DELIBES Y REBOCATO
LA
LLAMADA:
La frase se oyó perfectamente en la cocina,
donde Rebocato, y alguno de sus hermanos esperaban para desayunar –antes de ir a
la escuela– las típicas sopas de ajo –con poca sustancia– sentados alrededor de la lumbre baja de la cocina,
donde, a su vez, también se cocían, en un caldero aparte, las patatas gorrineras
para los marranos. La orden partía desde la sala donde nuestro labriego
castellanoviejo se proveía de unas cuantas monedas de la hucha rectangular metálica
sita en el cajón bajero del armario de lunas que contenía los ropajes de domingo y
fiestas de guardar y que imperaba en la pared del fondo de la sala.
–“Rebocato, toma (por las monedas) y vete al
estanco y compra un paquete de tabaco picado y un librillo de liar marca ZIG–ZAG”.
En aquellos años “gloriosos”, en el pasado
siglo ya mediados los años sesenta (y antes también), nuestro labriego mandaba
a alguno de sus hijos pequeños –el que se encontrara, más a mano, incordiando
por la casa– a por tabaco al estanco de nuestro pueblo castellanoviejo. Nuetro labriego empezó´a fumar con los 30 ya cumplidos durante la Guerra Civil, precisamente cuando empezaron a racionarlo, y se fumaba su ración y la de su suegro.
Rebocato, al oír el mandato, abandonó su
banqueta (nada que ver con la de los actuales diputados del Congreso de
Diputados) y saliendo de la cocina se encaminó a través del largo portal de la
casa, hasta la sala donde le esperaba impertérrito, monedas en mano, nuestro
labriego castellanoviejo y balbuceó aquel:
–¿ZIG qué…..?
El hijo no había entendido bien la mentada marca
del librillo o, bien se hizo el tonto, para ver si así se evitaba el paseo y el
recado recaía en otro de los hermanos.
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DON MIGUEL:
Algunos años después de esa situación, Rebocato,
ya tratando de pulirse en la Capital del todavía no Reino, comenzó a leer a Miguel
Delibes cuando cursaba COU (Rebocato, no Delibes) y ello fue posible gracias a su
profesora de literatura, la cual era bastante joven (aunque algo menos que
Rebocato en aquel tiempo y lugar donde se encontraban ambos entonces) y estaba (la
profe) bastante potable (que se solía decir entonces, o antes de entonces, o
después de entonces, o vaya usted a saber) y llevaba (la profesora) unas gafas provistas
de grandes cristales redondos (se supone que como su cara era, también,
bastante redonda de esa manera la disimulaba) tipo azafata del popular programa
de TV: “Un, dos, tres…” Ella mandó leer, a lo largo del curso, a sus alumnos, entre otras, dos
novelas de don Miguel, con el fin
de que hicieran comentarios de texto, a saber: “Cinco horas con Mario” -que protervas son algunas mujeres a
ciertas edades- y “La hoja roja” (esta novela se encontraba en la pequeña
librería de la segunda hermana de Rebocato que, a su vez, ejerció como segunda
madre de él desde los 13 años de nuestro amigo hasta que este se emancipó
totalmente. El libro pertenecía a la colección Biblioteca Básica Salvat–RTV).
Pie de foto.- La novela de La hoja Roja de Miguel Delibes perteneciente a la librería de la segunda hermana (y segunda madre en funciones) de Rebocat).
Rebocato, mientras leía esta novela, se acordaba
de su padre -del de él, no del de la profesora- por lo del librillo de papel de
fumar que recibía por nombre: “Zig-zag” , y que gastaba su padre para liar la picadura
–de tabaco, no de “chínfano”–. Reseñar que cuando las hojas del librillo para
liar los cigarros estaba próximo a acabarse aparecía una hoja roja que avisaba de
que solo quedaban ya un par de hojas y por lo tanto habría que ir pensando en comprar
otro y el protagonista de la novela –el funcionario jubilado Eloy– compara el
final de las hojas del librillo con la cercanía de la muerte, tal como relata
Delibes:
El viejo Eloy dijo a
la Desi (su joven criada) al proponerle matrimonio de convivencia:
«Tendrás estorbo por
poco tiempo, hija. A mí me ha salido ya la hoja roja en el librillo de papel de
fumar».
Aquel curso, para Rebocato y para muchos de sus
compañeros de clase (nos referimos a los de aula, no a la clase social de cada
cual), fue un salto cualitativo y cuantitativo (vamos, como indican los
prospectos de los medicamentos) en lo referente a la enseñanza, además de una novedad
gratificante. En dicho curso se introdujeron cambios considerables en el centro
educativo –donde, prácticamente, se formó Rebocato– ya que, por vez primera
empezose a impartir COU, y al curso siguiente se comenzó a impartir Ingeniería
Técnica Industrial. Decir que, los hasta entonces profesores del centro educativo en su mayoría
militares y religiosos salesianos, no entraron en los planes de dar clases de COU (para
ello ingresaron nuevos docentes) y, lo más novedoso, por vez primera en el
centro de estudios, aparte de profesoras, se admitieron alumnas, no muchas y mezcladas
en las aulas con el alumnado varonil, algo solo visto por Rebocato –a lo largo de su formación educativa– cuando
ingresó, con 5 años en canal, en el aula de párvulos en la
escuela nacional de nuestro pueblocastellanoviejo. Para nuestro amigo
aquello fue como un incordio debido a que en su vida de estudiante, desde
párvulos hasta COU, nunca se había visto en una situación así, su concentración didáctica no era la misma
que en los cursos anteriores a causa de la presencia de féminas.
Rebocato cuando llegó procedente del pueblo a
la capital para tratar de formarse, empleaba al hablar palabras de su lugar de
origen, palabras por otra parte no muy conocidas por sus compañeros de curso de
la capital, lo cual daba lugar a que, a veces, alguno le tachara de paleto.
Debido a esto fue guardándose de emplear ciertas palabras con el fin de no desentonar
y evitar la sensación del posible ridiculo. Pasados los años y cuando, como hemos
anunciado, empezó a leer a Delibes se percató de que este escritor utilizaba
algunas de las palabras que él se fue dejando por el camino con el fin de,
según creía él, pulirse, incluso en los tiempos actuales si emplea esas
palabras de antaño, sufre algún que otro reproche por parte de su contraria que le suelta, mas o menos: “Hablas
como los abuelos”.
Con el trascurrir de los años Rebocato
llegó a leerse, prácticamente, todas las novelas de Delibes (a otros les da por
doblar esquinas). Hasta haciendo el Servicio Militar, en la biblioteca del
cuartel, encontró y leyó un par de sus libros: “La sombra del ciprés es
alargada” (dicen los expertos que le sobran unas 200 páginas, las que relatan
el paso del protagonista por America como marino) y “Las ratas” (en el pueblo
castellanoviejo de marras –como en tantos otros de los alrededores-, antaño,
también había personas que las consumían esporádicamente, lo mismo hacían con
los lagartos y con algunas culebras (decían que, al consumir estas, curaban los
diviesos), más que nada para cambiar de ritmo culinario y salir de la monotonía
del cocido de los días laborables. El conseguir proteínas para el cuerpo estaba
crudo en aquellos tiempos, excepto en la época estival con las pertinentes labores
campestres que era cuando se daba buena cuenta de la matanza guardad en las ollas con lomo, costillas y
chorizos en adobo y los pertinentes jamones colgados, con lo que se cubría la demanda de acumular
proteínas en los raquíticos cuerpos ante tamaño esfuerzo requerido en dichos
quehaceres, aparentemente tan lúdicos para los señoritingos madrileños visitantes en el estío.
En la novela “El Camino” (no confundir con
“Camino” de Monseñor Escrivá de Balaguer, actualmente ya Santo) Rebocato se
identifica con Daniel “el mochuelo” el cual también emigra de zagal desde su
pueblo a la ciudad a estudiar con el fin de pulirse y progresar en el futuro.
La novela “Mi idolatrado hijo Sisi” (con un
final en forma de canto antibelicista) se retrató en la película: “Retrato de
familia”.
En fin, Rebocato, continuó devorando novelas y
escritos de Delibes hasta finalizar con “El hereje”, la última y gran novela del
escritor, la cual, tiene un capitulo inicial (El viaje) un tanto complejo al sentir
de Rebocato respecto a la forma de escribir y fácil de entender de Delibes, y dicen los expertos
que, las nuevas generaciones (no solo las del PP) al leer sus novelas –caso de que lo hagan–
necesitarán tirar del DRAE para comprender muchas de las palabras utilizadas en
ellas, porque actualmente están prácticamente en desuso en el lenguaje coloquial
de la calle.. Continuando con la lectura de “El hereje” todo se enhebra en la
narración de como era la vida de los llamados herejes (protestantes) en la
España del siglo XVI, cuando empezamos a mandar en el mundo y seguimos lideres
durante dos siglos seguidos.
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ZIG-ZAG
Pero dejémonos de zalamerías, que no
viene a cuento, y volvamos a nuestro amigo Rebocato, ya llegado hasta la sala y delante de
su severo ascendiente, donde le dejamos antes con la frase en la boca:
–¿ZIG qué…..?
–Nuestro
labriego a la segunda pregunta del potencial mandado de cómo se llamaba el
librillo le cruzó la cara con dos guantazos –en plan soplamocos– a la vez que
le repetía: “Zig - zag”.
Pie de foto.- El librillo de papel de fumar de marras, del cual era fiel
devoto consumidor nuestro labriego castellanoviejo.
Mano santa, nunca jamás se le volvió a olvidar
el nombre del producto al cruzado de cara. Rebocato, con las orejas calientes, cogió
las monedas que le tendía el labriego, abrió el portón bajero de entrada de la casa (en este caso de salida), salió
a la plaza, y ligero de equipaje (cual don Antonio Machado, guardando las distancias, claro) tomó el pendingue hacia la calle Nueva camino del estanco,
con las perras bien apretadas en su mano diestra porque, sabía que, caso de perderlas, y sin llevara casa el encargo, sufriría otro cruce de cara.
PD.- Casi mejor que le concedieran
el Premio Nobel de Literatura al Camilo José Cela, en lugar de a don Miguel
Delibes (caso de que ello hubiera sido posible), ya que de esa manera nos
evitamos la apócrifa Tercera Guerra Mundial, fomentada por el defensor de la siesta de
pijama y orinal, por la no concesión del Premio a su propia obra.
HistoriasdeRebocato@octubre-2017