3 de diciembre de 2016

REBOCATO EN HELSINKI



                       
                                     REBOCATO EN HELSINKI

    Rebocato y su contraria (a partir de ahora su “contra” con el fin de abreviar la parrafada, ya que, luego, algún que otro lector se queja por su extensión) anduvieron por Helsinki y, de paso, visitando otras capitales de las Repúblicas Bálticas, en agosto del año del Señor correspondiente a 2007. El motivo era el de celebrar los fastos de sus radiantes 25 años de desposorio, que ya es decir, más que nada por lo de la nada desdeñable cifra de potenciales ayuntamientos mutuos, y que coste, que no nos referimos a las Casas Consistoriales ubicadas: en nuestro muy noble y leal pueblo castellanoviejo y en otros pueblos de los alrededores.

      Aconteció que unos conocidos de nuestro amigo y de su contra, 15 días antes de que estos fueran a cencerrear por aquellos distantes lares, y a resultas de que les dijeron que, por aquellos lugares, pasaron un frío considerable (a causa de ello se tuvieron que comprar, durante su estancia allí, hasta cazadoras para no quedarse arrecidos), pues que Rebocato y señora fueron bien pertrechados de camisas y camisetas de manga larga, junto a jerseys y cazadoras para abrigarse.

       Una vez nuestro amigo y sufridora en tierras bálticas, aconteció que, al igual que a sus conocidos argonautas que les precedieron, también tuvieron que comprarse ropa, cosa que hicieron cuando llegaron a Tallín –después de visitar Helsinki– ya que, en aquella ciudad, resultaba mucho más barata. Pero en lugar de ropa de abrigo, tuvieron que agenciársela en forma de camisetas de manga corta por los calores que les asolaban por aquellos parajes en aquel tiempo.




                Pie de foto.- Camino a Tallin. Vista desde el hydrofoil

     A causa de todo esto, y con el escaso tiempo transcurrido desde que estuvieron por allí sus conocidos, barruntaba Rebocato, que esos electrónicos fineses controlan el clima a su antojo con el fin de que los turistas que les visiten, en función de la ropa que acarreen hasta allí, le dan a la manija de su máquina de alterar la climatología local para que, los visitantes, tengan que comprar ropajes varios y hasta pieles de reno de por allí, si fuera menester.

     El día fijado para el periplo, Rebocato y su contra salieron, desde el aeropuerto de Barajas, en vuelo regular –tirando a bueno– con la compañía Lufthansa hasta Frankfurt, donde se encuentra uno de los aeropuertos mas grandes de Europa. Nuestra pareja lo comprobó sufriéndolo en sus carnes debido a que, el avión, les dejó en la otra punta del aeropuerto con respecto a la zona donde tenían que tomar el vuelo de enlace de la compañía SAS con destino final a Helsinki.

     A lo largo de todo ese trayecto tuvieron que arrastrar sus maletas sobre ruedas, a toda pastilla, echando el bofe y corriendo que se mataban porque llegaban tarde al embarque del vuelo de enlace, con el hándicap añadido de que, a aquellas gentes de las Alemanias, ya unidas (por aquí, en Spain, la tendencia es a segregarse, nuestra idiosincrasia de ir contracorriente. Ya se sabe, el “nacionalismo” –sea del color que sea– es el narcisismo de las pequeñas diferencias), no se les entiende ni “atao” –como cantaba el Carlos Cano en su canción “El Salustiano”– y Rebocato rumiaba para sus adentros: “¿pero que coños pinta un cristianoviejo, creyente o no, por estas latitudes luteranas?”). El hermano que precede en edad a Rebocato, ya les advirtió, al dejarles en Barajas, sobre el descomunal aeropuerto alemán, y les aconsejó que de camino a la puerta de embarque asignada para el trasbordo, que fuera preguntando, de vez en cuando, a las personas trajeadas que están de forma aparente sentados en sillas a lo largo de las instalaciones del aeropuerto, simplemente mostrándoles el billete de embarque.

    Una vez aterrizados en el aeropuerto de Helsinki–Vantaa les esperaba –con el fin de acompañar, a Rebocato, a su contra y al resto del grupo de turistas, hasta el hotel de la capital– un guía madrileño de unos 55 años, con pinta de bohemio, melena –un tanto canosa ella– al viento, barbas largas,  rezumando una estupidez supina y con pocos ganas de desempeñar sus funciones profesionales, como pudieron comprobar la mayoría de los integrantes del grupo de Rebocato en los 10 días de visita a las capitales de las repúblicas bálticas (Helsinki, Tallín, Riga y Vilna –que no Vilma del Pedro Picapiedra–),

     Nada mas llegar al hotel en Helsinki sobre las 22:00h. y con la cocina cerrada desde hacia mas de 2 horas, les dieron una cena fría y, prácticamente, todos los integrantes del grupo de visitantes, al finalizar la pitanza, se fueron a la piltra.

     No obstante, Rebocato y señora, preguntaron en recepción que donde había copas y lerele cercano, y una amable recepcionista, que entendía el castellano, les mostró un plano del centro de la ciudad, en el cual les marcó un par de Pubs –relativamente cercanos al hotel donde se hospedaban– hacia donde la pareja se encaminó, con paso firme y decidido, tan feliz.

    Arribaron a uno de los Pubs donde, detrás de la barra, reinaba un camarero jovencito que llevaba un tupe a lo Tintin y se marcaba, también, un parecido bastante aproximado al héroe del cómic.

    Se dirigieron a la barra y la contra de nuestro amigo no se complicó mucho la vida a la hora de pedir su consumición, solicitó una Coca-Cola que se la atizaron de medio litro y punto. No obstante, Rebocato, lo tuvo bastante más complicado debido a que le apetecía trasegar cerveza (a pesar de que, en pleno vuelo, le dieron de comer y de beber todo lo que quiso y más), y en el mostrador del garito afloraban al menos siete grifos, para dispensar siete marcas (que no las conocía ni su padre, ya que nuestro labriego castellanoviejo era, más bien, de vino –en bota, porrón o jarro según la ocasión y el momento–) de cerveza diferentes. Como Rebocato de inglés andaba, entonces, un tanto pez (más o menos como ahora. Él dice que para andar por el mundo con saber cuatro frases para saludar, despedirse y agradecimientos y, la mas importante y necesaria para sobrevivir lejos de casa que es: “Big beer”, es más que suficiente para subsistir, en términos generales) se decantó por que le decantaran la birra tratando de eligir uno de los grifos al azar, jugando al “Pito, pito, gorgorito, donde vas tú tan bonito……”, así que se tapo los ojos con la mano izquierda, entonó la cancioncita y con el dedo índice de la mano derecha iba tocando secuencialmente, los 7 grifos distribuidores de cerveza, de atrás hacia delante y vuelta hacia atrás –mientras su contra murmuraba por lo bajini: “Ya estás haciendo el tonto”– hasta que acabó la canción y el dedo se paró en el frío grifo de una cerveza turbia que, como comprobó poco después –nuestro amigo– sabia a rayos, pero que le iba a hacer él, se la tuvo que trasegar al coleto una vez servida, pues no era cuestión de andar tirando los euros a lo tonto ya que, por aquellos lares, el alcohol no te lo regalan precisamente.

    Después de pagar en metálico cogieron ambos sus consumiciones y se sentaron alrededor de una de las mesas, que estaba ubicada al lado de las cristaleras del pub con vistas a la calle. Dentro del local, en otras mesas, charraban y bebían otros clientes supuestamente autóctonos, los cuales, a los ojos de Rebocato, parecían buenas  gentes –treintañeras y cuarentañeras de ambos sexos– que departían animosamente entre ellos y de una forma bastante ruidosa, a la vez que  consumían  chupitos y jarras de cerveza por doquier, abonando los pagos con tarjeta electrónica. Rebocato se preguntaba que qué hacia toda esa panda, a esas horas, en un lunes laboral y víspera de martes de curro como le aseguraron en el hotel a la vuelta unos andaluces, dejando por los suelos la, tan traída y llevada, seriedad nórdica. Luego la fama la tenemos los jaraneros del sur de Europa. En fin, en todos sitios cuecen habas

     Por las cristaleras del Pub que daban a la calle, Rebocato y su contra, vieron pasar, haciendo eses, a un tipo trajeado de mediana edad  (con pinta de ser Coordinador, Jefe o, en su defecto, Gerente de la Nokia) viniendo a dar con los huesos (los suyos, aclararlo porque podían ser los de echar al perol del cocido al día siguiente, caso de que por allí, los luteranos, hagan cocido de garbanzos como los buenos cristianosviejos de por aquí) en el suelo.

    Ante la indiferencia de la clientela del bar, sentados en las mesas del local con vistas a la calle, por la caída del viandante (bien por exceso de cocimiento –que no conocimiento– etílico, bien porque ni les iba ni venia la caída del trajeado), Rebocato, un tanto indeciso por si el caído era protestante, se levantó de su silla y con paso, un tanto titubeante y sin dar muestras de ser un bragado castellanoviejo en defensa de causas perdidas quijotescas, se dirigió a la barra donde estaba el camarero y le berreó: “Tintín, Tintin  (todo ello, dicho sea de paso sin retintín, ni Rin tin tin el perro del cabo Rusty –huérfano de padres a causa de un ataque de los indios–) Please, a doctor ” (testo mentado en un inglés bastante inteligible al sentir de Rebocato y que, además, tuvo la suerte de que doctor se escribiera en inglés al igual que en castellano, aunque la pronunciación sea otro cantar), a la vez que le marcaba con el dedo índice derecho, –aún frío de tocar los grifos para elegir cerveza al azar– al caído (y no por Dios ni por España, precisamente) en la calle peatonal.

     Tintín salió de detrás de la barra, se asomó por la cristalera a la calle y a continuación se encaminó, por la puerta del pub, hacia la acera. Una vez en ella y estando junto al caído, le cogió por las axilas y le puso en pie, a la vez que le daba unas palmaditas en la chepa que casi le devuelven a tierra de nuevo. El caído, ya levantado.  siguió su camino, aunque no en línea recta, sino, más bien, un tanto irresoluto y sin rumbo fijo, según comprobaban Rebocato y su contra en sus andares.

    Una vez acabadas las consumiciones, nuestra pareja salió del bar de copas llenos de luteranos, a pesar de ser lunes, y enfilaron camino a su hotel. Durante el trayecto observó Rebocato que por las calles había menos luz que en nuestro pueblo castellano viejo hace 50 años (leed la entrada de este Blog: :”Las ánimas benditas del Purgatorio”), es decir, una farola luciendo cada 100 metros, o más, y antes de llegar se encontraron al caído-levantado, zigzagueando tan campante por la acera, aunque con cierta dificultad para mantener la verticalidad y el equilibrio, contando además, con el hándicap añadido de no poder abrazarse de farola en farola, de vez en cuando, dada la distancia existente entre ellas.

    Nuestra pareja Llegó al hotel sin nada más de sustancia que mentar, excepto que en la terraza del hotel se encontraron, sentados alredor de una mesa, cuatro españoles del sur, dando una tabarra considerable en forma de voces, cantes y arrastres, a causa de estar echando una partida al tute perrero, o lo que fuere aquella timba y que estaban, dijeron, empleados de forma temporal en Helsinki. Rebocato ante el espectáculo pensaba: “Por muy compatriotas míos que seáis, y no porque procedáis de Al–Ándalus, que a gusto se quedarán los sufridos y bebedores, en potencia, luteranos cuando tornéis a la nuestra península Ibérica, con la murga que estáis dando a estas horas tan intempestivas, majos”.

     Pero como lo cortés no quita lo valiente, Rebocato se entretuvo un rato charlando con ellos mientras su contra, de forma disimulada, bostezaba de cansancio (hay que decir que la noche anterior, horas antes de dirigirse al aeropuerto de Barajas, estuvieron de jarana en nuestro pueblo castellanoviejo hasta altas horas de la madrugada, jarreando de lo lindo –dado los calores agosteros– con familiares y amigos de Rebocato, viviendo la vida a tragos, no fuera a ser que al día siguiente se cayeran los aviones en los que iban a surcar los cielos para llegar al Báltico) y acto seguido nuestra pareja se retiró a sus aposentos, con un cierto regomello porque ignoraban como podía haber acabado la noche el perjudicado trajeado de las eses y caídas.

   Ya en la habitación del hotel, observó Rebocato que, en el interior del cajón de su mesilla de al lado de la cama, yacía una Biblia Luterana pero, con el fin de no caer en la tentación, por respeto a su contraria y, lo que pudiera ser mucho más grave: lo mismo si se entera el Papa Francisco nos lo excomulga por tratar de amancebarse con una luterana, al final no se atrevió a leer la contraportada del supuesto Libro Sagrado porque se acordó del siguiente chiste:

      Un hombre de negocios albergado en un Hotel de 5 estrellas ubicado en una capital báltica, se encuentra, después de una dura jornada  de reuniones de trabajo, un tanto aburrido, por lo que decide echarle una mirada a la Biblia que hay sobre la mesilla de noche de su habitación.

    Al rato, parece animarse, descuelga el teléfono. y pregunta:
- ¿Recepción?
–Sí, buenas tardes, dígame.
- Buenas tardes, señorita. ¿Tienen horarios de aviones?
- Pues no señor, lo lamento.
- No importa, gracias. Por cierto, ¡qué voz tan sugestiva tiene usted!, Me pregunto a qué hora termina su turno laboral..."

     El hombre sigue con toda su cháchara y persuade a la recepcionista para que vaya a su habitación. La recepcionista sube y, lógicamente, terminan ambos en la cama. Mas tarde, ya ahítos a causa del coito, mientras disfrutan del cigarrillo, la recepcionista, suelta:
- ¡Quién me iba a decir a mi que iba a terminar en la cama contigo!. Si apenas nos conocemos..
- Pues yo si que lo sabía
- ¡Que lo sabías! Y… ¿Cómo?
- Muy sencillo: está escrito en la Biblia
- ¿En la Biblia? ¡Qué me cuentas! ¿En qué capítulo? ¿En qué versículo?
- No, no, aquí en la contraportada escrito a mano reza:
"A la recepcionista le gusta coger"

    PD.- Reseñar que, obviamente el hombre de negocios del chiste sería de un país sudamericano, por lo de “coger”.

   El hotel “Helsinki city west” actualmente llamado “Holiday inn Helsinki city west” donde se encontraban alojados Rebocato y señora, era de cuatro estrellas, es decir, nuestro amigo llegó a la conclusión de que no solo hay Biblias Luteranas en hoteles de cinco estrellas por aquellos lares.

   Al día siguiente, nuestros amigos y su grupo (no el sanguíneo, que también, sino el de personas del viaje de marras) hicieron una excursión facultativa en autobús y una guapa guía finesa (rubia como la cerveza y ojos de azul claro como el cielo en un día claro, claro –reseñar que el guía oficial, madrileño/bohemio, se quedó en el hotel, durmiendo la mona de la noche anterior, al sentir de Rebocato) les anunció que había estado de guía por “toda” España (ante la pregunta de Rebocato, de que si incluida Catalunya, –otro chiste malo que no ayuda a limar asperezas con el “Procés Constituent a Catalunya”, en aquel tiempo no tan en efervescencia como actualmente– ella contestó que le faltaba por visitar Euskadi) y que en Finlandia tenían un problema, y “gordo”, con el alcohol. Rebocato dijo que él creía que el alcohol no engordaba, y la guapa guía rubia finlandesa, pensando que no le había entendido bien cambió lo de “gordo” por “grave”.

    No obstante, todo es justificable ¿qué coños haces por aquellas latitudes, desde octubre a mayo, con el sol que si aparece es más pequeño que la moneda de un penique de antes del Bretxi?.

    De todas formas Rebocato atendía con mucha a las explicaciones de la guapa guía finesa  y no se creyó en demasía, lo del trasiego exagerado de alcohol que supuestamente llevaban a cabo aquellas buenas gentes del lugar, como tampoco lo que añadió posteriormente, la guía, de que en Finlandia hay casi 200.000 lagos, pero, en fin, por allí son tan modestos….

   Vamos a recordar que se define a Finlandia como “el país de los 1.000 lagos”. A resultas de esto, barrunta Rebocato que, presumiblemente, cuando hicieron inventario los fineses, o quien, o quienes fueran, solo sabían contar hasta 1.000, o bien se cansaron de contar tanto lago, y ya lo dice el dicho: “tirar de falsa modestia es caer en la vanidad”, tal como hacía nuestro gran ciclista Indurain, cuando campeonaba, en los julios de antaño, dando el verano a los gabachos chauvinistas. Lo que no sé explica Rebocato es como han podido llegar a contar el total de los lagos, con el tiempo de perros –Karjalankarhukoiras o Perros de osos de Carelia que hace, por aquellos lares, la mayoría de los días del año. 

    Una vez finalizada la visita a Helsinki, Rebocato al abandonar la habitación del hotel para dirigirse cruzando el mar Báltico en hydrofoil hasta Tallin, estando esperando, ya con las maletas hechas, al ascensor, con una excusa le dijo a su contra que volvía a la habitación porque había olvidado no sabía que. Una vez en ella no pudo por menos que abrir el cajón de la mesilla, cogió la Biblia Luterana de Martín Lutero –el de las  95 tesis– y abriéndola miró la tapa de la contraportada.    


        HistoriasdeRebocato@noviembre-2016