22 de septiembre de 2014

LA TONTUNA DEL G&T

                            

                             LA TONTUNA DEL GIN TONIC


NOTA.-Este escrito nada tiene que ver con Historias de Cronopios y de Famas, aunque vaya usted a saber.

         Relata nuestro amigo Rebocato:
        Muy buenas.
   Pero, ¿estamos tontos o qué?. Siempre lo he dicho, cuando yo era más joven, es decir, cuando iba de marcha por el barrio de Salamanca de Madrizz (Madrit para los bilingües) los viernes y sábados –tarde y noche desde las 17:ooh. hasta las 03:30h.– me tomaba unos 8 o 10 cubatas y los domingos, solo tarde –desde las 17:00h hasta las 22:00h– de discoteca, algunos menos. Entre semana a dieta. 

    En aquellos primeros años de nuestra Transición política las discotecas solían abrir desde las 18:00 hasta 22:00h. y, algunas, más tarde, desde las 00:00h. hasta las 03:30h. Los pub´s cerraban sobre las 02:00h. Después de esta hora el único garito abierto al público, en todo Madrid, era el Drugstore de la calle Fuencarral) y, si ya metido en faena, al quinto o sexto cubata trasegado al coleto (de ron cola, o gin coca, o gin limón), me sentía un tanto quillado de la quijotera, era el momento de endilgarse un gin tonic con el fin de que la tónica me despejara.

Pie de video.- Burning lanza un canto (que no piedra) a la fauna femenina que frecuentaba, con nocturnidad y sin alevosía manifiesta, el Drugstore de Madrid
      ¿Como se servía en los tiempos de mi juventud el gin tonic?. Pues así de simple: vaso de vidrio de tubo largo en el cual se introducían, eso sí con pinzas, dos cubitos de hielo (decir que estando yo de jarana en abril de 2009 en Ámsterdam en un garito de moda de la plaza Rembrandt observé –sin estar aún, yo, muy colocado– como un camarero detrás de la barra pillaba un caldero metálico –tipo de los de sacar, antaño, agua del pozo sácala tú que yo me mojo– lo llenaba de cubitos de hielo y a la vista de todo el público, sin recato alguno –eso lo vemos hacer en España y tienen que cerrar el garito– repartía los cubitos con las manos en los vasos de combinados), de los de entonces (poco mas grandes que un dado del parchís), una rodaja de limón, ginebra (a veces de garrafón que colocaba más, con 20 años tu hígado aguanta todo lo que le eches) sin escatimar –sin el actual cubilete ridículo de capacidad escasa– y tónica Schweppes de tal forma que a duras penas entraba la mitad del contenido de la botella del agua tónica en el vaso de tubo de marras.
      Mano santa, te tomabas el gin tonic y se te iba la modorrera “ipso facto”. Además, en 20 segundos te lo servían; no como ahora que empiezan que si enfrían la copa (más bien copón); que si te la llenan de hielos (grandes como ellos solos)  hasta desbordarla; que si te miden en un dedal el contenido de ginebra –no digo que no sea superbuena pero apenas la catas–; que si bolitas de enebro (cuales cagarrutas de conejo); que si pepino; que si regaliz –cualquier día nos sorprenderán con una pluma de gorrión dentro de la copa, en plan última usanza chit/snob-; que si aromatizantes servidos en frascos tipo spray, cual colonia de alto standing; que si hierbabuena; que si macarrón espiral con el fin de que las burbujas de la tónica no se te descogorcien al caer desde la botellita hasta la copa, etc., etc.
    Gilipolleces a mansalva, y lo más chocante: la gente se lo bebe cual bálsamo de fierabrás o similar.
    Con la cantidad de ginebra que cabe en el austero/rácano cubilete dichoso, veinte G&T (sin ánimo de impresionar) de ese tipo, necesitaría yo, antaño, para ambientarme con vistas al ligoteo.
     Vas hoy en día a un Pub y como entres tú al garito detrás de una panda de 3 o 4 parejas que pidan gin tonic para todos, mejor te vas al bar de al lado porque pasarán 20 minutos y aún estará el grupito gintonero eligiendo la marca de ginebra, el tipo de tónica, los añadidos a la copa, etc. Y se tiran con los gin tonic toda la puta noche, calentando copa y asiento. La mayoría de estos ¿bebedores?, casos que conozco de buena tinta, en su vida se han tomado un cubata y ahora, ya en edad de aguantar –perdón, de disfrutar– nietos, te disertan sobre los diferentes tipos de ginebras, sobre los sabores de las tónicas y de los añadidos variopintos.
      Encontrándome yo, de visita, un fin de semana del mes de octubre de 2013 en Cuenca capital, una tarde, a resguardo  en un Pub de nombre “La Edad de Oro” (muy majo por cierto y que os lo recomiendo)  sito en la Plaza Mayor (otrora de la Picota) donde se encuentra la inacabada catedral y el peculiar (por sus diferentes problemas de obras, ampliaciones y derribos) Ayuntamiento de dicha capital de provincias, me llamó la atención el gran número de botellas de diferentes marcas de ginebra que concurrían por las estanterías del local. Tal era mi curiosidad e inquietud por tamaña concentración de botellas (yo estaba bebiendo un tercio de cerveza mahou cinco estrellas – de paso, decir a los bilingües que no se sienten queridos que, no le hago ascos a la Woll-Damm o a la Estrella Damm–) que no pude por menos que preguntarle al barman: “Perdona, por curiosidad ¿cuantas marcas de ginebra distintas tenéis en las estanterías?”. Ni corto ni perezoso y rezumando satisfacción ante mi pregunta me contesta el preguntado: “Unas 200 marcas diferentes”. Yo, prolongo: “y ¿cuántas marcas de tónicas”. Me responde: “Pues…unas 30”.
    Increíble pero cierto, y nuestro amigo Mariano sin tomar medidas de recortes al respecto (se conformará con los puros que se nos fuma y con los que nos mete, a los de a pie).
   Yo, ya obnubilado ante las respuestas, le conmino: “Por favor, sírveme otra Mahou” (cinco estrellas, la verde es un timo).  Mi hígado es mi mejor amigo y ya a estas edades de decrepitud, con todo lo que filtró en su día, se ha ganado un merecido descanso de bebidas espirituosas, con la cerveza va que chuta y me lo agradece al día siguiente.
    Ese mismo “findé” (cada día estamos mas tontos con la palabrería) estando una noche a buen recaudo en otro Pub de Cuenca pedí una cerveza (ahora mismo no recuerdo la marca) para mi y un cubata de Ballantine’s con Coca-Cola para mi contraria, la cual, al entrar al garito se fue directa al servicio a empolvarse la nariz (en sentido figurado, nada que ver con estupefacientes blancos aspirados), el local estaba bastante despejado de parroquianos y el camarero, ante mi demanda, me sirve el tercio de cerveza y observo la martingala de preparación del cubata: echa un capazo de hielos en la copa, tengo que decirle: “para el carro” con el fin de que el total del contenido de la cubitera no pase a la copa; sirve, a continuación, una cantidad generosa de whisky y al echar la Coca-Cola observo que mete un artilugio en la copa, como un serpentín con embudo, y empieza a escanciar el contenido de la Coca-Cola en la copa a través del cachivache. Yo que veo la maniobra le inquiero: “¿Pero, muchacho, que haces?”
     El muchacho camarero servidor (luego me confiaría –ya roto el hielo para con el trato personal, y cuasi derretido el del cubata, y en el trance de metidos en conversación harta coloquial– que procedía de la zona de los pueblos negros de Guadalajara, él, no el cachivache que seguro que era de los chinos) me responde que escanciaba así la Coca-Cola con el fin de que no se rompieran las burbujas. Yo le manifiesto: “No hombre, no, si mi mujer siempre se ha tomado el cubata caigan como caigan las burbujas, se revienten o no dentro de la copa, anda quita el artilugio antes de que venga ella y nos las tengamos tiesas.”
     En fin, Cuenca, su Ciudad Encantada y sus camareros encantadores, doy fe de ello, en un pasado “findé”.
   Saludos y disfrutad del vídeo ( de lo más "in" y de lo más "cool," más incluso que el Artur, nuestro amigo caudillo con apellido de adverbio insaciable) que me ha enviado hace un rato un amigo mío gallego de Galicia residente en el Levante Español y que no rezuma demasiada morriña de su terruño, cosa rara para ser gallego.


Pie de video.- Visto el video se llega la conclusión de que o bien, están muy cocidos (los entrevistados, no los garbanzos, que pu´que que también) o lo que parece más nomotético: la tontuna no tiene límites.

      Voime ya mismo de carallada y espero no coincidir, a la hora de pedir en la barra, con los gintoneros de “sábado noche ya cobré”. Miedo me da, hoy en día, hasta el salir de copas y no solo por la que me espera a la mañana siguiente si me paso de calibre de jarro.


     HistoriasdeRebocato@septiembre-2014


10 de septiembre de 2014

REBOCATO EN VIENA



      

          Educación para la ciudadanía (que falta le hace a esta):

“San Gabriel Arcángel entre otras facetas dominaba la de poliglota y enseñó a José (el cual pasó de ser un simple esclavo a ser hombre importante para el Faraón de Egipto) en una sola noche las 70 lenguas de la Torre de Babel. Entre otras de sus grandes gestas destacan: la Anunciación a María y el dictar el Corán a Mahoma.”


REBOCATO Y SU VIAJE A LA CIUDAD CON NOMBRE DE BARRA DE PAN 


VIERNES DÍA 29/11/2013


     El viaje comienza por la mañana tempranito. Tiempo ha, que Rebocato no abandonaba el tálamo a esas horas tan intempestivas y hace un frío de mil demonios. Se dirige con su contraria y otra pareja (también heterosexual) de amigos  a la estación de tren en una ciudad del levante español, en la que residen, donde tomarán (como han hecho con el desayuno antes de salir de casa) el tren con dirección al aeropuerto del Prats de Barcelona (que le perdonen, a Rebocato, los “gatos madrileños” por incrementar la diferencia de pasajeros del Prats con respecto al ya superado Barajas, pero hay que aprovechar que aún se puede transitar por los Països Catalans simplemente con el DNI, además de llevar pasta en el bolsillo, claro) con intención de coger un vuelo de Austrian Airlines que les traslade en poco más de dos horas (si el avión despega y no se cae) hasta una de las ciudades imperiales europeas con nombre de pan de barra.

      Al dejar el coche en los aparcamientos de la estación de tren se acerca un gorrilla y Rebocato murmura a su amigo: “¿Le doy medio euro?”. Pero como “his friend is Rich” (ya va repasando, mentalmente, el ingles para la que se avecina) y dueño del coche, le dice a Rebocato: “Mejor le aflojamos un euro, más que nada por lo de la integridad de la pintura de la carrocería de mi coche”. Al cual lo recogerá por la tarde su hija.

     Ya subidos al  tren y una vez llegados a la estación de Santz (sin mucha cosa de sustancia que mentar y que venga a cuento), utilizando el billete combinado de tren cogen la línea R2 de Rodalies de Catalunya que les deja en la T2 del aeropuerto del Prats. Como el vuelo sale de la terminal T1, nuestros amigos, se suben al bus lanzadera T2-T1 que tarda en hacer el recorrido unos 15 minutos. De paso, con tanta rotonda y a la velocidad a la que circula el vehiculo, el conductor pone a prueba a los pasajeros, es decir, si no te mareas en el bus antes de llegar a la T1 ya no te mareas ni cruzando en una carabela el Cabo de Hornos en días de fuertes vientos y oleajes, además, con el aliciente de encontrarse algún que otro iceberg pululando a la deriva, escollos y bajíos, con lo que se ganaban, los arriesgados marineros cada vez que lo cruzaban, el honor de colocarse un arete, preferiblemente de oro, en la oreja.

      Una vez en la T1 dichosa, facturan las maletas, pasan los controles de seguridad (ni Rebocato, ni su amigo se percatan de quitarse, de sus pantalones, los cinturones, los cuales disponen de una hebilla metálica de tamaño considerable) y el arco detector de metales no llega a pitar. Se adentran en la zona de tiendas, bares y puertas de acceso de embarque a los aviones.

      Comen unos bocatas, regados con cerveza, en un bareto donde no se les pasaba por la cabeza que la camarera que les atendía (catalana, según les dice ella misma ante la pregunta del amigo de Rebocato. Aquel es, para más INRI, fanático del Barça) y que derrochaba simpatía y atención esmerada, que sería, posiblemente, la última persona en servirles como Dios manda (que diría Mariano) hasta su regreso, de nuevo, al suelo patrio.

      Sobre las 14:00h. despega el avión. Ya en el aire las azafatas de Austrian Airlines les ofrecen (gratis) y en dos turnos espaciados en el tiempo: chocolatinas, panchitos (cacahuetes pelados, no personas de Sudamérica como les denominan cariñosamente, a estos, en Spain los xenófobos. Aunque la expresión panchito dicen que es un termino acuñado por el personal de gringolandia, porque en el siglo pasado el nombre más frecuente en México era Francisco, que se altera por Pancho y al ser ciertos sudamericanos bajitos…degeneran en panchitos, al menos por estos lares), cerveza, vino, refrescos, café, etc.

     Llegan sin novedad al aeropuerto de la capital de destino sobre las 16:00h. Recogen el equipaje y a la salida del aeropuerto (son las 16:30h y ya ha anochecido con lo que en el pueblo de Rebocato las gallinas ya estarían acostadas, como ocurrió con un eclipse solar acontecido el 19 junio 1936 en que el cielo se oscureció y surgieron las estrellas, las aves y otros animales parecían fuera de si –todo ello como prediciendo que un mes después tendríamos un eclipse permanente, en forma de guerra civil y una dictadura, que duraría casi 40 años–) se meten en un taxi y el conductor (que dice ser turco) muy amable, con maneras exquisitas y derrochando simpatía, les conduce hasta su destino al hotel Atlanta sito en Währinger Straße 33

    Les asignan las habitaciones 210 y 405 y comienzan a probar en sus propias carnes el buen hacer protocolario del personal austriaco para con sus visitantes. Ante la petición al austriaco (aunque vaya usted a saber cual era su procedencia y linaje a pesar de su jerigonza de “subanempujenestrujenbajen”) que reinaba en la recepción del hotel, sobre la posibilidad de tener ambos matrimonios de amigos heterosexuales, las habitaciones en la misma planta, responde con cara de palo –brillando por su ausencia la amabilidad y buenas maneras– en su jerga: “Que verdes las han segado” a la vez que puede estar pensando que: “Estos quieren estar juntos para montar los saraos nocturnos tan idiosincrásicos de los spanisch”.  Se barrunta en el ambiente que algo así ha soltado y pensado el hombre.

     Ya nuestros amigos visitantes en sus habitaciones respectivas, sitas, en diferentes plantas deshacen las maletas, y después salen tan gozosos a patear y conocer la ciudad. Son las 18h. y la temperatura a lo largo de los 4 días de su estancia en la ciudad fluctuará entre +7º y -2º. Aunque la previsión meteorológica anunciaba algún que otro chubasco para el día siguiente, sábado, afortunadamente nuestros dos matrimonios, de amigos heterosexuales, se escaparán de sus tournées callejeras diarias secos exteriormente.

     Por la Währinger Straße (los nombres, tanto de calles, como de edificios de aquellos lugares se las traen, son tan difíciles de asimilar que cuesta creer que hasta los propios nativos sean capaces de retenerlos y de pronunciarlos) nuestro amigos se dirigen, andando desde el hotel, hacia el centro de la ciudad del que se encuentran a unos 15 minutos. Pasan por delante de un edificio (parece una catedral) que resulta ser la Iglesia Votiva del Divino Salvador (Votivkirche) y es un templo de culto católico (según el censo de 2001 en Austria de los algo más de 8 millones de moradores, feligrés arriba o abajo –las ovejas que entran por las que salen–, casi 6 millones se declaran cristianos católicos romanos frente a los 380.000 luteranos y 340.000 musulmanes). A pesar de que todos los días, nuestros dos matrimonios de amigos heterosexuales, pasaban delante de la Votiva, al menos dos veces (al dirigirse hacia el centro de la ciudad y de regreso nuevamente al hotel), nunca encontraron tiempo de entrar en ella para visitarla interiormente y, de paso, echar algún que otro rezo que nunca viene mal. Eso si, algunas fotos si que se dignaron en hacerle exteriormente. La verdad es que se encontraba en obras, sin saber nuestros visitantes si era solo lavado de cara, o bien faenas de más envergadura y algo de resquemor tenían de pasar a su interior por si se estorruntaba el recinto sagrado con ellos dentro.

    Llegados a la plaza en la que había uno de los mercados de navidad, consiguieron la primera jarra con vino caliente titulada Altwiener Christkindlmarkt. Apuntar que es típico en Viena instalar del 23 de noviembre al 23 de diciembre, en diferentes barrios o distritos, unas casetas de madera para la venta de figuras y todo tipo de cachivaches navideños. Además, algunas casetas venden comida y “Glühwein” (A Rebocato le venía más aparente decir "jarradevinocaliente", pero como los camareros y sobre todo las camareras, todos de cierta edad, no entendían o no querían darse por aludidos, el amigo de aquel, que está mucho más ducho y viajado, decía señalando al grifo: “red wine”) vino tinto o blanco (a elegir) que se sirve, caliente y condimentado con especias, en unas jarras de cerámica decoradas (cada zona de la ciudad tiene su propia jarra con un dibujo aparente, en ella, del sitio que representa). Se paga por el contenido de vino unos 3€ y por el continente 2€. Una vez consumido el líquido elemento si devuelves la jarra te reintegran los 2€, si te la quedas o la rompes, bien por caída accidental, o bien sobre la cabeza de algún lugareño en caso de pendencia (la gente parece antipática, pero no rezuma violencia, aunque nunca hay que infravalorar al enemigo y menos si bebes en campo contrario) los taberneros no te devuelven un céntimo, las taberneras tampoco. Lo que ocurre es que al ser tan bonitas (las jarras, no las taberneras –no es machismo es la dura y cruel realidad–) te vas quedando con ellas y al final vuelves para la terreta con la maleta llena de loza que parece que seas un traficante o cacharrero/botijero/cantarero de plaza mayor de pueblo castellanoviejo de antaño. Si pides botellas de cerveza (no es fácil encontrarlas en los mercados navideños) también tienes que devolver los cascos (son parecidos a los de las gaseosas de aquí de antes, aunque de color marrón oscuro) para que te reintegren los 2€ pertinentes.

    A la manera, un tanto lerda, del discurrir de Rebocato esos mercados dejan bastante que desear de cara al contexto festivo, es decir: las casetas se plantan, en plazas y jardines, un tanto apartadas de las viviendas de los lugareños, de esa manera se perjudica a todo el mundo, a los que viven alejados y a los que viven más cerca del mercado, ya que, si los prójimos más próximos se sintieran un tanto perjudicados por los efluvios del alcohol ingerido no podrían llegar a casa a dormir la mona tan rápido como si tuvieran las casetas a la puerta de su misma casa.

    Por otra parte, no hay botellas rodando por el suelo, ni cristales rotos; ni vasos, ni platos de plástico entarimando el suelo; ni las casetas tiene cada una su aparatejo de música hortera/estridente compitiendo con las de al lado en decibelios; ni hay charangas callejeras; ni la gente habla a grito pelado; ni se ven vomitonas de alivio, ya no vamos a decir en mitad de las aceras y jardines, ni tan siquiera se aprecian en los lugares mas recónditos. Vamos que aquello ni parece fiesta, ni “na”; ni hay ambiente de jolgorio, ni casta que lo fundó. Con el agravante de que la gente no tira apenas nada al suelo y las múltiples brigadas de limpieza no son necesarias. No sé comprende como no tienen, por allí. más alta la tasa de paro (en oct-13 un 4,8% por un 26,7% en Spanien). Menudo muermo de fiestas, se respira falta de libertad para divertirse y, se barrunta, un exceso de represión sobre el libre albedrío para dar rienda suelta a los instintos festivos de cada cual y el de aliviarse miccionando y/o vomitando. Sin todos estos ingredientes –al sentir de Rebocato– se pierde bastante en el talante y el talento festivo y la fiesta no tiene mucho sentido en sí.

    Puede que toda esa contención, individual y/o colectiva, a la hora de divertirse, repercuta en la elevada tasa de suicidios que padecen; Austria, según la Organización Mundial de La Salud, ocupa el puesto nº 18 en suicidios, mientas que en Spanien estamos en el 58, a pesar del incremento latente al tirarse las personas por la ventana, en estos últimos años en nuestro país, a causa de los desahucios, donde echan a las familias a patadas de las viviendas, previo derribo de la puerta, aunque parece ser que (según algunos jerifaltes/as politicos/as Derechistos/as derechista), es mucho más cruel el asustar a los pobres niños de los altos dirigentes políticos cuando tocan, los antisistemas que hacen escraches, los timbres de los porteros automáticos de las casas de aquellos.

    No obstante, todos sabemos que el suicidio es voluntario (el problema es que si eres católico, y te suicidas, te condenas irremisiblemente) y no sabemos si la gente está a favor o en contra de él, ya que, no suelen hacerse encuestas al respecto, ni manifestaciones callejeras, ya sean a favor o en contra.

    Ya con el cuerpo entonado y tonificado, por la ingesta de vino caliente y de las salchichas de marras, siguen nuestros amigos (los dos matrimonios heterosexuales) con su excursión incursiva hacia el centro de la ciudad y se adentran en El Graben, que es la calle comercial por antonomasia, donde se encuentran las tiendas más importantes de toda Austria y donde más fácil es perder a las contrarias, las cuales imitando a las urracas –con perdón–, por su fijación en los destellos que emiten los escaparates surtidos de pedrerías de las joyerías de marca, se detienen ante ellos mientras sus contrarios continúan su deambular por la ciudad creyendo que ellas les siguen fielmente.

    Siguiendo la calle a la izquierda observan la iglesia de San Pedro, famosa por su cúpula verde, y una vez dentro de ella ven que hay un coro cantando. La contraria de Rebocato al sacar la cámara del bolsillo del abrigo de su abrigo, con el fin de hacer unas instantáneas, pierde un guante por primera vez, Rebocato ojo avizor, con el fin de preservar la hacienda de ambos, ve la caída y se lo restituye. A la salida el amigo de Rebocato, en un gesto que le honra –aunque, como cantaba el Víctor Manuel: “Y el hombre que inventó la caridad, inventó al pobre y le dio pan”- le da una moneda a una mujer mayor, con pinta de ser latina, que pedía en la puerta de la iglesia.



   Pie de video.- El Víctor Manuel cantando la canción "Dame la mano" en plan un tanto: enamoradizo, crítico, solidario, transcendental, etc.

   Regresando a El Graben para seguir hacia la catedral se topan con la Columna de la Peste en mitad de la avenida. Puede que la peste no volviera  a la ciudad después de ver la obra –fea de verdad– o ¿era la perspectiva recibida y desfigurada en la cabeza de Rebocato por el alcohol del vino caliente que empezaba a causar estragos al ser asimilado en sus entrañas y la correspondiente subida hasta su cerebro?

    Con paso firme y decidido siguen por las calles comerciales (la contraria de Rebocato al sacar la cámara para inmortalizar el monumento barroco de la peste, vuelve a caérsele el guante al suelo, no sabemos si el izquierdo o el derecho, por segunda vez, que esta vez recoge la amiga de ella) adornadas, así como las fachadas de los edificios, con motivos navideños, hasta la Catedral de San Esteban, según reza algún panfleto: “uno de los mejores góticos del mundo” (no se lo creen los lugareños del lugar ni hartos de vino caliente), en la cual no pueden entrar por encontrarse cerrada a esas horas. Ni "acogerse a sagrado" puede uno a cualquier hora.

   Continúan por calles céntricas hasta la Ópera y detrás de esta se encuentra el museo Albertina.

   Desde la Opera se encaminan por la calle opernpassage cruzan la avenida Karlsplatz y llegan hasta un parque donde está la iglesia de San Carlos Borromeo. Aquí también hay mercado de navidad y, Rebocato y su amigo, se echan otras jarras de vino que comparten con sus contrarias, con el fin de que entren en calor, también, ellas. En el parque hay un apartado con cabras y mucha paja en el suelo y una banda de niños juguetea tirando paja a todo el que pasa por su lado y los padres mirando como diciendo: "Que gracioso es mi niño". Cerca de la iglesia se localiza la Estación de metro de Karlsplatz, es uno de los más admirables ejemplos del movimiento Secesión o modernismo en Viena, dicen.

    Por la parte de atrás de la iglesia se dirigen a la Embajada Francesa, un bonito edificio modernista que está ubicado a unos 300 metros de San Carlos Borromeo en la calle Technikerstraße 2.

  Vuelven sobre sus pasos cruzando de nuevo el parque y la avenida Karlsplatz. Cogen la avenida Opernring, continúan por Burgring y por Doktor Karl Renner Ring,3 (a la derecha del recorrido existe un largo parque vallado al lado del Palacio de Hofburg o Palacio Imperial) y llegan hasta el Parlamento.

   Continúan por Universitatsing hasta al Ayuntamiento el cual delante tiene unos jardines y en ellos hay instalado su correspondiente mercadillo de casetas navideñas. Antes de adentrarse en los jardines para acceder al mercado y al Ayuntamiento, la mujer de Rebocato saca la cámara del bolsillo del abrigo (se el cae de nuevo un guante, que recoge su contrario) para hacer unas fotografías al Ayuntamiento con la pareja de amigos posando delante. Están encima de una acera ancha con una parada de tranvías, y con coches circulando a ambos lados de la acera. Con el fin de coger buena perspectiva de la fachada iluminada del Ayuntamiento y que entre la pareja en la foto, el marido del matrimonio amigo da un paso hacia atrás y se baja de la acera, su contraria permanece arriba. En esto que un lugareño se acerca al amigo que se ha bajado y le dice algo. Rebocato piensa que es un indigente (cosa rara en todos los días de visita nuestros amigos visitadores, tal debe ser la represión por aquellos lares, solo vieron a la mentada mujer mayor a la puerta de la iglesia y otra noche a un anciano mendigando en una calle secundaria) y que le está pidiendo limosna. Tira, el virtual indigente, del brazo del amigo de Rebocato y le sube a la acera. El tranvía venía haciendo tilin, tilin con el campanillo de aviso y nuestras parejas de amigos no se percataron de ello y si no es por el que consideraban indigente atropella el tranvía al amigo de Rebocato. Que caso de haber sido arrollado por el tranvía, no hubiera pasado a la historia como Gaudí que si que fue realmente atropellado por un tranvía (tal vez conducido por un charnego) en Barcelona, cuando se dirigía a rezar a la iglesia de San Felipe Neri, muriendo días después (el personal del hospital pensaba que era un indigente por sus pintas y vestimentas) a causa de las heridas recibidas y dejando la Sagrada Familia manga por hombro, es decir, sin finiquitar.

   Se adentran en el mercado. del Ayuntamiento. Nuevas jarras de vino caliente tinto con especias. Visita a los tenderetes. Rebocato y su amigo se beben sendas jarras de vino caliente. Nueva jarra a la colección.

    Salen otra vez a la avenida Universitatsing y llegan a la Universidad. Hacen las fotos de rigor (sin caerse guante alguno) y se encaminan hacia el hotel Atlanta que ya lo tienen cerca, a unos 12 minutos andando o a pie.

   En el trayecto en uno de los quioscos típicos de venta de salchichas, bebidas, etc. al lado de las paradas de los tranvías compran latas de cervezas y pan. Por allí se cena muy pronto y es difícil encontrar restaurantes abiertos a esas horas que son. Una vez en la habitación del hotel dan buena cuenta de las viandas que han traído de Spanisch: jamón, fiambre y quesos, embasadas al vacío.

     Cuando acaban de cenar recogen las latas y restos de la cena y los meten en una bolsa para tirarlos a la basura con el fin de no dejar reliquias en el hotel que les delaten y que después, los lugareños, pongan a parir a los spanisch.

   A principios de los 80 del siglo pasado estando Rebocato en las Islas Afortunadas (las de España) le llamó  la atención que al salir por la mañana de la habitación del hotel, en el que se hospedaba, que en los pasillos de acceso a las puertas de las distintas habitaciones, se veían bolsas de plástico con botellas vacías de licor. Los ocupantes del hotel canario eran prácticamente en su totalidad anglosajones, y por las noches mientras los spanisch se divertían y se colocaban en discotecas hasta altas horas de la madrugada, los bárbaros se lo montaban, se suponía que por ahorrar cuartos –que no habitaciones–, el guateque intramuros hotelero y a la mañana siguiente al salir de la habitación depositaban las bolsas, llenas de botellas vacías, junto a las puertas de sus habitaciones respectivas, en el pasillo.  

    Después de la cena, salen nuestros dos matrimonios heterosexuales del hotel bien perpetrados de abrigos, guantes, gorros y bufandas. Depositan la basura en una papelera alejada del hotel por si hay cámaras filmando, y se meten en un bareto cercano donde piden unas beer big (no liarse con beer small que se sale perdiendo al menos en contenido). Allí planifican sobre plano la excursión para el día siguiente y sobre las 00:30h. salen del garito.

   Ya en la calle se dirigen al hotel y Rebocato animado por los efluvios etílicos trata de arrancarse con un bonito “corrido” (un corrido es una historia o leyenda basada en hechos, más o menos, reales) mejicano: Juan Charrasqueado” de Antonio Aguilar:




                     Pie de video.- Mis cuates…ya no quedan hombres así, donde va a parar.

    Este corrido lo cantaban en las noches de parranda, muchos años atrás, los mozos casaderos (algunos, incluso han tenido la suerte de conseguir llegar a la edad de abuelos permaneciendo, aún, en dicho estado civil y sin aguantar nietos) de nuestro pueblo castellanoviejo cuando se mantenía la sana costumbre de cantar en las tabernas (otra bonita tradición nuestra que fomentaba las relaciones humanas e incitaba a seguir pidiendo rondas, lamentablemente perdida hoy en día).

   Al inicio del cante la contraria de Rebocato le previene a este con una simple mirada (es lo que tiene la convivencia de tantos años juntos en pareja, la comunicación entendible con un simple gesto), que deje de hacer el tonto y el corrido se aborta (aún a Mariano le faltaba poco más de un mes el comunicar las rebajas encarecedoras abortivas) no llegando ni a llegar a mentar el “mentado” que dice la letra de la canción.

   Llegada al hotel. El "simpático" empleado de la recepción les entrega las llaves de sus habitaciones respectivas (nuestros amigos con el fin de evitar líos llevan anotados en sendas tarjetas los números de sus estancias). Suben a los aposentos y dormida.


SÁBADO DÍA 30/11/2013:

    Emergen nuestros dos matrimonios desayunados del hotel a las 09:00h. y se van en busca de la parada de metro “Rossauer Lander”, y previo pago por cabeza de la cantidad de 2’20€ (cosa tonta, rumia para sus adentros Rebocato, debido a que no hay vigilantes a la vista, ni torniquetes, ni barreras que impidan el libre acceso al metro) se dirigen hasta la parada de Schönbrunn, desde donde, una vez llegados, se encaminan al Palacio de Schönbrunn (exagerando al definirlo de la manera: “conocido como el Versalles vienés”, según reza algún panfleto turístico de por allí) que era la antigua residencia de verano de los Habsburgo y que está muy cerca de la estación de metro del mismo nombre que el palacio de marras.
   Una vez intramuros en la explanada del palacio, nuestro amigos visitantes se dirigen a sacar las entradas de visita interior de la mansión y de sus jardines anexos.

   Consiguen las entradas en una máquina expendedora y pagan con la tarjeta del amigo de Rebocato, mientras este silba. Se presentan en el  punto de Información y allí les dicen que hasta la 10:43h, según reza el reverso de las entradas, que les marcan a bolígrafo con un redondel para que no haya dudas, no pueden acceder a la visita interior del Palacio, lo cual es una provocación a la picaresca española al tratar de hacerles esperar ¾ de hora, y haciendo caso omiso se encaminan Rebocato, su amigo y sus contrarias respectivas al acceso con cara de angelitos. Se instalan en la cola y como las filas se bifurcan se dirige Rebocato, blandiendo la entrada en la mano, hasta el control de entrada de la fila con menos personal esperando, que está custodiado por una nibelunga o burgundia (tanto da) con cara de cabreo (a partir de entonces la llamarán Rotermeyer), llegado su turno le  trinca, esta, la entrada, la mira, comprueba la hora de ingreso, a las estancias de palacio, marcada en ella y se la muestra a Rebocato con el dedo, a la vez que se gira y le señala, con el mismo dedo, el reloj de la sala que marca las 10:05h. y le hace gestos de negación con la cabeza e invoca: ¡Nein! ¡Nein!. Vuelve Rebocato a la cola larga donde están sus acompañantes (su amigo la contraria de este, y la contraria de aquel) y les relata los hechos (el fracaso de intento de colarse antes de tiempo) que ellos mismos han observado, atentamente, en la distancia. Para hacer tiempo deciden nuestros amigos turistas abandonar la fila y darse un garbeo por la sala y contemplar los jardines por los ventanales.

   Al rato el amigo de Rebocato hace un intento de acceder pero la  vigilante Rotermeyer,  impasible el ademán, sigue en sus trece y con más cólera, aún, que antes. Al final tienen que imitar al gentío de por allí, acatar las normas y esperar pacientemente hasta que llegue su turno. Llegada la hora reflejada en sus entradas les dejan acceder, sin la menor traba, a las salas del Palacio.

   Una vez finalizada la visita a las dependencias interiores nuestros amigos se toman unas jarras de vino caliente (jarra para la colección) en el mercado que hay en el patio de armas del Palacio y pasan a visitar los jardines. Hay un coro de niños, subidos en una tarima, cantando villancicos que no se les entiende ni “ataos” y a la contraria de Rebocato al sacar la cámara del bolsillo de su abrigo para hacerles unas fotos se le cae un guante que aquel recoge.

  Sobre las 13:20h vuelven al metro y se bajan en la parada Museumsquartier cerca de la Ópera la cual quieren visitar con visita guiada en Castellá (en Catalá no hay posibilidad, habrá que esperar a que sean libres de verdad los Paisos Catalans) prevista a partir de las 14h.

   Pasan ante el Museo de Historia del Arte (Kunsthistorisches museum), enfrente están los  jardines del castillo (burggarten) con la estatua  de Mozart y al lado del Museo la plaza y la imponente estatua de la emperatriz María Teresa de Austria sita en Maria Teresien Platz.

  Vuelven nuestros amigos sobre sus pasos para ir a visitar la Ópera y guardan cola en la entrada del palacio donde ya hay gente esperando; las contrarias de nuestros amigos debido a que  en la cola hace un frío de mírame y no te menees, salen de la fila y se van a dar un garbeo buscando el sol. Es desaparecer ellas y abrir la taquilla. La cola avanza y Rebocato y su amigo desesperan porque van a llegar a la ventanilla de venta de entradas y sus amores que no hacen acto de presencia. Cuando están, aquellos, en su punto álgido de máximo cabreo, aparecen ellas tan sonrientes. Sacan las entradas y ya los cuatro dentro del edificio observan que al gentío les apartan en grupos según el idioma de cada cual para realizar la visita y esperan pacientemente a que la gente vaya completando los grupos. Las mujeres mientras tanto se fotografían asomando la cabeza sobre unos trajes de damas de la corte de antaño colocados de forma aparente en el vestíbulo de la Ópera. Al sacar la cámara fotográfica del bolsillo del abrigo, para inmortalizar el momento, se le cae un guante a la contraria de Rebocato que este, ojo avizor, recoge pacientemente.

   Inician la visita con un guía nativo que habla un castellano bastante entendible y que resulta ser suficiente agradable y didáctico (el nativo). Acceden al trasfondo del escenario donde montan sucesivos decorados (hay una caterva considerable de operarios trabajando) los cuales corren y descorren sobre guías e incluso los suben y bajan desde la base del escenario hasta los sótanos que hay más abajo, con el fin de no desmontarlos entre actuaciones recientes ya que las representaciones se van alternando en el tiempo, es decir, no se repite la misma función todos los días porque los tenores tienen que descansar las gargantas (mariconadas, piensa Rebocato), dice el guía.

    Después, el grupo de guiados, pasan a sentarse al patio de butacas donde una entrada para ver las actuaciones puede costar hasta 120€. No obstante hay a disposición del público entradas para contemplar las obras de pie, las cuales se ponen a la venta, en taquilla, unas horas antes de la actuación y se pueden adquirir al módico precio de 3€, aunque solo dan una entrada por persona (eso en España lo arreglamos de otra manera, se facilitan las entradas a enchufados: familiares y amigos, sin necesidad de perder tontamente el tiempo haciendo colas innecesarias y pasando calamidades a la intemperie). En los espacios de las localidades de a pie hay unas barras, a media altura y dispuestas horizontalmente, que sirven de apoyo y delimitación de la plebe de los 3€.

   Siguiendo con la visita guiada a continuación ven distintas salas, pasillos y palcos. Rebocato recibe una llamada en su móvil de su hermano, inmediatamente superior en edad, para saludarle y comunicarle que se encuentra con su compañera en Plasencia, la ciudad de las dos catedrales juntas, donde, antaño, iban construyendo la catedral nueva desmontando piedras de la vieja. Rebocato le dice que, él, está donde está, en una ciudad imperial que da mucho más caché. Es lo que tiene el tener tantos hermanos (12+él) que tus desplazamientos no se los puedes comunicar a todos ya que si lo haces no te queda tiempo para viajar.

    Acaban la visita sobre las 15:00h. y nuestros dos matrimonios de amigos se dirigen al Palacio de Hosfburg. En la Michaelerplatz (Plaza Miguel en Spanien) hacen unas fotos a la entrada principal del palacio y a las ruinas romanas –Bajo cristal o metacrilato- sitas en el subsuelo de la plaza de acceso.

   Se van a comer a un garito cercano bastante enorme, con pinta de italiano, donde suministran pizzas y pasta. Desde los ventanales exteriores se ve que está casi a tope de gente y sobre todo mucha “juventudbaila”. Acceden al local y una cajera, antes de decir nuestros amigos esta boca es mía, les atiza cuatro tarjetas tipo Visa y con gestos y un hablar que no pillan les anuncia, barruntan ellos, como que “alfondohaysitio”. Están a punto de evadirse pero la contraria de Rebocato se acerca a una de las barras y habla con un camarero negrete (perdón, de color) y le dice que si allí hablan Spanisch. El muchacho llama a un compañero el cual, cuando se presenta, resulta ser de Valladolid (no calza boina como los emigrantes de Spanien en los años 60) y que labora allí. Les explica que busquen mesa, que pidan la comida y bebida en los mostradores y que al darles las viandas y bebidas que pasen la tarjeta facilitadas (tipo Visa) por el dispositivo que les indiquen los operarios dispensadores; que coman y que beban y que a la salida ya pagarán a la cajera que les ha suministrado las tarjetas de marras (Rebocato piensa en hacer al final un "simpa" y no en hacer una trenza, precisamente). Así lo hacen, el pedir unas pizzas, pasan, siguiendo indicaciones, la tarjeta por el dispositivo lector y en vez de pizzas les sueltan un cachivache cuadrangular con un lucecita roja parpadeando, nuestros amigos se quedan, los cuatro, un tanto alelados mirando el aparato parpadeante hasta que el amigo de Rebocato descifra el enigma: el cacharro dispone de varios leds, de los cuales uno esta parpadeando, pero cuando estén listas las pizzas los cocineros lo activan a distancia y lucen todos los leds del trasto en si y es el momento de pasar a recoger la comida en la barra (es lo que tiene el viajar que descubres cachivaches variopintos tipo del inventor doctor Franz de Copenhague del, otrora, semanario de historieta TBO). Nuestros cuatro amigos después de atizarse dos beer big por barba y una pizza por cabeza, levantan el asedio y salen a la calle donde ya es de noche, aunque solo sean las 16:30h (minuto arriba, minuto abajo), al igual que el día anterior. Hace fresquito.

    Callejean por las calles del centro y se dirigen hacia la catedral de San Esteban y luego continúan hasta la Ópera con el fin de hacer fotos de noche. Después van hacia el parque y la iglesia de San Carlos Borromeo.

    Siguen caminando unos 20 minutos hasta llegar a los Belvederes: Oberes Belvedere y Unteres Belvedere. Son dos palacios reconvertidos en museos (básicamente de pintura), dicen que no merece la pena visitarlos interiormente, por el factor tiempo, por lo que ven el alto Beldever donde hay un mercado de invierno y es la ocasión propicia para añadir otra jarra a la colección, previo bebido de su contenido del ya conocido vino caliente aliñado. Como es ya noche cerrada y debido al cansancio, no visitan los jardines ni bajan al bajo Belveder. Las huestes ya “desmayaban y huían” como las de don Rodrigo nuestro último (al menos de Toledo, con permiso de: Agila II; de Atanagildo; del conde Don Julián y de su hija Florinda y el huevo podrido; del candado de la cueva de Hércules, etc.) rey godo, “cuando en la octava batalla sus enemigos vencían”

    Entre los tenderetes y el gentío se pierden las contrarias de nuestros amigos y a pesar de que el mercado no es demasiado grande no hay forma humana de localizarlas muy a su pesar (el de Rebocato y su amigo) que ya desesperados y dándolas por perdidas, como el Sabina a la suya, en singular, en “19 días y 500 noches” cuando de pronto se les aparecen en cuerpo (ignoramos si también en alma) tan sofocadas ellas y un tanto molestas con ellos por haberse perdido ellas solas y no haber sido capaces de encontrarlas ellos.

    Enfilan hacia la salida del palacio, se suben a un tranvía (pagan 2’20€ por barba sin necesidad, dando de lado a la nuestra sin par bizarría ibérica ante el supuesto reto de que aparezca el revisor y montar un bollo) y se van hacia el Ayuntamiento donde se apean en la parada de enfrente.

   Entran en los jardines del Ayuntamiento donde están las casetas del mercado. La contraria de Rebocato al sacar la cámara del bolsillo del abrigo vuelve a caérsele un guante que recoge su amiga. Las dos mujeres se pierden en el conglomerado y sus contrarios a martirizarse con las jarras de vino caliente adobado, entre la masa, eso sí, quedando previamente con ellas en la puerta del Ayuntamiento sin fijar hora, algo así como, años ha, en Madrid en que todos los paletos se citaban en la Puerta del Sol debajo del reloj de las 12 uvas, sin ser fin de año, y como todo el mundo tenía la misma fijación, al final resultaba que en ese punto afluía tal cantidad de personal natos de las provincias de los alrededores, que no había forma humana de encontrarse al estar todos perdidos entre el gentío.

    Con el resultado final vienés que cuando los contrarios iban a la puerta del Ayuntamiento dichoso, ellas no estaban y cuando ellas estaban, ellos se encontraban, tratando de encontrarlas, por las casetas. Concluyendo la noche resultó  entretenida y al final, tras varias idas y venidas, terminaron por encontrarse.

   Como ya están cerca del hotel se plantan ante el quiosco donde son ya clientes habituales de pan y bebidas. Compran pan, latas de cerveza de medio litro, coca-colas para el posterior botellón en la habitación –es sábado- y enfilan hacia el hotel. Ducha reparadora y se juntan los cuatro en la habitación amplia de los amigos para degustar el jamón, queso y cubatas posteriores. Después de dar un buen rato la murga (aunque no como mandan los cánones para el nivel de los spanisch, resultó que el pabellón quedó bajo mínimos) a los vecinos adyacentes y a los de “arriba y abajo” (curiosa serie inglesa que venia a decir lo que todos sabemos: “Siempre hubo clases”).

   Rebocato se quiere arrancar con una ranchera (una ranchera es una canción de amores o desamores): Sonaron cuatro balazos” del Antonio Aguilar.


Pie de video.- Tal que así, de los bebedores de la ranchera, son las jarras de vino caliente de los mercadillos navideños de Viena, aunque serigrafiadas que vemos a continuación:






Pie de foto.- Rebocato se trajo (vacías) seis jarras a España sin pasar por la aduana. He aquí tres de ellas que obran en su poder:

    Una bonita ranchera  que cantaban, también, los mozos en los bares del pueblo castellanoviejo de Rebocato, cuando se permitía, en las noches especiales de parranda, entonar en las tabernas, cuando los mozos casaderos de antaño se encontraban bastante subidos de jarro y acompañados por otros, ya casados, que, en esos momentos, ignoraban su estado civil a causa de su estado etílico, como todos los años.

  Ante la desidia de sus acompañantes y alguna que otra mirada reprobatoria de su contraria, por las posibles molestias a los vecinos de habitaciones colindantes y ante la vergüenza de ampliar, los spanisch en el extranjero, su fama de vocingleros –hablar mucho, muy recio y muy vanamente– decide cantar para sus adentros y retirarse, junto a su contraria, a sus aposentos, que ya son horas de dejarse caer en los brazos de Morfeo.

    Vamos perdiendo pegada los españoles por el mundo. Se nota que nuestra decadencia no cesa.

    Se retiran sobre las 00:30h sin que llegaran a llamarles la atención los "campechanos" austriacos de recepción, a reposar a sus aposentos, dejando bastante contentos a su pareja de amigos y anfitriones de cena/botellón

      Metida en la cama, hacer deberes y dormida.


DOMINGO DÍA 01/12/2013:

   Salen del hotel sobre las 09:00h y se dirigen andando hacia el Palacio Hofburg (sito en Michaelerplatz, 1), en otro tiempo lugar de residencia de la familia de los Habsburgo durante más de 600 años.

   En taquilla el amigo de Rebocato balbucea algo en ingles para solicitar cuatro entradas para visitar el palacio y la taquillera (una chica guapa y joven) les sonríe (ante el estupor de nuestros viajantes ante tal derroche de amabilidad ya cuasi olvidado) y les responde en un perfecto castellano. Se desface el entuerto, resulta que la chica es italiana, les dice. Compran unos pases (11,50E por persona con audioguias incluidas) y emprenden la visita que, más o menos, se centra en:

   -La vajilla de la corte: Poco interesante. Una vez dentro y recogidos los aparatos de audioguia, Rebocato comprueba que el suyo no funciona. Vuelve sobre sus pasos y le dice a la controladora uniformada señalando el aparato (el de audio, no el  suyo reproductor): “Kaput” “Kaput”. La vigilanta le dice: “Spanich?”. El del aparato averiado responde: “If” (que parece ser que es “Si” en alemán, aunque también es una película premiada con la Palma de Oro en el festival de cine de 1969 en Cannes), con el nuevo aparato, ya, en pleno funcionamiento Rebocato y acompañantes recorren las distintas (aunque parecidas) salas muy de pasada sin perder mucho tiempo y solo seleccionan en la audioguia cosas muy concretas, porque si no se puede tirar uno allí tres o cuatro días observando vajillas, cuberterías y cachivaches variopintos.

   -Museo de SISI (Elisabeth o Isabel que nó IfIf): Bastante interesante y conviene escuchar todos los apartados de las diferentes salas con la audioguia.

   "En Ginebra, estando paseando Sissi con una de sus damas de compañía, un anarquista italiano que pensaba atentar con el sucesor al trono de Francia y que al suspender el aspirante el viaje, decide, el italiano, cargarse a la Sissi. Choca contra Sissi y esta cae al suelo, se levanta y sale corriendo, junto a su dama de compañía, hacia el barco que ya va a zarpar para emprender una excursión por el lago Leman. Una vez en el barco se siente mareada Sissi (y no por el movimiento del barco precisamente), pero decide y ordena al capitán que el viaje prosiga, después, ya en su camarote, descubre que tiene una mancha roja en el pecho a causa de que el anarquista la ha agredido con una pequeña lima triangular que le afecta levemente en el ventrículo izquierdo del corazón. El barco vuelve a Ginebra y Sissi muere, después de desembarcar, en su hotel, atendida por médicos que nada pudieron hacer por ella. Otros dicen que la muerte la provocó la punzada de un estilete y otros que por herida de una lezna. Fuera con lo que fuere, la lima se encuentra en una vitrina del Palacio en los habitáculos dedicados al Museo de Sisi, eso sí, el mango de la lima parece estar hecho hace cuatro días.

  -Habitaciones reales: Muy llamativas, nuestros amigos visitantes escuchan en las audioguias todos los relatos de las diferentes salas.

    En unas dos horas acaban la visita, salen del palacio y se encaminan hacia La Ringstrasse donde, un poco antes de llegar al Parlamento, en una parada cogen el Tranvía 1 y recorren en él La Ringstrasse que es un cinturón que rodea el casco viejo de Viena, y desde el tranvía se pueden ver y fotografiar los monumentos más importantes de la ciudad. Se apean en Kegelgasse 36-38 donde está Hundertwasserhaus unas curiosas casas por sus formas y coloridos con un pequeño centro comercial, enfrente de ellas, también digno de ver. Toman, las unas cafés, los otros cervezas, en una cafetería con la placida compañía de un abuelo, fumador empedernido con un cenicero de colillas a tope, ubicado en una mesa al lado de la de ellos, ante esto nuestros visitantes apuran rápidamente sus consumiciones y salen arreando brisca a tomar el aire fresco a la calle de marras. En Viena se sigue fumando en los bares y cafeterías, al menos en algunos locales, con espacios delimitados para ello a libre elección de la clientela.

Hechas las fotos pertinentes (con pérdida momentánea de guante incluida por nuestra ya conocida especialista en el asunto) a las casas de marras, vuelven a subirse al tranvía 1 (esta vez se arriesgan a no sacar los billetes porque solo son tres paradas, sería mala suerte que les pillara el revisor. Alguna trastada tendrán que hacer para tener algo que contar a los nietos, caso de que lleguen a tenerlos algún día) y se dirigen al Wurstelprater que es un parque de atracciones de más de 200 años de existencia. Años ha, fue el coto de caza privado de los Habsburgo, y en 1766 el emperador José II se lo regaló a la plebe (bondadoso chico ya que se dignó en devolver, lo que robaron sus antepasados, al populacho).
  En el parque hay bastante gente paseando y haciendo ejercicio. Allí contemplan la famosa noria de 60m. de altura que aparece en la magnifica película de “El tercer hombre” (primero se hizo el guión novelado por Graham Greene y después de  realizada la película se editó la novela). Al lado de la noria está el típico mercado de casetas de navidad y nuestros amigos se toman unas jarras de vino (más que nada por ampliar la colección de jarras) y algo de pasta italiana para acompañar. Como arman algo de escandalera se les acerca un matrimonio mayor que ellos (que ya es decir) y el hombre a duras penas les dice que han veraneado en Castelldefels, Rebocato piensa: “coño, en mi calle”. El hombre es tan majo que se ofrece a hacerles una foto a los cuatro spanisch, cosa que realiza pero como no se aclaran mucho en la conversación por la confusión de las lenguas (Rebocato en esos momentos se sentía necesitado de la presencia del Arcángel San Gabriel “el políglota”, el cual enseñó a José las 70 lenguas que se hablaban en Babel, cuando el asunto de la Torre) una vez que les echa la foto a los cuatro y no teniendo más que decirse, por falta de entendederas mutuas, se despiden todos con sonrisas y varios “zenquiosverymas”.

    Nuestros amigos se vuelven andando hacia el centro de la ciudad, cruzan el canal y ven el observatorio astronómico a lo lejos. Ya en el centro en una calle con restaurantes varios, hay uno que se autodefine “Bodeguita el pulpo” y con banderas españolas a gogó en la fachada, pero pasan de pasar al interior de él. Eligen un restaurante autóctono  al azar, de nombre Palatschinkenpfandl (fácil de recordar) en C/ Grashfogasse (fácil también) y una vez dentro observan con alegría que tienen carta de menú en spanisch, lo cual es un detalle, aunque después comprueban que los camareros saben de español lo que ellos de alemán (nueva echada en falta del Arcángel). Se acerca la camarera, de dimensiones considerables y cara de pocos amigos, a la mesa que han ocupado nuestros visitantes y, estos, piden cuatro beer big (repetimos no confundir con beer small que tiene menos líquido elemento), deciden comer algo típico de la tierra y piden cuatro platos: Wiener snichtzel (escalope de pollo -vente hasta Viena para paladear esto-). Kalbsgulasch (estofado de carne condimentado). Schweinsmed Gross (otra especie de estofado) y Rindfleisch Gross (Que resulta ser filetes de ternera con un caldo claro y presentado en una paella pequeñita con dos asas y todo). Eligen las respectivas guarniciones para acompañar las carnes y aquí ya tienen un pequeño rifirrafe con la camarera de mediana edad y enteras malas pulgas, a resultas de que con la ternera en sopa quería imponer, ella, la guarnición como así fue. Todos patatas fritas o asadas y para la ternera en caldo, patatas cocidas. Y sin pan, por aquellos lares es normal no ponerlo. Piden cafés y en total 70€ -precio redondo-. La verdad es que, ese día, nuestros amigos comieron, para lo que se come por allí, bastante bien y en cantidad.

      Luego patean el barrio judío, donde hay baretos varios de juventudbaila. Entran en un mercado que está en una especie de corrala de altos vuelos y lleno de gente pija.

   Después pasan delante de la iglesia Minoriten. Esta iglesia tiene la peculiaridad de la arquitectura de su torre, muy diferente a lo habitual y es parecida a la torre campanario llamado “El Fadrí” sito en una capital de provincia del levante español.

    Toman unos vinos (no calientes) y cervezas en un bareto “modelno” (4€ por vino –Rebocato entiende al probarlo el porque lo calientan y le echan especias- y 3€ por cerveza). Van a una pastelería pija, cerca de la catedral, a comprar chocolates para llevárselos al suelo patrio, Entran en la catedral pero no pasan la reja interior porque hay que pagar y están diciendo misa (si entras sin pagar has de quedarte hasta que acabe el Santo Oficio).

 En la puerta de la reja de acceso estaban dos chicas veinteañeros uniformadas y bastante simpáticas. Una de ellas hablaba español, entonces Rebocato le dijo que si podían entrar para ver la celebración de la Santa Misa. Ella le contestó que si, pero que si entraban no podrían salir hasta que acabara el Santo Oficio (de la Misa, no de la Inquisición). Rebocato alegó que él padecía de próstata y que en caso de sentir la necesidad imperiosa de miccionar, que si podría salir de la misa. Ella se aguantó la risa y contestó que si entraban tendrían que esperar a que finalizara la misa para poder salir. Nuestros amigos desistieron el traspasar la reja.

    Salen de la catedral y en una callejuela ven a un anciano, algo desaliñado pidiendo limosna. Recorren El Graben, al rato dice el amigo de Rebocato que las mujeres se han perdido posiblemente mirando escaparates, las buscan y las encuentran,  continúan los cuatro, ellos delante, ellas detrás. Al rato ellos giran sus cabezas y las ven mirando los escaparates de Tiffany. Ellos continúan andando porque ellas les han visto y al rato nueva pérdida. Vuelven, ellos, sobre sus pasos y las encuentran a ellas.

   Legan hasta un mercado de navidad y se agencian unas jarras de vino caliente y la contraria de Rebocato se da cuenta que ha perdido, de nuevo, un guante al sacar la cámara fotográfica del bolsillo del abrigo. Vuelven ella y su contrario sobre sus pasos caminando entre el gentío y las casetas y al final encuentran el guante impoluto en el suelo y sin pisar (están empezando a pensar que el guante –no se sabe si es siempre el mismo– tiene Ángel de la Guarda o Ángel Custodio).

   Optan, con el fin de evitar más caídas de guante, por dejar de hacer fotografías y se adentran en un bareto de universitarios y gente bohemia tipo progre –que no pobre– que están fumando como cosacos (recordando tiempos, ya tan lejanos, de cuando éramos bárbaros –antes de amariconarnos con Zapatero y rematar del todo con Mariano– y se fumaba en nuestros bares, como Dios manda, o mandaba, hasta llegar a masticarse el  humo del tabaco en el ambiente). Uno de los camareros es italiano y un tanto fino -con todos los respetos, claro está- y le dice al amigo de Rebocato –que es el que pide las consumiciones-: “Querido”, para zumba posterior, de las dos contrarias y de Rebocato –a costa del amigo y marido- cuando se larga el camarero a por las copas.

   Salen, después de consumir, charlar y observar el ambiente del local que rezuma humo por doquier, del Pub y se ponen en marcha hacia el hotel, en la parada de tranvía, que les pilla de paso, compran pan, cervezas y refrescos (para botellón) y sobre las 22:00h. llegan ya un tanto cansados (son 13 horas cencerreando por la ciudad, casi sin parar, desde las 09:00h.) al hotel.

    Cena, botellón con charla y sobre las 00:30 Rebocato rememorando los tiempos de la Transición de su País entero ya con la Constitución aprobada en referéndum (en Catalunya con una participación del 67,91% del electorado y un apoyo de votos a favor del 90,46%, aunque, ahora, pueden aducir lo de: "rectificar es de sabios") cuando se respiraban aires de verdadera libertad (que no tienen visos de volver), trata de arrancarse con el corrido: “Juan sin tierra” del malogrado Víctor Jara (salvajemente asesinado cuando el golpe de estado del Pinochet en Chile -siempre ha sido muy peligroso, para el personal del mundo de la farándula y cantautores, el hacer causa común con los desfavorecidos y más aún si, aquellos, son de posibles-) pero de nuevo, como las otras noches, ante la mirada inquisitoria de su contraria cesa en su empeño y se retiran a su dormitorio.




Pie de video.- El Víctor Jara el trovador de la Unidad Popular chilena, así acabó el hombre. Es muy peligroso tocar las pelotas a los poderosos y despertar a los desarrapados.




LUNES DÍA 02/11/2013:

     Madrugan, a las 07:30h están con el equipaje en la recepción del hotel con el fin de pagar la estancia y de que les llamen a un taxi para ir al aeropuerto.

    Llega el taxista se montan en el taxi y el amigo de Rebocato se sienta de copiloto (luego nos diría en el aeropuerto que el conductor olía a aguardiente. Además de estar permitido fumar en los bares, parece ser que se puede conducir habiendo trasegado bebidas espirituosas al coleto) y las mujeres y Rebocato en los asientos de atrás.

   Llegan sin novedad al aeropuerto y aunque tienen dificultades con la máquina de sacar los boletos de embarque, la azafata de rojo de la compañía Austrian Airlines con la que van a volar, se esfuerza poco en ayudarles. Mirando lo que hacen las personas en las maquinas expendedoras correlativas a la suya consiguen, nuestros amigos, solucionar el tema y en estos bretes llega la azafata de rojo a ayudarles y Rebocato piensa: “A buenas horas mangas verdes”. La simpatía austriaca que se rezuma por aquellos lugares del antiguo Imperio puesta en escena. Al contrario que los spanisch, aún no son del todo conscientes, los austriacos, de que dejaron de ser Imperio hace tiempo.

    Montan en el avión y aterrizan felizmente en el aeropuerto de Barcelona.

   Una vez en Barcelona ciudad (que pasará a ser capital de Paisos cuando logren su independencia solidaria, otro logro más del amigo Artur, entre otros) comen allí, pasean por el Tibidabo y por la tarde se suben al tren hasta su ciudad de residencia.


RECAPITILANDO:

   Dicen que si estás una semana de visita en un país distinto al tuyo escribirías un libro sobre tus experiencias vividas en ese lugar; que si estás un mes escribirías un artículo y que si estás un año no escribirías absolutamente nada.

   A Rebocato los vieneses le parecieron fríos, distantes y con poco esfuerzo dedicado a la labor de tratar de entenderse con los visitantes.

   No digamos ya que esperes el que te dediquen una sonrisa el personal de atención al público.

    Que decir de las vienesas, más o menos lo mismo y, además, poco potables, o tuvieron mala suerte Rebocato y su amigo (para felicidad de sus contrarias) en esos días de visita. Es casi más difícil ver una tía despampanante por la calle en Viena que en Euskadi (tomádselo a broma, y un abrazo, en serio, para los de allí arriba, sobre todo ahora que han callado las pistolas).

    A destacar que en Viena existen muchos perros y variopintos, y que, a juicio de Rebocato, salen de casa con sus necesidades fisiológicas hechas, debido  a que los días en que él anduvo pateando la ciudad de marras, solo vio un excremento de perro en todas y cada una de las  vías publicas por las que transitó e, incluso, estuvo a punto de hacerle una foto (a la mierda, con perdón) para la posteridad.

    Pero, en fin, en todas partes cuecen habas y hasta calientan vino, también en nuestro pueblo castellanoviejo donde, en Nochebuena, en una perola se calentaba vino para cocer higos secos en ella y del cocido resultante, esa noche, como postre junto a los turrones, comían y bebían todos los moradores de la casa de nuestro labriego castellanoviejo, mayores y niños. No era necesario viajar muy lejos para intentar pasar una noche buena, buena, de verdad

PD1.- Referente al tema de las caídas –de los guantes de piel fina– acaecidas al tratar, la contraria de Rebocato, de sacar la cámara fotográfica de los bolsillos de su abrigo, y aunque parezca exagerado, quizás nos hemos quedado cortos en el número de veces que ocurrió. Lo milagroso del caso es que volviera a España con los dos guantes.
PD2.– El viaje a Viena lo realizaron en noviembre de 2013, y la contraria de Rebocato al final perdió uno de sus guantes en la catedral inacabada de Estrasburgo, justo un año después, en noviembre de 2014. Como en dicha catedral se entra por una escalera y se sale por otra no hubo posibilidad de volver a buscar el guante de marras.


          HistoriasdeRebocato@septiembre-2014