16 de octubre de 2015

REBOCATO Y LA AMERICANA




      INTRODUCCIÓN

          Querid@s tod@s:

     ¿Quién no se ha visto en el brete de haber ligado (no hablo de borracheras, que también) alguna vez de joven?.

         Rebocato atosiga de nuevo y en esta nueva entrada de su Blog, explica una historia de sus experiencias vividas en la Capital del Reino con una americana de Norteamérica, nata de Dallas, del estado de Texas, allá a mediados de los 70 del siglo pasado. Cuando todos éramos más jóvenes  y, algunos, aún no formábamos parte del estado de Decrepitolandia. Ya ha llovido desde entonces, ya.

          Saludos.


                       LA AMERICANA

        PREFACIO
      Pues hete aquí que Rebocato anduvo saliendo, años ha, en la capital del Reino y a lo largo de medio año, con una americana, y no nos estamos refiriendo a que, nuestro amigo, saliera de casa a la calle con una chaqueta (barruntamos que nunca ha sido mucho de chaquetas, aunque ignoramos si ha ejercido de chaquetero) si no que, durante ese periodo de tiempo, se entretuvo flirteando con una chica pelirroja, pecosa (y tal vez pecaminosa) de Dallas (Texas), que atendía por Alice.
       La verdad es que a Rebocato –según su parecer, otra cosa es lo que especulen los demás– no le gusta darse demasiada importancia en el delicado asunto de su trato con féminas a lo largo de su etapa, llana y dulce, de soltería (nada que ver con su posterior dura etapa de alta montaña de casado –esto último es broma, más que nada para que no peligre la integridad física de nuestro amigo–), pero no cae en la cuenta de que al tirar de falsa modestia puede estar cayendo en la vanidad.
          El flechazo entre nuestro amigo y la venida de ultramar surgió en la discoteca Tofp´s –sita en la calle de Jorge Juan de Madrid–, la cual era frecuentada, entre otros y otras, por jóvenes militares de la base aérea de la no tan lejana localidad madrileña de Torrejón de Ardoz (dicen que un país no es totalmente libre, mientras en su territorio existan tropas extranjeras). Rebocato, entonces, calzaba 18 años en canal y empezaba a despolitizarse de la política del régimen imperante de tantos años de “paz i ciencia”, y a politizarse de otra manera. Él y sus colegas de discotecas y pubs tenían una cierta ojeriza a los yankees debido a que estos ligaban más que ellos.
      Cierto sábado Rebocato confeccionó unas etiquetas rectangulares con papel de folio en los que rotuló la leyenda: “OUT  YANKEES” (aún faltaba poco más de una año para que muriera nuestro Dictador aunque Rebocato lo ignoraba –la fecha del deceso, no al dictador– y que llegara la canción protesta, entre otras la de Carlos Puebla: “Yankee go home”). Por la tarde se llevó, dichas etiquetas, para la discoteca y, una vez dentro de esta, mojándolas las adhirió en el espejo de los servicios de hombres. Fue la primera acción política de Rebocato, aparte de las demostraciones sindicales en las que "felizmente" participó, años atrás, sobre el césped del estadio Santiago Bernabeu el 1º de mayo, en las que actuó acompañado de cientos de gimnastas, desarrollando las tablas de gimnasia con el Dictador en el palco contemplando el evento. Las pegatinas duraron en el espejo lo que tardó en entrar el primer yankee a aliviar sus esfínteres y repeinarse ante el espejo.
      Unos tres años después, Rebocato estando disfrutando de un permiso del Servicio Militar, salió –sobre las 22:00h. de Toft´s– en compañía de un amigo (este, por cierto, en aquel entonces, bastante macarra y pendenciero) y enfilaron ambos, andando, la calle Jorge Juan hacia el Drusgtore, sito en la perpendicular calle Velazquez, para picar algo y continuar, después, la marcha nocturna de Pubs y discotecas. Por la misma acera vieron que de frente a ellos se aproximaban dos militares yankees de paisano. El amigo de Rebocato les dio el alto y sin mediar más palabras golpeó con el puño en el estómago a uno de ellos –ante la estupefacción de Rebocato y del otro americano–. El golpeado hincó sus rodillas en tierra lo que aprovechó el golpeador para lanzarle una patada a la cara, de tal forma que no llego a atinarle, y su zueco que calzaba salió volando hacia arriba y al caer (es lo que tiene la fuerza de la gravedad) lo cogió en el aire el americano no agredido y se lo entregó al español agresor, el cual recogiéndolo le dijo: “gracias”. Se calzó el zueco y con Rebocato continuó el camino dejando a los yankees atrás un tanto confundidos y, además, a uno de ellos dolorido.
       La escena de la agresión fue observada, a cierta distancia, por un tal Charly (hombre de mediana edad y que conocía de sobra al agresor y a Rebocato), que ejercía de portero en la citada discoteca, el cual tomó buena nota y no volvió a dejar entrar a Toft´s al amigo de Rebocato durante un año, al menos.
     Pero no nos vayamos por las ramas y volvamos al asunto de la americana ¿ligada?. En realidad eran dos las americanas ligadas, ya que, un compañero de trabajo del hermano de Rebocato –que le precede en edad a este– iba de discotecas con Rebocato y conocieron juntos, en Toft´s, a las dos americanas de Dallas. 
      No sabemos muy bien el por qué, pero al decir americano lo asociamos, de forma cuasi exclusiva, con una persona natural de USA, cuando americano es cualquier persona del continente americano. Asimismo, cuando decimos norteamericano, también lo relacionamos con un individuo originario de USA, cuando en realidad norteamericanos puros serian los canadienses, alaskanos y groenlandeses.
       Las dos americanas llegaron hasta Madrid, no nos engañemos, no por conocer a Rebocato, sino, principalmente, con el fin de practicar el idioma castellano y de paso hacer algo de turismo en plan de ver piedras –una cosa tonta al sentir de entonces de nuestro amigo Rebocato– es decir, también tenían interés en visitar algunas de nuestras catedrales, a saber: la de Burgos, la de Salamanca y la de León; cosa que cumplieron –lo de ver catedrales– un fin de semana mientras sus dos españolitos respectivos se quedaron en Madrid guardando ausencia.
       Ya sacadas a colación las catedrales, viene a cuento el relatar un suceso que se da como cierta:
    El escritor Juan Eslava Galán en su libro “La primera guerra mundial contada para escépticos” cuenta una anécdota que le ocurrió al polifacético José Luis de Villalonga durante nuestra última Guerra Civil :
   Villalonga ejerció, durante nuestra última Guerra Civil, de conductor de un vehículo para trasladar a un general del ejercito rebelde en los quehaceres rutinarios de este, es decir: dar órdenes a sus subordinados para que maten gente. Cierto día en León conduciendo el coche oficial, y con el general a bordo en los asientos de atrás, al pasar ante la majestuosa catedral gótica y contemplar el rosetón de la fachada principal, por hablar de algo, dijo Villalonga: “Mi general, observe que magnifica cristalera tiene la catedral”. A lo que el general respondió: “Sí, que pedrada tiene”.

EL CINE
       Las dos parejas que formaban las dos americanas mezcladas con los dos españoles, solían quedar los sábados y domingos por la tarde/noche para ir a bailar, de copas o al cine. Las visitas culturales, en plan visitas a monumentos y museos se las hacían ellas mismas entre semana, mientras Rebocato estudiaba y trabajaba y su amigo solo laboraba.
      Reseñar que Rebocato durante sus 13 años residiendo en Madrid el único museo que visitó fue el Museo de Cera sito en la plaza de Colón, y comenzó a entrar en museos, a raíz de largarse de Madrid, en las fechas que regresaba a la capital para visitar a sus familiares.
     A destacar, las siguientes tres películas visionadas por las dos parejas de dos naciones distintas:
1.-Un botín de 500.000 dólares
      Un día vieron en un cine de la Gran Vía madrileña la película de estreno “Un botín de 500.000 dólares”. Al final de la película, Alice se emocionó y soltó algunas lágrimas. Rebocato le preguntó el por qué de ello y ella le contestó que se había emocionado al ver los paisajes que la recordaban a su estado natal americano. 
    Muchos años después Rebocato, recordando la escena de aquellas lágrimas, tiró de Google y comprobó que la película se había rodado en el estado de Montana y que desde allí hasta Dallas existía, y aún existe, la nada desdeñable distancia de unos 2.300 Km., pero en fin, no todos los países van a ser como España que recorriendo unos pocos kilómetros cambias de paisaje, de gastronomía, de idioma (caso de que el autóctono no quiera hablar en la lengua del imperio), de clima (no vamos a decir, también, de novia) etc. y lo mismo en USA recorres miles de kilómetros y todo permanece igual (hace 200 años, incluso, con muchas tribus de indios y manadas de bisontes pululando por las praderas, y que, pasados por las armas, pasaron todos a mejor vida). 
      A la vista de todo esto Rebocato pensó que quizá, las lágrimas derramadas por Alice no eran a causa de sus añorados paisajes de origen tan lejanos de la Gran Vía madrileña, si no por la muerte, al final de la película, del actor, entonces joven y resultón, Jeff Bridges y a que ya lo dice el dicho: “Cojera de perro y llanto de mujer, nada es de creer”.

2.–Un hombre de suerte
       Otra visita al cine fue para ver el curioso y surrealista filme de título: “Un hombre de suerte” el cual se había estrenado en 1973 en algunos países –en España en 1974– y que trataba sobre una crítica al capitalismo a través de los avatares de un joven vendedor de café –en la vida real ejerció, también como tal–, personaje protagonizado por Malcolm MacDowell, ya entonces famoso por su gran interpretación en la incombustible película: “La naranja mecánica” del gran director Stanley Kubrick.  
      Las dos americanas ya habían visto “Un hombre de suerte” en su país y quisieron que la visionaran Rebocato y su amigo en compañía de ellas, aunque no situados en la fila de los mancos del cine, con el fin de centrarse en la película. De esa manera, el par de americanas, pudieron comprobar, a finales de 1974, en vivo y en directo, la censura cinematográfica que imperaba en España por el bien cívico/espiritual de los súbditos del Caudillo, siempre predispuestos a la subversión, al libertinaje y al apareamiento. En fin los tan traídos y llevados cortes de cinta de ciertas escenas de las peliculas en aquellos tiempos.
     Alice lo comentó a la salida del cine: “La película está censurada, faltan escenas, sobre todo de sexo” quedándose los dos españolitos (Rebocato y su amigo) como con cara de tontos y un tanto acomplejados ante la reinante superioridad americana. Estas debates cinéfilos tan transcendentales no le acontecían a Rebocato, años atrás, con las películas de cine ambulante proyectadas sobre la sábana blanca colgada en unas puertas carreteras en la plaza principal de nuestro pueblo castellanoviejo, con sorteo de rifa de botella de anís "La Castellana" y una toalla cuya marca no recordamos.
   Rebocato pudo ver y comprobar –años después, ya en Democracia– por televisión que, efectivamente, en la película de marras faltaban ciertas escenas sobre todo las eróticas.
     Hay una escena –censurada cuando vio la película Rebocato junto a su americana y con la otra pareja que formaban su amigo y la otra americana– en la cual, la Jefa de relaciones publicas –de la empresa envasadora de café– le da a catar, al Malcolm MacDowell, café en una taza, servido de una de las tres cafeteras que aparecen en escena, para que le dé, el, su opinión sobre el sabor. El joven bebe, degustando con el café sostenido en su boca sin tragarlo, después traga el líquido elemento y lanza su dictamen al respecto. Acto seguido la jefa –una mujer aún de buen ver a pesar de su mediana edad– bebe de una de las tazas mantiene, también, el café en la boca, apunta los labios hacia adelante abriendo y cerrándoles cual pajarito con su pico, y acercándolos a la boca del joven le besa en ella y le introduce el café dentro.
     Huelga el decir que los dos se enzarzan y se agachan sin despegar sus labios mutuos y finaliza la escena.
     Al ver Rebocato esta escena de la forma tan original de trasvasar el café, comprendió que su americana había cometido plagio, al menos en los meses que estuvo con él, es decir, las americanas en las discotecas o pubs siempre pedían, para beber, Tía María con vodka, y luego lo que hacían, al beber, era dar un trago largo –Rebocato cuando vio a su chica dar el primer trago y dejar el vaso temblando, pensó: “a esta tía le va el alpiste en demasía, esto pinta bien”– y nada más beber, cada cual besaba a su respectivo y les pasaban parte de la bebida combinada, el resto –no eran tontas– se lo trajinaban ellas. Por no quedar mal los chicos tenían que corresponder haciendo lo mismo con sus cubatas dándoles de abrevar a ellas.
    Rebocato alucinó con la experiencia del trasvase, en su vida se había visto en otra –su amigo, cuatro años mayor que él, después le comentó que ídem de ídem–. Estos mesetarios…..
    Meses después, Rebocato, ya con la americana a buen recaudo en su Texas natal, siguió con la técnica de los trasvases bucales –caso de tragarse alguna rosca– con las chicas que le comprendían. Nunca se atragantó ninguna, ni, al menos aparentemente, dieron muestra alguna de reparo; en fin, las relaciones eróticas –o más allá– entre pareja, al fin y al cabo, es un intercambio de fluidos.

3.–Serpico
     Rebocato ya un tanto harto de ir a ver las películas que imponían las americanas y con el fin de demostrarlas que en España no solo éramos de ver españoladas, si nó que, también, disponíamos de un cierto bagaje cultural cinéfilo, convino con su amigo el que fueran, ambos, con las norteamericanas a un cine de la calle Fuencarral para ver la película Serpico, en la cual el Al Pacino protagoniza a un personaje, real como la vida misma, llamado Frank Serpico y que fue un policía de Nueva York que no se prestó a sobornos y el pobre trató de hacer cumplir la ley a rajatabla y, claro, le fue como le fue, no ya con los mafiosos sino hasta con sus propios compañeros de armas, aunque al final consiguió salvar el pellejo que no era una cuestión baladí.
     En una escena de la película el Serpico pone en su casa música cuyo sonido se oye en el porche y, también, desde la casa de la vecina de al lado, la cual está bastante potable, y el poli bueno le saluda y trata de romper el hielo con el fin de, barruntamos, de beneficiarse a la posible presa (no porque fuera a meterla en prisión, si no por querer llevársela al catre), ella le indaga que de quien es la música que proviene de su casa, contestándole, él, que de Di Stefano; acto seguido Rebocato, su amigo y prácticamente toda la sala irrumpen en carcajadas, las americanas les miran un tanto extrañadas y permanecen impertérritas.
      A la salida del cine Alice interroga a Rebocato a ton de las carcajadas a discreción del personal cinéfilo y aquel piensa: “Esta es la mía” y le contesta que quizás ni ella ni su compatriota estén al tanto del futbol de por estas latitudes (nada que ver con la cosa tonta del americano del balón ovalado de su país, piensa), pero acontece que Alfredo Di Stefano fue un famoso futbolista bonaerense que triunfó en España, que era conocido internacionalmente y posiblemente el jugador más completo de futbol habido nunca jamás, (perdonen los aficionados del Barça) y que, actualment,e ejerce de entrenador, y que de ahí las risas a discreción, ocasionadas porque el Serpico actor al nombrar a Di Stefano estaba tratando de vacilar a su vecina con el fin de caerle en gracia para así conseguir de ella lo que la mayoría de espectadores pensaban”.
    Una vez expuesto esto toma la palabra la americana y le dice a Rebocato, más o menos: “No se trataba de una vacilada de Serpico ante la vecina, y que es verdad que cantaba Di Stefano, pero no tú admirado Alfredo, sino Giuseppe, un tenor siciliano de igual apellido que aquel.
     Rebocato se quedó "atontolinado" y pidiendo en su fuero interno un “tierra trágame”. El pabellón cultural patrio de nuevo por los suelos, otra humillación de USA, peor, en ese momento para nuestro amigo que, las causas posteriores por el hundimiento del Maine –que nos achacaron a los españoles– en el puerto de La Habana y que todo concluyó con el desastre de la pérdida de parte de nuestras colonias (y no de fragancia precisamente) en 1898, las cuales había intentado comprarnos USA y al no vendérselas se las pillaron gratis, como quien dice.
    Muchos años después Rebocato buscó en la red y encontró la canción causante de su ridículo: “E Lucevan le Stelle” con música de Giacomo Puccini e interpretada por el Giuseppe Di Stefano, al cual podrían haberle puesto otro apellido o haberse enrolado en la Cosa Nostra de su lugar de origen y de esa manera Rebocato se hubiera, o hubiese, evitado ese sofocón ante las americanas a la salida del cine en Madrid en la tarde de autos.


Pie de foto.- El Di Stefano chafador que dejó en ridículo a Rebocato. En acto de desagravio los lectores que tengan, al menos, un ápice de patriotismo y vergüenza torera que se abstengan de escucharla.

    Rebocato una vez repuesto del duro golpe recibido por la culta procedente de yankilandia pasó al contraataque,  y mirando a Alice le dijo: “Mucha cultura pero vuestra policía, a la vista de lo sucedido en la película –la cual está basada en hechos reales– deja bastante que desear en lo que a ética, de actuación policial de vuestra policía, se refiere”. Ella reaccionó, un tanto violenta, diciendo que los hechos ocurrieron en Nueva York que se encuentra de Dallas a 1.550 millas (unos 2.500 Km.) y que se tardan en recorrer unas 23 horas en coche, caso de no pinchar”. Y Rebocato ironiza: “Pues el magnicidio (de JFK) no ocurrió a muchos millas de Dallas, que digamos”. Para después rematar: “Y no me negarás que el territorio de Texas pertenecía legítimamente a México y después se incorporó como estado esclavista a EE.UU”. Con esto la americana perdió los estribos y dijo que se largaba a su casa.
    Ese sábado noche Rebocato durmió en su domicilio (en el de él), porque ella, alegando dolor de cabeza, cogió un taxi y dijo largarse al suyo (el de ella). Con este hecho nuestro amigo ya cató la artimaña de la tan traída y llevada jaqueca de las féminas, que suele aparecer –dicen los damnificados– de forma apócrifa cuando no les conviene a ellas: al intentar, la pareja de turno, mantener relaciones intimas con ellas.
    No obstante, al día siguiente, la americana en un gesto que la honró, le confesó a Rebocato que la noche anterior en vez de irse ella a casa se dirigió al encuentro de unos paisanos suyos (de ella) y que fumaron marihuana en una vivienda. Nuestro amigo se puso bastante celoso con esta andanada y la puso a caer de un burro, hasta llegar a conseguir que llorara, la pobre. Rebocato maquinaba para sus adentros lo que pudo acontecer después del consumo de “maría” (él aún no la había catado, a la “maría”, claro). Luego, en la discoteca, Rebocato y Alice, se reconciliaron trasvasándose, mutuamente, la bebida de sus copas respectivas (El Tía María con vodka de ella y el ron con Coca-Cola de él). Sin llegar a caer en la cuenta, ninguno de los dos, que la mezcla de bebidas alcohólicas era, y es, dicen, dañina para la salud.

       ALICE:
    Lejos  estaba de imaginar Rebocato –cuando leyó la novela epistolar que lleva por título: “La tesis de Nancy” del escritor Ramón J. Sender– que un par de años después tendría ocasión de  comprobar con una norteamericana de carne y hueso el choque de culturas que sufrió en sus carnes, según se cuenta en la novela mentada: una joven norteamericana –llamada Nancy–, estudiante de lenguas románicas, y que relata sus experiencias vividas en Alcalá de Guadaira (Sevilla), con las gentes de por allí, mediante cartas escritas que envía a una prima suya residente en Pensilvania.
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En un pasaje de la novela, Nancy y Mrs. Dawson se hacen un lío con el dialogo que entablan el tabernero y Curro (novio de Nancy):

El tabernero en vez de pagar a Curro el vino que le iba suministrar, le entregó un vale y al ver a Curro, días después, le pregunta:

–¿Vale el vale?
–Sí –dijo Curro–. Pero no vino el vino.

Allí mismo hay dos contertulios en la taberna y uno se queja de que todos los días está en el dentista por problemas con los dientes. Y el otro le dice que como se las arregla para comer, a lo que aquel contesta:

–¿Cómo como?. Como como como.
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    Mala suerte tuvo este escritor aragonés en nuestra última Guerra Civil a causa de que los nacionales mataron a su mujer (denunciada en Zamora por un cuñado suyo que era falangista), a dos hermanos de esta y a un hermano de Ramón J. Sender que fue alcalde de Huesca. Y estos hechos, aunque lo parezcan, no son de novela.

     Dicen que nuestros militares africanistas nunca perdonaron a Ramón J. Sender su simpatía por el anarquismo y, sobre todo, el haber escrito la novela “Imán” que trata sobre nuestras  guerras con Marruecos entre 1921 y 1924. Dicen, al no poder apresarle a él, el ejercito rebelde se ensañó con su familia.

    Pero volvamos al affaire de nuestro amigo con la joven venida de ultramar.
      La americana que salía con Rebocato –más que él con ella, debido a que calzaba 19 experimentados años, contra los 18 cándidos de él– se hacía llamar Alice Macmillan (mantenemos el segundo apellido en el anonimato con el fin preservar la intimidad de la susodicha, caso de seguir viva).
    Una noche cuando se encontraban, ambos, cenando en un mesón del centro de Madrid y estando, él, degustando unos huevos fritos con patatas, ella le declaró que odiaba los huevos fritos (de los crudos no mentó nada) porque, ya mayor de edad, se enteró por su madre, de que sus padres le echaban la píldora antiembarazo, molida, sobre la yema de los huevos del desayuno. También, dejó caer, que su padre era director de una cadena de televisión, y, ella, le inquiría a Rebocato: “Tus padres deben de ser muy ricos para poder mantener a trece hijos”. Ella estaba lejos de adivinar que en aquellos años un hijo, en el ámbito rural de la Meseta Castellanovieja, era una ayuda para las labores cotidianas a desempeñar por toda la familia en el campo, con una inversión –caso de haberla– ínfima, no como actualmente que lo que los padres invierten en sus hijos no lo llegan a amortizar jamás de los jamases.
     Rebocato se reía para sus adentros y nunca llegó a decirle, a ella, que su ancestro había sido un labriego castellanoviejo que ejerció, prácticamente, toda su vida de labrador de secano en la Meseta Castellana. Y no se lo dijo, inocente de él, porque pensaba que lo mismo al saberlo ella, le dejaría plantado y sin novia y luego no podría contarlo en nuestro pueblo castellanoviejo. Mas o menos, guardando las distancias, claro está, como dicen que dijo el torero Luis Miguel Dominguin a la Ava Gadner, cuando después de una noche de desenfreno total y absoluto, y de dormir juntos en la habitación del hotel y con los deberes hechos, a la mañana siguiente se levantó de la cama el Dominguín y empezó a vestirse raudo y veloz, por lo que el animal más bello del mundo le interrogó: “¿Adónde vas?” (no sabemos si estaba deseosa de otro asalto, con perdón). A lo que el torero respondió: “¿Adónde voy a ir?, pues a contarlo”.
    ¿Qué ha sido del macho ibérico, ya cuasi extinguido, en estos tiempos de decadencia hormonal?. ¿Por qué no se le ha protegido cómo Dios manda?.
      Cuando ella recibía su asignación mensual (Alice, no la Ava) en forma de cheque, enviado por sus padres desde USA, se iba con Rebocato a celebrarlo. El pertinaz materialismo de gringolandia, pensaba Rebocato; pero no decía que no al envite del convite, más que nada por no hacerle un feo y luego volviera a las Américas diciendo que los españoles éramos unos “ciezos” (que diría un gaditano).
    Una de las cosas que más la cabreaban a Alice era cuando Rebocato le decía que en Dallas mataron a John F. Kennedy. Un día la americana le llevó a  un Pub de Madrid frecuentado por jóvenes de yankilandia y bajando ambos las escaleras de acceso al garito había un póster colgado en la pared del asesinado presidente americano, Rebocato se lo señaló a ella y ya tuvo hocico para toda la noche, además del hándicap de aguantar a toda la tropa de amigos americanos, que no se les entendían ni atados. Aún estaba Rebocato a un curso de empezar a recibir clases de inglés, que no de ingles.
      En aquel año de 1974 el grupo musical Los Puntos daba una barrila considerable, por las emisoras de las radios nacionales, con la canción: “Esa niña que me mira”. Alice le dijo a Rebocato que esa canción la gustaba mucho. Nuestro amigo se quedó mirándola como pesando que le estaba vacilando, pero no, ella hablaba en serio. Rebocato repasando la letra de la canción –uno se la aprendía, aunque no quisiera, dada su repetitividad diaria de los 40 Principales a través de las ondas hertzianas– y recordó que el conjunto Los Puntos entonaban en la canción: Esa cara de chiquilla, ese cuerpo de mujer….”; y pensaba que, quizás, Alice se identificaba con la letra por su propia fisonomía y su sólida anatomía. O puede que, en sus clases de castellano, le dijeran que para soltarse con el idioma que escuchara a Los Puntos y al José Luis Perales, al igual que cuando estudias inglés te mandan de deberes que oigas canciones de The Beatles o del Bob Dylan (según el grado de progresismo del profesor), o vaya usted a saber que pasaba por la cabeza de la muchacha al oír a Los Puntos,
    La americana un sábado, de madrugada, volviendo a su casa acompañada por Rebocato, le comentó su extrañeza a causa de que aquí en España, por las noches, se podía pasear tranquilamente por las calles sin que nadie te atracara. Unos cuatro años después, y ya en plena Transición política nuestra, Rebocato recordó lo que le comentó, aquella noche ya tan lejana, Alice sobre la delincuencia. Estaba él una noche en pleno Madrid de los Austrias con cuatro amigos de parranda, todos ya con cinco o seis cubatas por cabeza trasegados al coleto de cada cual, y aparecieron tres chicas hablando inglés, una de ellas con un plano del centro de Madrid en mano. Se dirigieron a Rebocato y la del mapa le indagó sobre la ubicación de una calle cercana que no daban con ella. Rebocato con su precario inglés aunque suficiente para defenderse ('Ailoviu', fuking, fuking….etc.) que aprendió en COU, trataba de orientarlas. De pronto entró en escena el amigo de Rebocato de instinto pendenciero “pegayankees”, arrampló con el plano y salió corriendo a la tasca más cercana al grito de: “El último paga”. Mientras otro de los amigos les cantaba a las americanas: “Yankees go home”. 
   La del mapa –ya desposeída de él– al oírlo dijo que eran inglesas, no americanas, entonces Rebocato apuntó: “Pues lo estás arreglando, maja”. Las chicas se largaron y Rebocato les conminó a que esperasen, acto seguido entró en el bar y le quitó el mapa a su amigo el pendenciero, salió corriendo del bar y alcanzándolas se lo entregó a las hijas de la Pérfida Albión o de la Gran Bretaña, a elegir.
       Cierto día Alice les preguntó a Rebocato y al amigo de este que salía con la amiga de aquella, que si habían visto actuar a Paco de Lucia. Los dos se quedaron atónitos y mirándose como preguntándose: ¿Pero que dice esta tía?. Al final el amigo suelta: “Aquí al único Paco famoso que conocemos es al Caudillo”. Las dos americanas se sonrieron, como diciendo en nuestro argot: “Menudo par de dos que nos hemos mercado”. Otra vez el nivel cultural patrio por los suelos. Por aquel entonces Paco de Lucia ya había sacado al mercado varios discos, incluso el de “Fuente y Caudal” (1973) que fue el que le facilitó el salto a la popularidad y dio pie a un nuevo ciclo en su carrera.
      Rebocato se quedó con la copla del tal Paco (el guitarrista, no el golpista) y al año siguiente en 1975, ya hasta en las máquinas de los bares donde se seleccionaban, previo ingreso de monedas, los discos singles, aparecía alguna canción del disco “Fuente y caudal”, sobre todo la de “Entre dos aguas”.
     Pero nuestro amigo, a pesar de seleccionar muchas veces en los bares la canción de marras e incluso llegar a comprar en el Drugstore de la calle madrileña de Fuencarral el LP en vinilo de “Fuente y Caudal” y años después en “Compact Disc” (disco compacto para los no bilingües), ya siempre relacionaría al gran Paco de Lucia como el causante indirecto de provocar otra situación de vergüenza, cuasi nacional, ocasionada en este caso, por dos jóvenes americanas de Dallas, y sufrida, en vivo y en directo, por dos españolitos de a pie.
   Una tarde, estando Alice en la discoteca Cerebro de Magallanes en compañía de Rebocato, y después de dar unos tientos a las copas le confesó lo que le ocurrió una noche, unos meses ante de conocerle a él,  con dos descerebrados. Intimó con uno de ellos en una discoteca y al acabar la sesión él se ofreció con otro amigo de acercarla a la casa de ella en coche. Alice accedió se subió al coche con ellos y la llevaron a un barrio de las afueras donde dentro del coche la violaron. Después la abandonaron y le dijeron que no comentara nada ya que ellos eran de la Organización (en aquellos años aún, en los medios de comunicación social, aún no se la definía como Banda)  Terrorista ETA y caso de denunciarles la matarían.
      Ella se creyó de verdad que eran terroristas y no denunció la agresión. Sin embargo, si que se lo comunicó a su madre, vía telefónica, y esta le dijo que se volviera a USA, pero Alice hizo caso omiso y continuó en España. Su padre cuando recibió la noticia de la agresión rompió a llorar, según le había comentado su madre después a Alice.
    Pues a pesar de esta dura experiencia vivida, aún mantenía su extrañeza por la seguridad imperante en las calles y, lo mas chocante para ella, sobre todo de madrugada.

REBOCATO
    Rebocato en aquel tiempo ya había finalizado los estudios de Maestría Industrial y se encontraba cursando COU en régimen nocturno con el fin de prepararse, sobre todo, en Química Superior en vistas de, al curso siguiente, comenzar Ingeniería Técnica, que se implantaría por primera vez en su centro de estudios, donde ya llevaba 7 años aguantando el tipo y los cuatro primeros de ellos cantando los lunes el "Cara al sol" en perfecta formación de prietas las filas, recias marciales, etc. (aunque esta era otra canción).
     Por el día mataba el tiempo trabajando en mantenimiento y averías en una empresa de aparatos elevadores con una ruta asignada en un tramo del Paseo de la Castellana madrileña. Tenía el cuartel general,  para cambiarse a diario de ropa de paisano con la del trabajo y viceversa,  en el edificio de IBM (Paseo de la Castellana esquina a calle Hermosilla) y laboraba junto a un compañero oficial de 1ª. Rebocato ejercía de ayudante con categoría de oficial de 3º recién estrenada (que conste que el ascenso otorgado a los seis meses del ingreso en la compañía fue por méritos propios y no a causa de ligar con la americana). Ambos atendían a sedes bancarias y edificios oficiales varios, en el tramo comprendido desde la Plaza de Colón hasta el Museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana y algunos trechos de calles adyacentes de la zona derecha (recordar que estaban en “La Zona Nacional”) subiendo Castellana arriba.
      Estaban laborando en el Barrio de Salamanca donde veía Rebocato a los niños peras (luego pijos) de Serrano y empezó a imitarles en el vestir, llegando a confundirse con ellos cuando iba a bailar a discotecas de dicho barrio ya sin el mono de dos piezas para vestirse con sus ropas de paisano, a saber: pantalones “Levis Strauss”, polos, camisas y jerseys “Fred Perry”, zapatos castellanos, etc., además usaba colonia marca Víctor (Silvestre o Acqua Di Selva).
    Rebocato los domingos por la tarde iba a la discoteca Víctor que pertenecía al hotel Sanvy de la calle Hermosilla y estaba ubicada en el pasadizo comercial que unía dicha calle con la plaza de Colón.   
    Un domingo, en dicha discoteca, ligó con una chica y al martes siguiente Rebocato entró, portando la maleta de herramientas, con su compañero de trabajo, en la sede central del entonces Banesto (Banco Español de Crédito) que estaba, cruzando la Castellana,  enfrente del edificio de IBM. Saludaron al ordenanza de la entrada y esperaron a los ascensores para subir a la sala de máquinas que estaba ubicada en el terrado del edificio, con el fin de llevar a cabo el mantenimiento. En la última planta estaban los despachos de la Junta Directiva  del banco de marras (Presidente, consejeros, etc.) y, además, las mensajeras que eran chicas jóvenes, pero solo las más guapas estaban destinadas en esa planta, las menos  agraciadas pululaban por el resto de las plantas (una casualidad al sentir de Rebocato, o... ¿es bueno ser alto directivo bancario?). Por dicha planta pululaba, también, un gigantón falangista pistolón al cinto, camuflado con un levitón gris, que hacía las funciones de guardaespaldas y que siempre revisaba la maleta de herramientas que portaba Rebocato. Una vez en la planta noble al salir del ascensor nuestro amigo se encontró con una de las mensajeras de dicha planta, la cual le suelta: “Yo a ti te conozco”. Rebocato se quedó de piedra al ver que la chica era la misma con la que había ligado el domingo anterior en Víctor.
    Ël, la tarde del flirteo, le dijo a la chica que era estudiante, lo cual era cierto, pero se calló lo del trabajo y allí estaba delante de ella, maleta en mano, con pantalón vaquero y la chaqueta del mono y con el pavo subiéndosele a la cara, y a duras penas, llegó a balbucear: “Yo a ti también”.
     Pero esa ya es otra historia que se relatará en otra ocasión si procede. Retornemos a la americana.
    El desasosiego de Rebocato era que, como Alice tenia su residencia en la calle Blanca de Navarra –relativamente cerca de la Castellana–, le pillara, con ropa de trabajo y cartera de herramientas en mano, pululando Castellana arriba, Castellana abajo manteniendo y arreglando ascensores. Hoy en día, aún, no se explica, o quizás si, el porqué de esa aprensión.
     Alice, como hemos dicho, residía en una residencia en la calle Blanca de Navarra cerca de calle Genova –archiconocida, hoy en día, por plantar en esta calle la sede los de la gaviota azul– y de la Plaza de Colón. La residencia consistía en dos grandes pisos, sitos en el rellano de la 3º planta del edificio de una comunidad de vecinos de alto standing.
     Las habitaciones de la residencia eran individuales para señoritas extranjeras, con zonas de uso común como los baños, la cocina y el salón.
      Rebocato  barruntaba que a la portera de la finca no le hacía mucha gracia el que, él, accediera con Alice a la morada de esta con el fin de tratar de ponerse morado. Una noche se quedaron (Alice y Rebocato) en el portal pelando la pava, ella tenia que madrugar –se iba el fin de semana a ver las catedrales por lo tanto Rebocato no subió a la residencia–. Rebocato llevaba un chubasquero tipo canguro (por aquel tiempo empezaron a estar de moda) y ya metidos en faena, el chubasquero hacia ruido por el frotamiento; estando en esos bretes y con el portal a oscuras, de repente salió del chiscón, ubicado al lado del ascensor, la vieja de la portera, para sorpresa de nuestra pareja de tortolitos, que no se explicaba que coños hacia la mujer metida allí a esas horas, que sería la una de la madrugada al menos, y les metió un rapapolvo de padre y muy señor mío: "que si aquella era una casa decente, que en su portal no se hacían esas cosas..." y otras lindezas por el estilo. Sinrazones, por que ya les había visto subir juntos alguna que otra noche a la vivienda de ella, pero el fin, la portera trataba de mantener las apariencias y la decencia en el portal y escalera, su territorio.
    Rebocato, que iba un tanto mamado (de jarro, no de lo otro, y la americana no le iba a la zaga a causa de los ya conocidos combinados de Tía María con vodka, mezclados con cubatas, vía bucal mutuos) en vez de mandarla a paseo, por educación, trató de escabullirse pero la americana de América le sujetó y volvió a besarle a forma de despedida, quedándose la vieja allí delante rezongando y gesticulando. Después, la americana salió con Rebocato a la calle y le dijo que porqué había tratado de irse al salir la portera de su garita, que no estaban haciendo nada ilegal. Rebocato tiempo después comprendió la postura de la americana, pero esa noche ante el sermón recibido, hizo mutis por el foro y se largó a su casa, pensando: a esta mañana me la ponen de patitas en la calle. Alice se metió de nuevo al portal, pero la bruja de la portera había desaparecido dentro del chiscón, posiblemente esa noche alegó jaqueca ante el portero, de ahí las horas extras de vigilia.
     En octubre se fueron las dos americanas a Irlanda durante una semana y a la vuelta les trajeron a sus españolitos unos anillos de plata, el de Rebocato estaba formado por dos espirales juntas en la parte de arriba y su americana le dijo que representaba al amor. Dicho anillo le venia a Rebocato un poco holgado en el dedo corazón de la mano derecha y a causa de ello en un verano lo perdió dos veces: una de ellas en una piscina pública en el pueblo de al lado de nuestro pueblo castellanoviejo. No obstante, buceando, el octavo hermano de Rebocato consiguió rescatarlo del fondo de las aguas cloradas y, posiblemente, con algún porcentaje de orina. La segunda vez no hubo tanta suerte, fue en las fiestas patronales agosteras del mismo pueblo vecino y el suceso fue así:
    Estando nuestro amigo sentado una mañana en las gradas de la parte de arriba arriba de la plaza portátil de toros, sin haberse acostado, un tanto achispado y con sueño al haber estado toda la tarde noche de jarana, se le cayo el anillo entre las tablas cayendo hasta el nivel del suelo debajo de las gradas. Cuando bajó para recobrarlo no consiguió dar con él, bien porque se quedo enterrado en la arena, bien porque se lo llevara alguien antes de que él bajara a recuperarlo.
    Treinta y ocho años después  Rebocato visitó las Irlandas y aunque se fijó en alguna tienda no consiguió ver un anillo similar, debieron de romper el molde después de comprarlo Alice.
    Y, como todo tiene su fin, llegó el día de la despedida por el regreso de Alice a su Texas natal, Rebocato le dijo: “¿Y ahora qué?". Ella sonriendo, con su cara de chiquilla y su cuerpo de mujer contesto: “Todo los momentos vividos son para añadirlos a la experiencia de la vida”. Rebocato en ese instante se acordó de uno de los curas salesianos que les dio clase de religión a su grupo, cuando un día les dijo: “Las mujeres son como las chaquetas hay que ir probando hasta encontrar la que te cae bien”.
      Pero la cosa no quedó ahí. Aquel salesiano era uno de los encargados de la disciplina de la Institución Sindical Virgen de la Paloma, donde cursaba estudios Rebocato y un día les dijo a los integrantes de su clase que mirándolos a la cara llegaba a deducir si uno se masturbaba en demasía o no. Y el salesiano llevó a cabo el muestreo, pasó mesa por mesa escrutando los rostros de los alumnos en busca del grado de onanismo de cada cual y diciendo con voz firme y alta: "Tú mucho". "Tú poco". "Tú nada".
        Como decía el otro: “Increíble pero cierto”
     Hubo, posteriormente, durante un corto periodo de tiempo, algún que otro intercambio de cartas entre la americana y Rebocato, aunque, este se quedó esperando lo que le prometió “su” americana, el que le enviaría alguna de las fotos que se hicieron los cuatro por el centro de Madrid. Nunca llegaron a mano de Rebocato.
      Si alguien va por Dallas que mire en exposiciones de fotos antiguas para ver si están por allí expuestas.

PD.- “Cuando era joven la vida era condenadamente maravillosa”. Como reza la canción “The logical sound” de Supertramp. Una canción para definir lo que es en realidad el sentido de la vida.           



          HistoriasdeRebocato@Octubre-2015