INTRODUCCIÓN
Carísimos
hermanos:
Ya
que este invierno nos va a costar ver nevar, hemos preparado, en este Blog, un nuevo
tostón (no nos referimos al “cochinillo asado” sino, más bien, a “persona
habladora y sin sustancia” que es otra acepción del DRAE) con el fin de que “disfrutéis”
de la nieve como Dios manda.
Ahora
ya celebradas las Elecciones Generales (lo de las erecciones generales va a ser
más difícil de celebrar, sin ayuda física y/o química, dada la edad de muchos
de los que estáis/estamos en copia oculta con el fin de preservar la intimidad
y virilidad, las cuales, a cualquiera de los varones, se les supone) estamos
metidos en un lío, según vaticinó Mariano. No sabemos sí se ha preguntado,
él, el porqué muchos millones de votantes han decidido meterse en el lío.
Vamos
a tratar de respetar la sabia voluntad popular y tirar pa´lante, a base de
mazapanes y polvorones, que es lo que toca por estas fechas, y mira que la
gente como que no se cansa de la tontuna de todos los años repetir por Navidad siempre
lo mismo, y de gastar dinero –los que dispongan de él– a lo tonto.
En
fin, como todos los años: Felices Pascuas y Próspero (es un decir tradicional)
Año Nuevo. Y que mejoréis, a ser posible, vuestro comportamiento con el prójimo, al menos con el próximo.
Saludos
y gracias por vuestra paciencia.
DIFERENTES
COMPORTAMIENTOS ANTE UNA NEVADA
¡Agora
me libre Dios del diablo! —respondió Sancho—. ¿Y es posible que tres hacaneas,
o como se llaman, blancas como el ampo de la nieve, le parezcan a vuesa merced
borricos? ¡Vive el Señor que me pele estas barbas si tal fuese verdad! (El Quijote)
1.- LA
MUCHACHA DEL ESTE QUE VIÓ NEVAR POR VEZ PRIMERA.
–¡Para!
¡Para!
Rebocato escucha la orden cuando acaba de salir
del túnel carretero que perfora la Sierra de Guadarrama, conectando bajo tierra
la provincia de la capital de “Españaunaynocincuentayuna” –como reivindicaba el
notorio notario don Blas Piñar, otro aspirante a Caudillo por la Gracia de
Dios– y la provincia que calza el Acueducto romano famoso. (Reseñar que el día que se independice la
provincia del fotografiado Acueducto romano, la aduana se habrá de colocar, más
o menos, en la mitad del túnel que une las provincias de la capital del reino y
la de los impresionantes arcos levantados para, otrora, suministrar agua corriente a la
ciudad. Esta provincia ya intentó en su día, sin éxito, ser autonomía uniprovincial
y aunque dieron guerra los lugareños, dicen que si orquestados por sus
políticos de turno, no llegó a celebrarse referéndum popular alguno que
respetara la sabia voluntad popular. Parece ser que, los descendientes de los
antaño rebeldes comuneros de esta provincia, no escarmentaron después de cómo
les fue en su lucha contra los imperiales de los Habsburgo –Casa de Austria–
y con el agravante añadido de que el líder local comunero Juan Bravo, perdió la
cabeza dos veces, a saber: la primera –según los imperiales– mentalmente, por
apoyar la revuelta; y la segunda físicamente, ya en el cadalso, de un certero
hachazo del verdugo.
Ahora
que está tan de moda el reivindicar los fueros perdidos y los atropellos
sufridos, decir que, ¡Castillaenterasesientecomunera! comenzó a perder los
suyos en 1521, en abril para más señas a día 23. Se fue al garete el Fuero Viejo de Castilla o Fuero de
los Fijosdalgo (nada que ver con pijosdalgo, aunque puede que sí, debido a que entonces
los hijosdalgo serían los pijos de ahora). En esta competición de pérdida de
fueros, Castilla fue pionera con respecto a otros reinos de la península. Por
poner un ejemplo casi 200 años antes que la Corona de Aragón que comprendía los
Reinos de: Aragón, Valencia, Mallorca y el Principado de Cataluña.
Pero dejémonos de nacionalismos
que no vienen a cuento y volvamos junto al túnel de
Guadarrama. Rebocato y acompañantes (su hermano inmediatamente superior en
edad, la entonces novia de este, y una amiga venida del Este
de aquel), ya con el coche a cielo abierto, a la intemperie y dentro de la
provincia donde se ubica el Acueducto más impresionante del mundo, van enfilando dirección
a la ciudad donde piensan parar para visitarla y proceder a un buen yantar a
base de merendarse un buen lechazo (asado de cordero lechal en horno de leña,
aunque asado sin presencia de ascuas ni tizones).
Pero hete aquí que, a la salida del túnel, ya
sobre el mediodía, se encuentran con que está nevando copiosamente, por lo que
la amiga de Rebocato venida de vacaciones de Semana Santa desde el Levante
Español hasta la capital del reino y aledaños, al ver nevar de esa manera tan
bestial –a pesar de que ya faltan solo un par de días para mediar abril de
1979–, como hemos expuesto al inicio del relato, le grita, a Rebocato:
–¡Para!
¡Para!
A lo que nuestro amigo, sorprendido, la
contesta:
–¿Para, para?, ¿para qué?.
El coche es detenido al lado de dos guardias
civiles que aguantan –estoicamente, a pie de carretera y a la salida del túnel– la nevada con el fin
de informar a los conductores de
que vayan preparando las cadenas para las ruedas de los automóviles.
La
muchacha venida de la Costa de Azahar –y no por azar– nunca ha visto nevar en
vivo y en directo a pesar de calzar 18 octubres en canal y, al detenerse el coche,
abre la puerta y se baja poniendo los brazos en cruz con las palmas de sus
manos hacia arriba para recibir en ellas los abundantes ampos (que diría el
“docto” Sancho) que van cayendo, a la vez que salta y grita ante las atónitas
miradas tanto de Rebocato y acompañantes que permanecen dentro del coche, como
de la pareja de la Benemérita, percibiendo todos con cierta extrañeza, tamaña
demostración de júbilo, ante la nieve, de la muchacha venida del Este Peninsular.
Rebocato la observa ensimismado a la vez que
cavila para sus adentros:
“¿Y esta zagala estará capacitada para criar a
mis potenciales descendientes?
Claro, es que, en aquellos tiempos que no había
necesidad, ni tiempo, de viajar tanto a lo tonto, para muchos de los moradores
del litoral el ver nevar era algo realmente sorprendente, al igual que, para
los de la Meseta, lo era el contemplar por vez primera la mar salada.
Como sabrán los sufridos lectores de este blog,
nuestro amigo anduvo de campaña militar destinado a un cuartel –sito en una
capital de provincia del Levante Español– de intervención inmediata, debido a
que perdió la bandera en la guerra con Marruecos (los militares de antaño del cuartel, no
Rebocato).
Vale que castigaran al cuartel por perder su divisa, pero ¿qué culpa
tenia de ello Rebocato para mandarle hasta allí a plantar la era con la excusa de servir a la Patria? Después de
esa experiencia de 14 meses (menos uno de permiso) Rebocato empezó a barruntar
que: “trapos e himnos le daban lo mismo”.
Cierta vez que Rebocato fue de permiso militar
a nuestro pueblo castellanoviejo, estando en la taberna, un señor –con boina
calada sobre la mocha, como mandaban los cánones en aquel tiempo y lugar– se le acercó y le indagó:
–Me he enterado de que estás haciendo la mili
por tierras de Valencia (entonces esta Región no era ni Reino, ni País, ni
Comunidad).
–Pues sí ¿qué se le ofrece? –Apuntó Rebocato.
–Nada, es que yo estuve por allí combatiendo
con los nacionales durante la Guerra Civil y me llamó mucho la atención que el
agua del mar estaba a ras de la arena y sin zanja, ni tabique alguno que la
contuviera y, a pesar de ello, el agua no se desbordaba. Era muy chocante ver
el agua toda plana en la playa y que no se saliera, cosa que por aquí, si las
aguas del río o de las caceras superan su cauce, el agua se desmadra y hace
bastante estropicio. –Añadió el de la boina.
–Pues el mar por allí sigue tal cual, planito,
planito, como cuando estuvo usted dando tiros, es decir, sin tabicar. –Concluyó Rebocato.
Pero para algo está el progreso. Muchos años
después un grupo empresarial, instaló la Ciudad de Vacaciones en plena Costa de
Azahar, enladrilló la playa con un tabique que no se lo salta un galgo. Aunque
el soldado de los rebeldes –nato de nuestro pueblo castellanoviejo– jamás llegó
a ver el mar tabicado, ni Rebocato oportunidad de contárselo, debido a que el
excombatiente no sobrevivió al inicio de la construcción del tabique playero.
El convecino de la boina tendría unos escasos
veinte años cuando, guerreando, vio el mar por vez primera y Rebocato lo
contempló con la misma edad que
aquel, aunque, cuarenta años después y en Catalunya. Aún estaba lejos el “procés sobiranista català” y lo “que te rondaré morena”.
Pero retomemos el caso de la nevada a la salida
del tunel de Guadarrama, antes de que los protagonistas se nos congelen, aunque
la verdad, cuando está nevando sin ventisca, la sensación de frío no es excesiva, siempre y cuando vaya uno bien
abrigado, claro está.
Pasada la sorpresa inicial de ver el arrebato
de la muchacha retozando bajo los copiosos copos, la pareja del tricornio se
arrima al coche y uno de ellos le pregunta a Rebocato que adonde se dirigen, y
él les responde que tienen previsto acercarse a la capital de provincia para
visitarla y, de paso, meterse en cintura un buen lechazo (nada que ver con
recibir una leche de la órdiga) y después enrutarse hasta nuestro pueblo
castellanoviejo a pasar lo que queda de Semana Santa con la familia, y a comer
rosquillas, y pan mantecado; y que no dispone de cadenas, aunque nada más llegar a la ciudad se tomarán unas
copas de anís, no de “Las Cadenas”, sino, por hacer patria: de anís “La Castellana”
que es de la tierra, y así entonarán el cuerpo, ya que lo tienen un tanto
resacoso del lerele nocturno de ayer noche por los garitos de la Capital del
Reino, trasegando cubatas a mansalva (Decir que el mejor remedio para superar
rápidamente la resaca es tener unos 20 años).
En aquellos tiempos daba gusto conducir porque
uno no tenia que andar con el estrés de que si me he tomado varias copas y que
si luego me ponen el globo. Cuando uno se lubricaba debidamente por dentro,
pues como que, después, te agarrabas al volante e ibas centrado, tranquilo y
relajado, para hacer kilómetros a mansalva, sin el miedo y agobio al que te
someten los potenciales controles de alcoholemia en carretera de hoy en día. Si
es que uno ahora no puede disfrutar del alterne como Dios manda, y la empatía
en los bares con los compañeros de barra, va mermando por ello. En fin, no se
potencian las relaciones humanas como es debido. Antes, los viajes que se realizaban, en autobús
mayormente, durante las excursiones eran inolvidables, y no solo porque las
ocasiones eran mínimas y por lo tanto más extraordinarias, sino debido a la
alegría que producía el cantar todo el autobús la canción aquella de: “Para ser
conductor de primera, y acelera, y acelera. Para ser conductor de primera, hace
falta ser buen bebedor. Con el vino se engrasan las ruedas, y acelera…”. Etc.
Y es que, el conductor, si parabas a comer, se
atizaba como mínimo media botella de vino y una o dos copas de coñac, y nadie le
denunciaba, ni los pasajeros tenían sensación de peligro al continuar el viaje. Era una
comunión fantástica, la que existía entre el chofer y los cantarines ocupantes.
Todo aquello se fue al traste por culpa de la DGT y sus represivas normas.
Pero, antes de que se derrita la nieve,
continuemos con Rebocato y su R–5 aparcado en el arcén a la salida del túnel
de marras:
Los números de la Benemérita le aconsejan a
nuestro amigo que se dejen de copas y lechones, y mejor que se dirijan al
pueblo directamente antes de que caiga la noche y que la posible helada les
dificulte el viaje de veras.
Rebocato como observa que cada vez nieva más
copiosamente, hace caso a los sabios consejos de la pareja de guardias, a duras penas consigue introducir en el coche a su chica "locadelasnieves" y
enfilan directos rumbo a nuestro pueblo castellanoviejo.
Una vez llegados al pueblo saludan a los padres
y hermanos (en aquellos tiempos, al decir padres estaba incluida la madre y al
decir hermanos también las hermanas) y algunos de ellos salen a la plaza del
pozo a darse unos bolazos con bolas de nieve sin congelar. La chica venida del
Este a la fría meseta, recibe su bautismo de fuego y se defiende como gato
panza arriba ante el ataque múltiple, en forma de bolas de nieve, procedente de
la jarca de hermanos y sobrinos de Rebocato. Después, para no desentonar con
los lugareños, se dirigen todos hacia las tabernas con el fin de recuperar fuerzas
e hidratarse debidamente.
2.- PRIMERA
NEVADA VIVIDA POR REBOCATO EN EL LITORAL ESTE
Ya
con nuestro amigo Rebocato felizmente casado, a causa de estar cansado cansado (según el fénix de los
ingenios: “No quiso la lengua castellana que de casado a cansado hubiese más de
una letra de diferencia”) de "quemar" los Pubs y discotecas de moda de la
capital, por donde cencerreaba de forma un tanto errática y equivocada, notó –a
pesar de la casi depresión que pilló al morar perennemente en la ciudad del
casamiento, actualmente con la playa cercana enladrillada y en ese tiempo aún sin enladrillar–
una mejora innegable en su castigado cuerpo al desterrar su antigua vida un tanto,
digamos, disoluta de fines de semana desde viernes tardes a domingo noche, ambas inclusive.
Una vez abandonada la vida mundana y en
situación civil del estado perfecto del hombre que es el del matrimonio, se
avino a residir en una pequeña ciudad de nuestro litoral Este, donde casi nunca
nevaba. Quiso el azar (que no el azahar cuasi perenne, en el ambiente de por
aquellos lares) que el primer invierno que anduvo Rebocato por esa ciudad, cayó
una nevada que llegó a cuajar, de tal forma que al día siguiente, en el trabajo,
un compañero, también casado y, además, con niños de corta edad propuso a
nuestro amigo que, después de laborar, como él iba a ir por la tarde con la
mujer y los chicos a un monte cercano a disfrutar de la nieve, que podría irse
con ellos.
Ante este envite nuestro amigo se quedó un
tanto perplejo y meditó para sus adentros: ¿Me está vacilando? ¿Qué pinto yo,
pateando y tocando la nieve, con lo que he luchado, a lo largo de mi vida, por
evitar el contacto directo con ella, con el fin de no pillar sabañones en pies,
orejas y manos? ¿Estamos tontos o qué?
No obstante, nuestro amigo, para no parecer
raro en tierra extraña, y por aquello de que “allá donde fueres, haz lo que
vieres” (lo de tirar petardos en las fiestas locales a todo lo que se menea es
otra historia) se avino a ir a ver la nieve y, después de comer, quedó con el
compañero de trabajo, el cual, como se ha dicho, iba acompañado de su mujer y de los dos niños de
los que disponían ambos.
Ya todos montados en el coche se encaminaros a
un monte cercano a la ciudad. La carretera de acceso al monte, a esas horas, ya
estaba bastante transitada y el aparcar arriba resultó un tanto complicado
debido al exceso de vehículos con ocupantes deseosos de retozar en la nieve.
Una vez que estacionaron el coche, descendieron
de él y los dos guajes del
compañero de Rebocato comenzaron a arrojarse bolas de nieve con su padre, a
tres bandas. Mientras la madre de los cachorros y Rebocato observaban
expectantes la escena.
“Ni pajarolera idea tienen estos de hacer bolas
de nieve, en mi pueblo serian carne de cañon”. Rumiaba para si Rebocato.
Al regresar, de bajada a la ciudad, se encontraron con otro
atasco de coches y eso que entonces no se veían muchos pululando por esa
población, pues los lugareños no estaban mucho por la labor de comprarlos y no
era por andar mal de peculio. En todas las calles se aparcaba con facilidad y aún se veían carros de tracción
animal, con el perro atado al eje de las ruedas caminando debajo del carro,
cosa que chocaba a Rebocato porque en nuestro pueblo castellanoviejo los perros
siempre iban sueltos a todos sitios y ojo de aquel que se escapara.
3.- NEVADA EN SANT JOAN DE PENYAGOLOSA (Se Ignora si “peña
golosa” de trasegar dulces o “peña colosa” de colosal).
Hace
unos 24 años cayó una nevada del copón bendito en la ciudad del litoral Este
del suelo patrio donde laboraba Rebocato, ya disfrutando del estado de casado y
con dos retoños (mas bien retoñas) en su haber.
Un compañero de trabajo se empeño en que
el sábado había que organizar una excursión al Penyagolosa, que es el segundo
pico más alto de la Comunidad Valenciana, para disfrutar de la nieve.
El día de autos los compañeros de trabajo
–Rebocato incluido– trincaron sus autos, a las contrarias y retoños (los
hombres que disponian de ambos inconvenientes, es un decir, no queremos líos parentales y feministas) respectivos y se encaminaron
hacia el interior de la provincia camino de las alturas donde permanecía el
colosal, y goloso, a la vista, con su inmaculado manto blanco de nieve incluido, esperándoles.
Una
vez llegados a la población de Vistabella la caravana de coches cruzó el pueblo
y enfilaron el camino que les llevaría al Santuario de Sant Joan de Penyagolosa.
Dicho camino presentaba unas roderas causadas por las ruedas de los coches que
habían transitado por él en días anteriores y, en el centro del camino, la
nieve que se había depositado por el paso de los coches se presentaba helada y
dura como una piedra.
Un lugareño del lugar, que cencerreaba por
allí, les aconsejó a los visitanieves que el acceso al Santuario se presentaba
un tanto dificultoso, y que mejor desistían de acercarse a él en los coche para evitar
posibles daños colaterales en los bajos de los mismos.
Pero hete aquí, que el compañero que encabezaba
la caravana de coches –maño para más señas– enfiló con su auto y familia
dentro, camino adelante hacia el Santuario, y Rebocato, que iba en segunda
posición vehicular, para no ser menos que el maño y familia, le imitó siguiéndole con su coche y la suya. Los
demás vehículos y ocupantes que venían detrás hicieron lo propio.
Rebocato, dicho sea de paso, iba acojonado por
si los bajos, es decir, como su Renault era mas bajo que el Peugeot del maño, temía
que el cárter se rompiera al impactar con la nieve helada acumulada en el
centro del camino. Pero no tenia otra opción que seguir hacia el Santuario,
¿cómo iba un maño –por muy devoto que fuera de “La Virgen del Pilar dice….” a
poner en entredicho la bizarría de un auténtico castellanoviejo, aunque ya
quizás contaminado de sus años de residencia por aquellos lares?
Llegados, todos, felizmente al Santuario de San Juan
Bautista de Peñagolosa y Santa Bárbara de
marras, se encontraron con que la explanada del aparcamiento de vehículos se
había convertido en una pista de hielo y tuvieron que estacionar los coches a
empujones, o sea, con tracción animal, racional, se supone.
Salieron de la zona del Santuario, toda la
recua, monte arriba hacia el pico, y al ir ascendiendo Rebocato se iba descojonando de risa porque la
nieve les llegaba, en algunas zonas, hasta las corvas; eso a los adultos ya
que, a los niños les alcanzaba, casi, hasta el pescuezo, pero las madres y sus
crías tan campantes y felices.
Al oír las risas de Rebocato el compañero que
iba detrás de él (para más señas valenciano de Valencia, y una persona educada,
bienhechora, bienintencionada y generosa a pesar de ser ateo y comunista
convencido, pero vaya usted a saber si no se pasaba, el hombre, la vida
fingiendo lo que no era, con el fin de que los que le rodeaban hablaran siempre
bien de él), le indagó: “Rebocato, ¿de qué te ríes?”. El riente le contestó:
“Es que si las gentes de mi pueblo castellanoviejo me vieran en estos bretes,
se preguntarían “Que cojones hará el tonto del Rebocato trotando sobre la
nieve por el monte, con la manta que ha caído”.
La mañana transcurrió, para todos, excepto para
Rebocato, de forma lúdica y agradable. Los niños lo pasaron fenomenal aunque,
antes de comer de vuelta al pueblo cercano, hubo que cambiarles de ropa de cabo
a rabo.
Después de comer y de la sobremesa, a base de
charlas a discreción y carajillos a mogollón, regresaron todos a la ciudad sin
miedo a los controles de alcoholemia y sin novedad. La jornada finalizó sin
cosa más de sustancia que mentar.
4.- NEVADA EN
NUESTRO PUEBLO CASTELLANOVIEJO
Pongámonos un momento en plan “revival” (que
bien tocaban los Creedence Clearwater Revival) para recordar que nuestro amigo
Rebocato emigro a los 13 años desde nuestro pueblo castellanoviejo a la Capital, del ahora otra vez Reino, con el fin de pulirse. Lo
hizo calzando una edad dos años mayor que cuando lo hizo Daniel “El mochuelo”
–según nos relata sobre este personaje– Miguel Delibes en su novela “El
camino”. Nada que ver con el libro “Camino” de Monseñor Escrivá de Balaguer
–fundador del Opus Dei y santo de la Santa Iglesia Católica–, en el cual, dicen que,
se basó “El Perich” para parodiarlo con una composición similar aunque con
aforismos cáusticos, juegos de palabras y crítica humorística de la España
franquista al escribir el libro “Autopista”.
En base a esto, y como decía el otro: “Los caminos del Señor son inescrutables”.
Ahí van un par de píldoras y un ¿chiste? de “Autopista” que se
convirtió en el libro más vendido en España, en su año de publicación, allá por
1971:
<Los ceros. ¡En qué sociedad vivimos que
hasta los ceros, para ser algo, han de estar a la derecha!
Bienaventurados. Bienaventurados los que pasan
hambre y sed de justicia porque además pasarán hambre y sed de la otra>.
Pie de chiste.- Panteón familiar y fosa común.
Creedence
Clearwater Revival: Have your everer seen the rain (Pendulum 1970).
Rebocato cuando aún no pertenecía a la
“juventud baila” y volvía de la ciudad por Navidad de vacaciones escolares a
nuestro pueblo castellanoviejo, no se dedicaba, en dicho periodo vacacional, a
la holganza, y no era con el fin de evitar aquello de que “la ociosidad es la
madre de todos los vicios”, era porque no había muchas ocasiones para
haraganear. El único relax que lograba permitirse nuestro amigo, era en el caso
de que la nieve tendiera su blanco manto, es decir, que cayera una manta de
tres pares de narices, que decían por allí.
Con todo el término municipal, y alrededores de
este, cubierto de una buena capa de nieve, nadie que estuviera en su sano
juicio, se le ocurría el salir del pueblo a cencerrear por el campo, si acaso,
y por imperativo legal, a llevar alforjones de paja de algarrobas –debidamente
predispuestos a lomos de las burras o de los machos– para echar de comer a las
ovejas y carneros, que a causa de las inclemencias del tiempo no podían salir a
carear y permanecían, a buen recaudo, resguardados en los corrales de ovejas,
hechos de ramaje y cabrios de pino negral o resinero, y aparentemente ubicados
en lugares cercanos a los pastos, aunque, estos, se encontraban un tanto
alejados del núcleo urbano. El pastor, mientras durara la nevada, no pastoreaba
y se quedaba tan ricamente en su casa y los dueños de los ovejas tenían que
alimentarlas a base de paja de algarrobas, mayormente.
La forma de proceder, caso de nevar
abundantemente, era quedarse en casa arrimado a la lumbre asando castañas, si
se disponía de ellas, y esto no acontecía todos los días. Otra alternativa era
el irse a las tabernas a chatear apoyándose en la barra (no confundir con la
actual tontuna que se ejerce apoyándose en los aparatos cibernéticos) o jugar a
la brisca, al cinquillo, al tute o al julepe, entre otros juegos de naipes.
En ausencia de nieve, durante las vacaciones
navideñas, nuestro labriego castellanoviejo hacia acopio de la mano de obra
barata venida de la capital –en forma de incautos hijos en plan vacacional,
aunque no vocacional, para el corte y tala– y se dirigían a los pinares, con
hachón, hacha y tronzador en mano, a cortar pinos o, en su defecto, a los
pimpollares para entresacarlos y desrramarlos.
De cualquier manera en aquellos tiempos y
habiendo caído en el término de nuestro pueblo castellanoviejo, una nevada que
no se la saltaba un gitano, a nadie que estuviera en su sano juicio, se le
pasaba por la cabeza el salir al monte en plan senderista como hoy en día. Al
fin y al cabo, los senderistas lo único que hacen es incordiar a los bichos del
campo y por muy ecologistas que se crean, no lo son más que el urbanita que no
sale de la ciudad a patear fauna y flora, pero allá cada cual con sus modas y
manías.
Las nevadas duraderas en el pueblo eran un
incordio. Si después de nevar por la noche helaba, había nieve para una
temporada y en el sombrío de las calles no digamos.
No obstante, el primer día de nevada, en
nuestro pueblo castellanoviejo, era recibido con júbilo hasta por los mayores,
y los críos ya camino de la escuela montaban, entre ellos, algunas escaramuzas
en forma de lanzamientos al cuerpo del contrario de bolas de nieve. En la hora del
recreo los muchachos se disponían en grupos para hacer grandes bolas de nieve,
daba gusto al ir girando la bola –atravesada por un cándalo para moverla cuando
alcanzaba un volumen considerable– el ver como se enrollaban las capas de la
nieve depositada sobre la pradera, cono si fueran rollos gigantes de tela.
Si la nieve tardaba días en deshacerse a causa
de las heladas nocturnas, las peleas de bolazos de nieve entre chicos del
pueblo –muchas veces comenzaban de improvisto al grito de: “Barrio contra
barrio”– se complicaban debido a que algunos muchachos tenían “muy mala sombra”
(como diría la querida suegra de Rebocato), es decir, para que los bolazos
dolieran más al impactar contra los cuerpos de los potenciales enemigos, se
preparaban las bolas y se dejaban almacenadas al raso, a la puerta de casa,
toda la noche, con lo cual se congelaban y quedaban duras y prietas como
piedras, dispuestas para la pelea camino a la escuela a la mañana siguiente.
Pobre del incauto que recibiera un impacto con
una de esas bola en plena chola. Posiblemente la idiosincrasia de los varones
de nuestro pueblo castellanoviejo venía bastante moldeada por los bolazos
recibidos en la cabeza de las bolas heladas lanzadas por sus camaradas y por
los cantazos, de los cantos de diferentes formas y tamaños, que buenamente se
tenían al alcance de la mano en cualquier sitio.
Afortunadamente no eran muchos los chicos del
lugar los que utilizaban esas armas de destrucción, cuasi, masiva (nos
referimos a las bolas de nieve helada, lo de los cantos era una cosa más
cotidiana), aunque, también, algún chichón o piquera ocasionaron en las cabezas
donde impactaban. Por otra parte, que decir tiene que, a ningún zagal agredido
se le ocurría ir jimplando a casa a quejarse de los bolazos o cantazos
recibidos, ya que, aparte de no servir de nada, te decían tonto y que te
espabilaras.
Metido en esos bretes el tener hermanos más
mayores que uno mismo, era una bendición del cielo –en aquel entonces Rebocato
era muy creyente y nunca es tarde para volver a la grey, pues a medida que uno
cumple años, como que te vas trastornando a causa del inexorable paso del
tiempo y del por si acaso–, porque los chicos del pueblo se cuidaban muy mucho
de agredir a alguien que tuviera hermanos mayores que ellos, por las
represalias que acarreaba.
El calzado de Rebocato, hermanos y chicos del
contorno, para combatir la nieve y el agua, eran prácticamente del mismo tipo y
consistían en unas botas cortas de goma de color rojizo, que resultaban dejar
los pies casi más fríos que yendo descalzo. Dichas botas se ataban con
cordones, y el material de dentro era goma pura, fría y dura, era igual que el
de por fuera, es decir, no iban interiormente forradas de fieltro alguno. Las
botas katiuskas apenas se dejaban ver por allí en los chicos y eran, mas bien, cosa de uso de
las chicas.
En aquel tiempo, la mayoría de calles de nuestro
pueblo castellanoviejo ya estaban adoquinadas, ya que, en 1960 se hicieron las
obras de instalación de agua corriente (aunque no vulgar) hasta la entrada de
las casas de todos los vecinos, así como el alcantarillado. Debido a esto la
nieve tardaba más en deshacerse sobre todo en las zonas de sombrío donde si las
heladas acompañaban, la nieve persistía en el tiempo. La gente hacia sus
senderos de acceso a casa a golpe de pala, que era otra forma de entrar en
calor.
En fin, paradojas de la vida, antaño si nevaba
uno procuraba no pisar la nieve a no ser por causa de fuerza mayor, o sea,
cuando te mandaban tus progenitores a hacer algún recado o trabajillo. En
cambio hoy en día si nieva es el disloque, la gente se desordena y hay que
salir a buscar la nieve donde sea, aunque se encuentre en el limbo y no en de
los Justos precisamente que ahora ni existe, pues según el Vaticano ya no es un
dogma de fe.
HistoriasdeRebocato@diciembre-2015