: ¿Quién está de parte de estos
dos?. Un silencio sepulcral se instaló en todo el aula, pero unos segundos
después se levantaros cuatro alumnos entre ellos nuestro sin par Rebocato. El
Jefe de Sección montó en cólera y ordenó inmediatamente sentarse a los cuatro díscolos
que se levantaron en apoyo de los de la tarima. Pero, hete aquí que, después de
unos segundos dubitativos mandó levantarse a dos de los cuatro solidarios (a
Rebocato y al cuarto levantado no los reclamó), se dirigió a ellos y empezó a
repartirles hostias (no de las de pan ácimo consagradas, si no de las que
duelen de verdad) a la vez que, entre mamporro y mamporro, bramaba:
“¡Comunistas!, que os paga Mao”.
Decir que a los alumnos, con una media de unos
15 años de vellón por barba -aunque, esta, un tanto escasa en la mayoría de los
caras- les sonaba lo de comunistas, pues sabían que eran comecuras y que tenían
rabo trasero como el diablo, pero lo de Mao y lo que representaba este, se la
traía a todos al pairo en aquellos tiempos, eso el que supiera quien era el
susodicho Mao. (Años después, Mao, resultó más popular por aquí a
causa de que el inicio de un curso escolar –en algunos colegios de Madrid– se sobresaltó con el
escándalo del "Libro rojo del cole", una parodia de “El libro rojo de
Mao”, absorbido, aquel, con ganas en Europa en mayo del 68 y que, por fin, llegó
a nuestro suelo patrio con una década de dilación).
Pie de video.- El "peligrosísimo" Libro Rojo del Cole, el cual, menos mal que, llegó a este País con 10 años de retraso respecto a otros países europeos. El dibujante Romeu (el de los de la tropa de "La Liga de los sin bata") ilustró la versión española..
Acto seguido a los dos fustigados, estos ya
calentitos, les ordenó que recogieran sus cosas y le siguieran, y se los llevo cogidos de la oreja
hasta la entrada/salida de la institución sindical (un centro de,
aproximadamente, un kilómetro cuadrado de superficie, con una gran valla de
obra circundando las instalaciones) y rugió a los dos conserjes que vigilaban
las entradas y salidas: “Estos dos mequetrefes que no traspasen esta puerta de
entrada jamás de los jamases”.
Esa misma tarde, al final de las clases, se
dirigieron unos alumnos, compañeros de los dos represaliados –en representación de toda la clase– al Jefe de
Estudios con el fin de reclamar clemencia para con los dos compañeros expulsados,
relatándole el caso de la sedición (sic) y la implacable actuación del Jefe de
Sección para sofocarla. El Jefe de Estudios –que lucia el típico bigotillo del
régimen– los atendió superficialmente y el asunto quedó en agua de borrajas, es
decir, continuó el curso y los dos alumnos damnificados y arrojados del
recinto (cual Adán y Eva del edén, pues el expulsador también era Ángel, aunque
solo de nombre) tuvieron, posteriormente, que empezar a repetir curso en
septiembre y en régimen nocturno, para no toparse con el facineroso y
justiciero coronel.
Unos días después, en tono confidencial, les
comentaba un profesor de taller, originario de las entonces Provincias Vascongadas, a Rebocato y a otros compañeros de este: “La
situación está muy clara, el Jefe de Sección ha echado a vuestros dos colegas
y, estos, como no se van a atrever a entraren la Institución, al cabo de 15 días en la Sección de Alumnos les darán de baja por no justificar las faltas a las clases y perderán
el curso”. Así aconteció.
Que decir del nivel de conocimiento del mayo
francés que tenia nuestro amigo Rebocato en aquellos tiempos, ¿donde ubicar a Saint Denis?. ¿Quién era Jean Paul Sartre?. Ahora bien, lo de “las
hostias siguen cayendo sobre quien habla de más”, visto lo visto, era perfectamente comprensible,
no tanto asumible, entonces y ahora mismo.
Pasado más de un lustro, de los hechos
relatados, encontrábase Rebocato cruzando, al anochecer, en el patio de
instrucción del cuartel donde estaba prestando servicio militar, obligatorio, para con la Patria, en
una bonita capital de provincia de nuestro amplio litoral levantino. Se dirigía
al Hogar del Soldado para refrescar el gaznate con cerveza, vino peleón o
cubatas de garrafón (a elegir, según el peculio de cada cual) junto a alguno de
sus compañeros de armas y le llamó la atención las voces de órdenes que emitía
de manera marcial un cabo tomatero, el cual trataba de formar a los soldados de una compañía
para llevar a sus escasos voluntarios al comedor para la paupérrima cena que se servia en aquel cuartel.
Rebocato se quedó observando alsusodicho cabo tomatero, porque la voz le resultaba un tanto familiar, y no le costó
mucho el reconocer al emisor de las órdenes a pesar de los años transcurridos y de que llevaba uniforma con gorra incluida:
Era un muchacho de la tierra del bolo, uno de los dos agredidos y expulsados,
en aquel mayo del 71, por el Jefe de Sección de la Institución Sindical Virgen de la Paloma. Más difícil tuvo el cabo en
reconocer a Rebocato ya que, este, en el tiempo transcurrido desde el año 71 al
77 había sufrido un estirón tardío de estatura de unos 20 cm. (modestia aparte,
y sin ser de Bilbao donde crecen cuando, como y cuanto quieren). Por las formas
castrenses que rezumaba el cabo rojo, venía a confirmar que el correctivo al
que le sometió, antaño, el Jefe de Sección de la Institución Sindical, tuvo sus
frutos ya que las dos escasas filas de la compañía, quedaban prietas, recias y marciales –como decía la canción del antiguo régimen, este aún presente entonces y cuasi
ahora– y no denotaba, aquel, atisbo alguno de contaminación de ideas
comunistas, ni promaoistas.
Concluyendo, mano santa para el fin que se
buscaba: “El conseguir que la Patria continuara siendo una unidad de destino en lo
universal”. La medicina aplicada en aquella tarde calurosa de aquel mayo de
aquí, resultó harto eficaz en la orientación de las personas afectadas, sin
necesidad de tanto ringorrango, ni tanto despliegue periodístico y policial,
como en el del mayo de Paris (ciudad del secreto mejor guardado del mundo: “El
permanente mal tiempo que hace por allí”).
Adolecemos de un trovador que recoja aquellas
pequeñas gestas imperiales, con los hechos acaecidos que lograron enderezar el
rumbo degentes en plena
pubescencia, en aquellos años de “paz i ciencia”, con el fin de recordar lo
felices que eran los adolescentes, el exquisito trato que recibían, el tremendo
potencial educativo del que disponían y el apoyo de profesionales de la
psicología a su alcance, durante “aquellos maravillosos años” (dicho sea de
paso, magnifica serie americana basada en los problemas sociales de finales de
los 60 y principios de los 70 en la que cantaba el Joe Cocker la canción “With a Little Help From My Friends” un tema de The Beatles, para mas
señas) en España.
La cuasi solución para no tener problemas de
índole política durante la dictadura, estribaba en no sacar los pies de las
alforjas, es decir, tratar de pasar desapercibido. Valga como ejemplo el
consejo que dio nuestro Generalísimo a uno de sus ministros llamado Alonso
Fueyo,: “Usted haga como yo y no se meta en política”.
¿Cabe mayor cinismo?. Una cita que firmaría
como suya propia hasta el mismísimo Groucho Marx.