REBOCATO EN LAS VIKINGADAS
INTRODUCCIÓN:
Hete aquí que, a una semana vista para
que nuestro amigo Rebocato comenzara su periplo por tierras vikingas (asomaos,
los que no estéis puestos en antecedentes, a la entrada de este blog que lleva
por título: ¿Rebocato Presidente?)
aún no había recibido aquel notificación oficial alguna sobre si tendría que
estar, o no, de Presidente en la mesa electoral que le asignaron para las
elecciones locales y autonómicas a celebrar, Dios mediante, el día 24 de mayo
del presente año. Entonces, nuestro amigo, decide acercarse al Palacio de Justicia
de la ciudad en la que reside y mora, con el fin de que en el despacho de la
Junta Electoral le informen a que atenerse sobre el asunto de la Presidencia
que le atañe. Entra en el edificio sobre las 09:00h. y, ya ante la puerta del
despacho de la Junta Electoral, observa que se encuentra cerrado y que el horario de atención al público es a
partir de las 09:30h.
Espera pacientemente, sin despecho, la llegada
del personal operativo al despacho, sentado al lado de una pareja ya en la
cuarentena (nos referimos a su edad aparente, no a que, ambos, estén aislados anticipadamente
a causa del brote de difteria venidero semanas después en este país) y, de reojo, observa
sospechosos arrumacos que lleva a cabo la pareja heterosexual –con respecto a
los supuestos años de matrimonio que en teoría, por su apariencia física, cargarán
a sus espaldas– presintiendo por ello un comportamiento anormal, de una pareja
normal, en lo tocante a la supuesta convivencia matrimonial, y más en ese sitio
y lugar no muy idóneo para tocamientos (Rebocato ya tuvo, años ha, una desagradable
experiencia en lo tocante a zalamerías
en pareja en un centro oficial –leed en este blog la entrada del 03/01/2015 que lleva por título: “El robo del coche del abue”-)
Al corto entender de Rebocato y por lo que
observa al cruzarse con parejas heterosexuales paseantes y que pasan de la mediana
edad, casi siempre la mujer lleva la voz cantante y va hablando y gesticulando
con ambas manos sin parar y el hombre, con cara de circunstancias y cabizbajo aguanta
estoicamente la situación. Ambos van andando un tanto acelerados y sueltos de
la mano. Ahora bien, si Rebocato observa una pareja, también de mediana edad, cogiditos
de la mano, irradiando felicidad, con
el semblante radiante y gestos semejantes cual pareja de adolescentes enamorada,
automáticamente piensa: o uno de los dos le es infiel al otro y disimula, o
bien, son recién separados ambos y son nuevos novios con tembleque de canillas
incluido en el mismo lote y pensando en el ídem que se van a dar próximamente. Que bonito es el amor, cuando es bonito, claro.
El misterio no tarda en resolverse: al rato,
saliendo de un despacho, aparece en escena un hombre togado en el pasillo y, a voz en grito, pronuncia nombre y apellidos de una mujer, que
resulta ser la fémina de la pareja de los arrumacos, sentada a la vera de
Rebocato. Allí mismo comienzan a hablar, el togado y la anunciada, y esta –según
dice ella misma sin recato alguno ante el personal que espera sentado– resulta
que está sufriendo un proceso de separación de su antigua pareja a la que ha
denunciado por recibir, según ella, acoso vía telefónica, pero que ha sido un
malentendido y que ha venido, con su nueva pareja, a quitar la denuncia.
A Rebocato ya le cuadran “los enamoramientos” (parafraseando
el titulo de la novela de Javier Marías) y aptitudes de la pareja adyacente, y
para no seguir oyendo a la parroquiana y al togado, se levanta de su asiento y
se da un garbeo por los pasillos del recinto para hacer tiempo hasta que abran
al público los responsables del despacho de la Junta Electoral.
A las 09:30h, regresa al sitio (han
desaparecido del lugar la pareja enamorada y el togado. Rebocato por un momento
le viene a le mente aquello del “ménage à trois”)
y empieza a aparecer el personal de la Junta Electoral. Abren el despacho y
entran en él. Rebocato se cuela tras ellos y a continuación expone su caso ante
una chica joven funcionaria, la cual, le escucha atentamente y acto seguido,
ella, descuelga el auricular de un teléfono y marca un número y, al no recibir contestación alguna al
otro lado de la línea, le dice a Rebocato que no contestan porque estarán muy
liados (Rebocato barrunta que estarán en la máquina del café), por lo que le
facilita, a él, el número de teléfono y le comunica que es imposible
comunicarse con los del otro lado de la línea debido a que están comunicando, y
que trate, él, de comunicarse con ellos desde el teléfono de su propia casa.
De vuelta a su hogar Rebocato marca el número
de teléfono suministrado por la joven funcionaria y al primer golpe de llamada le
descuelgan desde el otro lado de la línea telefónica, es decir se comunica con
ellos porque han dejado de comunicar, paradojas de la vida.
Rebocato relata el brete en el que se encuentra
y le preguntan que cuantos días han transcurrido desde que inició, él, los
trámites para librarse de comparecer en la mesa electoral, contestando el llamador
que 8 días, entonces le sueltan desde el otro lado del hilo: “si no ha recibido
notificación alguna es que ya hay sustitutos para su mesa, por lo tanto puede marcharse
de viaje tranquilamente”.
Dos días antes de las elecciones Rebocato
recibe una llamada de su hija, residente en Madrid, preguntándole si ha
recibido oficialmente notificación de que no tienen que presentarse –ni ella
como suplente, ni él como titular– en la mesa electoral del próximo domingo día
de elecciones, aquel le contesta que le han comunicado por teléfono que ninguno
de los dos ha de presentarse, y ella le dice que eso no sirve, que tiene que
haber un documento oficial de por medio. Rebocato zanja el tema: “tú haz lo que
creas conveniente, pero yo me iré de viaje aunque me pongan en busca y captura,
y si no que graben las conversaciones de los teléfonos de los organismos
ofíciales, o pseudo oficiales”.
1ºDÍA.-EMBARQUES y LA SIRENITA(Empezamos bien)
Rebocato y señora han llegado en tren, la tarde anterior
al vuelo, desde su ciudad de residencia a Madrid y han hecho noche en la
vivienda de la hermana y cuñadísimo de aquel, ya que a las 07:00h han de estar
en la T4 del aeropuerto de Barajas, ahora llamado Adolfo Suárez (“Después del
burro muerto cebada al rabo” –dicho esto sin ánimo de ofender, simple y
llanamente aplicamos nuestro rico refranero popular”).
Ya están Rebocato, su contraria, la hermana de
aquel y el marido de esta y, a su vez, cuñadísimo de aquel, en el aeropuerto de
Barajas ante la puerta de embarque de Iberia con destino Malmoe. Los asientos de
Iberia están asignados de antemano pero el cuñado de Rebocato ha decidido que
se pongan los cuatro iniciando la cola ante la puerta asignada para el embarque, por si, después, hay problemas de espacio en la cabina del avión a la hora de
colocar los equipajes de mano en las bandejas porta-equipajes y tengan que ir
con ellas entre las piernas.
Poco a poco la cola para el embarque va “in
crescendo” y unos minutos antes de abrir el acceso para iniciar el embarque, se
colocan delante de toda la fila –como mandan los cánones- una señora en silla
de ruedas, acompañada con el que parece ser su marido, asimismo, dos parejas heterosexuales
con niños hacen lo propio y después las personas que viajan en primera.
Rebocato observa a tres parejas –que aparentan
todos sus componentes ser setentones– que se acercan disimuladamente a la cabeza
de la cola, ubicándose en el hueco que hay entre el grupo de Rebocato y los preferentes. Cuando abren la
puerta de embarque y entran los disminuidos físicos, personal con niños y los de
primera, un señor de las parejas que andan disimulando, trata de colarse
delante del grupo de Rebocato, este desde atrás, al observar la maniobra, le increpa:
“perdone caballero pero considero que usted trata de colarse”, el hombre duda
un poco pero no cesa en su empeño con su mujer mirando al suelo y tratando de
colarse a su lado, las otras dos parejas que acompañan a estos se quedan atrás, un tanto perplejos, al ver la reacción de los que encabezan la cola de los pringados. La hermana de
Rebocato dice: “Perdonen, creo que hay que respetar a la gente de atrás que
está guardando cola para embarcar”. El cuñado musita: “da igual que pasen” pero la
mujer de este dice: “de eso nada, delante de mi no pasan”. El personal de detrás
comienza a protestar y ante tal situación la mujer del jeta le dice a este: “Vámonos
para atrás”, y cesan en su fallida tentativa colatoria.
Recalcar que, después, la pareja de caraduras,
entraron en el avión los últimos junto a las otras dos parejas que les acompañaban.
Una vez alejados los jetas, Rebocato comenta
con su grupo y con el personal de al lado: “A estos, jamás de los jamases, en
la vida se les va a ocurrir tratar de saltarse cola alguna”.
Craso error, debido a que finalizado el crucero a la vuelta a
Madrid en el embarque en el aeropuerto de Narvik/Evenen (Noruega), Rebocato vio
desde la fila de espera (tendría delante de él unas 20 personas) que al abrir
las puertas de embarque para acceder al avión que el matrimonio “jeta” de
Barajas avanzaba por el lateral de la cola y se coló con más cara que espalda
entrando de los primeros en el avión, no así pudo hacerlo, a pesar de
intentarlo también, las dos parejas que les acompañaban porque la hermana de
Rebocato, ante el aviso de este, les dio el alto y se volvieron para atrás.
Impresionante la pareja, que eran fácil de ver dada la altura que calzaban, y
además, para menor equivoco a la hora de localizarles, hablaban, entre ellos, en vascuence
(–Euskera para los bilingües– esto dicho sin ánimo de ataque a las lenguas vernáculas de la piel de toro. Caraduras hay en todos los lugares) luego
hablan muchos mayores de los modales de la juventudbaila de hoy en día. Sucedió
como se lo contamos. Palabrita del Niño Jesús.
Ante este hecho Rebocato regurgita: “es lo bueno
que tiene el viajar, que potencia tu ética al conocer los comportamientos de nuevas
gentes, incrementas tu cultura y, no digamos, la educación cívico social.
Pie de foto: Resulta que la Península Escandinava la componen: Suecia, Noruega y Finlandia. En cambio, Escandinavia está formada por: Suecia, Noruega y Dinamarca.
Para amenizar el viaje durante el crucero (no solo de pan –mar, metidos en estos ahogos– vive el hombre), el cuñadísimo ha concertado de antemano, vía Internet, unas excursiones facultativas con una empresa ajena a la naviera del crucero en el que viajan. Al exponérselo a Rebocato a este no le hace mucha gracia el hecho de contratar excursiones con empresas ajenas a la naviera ya que piensa que pueden surgir problemas, pero dada la diferencia de precios, concede. Las excursiones contratadas con la naviera son el doble, y a veces el triple, de caras que haciéndolo con otras empresas ajenas a la naviera.
La primera excursión con la que el cuñadísimo va
a sorprender a su mujer y cuñados ( Rebocato y señora) es para conocer
Copenhague, es decir, llegado el avión a Malmoe han de salir de la terminal del
aeropuerto y una vez fuera una persona, cartel en mano, con el nombre de la empresa de la excursión
concertada, les señalará el autobús para el traslado desde Malmoe (Suecia) a Copenhague
(capital danesa) con el fin de poder visitar esta.
Pie de Mapa.- El periplo de Rebocato y compañía donde fueron a plantar la era.
Acto seguido de bajar la escalerilla del avión hay
personal de la naviera informando que las personas que quieran visitar
Copenhague han de pagar 50€ por cabeza y que se suban a los autobuses de la
izquierda y las que no, que se
metan en los autobuses de la derecha que les llevarán hasta el barco, en el que
van a realizar el crucero, para ir haciendo el check-in (que coños significará
este palabro) para embarcar. El cuñadísimo dice a uno de los empleados dirigentes
que, él y acompañantes, tienen
contratada una excursión para ver Copenhague con otra compañía y que necesitan
imperiosamente salir del aeropuerto por su propio pie para coger el autobús
pertinente. El operario reacciona “como el que oye llover”, y aduce que la
seguridad y control es responsabilidad de la empresa naviera y que hay que
subir a los autobuses de la izquierda o a los de la derecha (sin opción de
centro como en política, si es que existe esa opción para los ilusos, políticamente
hablando, claro).
Aunque es un intento de pseudo secuestro
palpable y después consumado, nuestros amigos optan, en este caso, por la
derecha y se suben a uno de los autobuses que les trasladará hasta el barco.
Al llegar al punto de embarque hay unas colas
en zig-zag de “mírame y no te menees” y aunque la intención es esperar, caso de
que aparezca, al autobús de la visita programada a Copenhague, nuestros amigos
se ponen a la cola para el check-in y dan la excursión por perdida.
Después de sufrir cola durante media hora, la
cual, avanza a duras penas, Rebocato ve a una chica con una “F” de plástico
colgando del cuello que está en la puerta de entrada de acceso al edificio del
embarque (según el cuñadísimo las excursiones que ha contratado por Internet
son con un grupo variopinto de diferentes partes del país nuestro y que para
identificarse llevarán colgada una “F”, de plástico o cartón, en un sitio
visible, bien, colgada del cuello –con un rilado tipo de atar chorizo de Cantimpalos la
lleva él– o bien, colgando de la mochila) se lo comunica al cuñado y, ante las
primeras dudas de este, por fin decide abandonar la cola de embarque y hablar
con la chica de la “F”, la cual le dice que salgan de la cola y que suban al autobús
que está en la calle esperándolos para ir a Copenhague y que le han estado llamando al móvil y que estaba apagado –decir que, como las desgracias
nunca viene solas, al cuñado se le ha averiado su súper móvil en el avión y por
lo tanto no ha podido contactar con el grupo de la “F” dichosa, ni el grupo con
él tampoco, como es evidente–.
Nuestros amigos, aunque han perdido una hora, parten
felices para la excursión y, además, piensan que cuando regresen la cola de
embarque habrá mermado en demasía. “No hay mal que cien años dure”, piensa
Rebocato después de los percances sufridos en el primer día del viaje.
Que decir de la visita a Copenhague, solo
disponen de una hora y media para efectuar el recorrido por el centro con un
grupo que aunque su media de edad, comparada con la de las personas que vieron
nuestros amigos viajeros en las filas del intento de embarque, era bastante menor,
no obstante en el bus de la visita, había dos mujeres –con los pelos tintados
de vivos colores– de edad considerable, aunque de labia fácil y un tanto
tostonera como pudo sufrir en sus carnes Rebocato, ya que se pusieron en los
asientos inmediatamente detrás de los de él y señora, en el trayecto de ida y
vuelta en el bus, pero claro, volviendo a la asignatura de “Educación Cívico
Social “ que
le impartieron a Rebocato en una institución sindical en Madrid en una de las
lecciones del libro aparecía lo de: “hay que respetar a los mayores de edad
dignidad y gobierno”.
El autobús deja al grupo en el centro de la
ciudad y acuerdan que dentro de hora y media les recogerá por los alrededores
de la famosa escultura de bronce “La Sirenita”. Una vez bajadfos del autobús acontece que no hay guía ni autóctono
de la ciudad en la que se encuentran, ni paisano de los componentes del grupo,
que les enseñe y explique el recorrido por la ciudad de marras. Hay que
improvisar tirando de plano del previsor cuñado de Rebocato, y de otro
excursionista, así como del Google-maps de una chica jovencita, tablet en mano.
Como referencia para el personal del grupo se
le entrega un paraguas al más alto de los presentes y deciden, para no
perderse, ir todos juntos detrás de la persona que porta el paraguas.
Al parecer de Rebocato –que no pierde de vista
al paraguas por miedo a perder el bus– aquello es un caos debido a la premura y
a que muchas plazas de la ciudad están en obras y valladas; y con el temor de que
al andar a toda pastilla tras el del paraguas (de altura considerable y con
dando unas zancadas que ni que fuera el gato con las botas del ogro) pues que a
la Sirenita, donde espera el bus, no va a llegar ni la mitad del grupo, eso
siendo optimista.
En plena vorágine andarina, las dos mujeres más
mayores (de pelos tintados con atrevidos colores) han desaparecido y el barco
no espera.
Milagrosamente aparecen ambas antes de que
lleguen –el grupo y el guía improvisado del paraguas– a la Sirenita, a la que
según cuenta después la guía en el autobús, le arrancan la cabeza cada vez que
va a haber una manifestación de protesta en la ciudad de Copenhague.
Llegando a la zona de la Sirenita no consiguen los paseantes encontrarla
(bien escondida la tienen), ni al
bus que les espera tampoco, y por fin, preguntando a algún lugareño dan con ella y con
el bus también. Fotos a gogo a la escultura y, después, suben todos al bus (la
sirenita no) y lo más raro, milagrosamente
no se ha perdido nadie, Rebocato visto lo visto lo mismo vuelve a la grey y se
nos hace luterano).
Pie de foto.- ¿Y para esto tanto
trasiego trotando por Copenhague detrás de un bondadoso tío con paraguas?. No
me extraña que a veces los exaltados decapiten a la Sirenita.
A nuestros amigos les toca esperar, en cola, una
hora y tres cuartos (después, ya navegando, se enterarían de que algunas
personas estuvieron más de dos horas de espera –mal de muchos, consuelo de
tontos–).
Al lado de la súper cola de embarque hay una
mesa con copas de cava que la atiende un camarero, Rebocato se acerca y le pregunta
si es gratis el cava, el camarero le contesta que sí, pero para los pasajero de
primera, quedando nuestro amigo un tanto chafado y meditando que a partir de
ahora va a pasarse al consumo de champán.
Más tarde el cuñado de Rebocato sale de la
fila, se acerca a la mesa y le pide un vaso de agua al camarero, y este le dice
que, tanto el agua como el cava, es para los pasajeros de alto standing y que
vaya a beber a los servicios en los que el agua también es potable. Y es que la
plebe no espabila, no acaba de creerse aquello de: “siempre hubo clases”.
Para efectuar el check-in hay 18 mostradores con
chicos y chicas jóvenes, alguno de los cuales barruntan ser primerizos, ya que
no avanzan en las gestiones e incordian preguntando al compañero de al lado.
Rebocato hace un muestreo, para matar el tedio de la cola, cronometrando el
tiempo que emplean en los mostradores en atender a una pareja del público de
embarque, resultando ser en torno a unos 5 minutos (Hay que tomar datos personales;
entregar un número de tarjeta de crédito, o en su defecto pagar 200€ por
persona para posibles gastos en el barco; hacer una fotografía a cada persona
para almacenarla en la base de datos de la naviera para cotejar los caretos del
personal a las entradas y salidas del barco; confección y entrega de la tarjeta
personal de cada pasajero que llevará este siempre encima para todos las trasiegos
en el barco; colocar pulsara en la muñeca para trasegar bebidas sin pagar, etc.)
Por fin sobre las 20:00h. nuestros cuatro
amigos suben al barco. Rebocato se las promete muy felices, ya está pensando en
la cerveza que se va a tomar (excepto la cerveza que se ha tomado en el avión ha
estado todo el día a dieta de bebidas diuréticas) nada más dejar el equipaje en
el camarote y ducharse. Pero, “malos tiempos para la lírica”, apenas entra en
el camarote, deja el equipaje de mano y mete la maleta grande (facturada en el
aeropuerto de Barajas –ahora, de nombre “el tahúr del Missisipi”, que llamaba
el Alfonso Guerra al Suárez– que se la han dejado a la puerta del camarote) anuncian
por megafonía un simulacro de evacuación del barco, por lo que hay que dirigirse, con los
salvavidas puestos, a la zona de botes salvavidas ubicados en la cubierta de la
planta sexta. La susodicha zona de cada cual, está reflejada en la tarjeta personal
de embarque de cada cual.
Ya en la zona asignada de cubierta para realizar
el simulacro, el personal de la tripulación forma en filas a los llegados, les
preguntan el número de camarote (Rebocato por no buscarlo en la documentación,
da el número del primero que se le ocurre, rumiando para sus adentros:
“empezamos bien, como todos los días sean como este, me vuelvo, aunque sea a nado,
a presidir la mesa electoral esta misma noche”, y sigue maquinando: “y que la
gente pague por esto…Impresionante. Y continúa: esto lo han hecho porque la
gente viene sedienta y con las tontunas estas de jugar a actores de películas
de naufragios –a muchos se les veía felices con las maniobras– se acerca la
hora de la cena y la gente mientras tanto no arrasa las barras de los bares del barco”)
Rebocato observa que la mayoría de la gente se
ha puesto el salvavidas al revés, inclusive sus familiares acompañantes.
Por fin finaliza el simulacro y una vez que
dejan los salvavidas en el camarote y sin ducha, el tiempo apremia y hay que
cenar antes de que cierren el restaurante asignado, van a uno de los bares y
piden de beber, resultando que un camarero brasileiro les comenta que esa tarde
ha ingresado la gente en el barco tan seca que se han bebido toda la cerveza
Mahou habida y por haber, Rebocato le apunta: “hombre madrileños había en la
cola, pero vascos, andaluces, navarros, catalanes, etc, componían grupos
numerosos también; la Mahou debería ser para los de Madrizz, no obstante ponme cualquier
cerveza que tengáis en existencias, antes de que deje yo de existir a causa del
mono y del deshidratamiento”. El camarero se larga hacia la barra y rebusca en
las cámaras sacando una lata verde de Mahou, ni tan siquiera “5 estrellas”.
Rebocato, una vez se la han servido, se la bebe de dos tragos y pide otra, el
camarero le responde que están calientes, recibiendo por contestación del otro
que se la ponga caliente ya que tiene que hidratarse de las carreras por
Copenhague y del simulacro tipo El Titanic; recibiendo una cerveza alemana de
5,4º que será la que nuestro amigo beberá a lo largo del viaje y acabará
tomándola el gustillo, A falta de pan…
Nuestros amigos, después, cenan y antes de irse
a la piltra, en una cafetería toman algo, más que nada para amortizar la
pulsera de plástico azulverde, sita en la muñeca izquierda, de barra libre y para tratar de relajarse con el
alcohol con el fin de ir pillando el sueño.
Navegan toda la noche desde Malmoe hasta
Gotemburgo. No se atervan (sic) piratas, perdón, vikingos en la costa, si acaso
algunas casas de madera aisladas y dispersas. Rebocato desea que el capitán de a bordo no esté en el puesto de mando con
alguna novia nata de algún pueblo costero de por allí con el fin de que no
arrime mucho el barco a la costa para que su chica salude a los familiares de
ella y ocurra lo que ocurrió con el crucero “Costa Concordia” frente a la costa
de la Toscana (el capitán del barco –con un par...–se subió a un bote y dejó atrás a muchos pasajeros dentro del barco).
Transcurre el resto de la noche sin más
sustancia que mentar.
2º DÍA.-
GOTEMBURGO Y MAREOS A BORDO
A las 07:00h. (Minuto arriba minuto
abajo) el personal operativo atraca el barco (que no al banco) en Gotemburgo.
Desayuno a bordo y abandono con premura de la nave
para visitar la ciudad sueca de Gotemburgo.
Por norma, a lo largo del viaje, desembarcaba
primero el personal VIP por una puerta exclusiva para ellos (con moqueta en esa zona como
pudo comprobar Rebocato una vez que accedió a ella a causa de que se juntó
mucho gentío a la hora de embarcar y entonces a parte de la tropa de pringados
la desviaron para entrar por la puerta de los elegidos, con el fin de agilizar
el embarque), a continuación el personal de a pie que había contratado
excursiones con la empresa de la naviera y por fin el resto de la plebe ya
calentitos y harto cabreados por la espera. En fin, volvemos a lo de siempre:
“siempre hubo clases”.
Cual hoja parroquial, todas las noches
el personal de servicio de los camarotes, dejan en estos, una doble hoja de
cuatro páginas que componen lo que se llama “Diario de a bordo”.
Literalmente, calcado de la Wikipedia (sin hacer mención de ello en dicho Diario), reza el “Diario
de a bordo” del día de autos:
“Gotemburgo (Gothenburg) (unos
550.000habitantes), después de Estocolmo es la segunda ciudad en importancia de
Suecia, ubicada
en la provincia de Västra
Götaland en la costa oeste del país, en la
desembocadura del río Göta älv en el
estrecho de Kattegat. Es la sede administrativa y arzobispal de la provincia.
Su puerto
es el más grande entre los países nórdicos ya que tiene sus aguas descongeladas durante todo el año. Es el
lugar de tránsito de la mayor parte de las exportaciones e importaciones de
Suecia”.
En
vista del posible plagio preguntamos: ¿quién ha copiado a quién?.
Una
vez nuestro amigos pisan tierra sueca (nada que ver con la bonita terreta de
Sueca que habitan los suecanos/as del litoral Este) deciden visitar, por libre, Gotemburgo que
queda a tiro de piedra desde donde ha atracado el barco. Una vez fuera del
barco ven enfrente un edificio con un letrero que clama: “Volvo Museum”. Y la
ciudad está enfrente, si, pero para visitarla, hay que salvar el canal dando un largo rodeo en coche por
carretera.
Son
las 09:30h.Hay en la amplia explanada, sita al lado donde ha atracado el barco,
hay aparcados varios autobuses que son para el personal que ha contratado
excursión con la naviera para visitar la ciudad.
Para sorpresa de nuestros amigos, y de muchos
más personas que van por libre y anhelan visitar la ciudad donde han amarrado,
acontece que desde donde está atracado el barco hasta el centro histórico de la
ciudad de luteranos hay, por tierra firme unos 12 Km. de vellón. El malpensado
de Rebocato deduce que la naviera ha atracado allí el barco para fastidiar a
los que no han contratado excursión con ella, decir que la mayoría de la gente
pensaría que si atracas en Gotemburgo que estarías a tiro de piedra para ver la
ciudad por tus propios medios, es decir, a pinrel.
Al final el personal que va por libre forma
cola (una cola más, esta vez imprevista e improvisada y como en casi todas las
colas aparece algún listillo que trata de no respetarlas y que es cortado de
forma radical por Rebocato y hermana) para esperar taxi, y al taxista se le
puede pagar con tarjeta Visa, no son necesarias las coronas si no dispones de
ellas. Una vez nuestros cuatro amigos con el precio ajustado con el taxista en
coronas suecas traducidas a euros (ellos, para evitar atracos con tanto
atraque, no han llevado al viaje dinero autóctono de los terrenos que pisarán: los
tres países monárquicos de Escandinavia y con monedas distintas llamadas
coronas a saber: danesas, suecas y noruegas, las coronas de los reyes también
son distintas. A ver si ingresan de una vez en la U.E., acatan el euro y mandan
a paseo las coronas y se hacen republicanos. Lo de estas tres monedas debe ser
algo así como nuestro Misterio de la Santísima Trinidad: tres personas
distintas y un solo Dios verdadero, convertible en este caso del pecunio a tres
monedas distintas y un solo nombre verdadero: “corona”) y resulta que el
viaje al centro de la ciudad cuesta unos 40€ a
la ida y, otros tantos a la vuelta, caso de volver al barco.
A las horas que llegan Rebocato y acompañantes
a Gotemburgo, por el centro de la ciudad apenas se ve gente paseando o en
actividad, debe ser porque es sábado y lo mismo están durmiendo la mona del
viernes noche (en todos los sitios cuecen habas, pero la fama del jarreo y del
desmadre la tenemos los de Spain). Sobre las 11:00 Rebocato y su mujer se meten
en una iglesia luterana en la cual van entrando parroquianos. Una vez en el
interior Rebocato observa a una mujer joven, estilizada, alta, rubia, de ojos
azules y con una vestimenta que todo indica que va a sermonear o a oficiar a
sus feligreses y, ella, está recibiendo a todo el que entra en el recinto, no
sabemos si sagrado desde nuestro punto de vista religioso. A Rebocato al ver a
la pastora le entra el repente de pedir confesión (lleva sin confesarse desde
los 14 años con curas, aunque si que ha hecho algún que otro acto de contrición
sin intermediario –como hacen los protestantes–, desde entonces hasta acá) y se
lo comenta a su mujer, esta le dice que si está tonto o que, ya que los
protestantes no dicen los pecados al pastor –que, además, no dispondrán de
confesores, no hay a la vista confesionarios como en los recintos sagrados de la
Iglesia Romana– y que mejor salimos del local..., que por cierto, en el cual, tampoco
hay imágenes de vírgenes, ni de santos a los que rezar o pedir prebendas. Estos
luteranos…Aunque pensándolo bien ni el propio Lutero ambicionaba que sus seguidores
se definieran asimismo como luteranos, sino como cristianos.
En fin, una ciudad más, habitada por gentes que
no se les atiende ni “ataos”, aunque no denotan agresividad, siempre y cuando el
visitante de turno les pague con la Visa, caso de no disponer de coronas suecas en
efectivo, claro.
Concluida la visita y como a las 15:00h el
barco zarpa para Stavanger y la tropa tiene que embarcar antes de las 13:30h.,
a las 13:00h nuestros amigos cogen un taxi ajustan el precio con el conductor
diciéndole que les lleve al Volvo Museum, para, una vez allí, indicarle al
susodicho chofer que les acerque hasta el barco que estará a la vista en la
distancia. Todo esto en un inglés no muy bien hablado por el cuñado y peor
comprendido por el taxista, menos mal que una vez salidos del barco disponían
los pasajeros de un plano de situación de propaganda –ajeno a la naviera– y que
en todos los puntos de atraque de las diferentes ciudades a visitar había
personal autóctono en el muelle para repartir a la tropa desembarcada los
planos del centro de la ciudad a visitar.
Nuestros amigos suben al barco (soportando,
previamente, los controles, arco detecta metales, cintas escaneadoras para
mochilas y trastos varios, etc.) a una buena hora para el vermut y después
deciden ir a comer al bufé de la planta décima del barco. El comedor de
dicha planta está a reventar de personal hambriento y con ansia (a pesar de que
al sentir de Rebocato, dada la media de edad de los comensales, posiblemente, el 80% del personal esté a régimen por
prescripción facultativa, que ya es decir) deciden prolongar el vermut hasta
las 15:00h observando, birra o mojito en mano, las maniobras de desatraque del
barco y cruzando los dedos para que, después, quede algo que rebañar de la
pitanza del autoservicio.
Una vez comidos y bebidos (incluso, aparte de
las innecesarias –piensa Rebocato– bebidas sin alcohol como refrescos, zumos,
agua, etc., hay disponibilidad de pillar un bote de cerveza, una copa de vino o
una de cava –hay que aprovechar, con el cava, antes de que triunfe “el prusés
catalá”– siempre y cuando enseñes la pulsera azul/verde pertinente perenne en
la muñeca izquierda de cada aspirante a consumidor.
Rebocato, un tanto ahíto de seguir haciendo el
tonto, trasegando por los diferentes bares del barco y paseando por las
cubiertas respectivas, sobre las 18:00H. se retira al camarote a descansar un
rato.
A las 20:30h tostón del espectáculo diario, en vivo y en directo, en este día nos
amenizan con: “Quartier Latín” en el local asignado a eventos varios y después la
cena.
Dice
el diario de a bordo: “La vestimenta sugerida para
esta noche es gala”
Atendiendo
a la sugerencia del diario la gente se acicala de domingo y fiesta de guardar. El cuñado de
Rebocato aparece en la cena como un dandi de pies a cabeza, un pero, Rebocato
al observar que debajo de la camisa lleva su cuñado una camiseta roja le dice:
“¿y esa camiseta?” recibiendo como contestación: “me la estimo mucho es una de
las que nos regalan en nuestro pueblo castellanoviejo al competir en las
carreras pedestres”.
Durante
la cena el barco empieza a moverse de forma alarmante, tanto es así que las
gentes van de un lado a otro de los pasillos, hay alguna vomitona por los
rincones del barco los afectados se justifican diciendo que es por el
“bamboleo” (no nos referimos a la canción que canta el Julio Iglesias) pero
Rebocato cree que más bien es a causa de que las gentíos perjudicados le han
dado al jarro en demasía. Muchos tratan de llegar a sus camarotes respectivos
pero, entre unas cosas y otras, andan un tanto perdidos, en plan Felipe II y su
Armada Invencible (cuyo nombre original era “Grande
y Felicísima Armada”), luchando contra los elementos manifestados de imprevisto en las costas escandinavas en lugar de las de Irlanda.
Un vasco, ante los oscilaciones del barco,
comenta en la barra de uno de los bares que: “mientras las copas no se caigan
de las mesas y que las olas no lleguen hasta los diez metros de altura que no hay cuidado pues, y que él está
bregado en estos bretes de oleajes varios por el Cantábrico y que el barco no
se hunde”. Ante esto Rebocato se queda mucho más tranquilo. Palabra de vasco.
Cuando sobre la una de la mañana Rebocato
vuelve –bastante jarreado de birras– a los camarotes respectivos con su contraria y su cuñado (la mujer de este –que es hermana
de aquel y cuñada de la mujer de aquel– se retiró a sus aposentos después de la
cena debido al mareo que se calzó con los vaivenes del barco), una vez acostado y antes de caer en
los brazos de Morfeo se levanta y, por si acaso, saca los salvavidas del armario
para tenerlos a mano y deja a mano –sobre la mesilla de noche del camarote– la linterna de leds,
comprada para el viaje en una tienda de chinos al módico precio de 1,50€ en
Spain .
3º DÍA.- STAVANGER Y SUBIDA AL PÚLPITO
Rebocato, durante lo que resta de travesía
nocturna, dormirá como un bendito junto a su contraria
y como no vienen a cuento vamos a obviar las escenas de sexo, caso de que acontecieran. Que las relate, él, de viva voz a sus íntimos si lo cree conveniente.
Sobre las 07:00h. se oyen como unos crujidos de
fondo que despiertan a Rebocato y no es que se hunda el barco, es que está
atracando en Stavanger
Según reza el diario de a bordo y la Wikipedia:
“Stavanger es una ciudad portuaria del suroeste de Noruega,
perteneciente a la provincia de Rogaland, de la que
es capital. Es la cuarta ciudad del país y el centro de la tercera aglomeración
noruega.1 Es la capital noruega del petróleo. Las
actividades tradicionales de Stavanger son el transporte marítimo, la
construcción naval y la industria conservera”.
Seguimos
preguntando: ¿Quién copia a quien?. Que la información fluya.
Dicen que Noruega es el tercer exportador
mundial de petróleo después de Rusia y de Arabia Saudí. Pero a baretos no nos
ganan a los de Spain si es verdad lo que canta el Joaquín Sabina en “Como
te digo una ‘co’ te digo la ‘o’: “…solo en Antón Martín hay más bares
que en toda Noruega”.
Sobre las 09:00h., una vez desayunados,
nuestros amigos descienden del barco (nuevo tostón a bordo con el desembarque:
primero los de primera, a continuación los excursionistas engañados por la
empresa de la naviera y por último el pueblo simple y llano, que remedio) y se
dirigen a los autocares asignados de la empresa con la que el cuñadísimo ha
contratado con los colegas Flamstásticos para visitar El Púlpito (El Preikestolen,
o como le llamen).
Nos dirigimos en el Bus hasta un punto donde se
encuentra un ferry en el que entran los autobuses y turismos, con los pasajeros
dentro. Una vez aparcados desciende el personal de los vehículos y suben a la
parte cubierta de arriba del ferry donde hay mesas, asientos, un bareto y alguna tienda
de venta de productos varios. Se inicia la travesía por el mar.
El trayecto se realiza en unos 30 minutos
dirigiéndose hasta una población, sita en la orilla contraria, que recibe por
nombre: Tau, y al atracar en ella el personal viajero del ferry se monta de
nuevo en los vehículos y acceden a tierra firme donde los Flamstásticos y Rebocato
se dirigen en sus autobuses cruzando la aldea de Jorpeland y, pasada esta, el
grupo abandona los autobuses e inician la excursión a pie por un sendero (dijo
una guía que trajeron a unos pastores del Nepal para diseñarlo) hasta El
Púlpito, que en total son 9 Km. a recorrer en unas dos horas y con un desnivel
sobre el nivel del mar de unos 600m.
El recorrido es a través de un terreno
montañoso con pequeños lagos y el Púlpito se encuentra en una meseta por encima
del fiordo de Lyse (hay excursiones en barco para ver el Púlpito surcando el
fiordo, posiblemente más recomendable y bastante menos tostonero que el hacerlo
a pie, por lo que comprobaron después Rebocato y compañía).
En el inicio del recorrido Rebocato y señora se han dejado caer a cola del grupo y entablan conversación con una guía, nata de Córdoba,
treintañera y española, de otro grupo de caminantes y les cuenta la chica que lleva allí de guía turística unos tres años
y que piensa volver pronto al suelo patrio ya que nuestro sol es irremplazable.
Rebocato ante esta exposición piensa: “pobrecita, con el paro que campea por
Andalucía, como no te toque la lotería, clarito lo tienes, maja”.
Continúan andando y pegando la hebra y aquello
es como una romería sin imagen en andas. Gente de edad considerable arrastrándose
por el sendero de piedras y de unos escalones “mal acondicionados y peor
puestos” (como autodefine Miguel de Cervantes, en el prólogo de sus Novelas
Ejemplares, a los seis dientes que le quedan en la boca), y de altura
considerable. La lluvia estuvo cayendo durante todo el peregrinaje –al menos a
la ida– las dos horas son de reloj debido a que no había espacio físico para
adelantar a personas (hombres y mujeres) que superaban en muchos casos los 70
años de vellón (Rebocato a la vuelta tuvo que ayudar a bajarse a dos personas mayores de una roca que a saber como se habían subido allí).
Algunos jóvenes autóctonos, más duchos en la materia de pulular por esos andurriales, como la inmensa mayoría de los noruegos, iban adelantando saltando de piedra en piedra, cuales cabras hispánicas, sorteando abuelos de Hispania de todas las comunidades autónomas (los navegantes del crucero de Rebocato eran en su mayoría españoles, "vascos y catalanes", junto a algunos portugueses –estos ya independizados hace siglos– para redondear) y esquivando sus bastones mayormente de Decathlon.
Algunos jóvenes autóctonos, más duchos en la materia de pulular por esos andurriales, como la inmensa mayoría de los noruegos, iban adelantando saltando de piedra en piedra, cuales cabras hispánicas, sorteando abuelos de Hispania de todas las comunidades autónomas (los navegantes del crucero de Rebocato eran en su mayoría españoles, "vascos y catalanes", junto a algunos portugueses –estos ya independizados hace siglos– para redondear) y esquivando sus bastones mayormente de Decathlon.
No se explica que personas tan vetustas troten
por aquellas latitudes, a no ser que sus hijos ardan en deseos de heredar
prontamente, con el problema añadido de la pertinaz lluvia que caía sin cesar
potenciando el riesgo de los posibles resbalones, y los andantes de atrás
tratando de evitar que les clavaran –vamos a suponer que accidentalmente– los benditos
bastones en cualquier parte de sus lacerados cuerpos.
“Una y no más Santo Tomás”, rumiaba para sus adentros
Rebocato, con lo fácil que se le antojaba a él –cuando, de niño, ejerció dos años
seguidos de monaguillo y dejando el cargo por voluntad propia ya sin ganas de
renovar el contrato– el subir al púlpito de la iglesia de nuestro pueblo
castellanoviejo, desde donde sermoneaba algún que otro predicador foráneo en
Semana Santa ya que el cura titular de la parroquia no era muy dado a subirse a
platicar desde las alturas, debido a que bastante buena perspectiva tenia de
las cabezas de sus feligreses al pie del Altar Mayor, con sus casi dos metros
de altura que gastaba el hombre.
Ya próximos al Púlpito noruego, en una amplia explanada
nuestros amigos se encuentran parados con el fin de recuperar el resuello y hacer
unas fotos a un pequeño lago, y entonces escuchan el ruido de un helicóptero
que aparece ante su vista surcando el cielo pletórico de nubes descargando
lluvia, a su vez ven a 5 o 6 jóvenes del terruño (son blancos como la leche y
rubios como la cerveza, o más) que dan saltos a la vez que agitan sus brazos mirando
al helicóptero, Rebocato musita para su grupo: “joder, lo contentos que se
ponen las gentes estas al ver un autogiro, la cosa no es para tanto”, pero ante
que los saltadores agitadores no cesan en su empeño y que la máquina voladora
se dirige hacia ellos, Rebocato mira hacia un espacio lateral con respecto al
grupo saltarín y ve a una mujer de unos 65 años llorando desconsoladamente y sentada en
el suelo, con una manta térmica envolviendo una de sus piernas (debe de habérsela
perniquebrado) y con la cabeza apoyada en otra mujer treintañera que aparenta
ser su hija (no se la aprecian maneras de ser su nuera porque trata de
consolarla). Todo el mundo aprovecha para hacer fotos al aparato, no sabemos si
algún descerebrado también a la lesionada, y el helicóptero maniobra y se posa
mansamente sobre unas grandes rocas. Rebocato dice a su contraria: “guarda la
cámara y vámonos hacia el Púlpito no vaya a ser que nos tomen los datos y nos
toque volver de juicios para atestiguar sobre el accidente que ni hemos visto”.
Ante las dudas, de ella, por si había que ayudar, remata aquel: “aquí hay gente
para aburrir y, además, lo mismo están rodando un anuncio para concienciar a la
gente de cierta edad sobre que excursiones deben de realizar o no”. Reanudan la
marcha hacia arriba dejando el ruido de rotores atrás y los sanitarios
descendiendo del aparato. La vida continúa.
Pie de foto.- En esta instantánea se puede
apreciar a un agresivo nórdico (no rubio, aunque, si de ojos azules) que monta en cólera y amenaza a Rebocato, al
sorprender a este haciendo una
fotografía de la accidentada y su rescate con helicóptero incluido. Para que luego nos vengan
a las pacíficas gentes del sur de Europa machacándonos con la paradigmática y exquisita educación nórdica.
Pie de foto: Otra perspectiva del rescate, ya alejado Rebocato del energúmeno amenazante.
Y una vez
arribados al Preikestolen se
encuentran los caminantes una niebla de padre y muy señor mío, no sabemos si
por estar en un país, mayoritariamente, de creencias luteranas y a causa de que la mayoría de visitantes
eran de Spain y aledaños, y por lo tanto, aunque practicantes o no, con el
estigma de cristianos católicos apostólicos y romanos, resultó que no se veía tres
en un burro, o bien, un burro a dos pasos.
La gente ante la imposibilidad, a causa de la
niebla (boira para los bilingües), de realizar foto alguna decente con la que
inmortalizar y justificar, a su regreso
al país ante amigos y familia, el que habían estado allí, se quedaron
con un palmo de narices allí arriba, tras la paliza de la subida en procesión amenizada
con la lluvia que no cesaba.
No sabemos si alguien imploró a la Divina
Providencia, o a causa de los caprichos de la climatología, pero sobre las
14:00h la niebla comenzó a disiparse y la gente soltó los canapés que se habían
mercado durante el bufé del desayuno –aunque los aventureros del crucero tenían
la comida pagada a bordo, si no regresaban al barco a comer, la empresa no les
facilitaba ni un simple pic-nic en bolsa– y comenzó a hacer fotos a mansalva.
La niebla les respetó unos 4 minutos, retornando de nuevo con renovados brios, y
el personal que no anduvo listo con la cámara y la pose se quedó sin foto nítida que
llevarse a la boca.
Con tal de que Rebocato vaya amortizando el
pastón invertido, o tirado al fondo de los fiordo en el viaje veamos el lado positivo de la situación: “al
estar todo invadido por la niebla la
gente se arrimaba sin miedo, ni recato alguno, a los bordes del Púlpito al no percibir
la sensación real de peligro ya que el precipicio no se vislumbraba bien del
todo”.
Regresan,
de nuevo en procesión, nuestros amigos sorteando los obstáculos –en forma de
personas que no deberían andar por esos andurriales– para dirigirse al parking
de autobuses. El recorrido de vuelta se acorta en unos cuantos kilómetros, ya
que los autobuses les esperan aparcados en el parking de Preikestolhytta (de aquí sacaría el Gorbachov el nombre de Perestroika, más o menos).
Pie de foto: Tantas penalidades para llegar hasta aquí y
encontrarte con esto. Con el agravante de no ver a nadie despeñarse a pesar de las ventajas que para ello ofrecía el suelo resbaladizo a causa de la pertinaz lluvia.
Vuelta en bus al ferry de Tau para cruzar el
canal hasta Stavanger, El guía del bus nos deleita con curiosidades de Noruega
y entre otras lindezas suelta a los oyentes escaladores escaldados de la subida al
Preikestolen:
- En
Noruega trabajan las mujeres, al igual que los hombres.
- Cuando los hombres navegaban como vikingos en sus drakkares las mujeres se encargaban de las cosechas.
-
Sacarse el carné de conducir es muy caro.
-
Para buscar trabajo hay que hacerlo por Internet y en Noruego.
-
Etc., etc.
Cuando dentro del ferry descienden del bus,
Rebocato coincide con el guía y le indaga:
–
Perdona,
te he oído decir que eres español.
–
Si,
soy español.
–
Pues
a pesar de ello y a mi parecer tienes acento hispanoamericano.
–
Es
que he estado muchos años viviendo en México.
–
¿Hace
mucho que no vas por España.
–
Si,
muchos años.
–
Con
todos mis respetos, ya se te nota porque por lo que no has contado ignoras la
realidad actual de España, sobre todo en lo referente a: las diferencias entre mujeres, el buscar curro por
Internet, etc.. Casi todo lo que
has dicho sobre la vida en Noruega, coincide, más o menos, con lo que acontece
en España actualmente, por lo tanto, y no te lo tomes a mal, cuando tengas un
grupo de turistas españoles no te convendría decir ciertas cosas que en nuestro
país estamos de vuelta desde hace años.
–
Gracias.
–
De nada.
Una vez en la otra orilla al bajar del bus Rebocato
se despide del guía diciéndole que espera que no se haya molestado por las
sugerencias, que son cosas que la mayoría del pasaje ha pensado pero que casi
nadie se ha atrevido a trasladárselas. El quía, educadamente, le dice que en
absoluto, que muchas gracias y que tendrá que actualizarse el repertorio cuando
viaje con españoles. Acto seguido dice que él vive cerca de la catedral y
aunque el barco zarpa dentro de hora y media que tenemos uno 30 minutos para
ver un poco el centro de Stavanger y que nos acompaña un rato en la visita.
Rebocato se queda un poco mosca pensando que, después de los sabios consejos que le ha dedicado al guía, lo mismo lo que quiere este es vengarse
entreteniéndoles con el fin de que pierdan el barco, pero al final decide con un pequeño grupo acompañar al guía al
“centro urbano”, o como se diga en Noruego.
Concluida
la corta visita regresa el grupito a toda pastilla al barco para embarcar.
Ya a bordo, cerveza y espectáculo del musical:
“El rock nunca muere”, en el sitio de siempre.
Cena.
Copas y disco.
Y “La nave va” (magnifica película satírica de
Fellini) con la tripulación, Rebocato y resto de pasajeros dentro, rumbo a Bergen.
4ºDÍA.-BERGEN (Espanyoles por el mundo).
¿Qué demonios pinto yo aquí?. Reflexiona Rebocato –recién levantado, para
sus adentros– dentro del baño del camarote en el
que el funcionamiento del inodoro es extremadamente delicado, ya que, en lugar
de evacuar por inundación de agua y ley de la gravedad incluida, como Dios
manda, las deposiciones corpóreas, con perdón, que le alientan a excretar sus
esfínteres (a Rebocato, no a Dios), se compone de un sistema de succión por
vacío y con escasa agua –según
explica el diario de a bordo y como recordó, durante una actuación en pista, el
director de espectáculos del barco–
Según reza el diario de a bordo y la Wikipedia:
“Bergen es la segunda ciudad más grande de Noruega. Situada
en el oeste del país, formó parte de la Liga Hanseática. Bergen también es un municipio y la
capital de la provincia de Hordaland.
La ciudad
se sitúa en la costa sudoeste de Noruega, en un valle formado por un grupo de
montañas conocido colectivamente como de syv fjell ("las siete montañas"). Bergen es la capital oficiosa de
la región conocida como Noruega Occidental, y también se la conoce y promociona
como la puerta de entrada a los famosos fiordos noruegos,
y por ello también se ha convertido en el mayor puerto de cruceros turísticos
de Noruega, y uno de los mayores de Europa”.
Seguimos preguntando: ¿Quién copia a quien?
En
la televisión del camarote se disfruta, entre otras, de la cadena de televisión española “24
Horas” y Rebocato sintoniza este canal para ver que ha ocurrido en las
elecciones locales y autonómicas –en algunas autonomías– del domingo en su país. Un tanto acojonado por si está en busca y captura por
no presentarse a presidir la mesa electoral que le asignaron de antemano para
ese día y no disponer de papel oficial alguno que justificara su ausencia
(recuerden nuestros lectores que le comunicaron por llamada telefónica, que
realizó él, que no tenia que acudir a presidir).
Lo primero que aparece en televisión es una señora oronda y
entrada en años que abraza a un señor trajeado, a la vez que ella, con voz un tanto cazallera, enfatiza: “¡Qué hostia!..“¡Qué hostia!”. Rebocato, a bote pronto, interpreta que ha habido un accidente de tráfico y que en el mismo la señora ha escogorciado el coche familiar, pero como la señora de Rebocato le apremia para el desayuno apaga la televisión y salen, ambos, del camarote. Más tarde, desayunando, su cuñado, que había madrugado más que él y dedicó más tiempo a ver las noticias, le pondría en antecedentes sobre el abrazo consolador de los dos personajes políticos valencianos, sobre la “histórica” frase y la relación directa de esta con los recientes resultados electorales en España.
Ya desayunados y desembarcados, nuestras dos
parejas de amigos visitan, por libre, la ciudad de Bergen que es –después de
Oslo– la segunda localidad más poblada (250.000 habitantes) de Noruega
Visitan la fortaleza
de Bergenhus y, más adelante, el antiguo barrio de mercaderes
llamado Bryggen (embarcadero) formado por casas de madera que han sufrido varios
incendios a lo largo de su historia. Una cuarta parte de las casas que existen
actualmente datan de principios del año 1.702 (último gran incendio de esa
zona, y no escarmientan los lugareños, pues siguen con la madera) y el resto son de
construcción/ restauración, también en madera, aunque más reciente.
Después nuestros amigos se dirigen al mercado
del pescado de la ciudad, hay tenderetes de pescado por doquier (Noruega es el
segundo exportador mundial de pescado, únicamente superado por China) y
productos típicos de aquellos parajes. La señora y la hermana de Rebocato entablan conversación con un
simpático joven tendero. No es que ellas sepan noruego, acontece que el
dependiente es de Madrid en concreto del barrio de Legazpi (distrito de
Arganzuela) y se expresa, para más INRI, en castellano con el
deje “chulesco” típico madrileño. El muchacho les comenta que suele desplazarse desde Madrid a Bergen donde se dedica a laborar desde principios de mayo hasta que finaliza septiembre, y que ya lleva
haciéndolo unos años, como muchos otros jóvenes españoles que trabajan por allí.
Rebocato espera a distancia aguantando estoicamente la situación –se ha vuelto
para atrás al comprobar que andaba solo, ya que, aparte de las mujeres pegando la hebra
con el de Madrizz, su cuñado pulula por los alrededores haciendo fotos– y no
hay cosa que más le mortifique que el desplazarte miles de kilómetros con la
impuesta idea de hacer turismo y tener que perder el tiempo en tiendas y
tenderetes varios, que ya de por sí, aunque no sea en viajes, odia él el ir de
compras.
Rebocato
observa como el madrileño les alarga, con un largo y ancho cuchillo, sendos
trozos de salmón salvaje/ahumado a las mujeres, y piensa que aparte del
reconocimiento por el regalo, poca vista comercial tiene el muchacho ya que en
el barco según informa el diario de a bordo: “Les
informamos que, siguiendo las regulaciones de sanidad a bordo, está
estrictamente prohibido embarcar/ ingresar cualquier tipo de alimentos” y las mujeres le han comentado de
antemano que están de crucero. En fin la chulería madrileña, que no te libras
de ella ni allende los mares.
Por
fin salen de los puestos las mujeres, el cuñado deja de ver el paisaje,
tenderetes y personas a través de la cámara y continúan los cuatro, ya agrupados de nuevo, con la visita a la
ciudad.
Más adelante, Rebocato observa un centro escolar sin vallas,
ni rejas circundantes del recinto escolar y que los niños, incluso los más
pequeños, juegan en una calle adyacente al colegio a pesar de que por la calle
perpendicular a aquella circulan automóviles. Los niños no aparentan tener
miedo a los coches; ni a los potenciales secuestradores; ni a los vendedores al menudeo de drogas, duras o blandas, a elegir.
El grupo se dirige a tomar el Floibanen que es
un funicular terrestre de tracción por cable que les subirá hasta el monte
Floien a 320m. sobre el nivel del mar, desde donde, una vez arriba, se
contemplan unas panorámicas de Bergen espectaculares.
Pie de foto: Bergen desde el monte Floien.
Sobre las 13:30h. nuestros amigos han bajado del monte Floien y se encaminan hacia el barco para tomar el vermú y comer.
Sobre las 13:30h. nuestros amigos han bajado del monte Floien y se encaminan hacia el barco para tomar el vermú y comer.
– ¿Españoles?
– Si, españoles trotando y tonteando por el mundo. –responde Rebocato.
– Si, españoles trotando y tonteando por el mundo. –responde Rebocato.
Después de iniciada la cháchara el marino les
cuenta a nuestros amigos que él es de Cádiz y que estudió marina mercante en
Cartagena y que está de prácticas en ese barco bergantín/ goleta (o vaya usted
a saber). Rebocato le pregunta que el barco se parece mucho a nuestro buque J.
S. Elcano
y que si no lo habrán afanado y luego cambiado el
pabellón y el nombre al barco, para camuflarlo. El gaditano entre risas dice que no, y que este buque
tiene unos 95m. de eslora y el español 120m. (Rebocato, ya en España, en la Wikipedia comprobó que
el nuestro mide 113’1 metros y el exceso de la medida de eslora, facilitada por
el gaditano, lo achaca Rebocato a lo exagerados que dicen que son los
andaluces); y que el
barco se alquila a personal civil para surcar los mares; y que los alquiladores
noruegos son un chollo: “se suben a los palos, baldean y limpian la cubierta,
no paran de trabajar y eso que pagan por la travesía; y que a pesar de ello hasta
limpian los servicios”. Al final, en un alarde nada chauvinista añade: “vamos,
igualitos que los españoles”.
Rebocato comenta que el comportamiento de los
noruegos a bordo de una nave que le parece normal ya que al descender, ellos,
de vikingos y no disponer, hoy en día, de drakkares propios que llevarse a la
boca pues que han de matar el gusanillo de navegar y maniobrar naves de ese
modo, es decir, de alquiler y que con tal de que cuando salgan a navegar no vayan
saqueando, incendiando y trasegando mozas de buen ver para su disfrute personal
como hacían, siglos ha, sus ancestros, bien va la cosa.
El marino paisano dice que nada de eso hacen
ya; y que los noruegos son muy educados; civilizados; y amantes y gozadores de
la naturaleza; vamos, una maravilla. Rebocato le dice: que él estuvo
involucrado directa y obligatoriamente con el mundo de la fauna y la flora,
desde su misma niñez hasta alcanzar la plena adolescencia –con cuasi alcanzada
la mayoría de edad– y que sus recuerdos de entonces no son demasiado halagüeños,
ya que, el andar echando de comer, desde temprana edad, a las domésticas
bestias, cerdos, roedores y gallináceas en su casa de nuestro pueblo
castellanoviejo ubicados en cuadras, cortijos, gallineros, corrales, etc. era
una obligación notoriamente cansina y que te quitaba tiempo de dedicación a
juegos y estudios.
Rebocato remata la perorata diciendo al
marinero anfitrión: “pocos callos te saldrán en las manos con esa servidumbre
voluntaria y altruista de los noruegos”. Nuevas risas inundan el muelle.
Al final el marino les dice a nuestros amigos
que si quieren visitar el barco. Rebocato le responde que sí, caso de que sea
gratis y de que no haya que currar en cubierta, pero que ahora han de dirigirse
a su barco a comer y que si la oferta sigue en pie, para más tarde, que están
dispuestos a hacer la visita sobre las cuatro de la tarde. El gaditano dice:
“no problem” y allí quedan citados los cuatro (el cuñado alega que prefiere
echar la siesta) para las cuatro.
Después de comer Rebocato, su señora y la
hermana de aquel se dirigen a visitar el bergantín, una vez llegados a él, preguntan a un marino, que está vigilando la entrada al barco, por su compañero
gaditano, resultando que, este como buen andaluz, está echando la siesta, aunque al ser
requerido se presenta de inmediato ante el grupo de Rebocato, este le dice que si hay
“problem” (sic) no suben a bordo, pero el gaditano le contesta que “adelante
los faroles”. Durante la visita el anfitrión presenta a Rebocato a otros dos
marinos españoles (uno de Cartagena y otro de Ciudad Real) que están faenando
con unas maromas junto a otro marino noruego. La visita es un éxito total y
absoluto, surgen risas durante las conversaciones, se realizan fotografías a
cualquier parte del barco sin ningún tipo de censura (incluso al cuaderno de
bitácora) y no les hacen currar a los visitantes españoles. Nuestros amigos se despiden
felices y agradecidos al gaditano y embarcan en su barco que zarpará con
destino Flam a las 18:00h.
Una vez embarcados se reúnen los tres con el cuñado y
toman unas cervezas en uno de los bares; después ven el espectáculo, en vivo y
en directo, que hoy es: “La magia del cine”; luego la cena; y más tarde discoteca y copas
hasta las 01:30h. que es una hora prudente para que se recoja el personal en los
camarotes respectivos de cada cual.
5º DÍA.-FLAM (Por fin un vikingo).
Llegada a Flam sobre las 07:00h. pero el personal, que duerme a pierna
suelta, no se entera del atraque del barco debido a que este no entra en el
pequeño embarcadero de Flam ya que se queda anclado en el fiordo a unos 100m
del muelle. Será para no pagar peaje.
Pie de foto: Flam y no de huevo precisamente.
.Y vuelta la burra al trigo. Según reza el diario de a bordo y la Wikipedia:
“Flåm es un pueblo noruego de unos 500 habitantes, situado al final del
fiordo Aurlandsfjord, que es a su vez un brazo del Sognefjord. La ciudad
se sitúa en el municipio de Aurland, en la
provincia de Sogn og Fjordane, Noruega.
El nombre Flåm
está documentado en 1340 como Flaam. Deriva del dativo plural del
noruego antiguo flá, que significa "llanura, lugar llano",
referido a las llanuras inundadas por el río Flåm.
El pueblo
de Flåm es un popular destino turístico desde finales del siglo XIX. En la
actualidad recibe aproximadamente 450.000 visitantes al año”.
Seguimos
preguntando: ¿Quién copia a quien?:
El
desembarco se realiza en unas lanzaderas cubiertas en las que caben unas 40
personas, todas ellas sentadas, incluso hasta el piloto, no así los dos grumetes
que acomodan a los viajeros.
Se dispone de poco tiempo para la visita a Flam
ya que está previsto que el barco zarpe sobre las 16:00h.
Nuestros cuatro amigos (Rebocato incluido) se
ponen en marcha por el carril de marras y quieren visitar –caso de que la
encuentren y ateniéndose al programa del cuñado– una típica aldea de por
aquellos lares que data del año 1.700 (clavado) y que recibe por nombre el de
Otternes.
Cuando
han andado, siguiendo el cauce del fiordo, unos 3Km. llegan a un desvío,
abandonan el sendero, cruzan la carretera paralela a aquel y toman, a la
derecha, otra más angosta y bastante empinada.
Después de una dura subida de unos 500m de
longitud y un desnivel para olvidar, llegan Rebocato y cuñado a la
aldea, pero el acceso a esta se encuentra cerrado con unas talanqueras que a
Rebocato le recuerdan las que, antaño, se utilizaban en nuestro pueblo
castellanoviejo en las tierras de barbecho para levantar una tenada en la que
se encerraba a las ovejas al aire libre en las bonitas (es un decir –para aquellos tiempos de penuria y de duro trabajo–) noches de verano.
Las dos mujeres se han quedado un tanto
rezagadas debido a la dureza de la subida y a que aprovechan para fotografiar
las cascadas; los verdes prados; las ovejas y los borreguillos, que pastan y retozan alegremente por ellos a sus
anchas como ignorando la crisis
griega, ya que sus amos y paisanos rechazaron, mayoritariamente, por dos veces (en los años 1972 y 1994) en
referéndum el ingreso en la Unión Europea (el derecho a decidir); los paisajes, etc.
Rebocato no se atreve a quitar la cuerda que
sujeta la talanquera que permite el acceso a la aldea, pero su cuñado, más
decidido porque es de Madrizz –donde va a parar, comparándole con un
castellanoviejo– desata el atadero, abre la telera y accede triunfalmente al villorrio. Rebocato espera pacientemente a que el invasor penetre unos metros en
la aldea y contemporiza por si los parroquianos luteranos agreden al entrante, más que nada por si hay que salir por piernas a pedir ayuda, ya que
las llamadas por el móvil cuestan, en esas tierras luteranas a los de la zona
euro, 1,80€ el establecimiento de llamada y, además, 3€ de vellón el minuto (daños
colaterales –que diría la Merkel – del rechazo, de estas gentes insolidarias,
al ingreso en la U.E.). “Cosas veredes amigo Sancho”, a los catalanes se les
trata de insolidarios por votar “SI” para irse de Spain –quizás, si llamáramos
así a España no se irían– y a los noruegos lo mismo por votar “NO” a la
dependencia europea.
Una que entra Rebocato, también, en la aldea, observa a
un lugareño que parte leña con un hacha (hachón en nuestro pueblo
castellanoviejo) subido en un montículo entre dos típicas casas de madera (que
parecen, tal cual, hórreos gallegos a lo grande), al llegar a su altura y desde
el desnivel de la calle, única y principal Rebocato, le suelta: Hello!, a lo
que el cortante le responde: Hello! (dicho sea de paso, en un ingles más
entendible que el de nuestro amigo y paisano).
Llegan por fin las dos mujeres e inician, también estas, la
visita a la aldea con el cuñado de avanzadilla –perdido entre las casas– y con
Rebocato en medio. Al final se agrupan los cuatro en un cerro/mirador desde el
que se divisa toda la bahía de Flam con el barco, que les ha llevado hasta allí,
anclado en ella.
Contemplan
el panorama, se hacen las fotografías de rigor y se meten por entre las cabañas
para concluir la visita.
Después, el cuñado demarra en solitario (cual
Perico Delgado, años ha, en las duras rampas de sus épicas etapas de los Alpes y
Pirineos del Tour de Francia) hacia la salida de la aldea y Rebocato le sigue unos
metros por detrás, como haciendo la goma.
Al rato Rebocato oye a su mujer chapurrear en
inglés, la cual se ha quedado retrasada (no mental, todavía) junto con la cuñada.
Nuestro amigo vuelve sobre sus pasos y observa
que las dos mujeres están confraternizando –mayormente por señas– junto al
lugareño del hacha, aún aquel con esta en la mano y lejos del lugar donde partía la leña.
Rebocato se acerca con resquemor hacia los tres
pensando en los vikingos de antaño y se une al grupo para comprobar que el no
saber inglés es una barrera a la hora de tratar de comunicarse con los bárbaros,
y en ese momento añora a Cataluña
en los tiempos que laboró en Barcelona durante año y medio, donde daba gusto estar,
debido a que prácticamente todos los lugareños sabían castellano y le entendían
a él perfectamente. Decir al respecto que, hasta don Quijote, en su tercera salida, fue a
Barcelona, aunque, quizás, fuera por accidente ya que pensaba dirigirse a Zaragón
–perdón Zaragoza– pero al editarse El Quijote de Avellaneda entre la 1ª y la 2ª
parte de El Quijote de Cervantes, y como Avellaneda llevó a don Quijote a
Zaragoza, dicen, que debido a eso Cervantes en la 2ª parte de su obra maestra,
desvió a don Quijote hasta Barcelona, evitando con
ello su paso previsto paso por Zaragoza. En base a
esto, Rebocato piensa que el escritor Avellaneda (seudónimo) era catalán de
verdad porque consiguió –de rebote– que el nombre de Barcelona se diera a
conocer más al mundo al aparecer reflejado en la obra maestra pionera de la novela
moderna. ¿Otro ataque a Catalunya?
Se barrunta que la
próxima guerra civil en la piel de toro (Portugal no ha tenido ninguna, dicen)
no acontecerá en España, sino en Catalunya, caso de llegar a cumplirse lo de:
“Catalonia is not es Spain”. En ese caso, posiblemente, Catalunya se sacudirá
el yugo de las dos Españas, pero no se librará del de las dos Catalunyas,
estas, actualmente, ya incubadas gracias al Artur y acólitos, con su run-run del
derecho a decidir, mientras su valedor y la familia de este, caen en el olvido –que
es, según algunos españolistas, el principal fin de que se lleve a cabo el
proceso– con sus cuartos a buen recaudo en el extranjero por si hay guerra, según
dijo el padre de la futura patria al juez. Los dos grandes partidos de España
también se lo han puesto fácil a los secesionistas.
Volviendo a la reunión con el vikingo piensa Rebocato: “una pena que no todo el
mundo sepa castellano porque así yo podría haber platicado un rato con el
descendiente de los vikingos, el cual, dicho sea de paso, no soltaba el hacha ni por asomo ni yo
le perdía de vista a una distancia prudencial de su portador. Al igual que se
ha impuesto el euro como moneda oficial en la eurozona, que mi amiga la Merkel
imponga también el Castellá”.
En fin, dejémonos de conjeturas que no nos atañen
y centrémonos en el viaje de Rebocato y compañía, para ver si acabamos de una
vez el relato.
El aldeano noruego, de hacha en mano, no da
muestras de ser violento, al contrario, trata de ser amable con los visitantes
de allende los mares, pero el cuñadísimo, potencial traductor del ingles al
castellano y viceversa, está fuera del alcance visual y anda echando fotos, a
todo lo que se menee o no, abandonando a su suerte a su mujer y, lo más grave,
a sus cuñados también.
A Rebocato se le ocurre la idea de decir a su
mujer que le pregunte al lugareño si los vikingos llevaban cuernos o no, pero
se lo piensa mejor y desiste, porque barrunta que lo mismo si la traductora no
anda fina con la traducción sobre el tema de cuernos, el vikingo de hacha en
mano puede soliviantarse y, emulando a sus ancestros, liarla parda con los cuerpos de los visitantes.
Se despiden nuestros amigos del autóctono con
grandes muestras, sobre todo gesticulares, de agradecimiento y, él, también gesticulando, les indica que salgan por otra callejuela que no han visitado
del poblado, cosa que obedecen nuestros amigos, a la vez
que sonríen y musitan “zenkiusverimás” por doquier.
Para salir de la aldea desatan de nuevo la
talanquera, salen y la dejan atada de nuevo, dando con ello unas muestras de
ciudadanía y buen comportamiento ante los visitados europeos, sean o no
comunitarios. Sin acritud.
Pie de foto.- subiendo a la aldea de Otternes..
Nuestros amigos bajan hacia Flam por donde han venido, contemplando las verdes laderas regadas con cascadas de agua, fría como ella sola, y con el ganado ovino (sin pastor, ni perro que les ladre, aunque menos libres, debido a los cercados, que los rebaños de sus congéneres en España) de gruesa lana paciendo, tomando el sol o cómodamente tumbados, sin saber –los pobres– lo que les va a deparar el futuro.
Una vez en Flam Rebocato consigue wifi gratis
al lado de la estación de tren (también se consigue en oficinas de turismo,
pero como se corre la voz, al momento todo el personal del crucero se agolpa
ante ellas y aquello no va ni cara al aire). Después, nuestros amigos, se
montan en la lanzadera y embarcan en el barco, donde antes han de pasar los controles
pertinentes como en un aeropuerto. ¡Que bonito es viajar, señores!.
Vermú y comida a bordo. El barco zarpa a las
16:00h. y nuestros amigos, después de comer, con copas de cava y mojitos, a
elección de cada cual, se ponen sentados en cubierta a contemplar, y
fotografiar, el largo fiordo (naturaleza: casas dispersas de madera, cascadas,
montañas nevadas –banderas al viento no–) hasta que sobre las 20:00h. nuestros
amigos se retiran a sus camarotes para acicalarse y en el salón de espectáculos
ver el espectáculo “sobre el bosque”, en vivo y en directo de las 20:30h. al
que siempre llegan en el momento del empiece cuando todas las mesas y butacas
están petadas y normalmente han de sentarse en las escaleras de imitación a mármol
que al menos no les deja el culo frío.
Antes de la cena le comunican por móvil a la responsable del grupo de Flamstásticos que la
excursión prevista para mañana se ha suspendido por un desprendimiento en la
carretera, por lo tanto solo harán la excursión de por la tarde, en
cambio a los que van ha hacer la misma excursión con la naviera no les
comunican nada sobre aludes, ni cortes de carretera, quedándose los diferentes grupos de excursionistas sin saber a que atenerse.
Después se cena y el barco, ya en alta mar,
comienza a moverse. Disco, copas y sobre la 01:00h a dormir. Y como en la TV. única
del régimen: “oración, despedida y cierre”, pero sin himno nacional, ni
silbado, ni sin silbar.
6ºDÍA.-HELLESYLT/GEIRANGER (Motín a bordo)
Reza
el Diario de a bordo pero en esta ocasión NO la Wikipedia:
Amanece a las 04:06h anochece a las 23:01h. Temperaturas previstas para hoy: Max. 11ºC y Min.
6ºC.
Navegamos rumbo a Hellesylt/ Geiranger distancia por recorrer: 120
Millas naúticas.
Hellesylt es un pequeño pueblo en el municipio de Stranda en More
Og Romsdal condado de Noruega. El pueblo se encuentra a la cabeza de la
Sunnylvsfjord, que es una rama de la
Strorford , y que es el fiordo más famoso de Geiranger, a su vez se
ramifica cerca. El pueblo se encuentra a 0,5 Km, tiene una población de
alrededor de 260 personas, pero contando los valles circundantes, el número es
de unos 600. Geinger o Geirangerfjord (Geirangerfjorden) tiene unos 15 Km. de
longitud y es una de las áreas más turisticas del país. A lo largo del mismo
hay muchas cascadas, como la de SyvSostrene (siete hermanas).
Aunque anulada, como ya sabemos, la excursión de por la mañana nuestros
cuatro amigos desembarcan en Hellesylt y disponen de una hora y media
para la visita de la pequeña población antes de embarcar de nuevo. El pueblo se compone, aparte del paisaje, de unas cuantas casas, un molino antiguo,
una iglesia luterana y una gran cascada.
Pie de foto: Hellesylt, majo pueblo con iglesia luterana (a la izquierda)
y todo. En el centro una cascada, de padre y muy señor mío, que fluye
torrencialmente hacia al puente.
Lo
previsto para ese día era desembarcar, montar en los autobuses y realizar la
excursión de 8 horas en bus desde Hellesylt a Geiranger. Durante el recorrido
verían fiordos, cumbres, cataratas, lagos, glaciares y vistas panorámicas. Después el barco zarparía de Hellesylt y se dirigiría a Geiranger para recoger a todos los excursionistas de la naviera y a los que fueran de excursión con otras empresas.
Al final las otras empresas anulan la excursión de la mañana por el alud en la carretera, en cambio la naviera sigue con la excursión, porque la tienen contratada unas 500 personas a 171€ por barba total 85.500€, como para cancelarla.... La misma excursión de Rebocato y los Flamstásticos cuesta 62€ por persona (les devolverían 14€ por cabeza). Las empresas que la anulan saben que si salen de excursión y no pueden cruzar, debido al alud, hasta Geiranger donde les espera el barco, tendrían que volver a Hellesylt y buscarse la vida para llegar hasta el barco vía marítima.
Después de visitar, a pie, Hellesylt a las 11:30
embarcan Rebocato y acompañantes por la puerta VIP con zona enmoquetada, y el barco zarpa dirección Geiranger. Comen a
bordo y una vez llegados les avisan por grupos para desembarcar resultando que
la gente estuvo apiñada, de pie y sudando la gota gorda, bloqueados en la zona
asignada en los aledaños de la escalera de salida, desde las 13:45h. hasta las
15:10h. y allí nadie de la Empresa daba explicaciones de ningún tipo, ni
personalmente, ni por megafonía, de tal forma que hubo un momento en que la
gente monto una protesta monumental (gritos, silbidos, abucheos..) y ni por
esas dejaban desembarcar al personal.
Rebocato –ya en camiseta de manga corta por el calor reinante– para
tratar de matar el tiempo y con el fin de reducir la tensión que se mascaba en
el ambiente, lanzaba de vez en cuando alguna andanada al cuñadísimo tales
como: “bonita crucero nos has organizado”. “No sé que haces que no reclamas, ya
que tú eres el líder y portavoz del grupo”. “Vaya un dirigente que nos hemos
mercado”. Y otras lindezas por el estilo.
El cuñado, un hombre pacífico donde los haya (y no
desvíen la atención los sufridos lectores, que hayan llegado hasta aquí,
pensando en los oleajes del Océano de igual nombre) aguantaba de pie, como casi
todo el personal, estoicamente la situación, hasta que de pronto y sin decir
palabra alguna comenzó a adelantar filas y se pone en cabeza de todos los que
esperaban, en la escalera de acceso a la salida, en la que hay una maroma
para que la plebe no pase hasta que la quiten para pasar a la zona de los
controles y les vomiten a tierra. Una vez el cuñado ubicado en primera línea,
comenzó a protestar, voz en grito, hasta que apareció un brasileiro, conocido
empleado de a bordo multifuncional (animador,
vigilante, policía de entradas y salidas, enseñanza de bailes varios, camarero,
y fotógrafo por lo que vamos a ver a continuación) conminándole a que se
callara, cosa que no hace el hombre porque está calentito con la espera en unas
condiciones como de borregos en vagón de ganado de tren de los de antes.
Rebocato mientras tanto sigue ubicado atrás entre el gentío y no se entera de
“res” (“nada” para los no bilingües. De paso que se lee se aprenden idiomas).
Al rato vuelve
el cuñado a su posición inicial (al lado de Rebocato) y no comenta ni mu. Tres
minutos después quitan la maroma y el personal comienza a avanzar. Cuando bajan
a la planta inferior Rebocato observa que su cuñado se abalanza sobre el
multifuncional a la vez que le grita: “tu a mi no me saques ni una foto”.
Ante tal
representación, Rebocato alucina en colores a la vez que piensan: “¿esto está
ocurriendo realmente?” y se dirige, junto a su hermana, hacia el paparazzi y
cuñado con el fin de separarles.
Por el empujón recibido, el flash de la cámara del brasileiro destellea hacia el techo y no ha
realizado la instantánea del cuñado protestante, aunque católico. Acto seguido
el aprendiz de fotógrafo por un móvil clama: “security, security”., e
inmediatamente aparece un personaje de la tripulación con uniforme y galones.
Rebocato y acompañantes han avanzado unos metros pero el empleado
multifuncional –en compañía del de los galones– avanzan también y señala al
cuñadísimo a la vez que repite acusador: “ese ha sido, ese ha sido”. Rebocato
se vuelve y grita: “esto es una vergüenza, nos han tratado como borregos y solo
nos falta esto”. Los viajeros que van desfilando comienzan a protestar con cara
de pocos amigos y el de los galones, haciendo mutis por el foro, deja avanzar a
la gente y opta por dejar que todos se dirijan a la zona de desembarque con el
fin de evitar un motín a bordo.
Por fin desembarcan en Geiranger suben a los autobuses y comienza la
excursión en sentido contrario al previsto inicialmente.
Más adelante bajan del bus para contemplar las vistas del fiordo que
son espectaculares, sobre todo las del mirador Flydal
Gorge, que es, dicen, uno de los sitios más fotografiados de Noruega
(acabarán prohibiendo el realizar fotografías como en ciertos museos). Se
observa una bonita vista del Geirangerfjord y de los cruceros abajo varados.
Pie
de foto: Geiranger desde el mirador de la silla de la Reina.
Después paran en
el mirador de la silla de la Reina de Noruega (mucho diseño, pero a la vista de
Rebocato: “menuda horterada de luneta, aunque no hay fémina que asentando en
ella sus plebeyas posaderas y ser retratada, no se sienta, allí sentada, como
una verdadera reina de auténtica sangre azul”) y más tarde inician la subida
hacia el glaciar. Antes de llegar al glaciar ya se ven gran cantidad de nieve
acumulada a ambos lados de la carretera llegando a sobrepasar la altura del
autobús que circula encajonado (acojonados un tanto los pasajeros, vamos a
decir que Rebocato también y eso que él, en nuestro pueblo castellanoviejo, se
crío con ella en los duros inviernos de antaño) entre paredes de nieve cuasi
congelada.
Al llegar al
lago helado y atiborrado de nieve la gente baja de los autobuses y cámara en
ristre se dedican a fotografiar a diestro y siniestro: al lago, a las paredes de
nieve, en las cuales cada cual escribe en grandes letras su nombre, el de la
suegra, o el de su pueblo o ciudad.
Rebocato quiere
que su mujer le haga una fotografía que figure en las paredes de la nieve
“CASTELLANOVIEJO” (sin comillas) pero desiste de completar el nombre dejando de
escribir por quedársele la mano rígida y morada del frío y porque se da cuenta
que el nombre no va salir entero dentro del encuadre del objetivo de la cámara
fotográfica al estar encajonados, retratista y retratado, entre las dos paredes
de nieve de la carretera.
Pie de foto: Nieve para aburrir. Pero..¿cómo puede la gente disfrutar con
esto?.
A Rebocato –un
tanto ahíto por el frío, tontear y de ver a la gente retozando al igual que
niños de nuestro litoral mediterráneo cuando ven nevar– en ese momento le
vienen a la memoria los recuerdos de sus vivencias en nuestro pueblo
castellanoviejo cuando él era párvulo, por los daños colaterales que se
manifestaban en modo de sabañones en los dedos de las manos, en los dedos de
los pies y hasta en las orejas, a causa de andar hurgando entre la nieve y el
hielo, por lo que decide subirse al autobús y esperar allí, tan campante, a que
se embarque toda la tropa.
En el autobús, a buen
recaudo, se encuentra la guía del grupo, y ante la pregunta de Rebocato sobre
que si los vikingos (siglos IX a XI) llevaban o no cuernos en el casco, ella
contesta que no, ya que, en las excavaciones que se han llevado a cabo no se ha
encontrado casco alguno con cuernos, es decir, de todos los cascos hallados ninguno tenía
cuernos. Rebocato insiste en que tal vez llevaban cuernos y que con el
transcurrir de los siglos que se pueden haber podrido. La guía –que es italiana
pero con deje y vocabulario un tanto argentinos– le responde que en ese caso existirían
dos agujeros a ambos lados del casco donde presumiblemente, caso de existir, se
colocarían los cuernos dichosos. Rebocato le da las gracias a la muchacha
aunque no queda muy convencido respecto del asunto de los cuernos y piensa que
quizás no han excavado donde debían.
Al rato la gente se monta en el bus e inician el regreso al barco en sentido contrario.
Si la subida hacia el glaciar (no visto) con el autobús fue espectacular (al ver un vehiculo venir de frente, uno de los dos tenía que pararse en alguno de los tramos más anchos del firme debido a que en muchos tramos no cabían ambos al cruzarse), la bajada no lo fue menos. Rebocato pensaba: “como el autobús se salga de la calzada no paramos, ladera abajo dando tumbos, hasta llegar donde está atracado el barco, mismamente”.
Al rato la gente se monta en el bus e inician el regreso al barco en sentido contrario.
Si la subida hacia el glaciar (no visto) con el autobús fue espectacular (al ver un vehiculo venir de frente, uno de los dos tenía que pararse en alguno de los tramos más anchos del firme debido a que en muchos tramos no cabían ambos al cruzarse), la bajada no lo fue menos. Rebocato pensaba: “como el autobús se salga de la calzada no paramos, ladera abajo dando tumbos, hasta llegar donde está atracado el barco, mismamente”.
Llegan sin
despeñarse al barco sobre las 19:30h. Rebocato siente que lo mismo tienen
gresca en el acceso al barco con los controladores por el asunto del cuñado en
el desembarque con el aspirante a paparazzi, casi calentado este. No obstante
pasan los controles pertinentes sin novedad mientras por megafonía comunican a
los pasajeros que vuelven a Hellesylt a por los 500 excursionistas que
contrataron la excursión con la naviera, ya que, no han podido cruzar por
carretera hasta Geirangen (como hemos dicho aunque se sabía de antemano, la
naviera no quiso anular la excursión por la pasta gansa que dejaría de ingresar
en sus arcas).
Una vez de vuelta a Hellesylt
y embarcados los 500, zarpan de nuevo hacia Geirangen para navegar toda la
noche en dirección a Narvik.
Rebocato pasa,
esa tarde, del espectáculo “Histoire d’amour” de las 20:30h., porque barrunta
que por el título tratará sobre ciencia ficción, y se solaza, por los bares de
a bordo, trasegando cerveza al coleto, en los cuales escucha varias versiones
de la excursión de los “500 incautos” que se han quedado bloqueados y que,
además, les han limpiado 171€ por cabeza, y, claro, están que trinan, no han
visto el glaciar, ni la parte más bonita del fiordo que es la que si han
disfrutado Rebocato y los suyos partiendo de Geirangen. Se mastica un motín a
bordo.
Ya en el
restaurante, a los postres de la cena, aparecen en la mesa de Rebocato y
acompañantes una retahíla de meseros y camareras que llevan tres tartas que son
para Rebocato y señora, para la hermana de aquel y cuñado del mismo, y para un
matrimonio de Soria capital. Los meseros rodean la mesa, depositan las tartas
en ella y comienzan a cantar cumpleaños feliz. Las mesas de los alrededores
aplaudiendo y Rebocato alucinando por un tubo (y no de cerveza precisamente) y
preguntándose: “¿pero a que viene esto?”. Una vez acabada la algarabía y
retirados los agasajadores, su cuñado le explica que al reservar el viaje
expuso a la agencia que iban, las dos parejas, de viaje de bodas de plata (lo
cual es mentira, aunque ambas se casaran en el mismo año) y la pareja de Soria
dicen que adujeron lo mismo (lo cual es verdad, apuntan). Prueban un trozo de
una de las tartas sobrando la mitad de esta y las otras dos se quedan enteras.
En las cenas
coexiste con las tres parejas homenajeadas una simpática chica catalana que
viaja con unas amigas ubicadas, estas, en otra mesa y la señora de Rebocato le
ofrece su tarta para que se la coma con sus amigas en la disco, ella acepta
encantada y la pareja de Soria se lleva la suya para compartirla con unos
amigos.
Nuestros cuatro
amigos se meten en la Disco hasta las 03:00h. Ya empieza a amanecer y no son
horas de seguir haciendo el tonto por lo que se retiran a descansar.
7ºDÍA.-NAVEGACIÓN RUMBO A NARVIK (día de reclamaciones)
Hoy no hay atraques, ni desembarques, ni gaitas
(que diría nuestro, ya fallecido, político transformista –para seguir donde siempre y defendiendo a los de siempre– Fraga, el
de “La calle es mía”). El barco continuará su itinerario con su “amable y
tolerante” tripulación, y el sufrido y paciente pasaje, navegando, surcando los
mares a lo largo del día de autos y de la noche siguiente hasta Narvik, la
cual, asentada dentro del círculo polar ártico, es una de las ciudades más
septentrionales del mundo, donde arribará la tropa mañana sobre las 08:00h.
“Cuando se mostró Eos, la que
nace de la mañana, la de dedos rosa”
(lejos estaba de barruntar Rebocato cuando en la Meseta Castellanovieja tirando
de hoz para trasegar cereales –y no precisamente de los que se toman en los
desayunos de hoy en día– de los surcos a las gavillas, que lo de "mostrarse Eos" significaba que estaba amaneciendo, según se repite, hasta la saciedad, en “La
Odisea” de Homero al relatar las correrías de la vuelta a casa de “Odiseo”
–“Ulises” en latín–).
Volvamos a la odisea del crucero y la vuelta a
casa de nuestro “héroe” Rebocato, aunque, visto lo visto a lo largo del viaje,
tenga mucha más madera de héroe su cuñadísimo, al pelearse este para que los “aqueos de hermosas grebas”
pudieran desembarcar de su “cóncava y negra nave” (valga el símil, continuando con la Odisea) el día en el que intentó fotografiarle el
multifuncional paparazzi que casi cobra.
El
día amanece nublado, esparciendo lluvia fina y acompañado de frío.
Según el diario de a bordo de hoy:
“Distancia por recorrer 452 millas náuticas. Amanece a las 03:31h y
anochece a las 23:45h. Temperatura prevista para hoy: (Max. 10ºC y Min. 5ºC).
Una vez desayunados, Rebocato y cuñado se
dirigen a la planta en la que están ubicadas las dependencias para efectuar reclamaciones. En un mostrador hay dos personas del personal de
tripulación para atender al público. Al demandar nuestros amigos las hojas de
reclamaciones les contestan que de uno en uno y antes de entregar las hojas que
digan el motivo a reclamar y que faciliten el número de camarote de cada cual.
En lugar de tener, el personal de atención al
público, las hojas al alcance de la mano, tiene que meterse a un garito a por ellas, de
esta manera van contemporizando con el fin de que a ver si así la gente, con la
espera (la cola de plantón ya esta bastante concurrida a esas horas), se aburre y desiste en
su empeño. El cuñadísimo al contemplar su hoja le dice a la persona que le atiende
que le dé otras dos hojas más, ya que considera que el espacio destinado a plasmar la
reclamación es bastante exiguo, recibiendo por contestación que rellene esa
hoja y que al entregarla que pida
otra. Así, tal cual.
El cuñadísimo y Rebocato con sus hojas respectivas se instalan en la mesa de una cafetería que está al lado del garito de reclamaciones y, como es un lugar natural de paso de gente, muchos se quedan mirando a los relevantes y, estos, les invitan a dirigirse a recoger
las hojas de reclamaciones y hacer lo mismo que ellos.
Rebocato, mientras tanto, espera que no aparezca en
escena el retratista fallido del rifirrafe del desembarque de ayer, y que
tenga que reanudarse el asalto abortado entre ambos, ahora sin apreturas de tiempo por estar todo
el mundo a bordo al ser día de navegación.
Aparecen ante la mesa de Rebocato y cuñado unos
navarros conocidos de copeo y damnificados de la excursión del día
anterior, y Rebocato les pregunta si ya han reclamado. Uno de ellos le indaga: “¿pero
si reclamas te devuelven el dinero?; y Rebocato: “si no reclamas fijo que no, además el derecho al pataleo no tenemos que renunciar nunca los de a pie”. (Al día
siguiente, abandonando el barco para siempre, los navarros comentaron a
Rebocato y acompañantes que les
habían restituido 30€ de los 171€. A los de la excursión de Rebocato su compañía les restituyó 17€ por barba y viendo muchas más cosas y bastantes más casas).
Rebocato acaba de rellenar su reclamación y la
entrega al mediador de los responsables (caso de que existan estos) y su cuñado
hace lo propio pero repitiendo la operación hasta tres veces. Llega la hora del vermut y
aún está rellena que te rellena. Y claro, al entregarlas, el tripulante (un
tanto impertinente) que las recoge, se mete dentro del garito y se las debe de
dar a leer a algún responsable para después sellarlas y entregarle la copia al
pasajero (bastante pertinente).
En
definitiva la gente de a bordo está muy, pero que muy, quemada y, además, como ese día no hay mucho que
hacer tienen todo el tiempo de asueto y se dedica, mayormente, a reclamar, aguantado para ello impávidamente
las colas y la pésima atención por parte del personal que les atiende. Menos
mal que las hojas de reclamaciones ya las han sacado al mostrador y se agiliza la
entrega de ellas, ya que, los empleados dejan de pedir el número de camarote, y ya
no preguntan por el motivo, o motivos, del cabreo a los pasajeros.
Hoy para comer ofrecen a los viajeros, en uno
de los restaurantes del barco, un bufé escandinavo. El resultado: colas de
órdago para acceder al local y colas para servirse uno mismo la comida, la cual,
para colmo, es mediocre y escasa. La gente de un "contento" espectacular. Un
exitazo, vamos.
Después de comer, trasegar unas copas de cava y
tontear un rato por las cubiertas Rebocato se va a echar las siesta.
Rebocato, al igual que ayer, pasa de nuevo del espectáculo
en vivo y en directo de las 20:30h. que lleva por titulo: “Por muchos años”,
cosa que él lleva a la práctica en forma de despedida no acudiendo al evento;
le ha cogido el tranquillo a las latas de cerveza alemana, que por cierto a lo
largo del crucero por norma de los distintos camareros de los diferentes bares,
cafeterías, restaurantes y discoteca, nunca servían una lata de cerveza sin
abrir, con el fin de que las gentes de buen beber no se las llevara a las
excursiones; asimismo, la fruta, que los dos primeros días de crucero en los bufés
se ofrecían en forma de piezas enteras, los siguientes días empezaron a servirla al público
troceada, para evitar que los pasajeros las sacaran del comedor para consumo
posterior.
Después de la última cena a bordo, nuestros
amigos se dirigen a la discoteca son las 23:45h. y comienza a anochecer cumpliéndose lo anunciado en
el diario de a bordo (no nos duelen prendas en reconocerlo).
LA DISCO Y EL SOL DE MEDIANOCHE
Al concebir
de Rebocato una de los acontecimientos más importantes del viaje fue lo
ocurrido a causa del sol de medianoche.
Ya cenados e inmersos en la discoteca las dos parejas de la
celebración de los 25 años apócrifos (Rebocato y señora como reincidentes ya
que, en 1987 –ya con 5 años de matrimonio a sus espaldas– viajaron a Italia y dijeron en la agencia que iban de viaje
de novios con unos primos, que estos sí, eran recién casados de verdad) y
apareció “el sol de medianoche”, lo que aconteció fue espectacular, según nos
narra el propio Rebocato a continuación:
<Sobre las 00:00h de la noche de autos (con solo un cuarto de hora
de anochecida a mis espaldas) estaba la barra de la disco a tope, debido a que
al ser la última noche de crucero el personal pide bebidas sin parar, no
hay quien se arrime a la barra dichosa y en esto que, de pronto, aparece el
sol de marras como bailando, subiendo y bajando. Yo, que me encuentro, sentado en un butacón, haciendo
tiempo para ver si la barra de la disco se despeja, lo comienzo a observar a
través de las cristaleras que separan la discoteca de las terrazas de la
cubierta y me asusto un tanto porque pienso que me he pasado en demasía de
jarro a lo largo del día. La gente al percatarse de que el fenómeno está sucediendo, despeja la barra totalmente, es decir, todo el personal sale de
estampida a la cubierta -cámara fotográfica o móvil en ristre, lleven ropa de
abrigo o no, e ignorando la noche de perros que hace en el exterior– y entonces
me veo solo con toda la barra, dejada de la mano de Dios, delante de mis narices,
miro alrededor y observo que nos hemos quedamos cuatro gatos en el local junto
a los camareros y el DJ (el pincha, y, posiblemente, pinche de cocina vista la
multifuncionalidad del personal de la tripulación) por lo que me acerco con
parsimonia a la barra y puedo conseguir mi bote de cerveza –marca el pato- sin
agobio alguno. Ya con la birra en mano contemplo, a través de las cristaleras,
al sol subiendo y bajando, tranquilamente sentado (yo, no él) disfrutando del
doble espectáculo de cubierta ante mis ojos, es decir, del loco sol cencerreando sobre el horizonte y del personal en cubierta pasando calamidades a la intemperie, algunos con una peonza considerable y todos haciendo fotos por
doquier. Y comenzó a hacerse de día. Fue la noche más corta de mi ya luenga
vida.
¡Irrepetible!
Que bien me sentó la cerveza. Desde aquí proclamo a los cuatro vientos: “Gracias
sol de medianoche, aunque te podías haber presentado, no solo el último día de crucero, sino todas las noches de
discoteca para despejarme la maldita barra”>.
Rebocato
y compañía se retiran a sus aposentos sobre las 02:30h. con una sensación de no
sueño para las horas que son, debido a que es de día. Han de dejar las maletas
de facturar en las puertas de los camarotes porque antes de las tres de la mañana
el personal de tripulación ha de recogerlas para dejarlas listas con el fin de
transportarlas, cuando atraquen en Narvik, al aeropuerto y facturarlas.
A esas horas todos los pasillos de los camarotes están repletos de maletas y
Rebocato delibera para sus adentros: “esperemos que no haya esta noche un: las mujeres y los niños primero, porque si hay que
abandonar la nave con las maletas ocupando todas las salidas y pasillos apañados
vamos”.
Nuestros
amigos duermen esa noche como lirones. No obstante, anunciar que la
contraria de Rebocato, en un gesto que la honra, hasta el día en que
abandonaron el barco no confesó que todas las noches de
travesía había dormido fatal por miedo a que el barco se hundiera.
8ºDÍA.- NARVIK (Por fin : fin del estado de excepción).
¡Aleluya!
“Todo tiene su fin “ que cantaban Los Módulos. Falta apenas un día para que Rebocato
finalice su periplo cual Ulises/Odiseo regresando a Ítaca.
Ya atracados en Narvik y ya desayunados, nuestros
amigos al abandonar el barco de forma definitiva se encuentran con la
agradable sorpresa de que no les retiran la tarjeta personal plástica de
embarques y desembarques, y así podrán justificar el día de mañana al
mostrarla a las amistades y poder decir: “yo estuve allí padeciendo”.
Una vez arribados al pequeño aeropuerto, y con
unos controles mucho menos rígidos que para entrar en el propio barco del
crucero, esperan al avión de Iberia un par de horas y cuando llega el aviso de
embarque ocurre que se cuela la pareja vasca de mayores, con más cara que espalda,
los mismos del intento fallido a la ida en el aeropuerto de Barajas. Rebocato
rumia impotente: “vivir para ver. Que bonito es viajar”.
Cuando ha despegado el avión el comandante de
vuelo les comunica a los pasajeros
que como las previsiones meteorológicas son favorables que no tienen necesidad
de hacer escala en Bruselas, es decir, que harán el viaje de un tirón
ahorrándose la tropa una hora y media de vuelo. El pasaje irrumpe en aplausos. Rebocato rumia para sus adentros: esperemos no quedarnos sin cumbustible.
Así como en el vuelo de ida Rebocato y señora
fueron en el avión sentados en asientos de la misma fila aunque separados por
el pasillo, en el de vuelta ocupa su señora el asiento de ventanilla, él el del
centro y el que da al pasillo un señor de Burgos de unos 70 años, y su señora,
de edad semejante, el de a continuación del pasillo de la misma fila.
El señor de Burgos comienza a hablar con
Rebocato –que se encuentra leyendo– y no para, de tal forma que la señora del
señor de Burgos le dice a este: “deja ya de hablar que lo mismo estás
molestando”.
Rebocato que ha cerrado el libro dice: “no se
preocupe señora que a mi también me gusta pegar la hebra”.
El señor de Burgos expone que ellos han hecho
7 cruceros, con la naviera del barco que han abandonado esta mañana, y que en
todos ellos quedaron encantados excepto en este que ha resultado ser un auténtico desastre
por ejemplo: la atención del personal de tripulación, la organización, las
comidas, etc. Y que habló con algunos camareros con los que coincidieron en
otros viajes y que le dijeron que antes el personal de la tripulación ascendían
en número a 800 y que en este crucero eran 600 y que la empresa antes era
totalmente española y que ahora se han metido en ella los americanos, de ahí el
cambio a peor. Añade el hombre de Burgos que antes de jubilarse fue cosechero de cereales y que viajó en cosechadora por muchos sitios de España y comentó, también, que la Guardia Civil de Tráfico de la provincia de Segovia era bastante severa.
Sobre las 19h. aterrizan en la T4 “sin novedad
en el Alcazar”.
Rebocato y señora pasan dos días en Madrid pernoctando
en casa de su hermana y del marido –que es a la vez cuñado (ya con el estigma
de pendenciero) de aquellos– con los que han realizado el crucero.
REGRESO AL HOGAR DULCE HOGAR:
Rebocato y señora, desde la estación de Madrid-Atocha
cogen un AVE que les llevará hasta la capital de una comunidad autónoma del litoral español.
Una vez llegados allí, abandonan el AVE y, en esa misma ciudad, cambian de
estación con el fin de subirse al tren Talgo que les trasladará hasta la
capital de provincias donde residen ellos, la cual
forma parte de la misma comunidad autónoma donde han llegado desde Madrid en el
AVE de marras.
Una vez, ambos, en la otra estación observan
que para acceder al Talgo hay una impresionante cola de viajeros esperando ante los torniquetes, (el Talgo asignado
muere en la Ciudad Condal). La señora de Rebocato, ante semejante espectáculo,
dice que está hasta las narices de padecer colas durante todo el viaje (se
refiriere, ella, a: las de los embarques en estaciones de trenes; a las de los
aeropuertos; a las de la terrible espera de la primera tarde, ya en tierras
suecas, para efectuar el check-in para acceder al barco; a las de los posteriores
embarques y desembarques del barco, con cacheos, arcos detectores de metales, cintas
detectoras por las que hay que pasar: bolsos, móviles, cámaras, ropa de abrigo,
mochilas, etc.; a las de los buffet de los desayunos, comidas y cenas en el
barco; a las de los bares, cafeterías y discoteca del barco; a las de los
espectáculos del barco –y sin butaca aparente en la que aposentar las posaderas
después de un duro día de trote excursionista–; a las de los servicios de señoras
en las excursiones facultativas; a las de hacerse las fotos de rigor en
diferentes lugares pintorescos; a las de la subida y bajada al Púlpito –perennes
y ralentizadas–; a las de las subidas y bajadas a teleféricos; a las de
observar cualquier memez, que te explica el guía de turno, y en la que hay poco
espacio de maniobra para que lo fotografíen todos los turistas a la vez, y allí
van todos; a las de las subidas y bajadas de autobuses; a las de, una vez
bajado del barco, esperar el turno para un taxi, un autobús, etc; a las de los
ferrys etc., etc.. Y todo ello luchando con los jetas –sobre todo los muy
mayores de edad, dignidad y gobierno– que se hacen el tonto y tratan de
colarse) pues en base a todo esto, la señora, añade: “que me quedo en primera fila,
que me voy a colar, y si dicen que
digan, que bastante he esperado ya a lo largo de todo viaje y que tú haz lo que
quieras”.
Es lo que tiene el viajar a tierras en las que
no se te ha perdido nada, absorbes nuevas costumbres y aprendes nuevas formas
de comportarte en sociedad, es decir si tienes que saltarte una cola te la
saltas y punto, y más si lo ordena tu contraria.
Rebocato, pliega velas, cual Adán en El Paraíso,
y cae en la tentación que le presenta Eva –en forma de primero de la fila en
lugar de la manzana del bien y del mal– y se cuela también –en su defensa alegar,
que es por no dejarla a ella sola ante todo el tropel de gente que espera detrás–. Rebocato no habla durante los colamientos con el fin de que no le detecten el deje de su tierra y pongan a parir a sus paisanos. Nuestros dos amigos son de los primeros en acceder al tren.
Ya dentro del tren Talgo, Rebocato coloca
las maletas en las bandejas ubicadas encima de los asientos de pasajeros y una
vez acomodados él y su señora, observan que entran, en el vagón en el que se
han instalado ellos, tres personas de etnia gitana. Encabeza el trío un señor
de unos 45 años portador de un cuerpo de considerable volumen, y lleva puesta
una camiseta de hombreras –en su día presumiblemente blanca– con agujeros, y le
siguen a él una señora de unos 70 años y detrás de esta otro hombre de unos 40
años de aspecto enjuto y sin decir esta boca es mía, que lleva en una mano su equipaje y en la otra un andador, ya
plegado, que corresponde a la mujer, ya que, esta, anda a duras penas entre
ambos hombres por el pasillo del vagón con una de sus piernas escayolada y apoyándose
en el hombro del hombre que la precede.
El sujeto de la camiseta agujereada que encabeza
el trío, va despotricando en su
jerga calé (esto sea dicho sin ánimo de ofender) mirando los billetes de tren
que porta en su mano derecha y cotejando los números de los asientos del vagón
sin dar con los suyos. En la mano izquierda acarrea una bolsa de viaje. Rebocato, que les ve venir de frente, cuando llegan a su
altura se levanta de su asiento y le dice al hombre que encabeza el trío: “¿caballero
necesitan ayuda?”. El de los billetes contesta: “es que no encontramos nuestros
asientos”. Rebocato le dice: “no soy el revisor, pero por favor, ¿me permite usted
ver sus billetes?”. El otro accede y le alarga tres billetes grapados a la vez
que suelta: “nos han dicho que este es el vagón 2 y nuestros asientos no están
en el vagón 2. Rebocato comprueba los billetes y, después de observar las
indicaciones de los asientos del vagón y saliendo al pasillo entre vagones, les
anuncia: “estamos en el vagón 2 pero sus asientos están en el anexo del vagón 2
que está a continuación. Se introducen los cuatro en el anexo del vagón y una
vez visto el asiento del primer billete Rebocato les dice: “este es uno de los
asientos” y le indica a la mujer lastimada que se siente en él. A su vez
comprueba los siguientes billetes grapados con el primero y se sorprende al ver
que los números de asientos reflejados en los billetes no van correlativos y que
tanto el segundo billete como el tercero corresponden a asientos ubicados en otros
dos vagones distintos al del primer billete, en concreto a los vagones 7 y 10.
Rebocato al comprobarlo piensa: “madre mía, en
que lío me metido ¿como le explico yo esto a esta pobre gente que tienen que
viajar separados en tres vagones distintos y con la supuesta madre
perniquebrada?”.
Armándose de valor, indaga al que lleva la voz
cantante (al de la camiseta blanca, sucia y agujereada): ¿ustedes han sacado
los tres billetes a la vez? Recibiendo como contestación del que portaba los
billetes: “Pues claro hombre, acaba de dárnoslos un payo hace un rato en la
ventanilla de la estación y me ha dicho: se los grapo para que no los pierda”. Rebocato
le dice: “pues les han dado tres billetes con asientos en vagones diferentes”.
Y el calé responde: “¿pero cómo..? si aquí (se refiere a ese vagón) hay asientos vacíos de sobra?”. Rebocato le dice: “es que ustedes van a Barcelona y como han sacado
los billetes a última hora no han podido dárselos para ir los tres juntos en el
mismo vagón porque los billetes del resto de los asientos estarán adquiridos por
otras personas antes de que ustedes compraran los suyos en ventanilla”. Y el
calé indicando: “pero, mira, si hay muchos asientos vacíos y mi madre está con
la pata rota” (a todo esto el tren ya está en marcha). Y Rebocato: “Si, pero
usted comprenda que aunque ahora mismo no estén ocupados, en las siguientes
estaciones que pare el tren se subirán las personas que los han reservado de
antemano, antes que ustedes”. Y el calé: “si, pero también se bajarán otros y quedarán más
asientos vacíos . Y Rebocato: “mire, que se quede aquí su madre (esta ha
estirado la pata, perdón, la pierna escayolada, ocupando dos asientos) y que se
quede con ella el otro acompañante (que sigue sin decir esta boca es mía) con
el andador y con los equipajes.
Acto seguido, Rebocato desgrapa los billetes y entrega uno a la madre, diciéndola que no lo pierda y con los otros dos billetes y con el calé de la camiseta –este sin parar de rezongar detrás de aquel– se dirigen al vagón número siete. Cuando llegan a él, Rebocato comprueba los billetes y ve que uno de ellos es el del vagón 2 donde se ha sentado la madre (con las prisas se ha liado y le ha entregado a ella el billete del vagón 10). Rebocato respira hondo y le dice al calé: “este asiento es suyo, pero resulta que con las prisas le he dado a su madre el billete del vagón 10 y me he traído el de ella el del vagón 2, quédese usted aquí y le doy el billete del vagón 2 a su madre y me traigo al otro acompañante con el billete del vagón 10, que por error le he dado a la madre de usted. El calé dice “que verdes las han segado” y que él se vuelve con su madre y que cuando llegue allí, que de allí no se mueve ni aunque vengan los picoletos.
Acto seguido, Rebocato desgrapa los billetes y entrega uno a la madre, diciéndola que no lo pierda y con los otros dos billetes y con el calé de la camiseta –este sin parar de rezongar detrás de aquel– se dirigen al vagón número siete. Cuando llegan a él, Rebocato comprueba los billetes y ve que uno de ellos es el del vagón 2 donde se ha sentado la madre (con las prisas se ha liado y le ha entregado a ella el billete del vagón 10). Rebocato respira hondo y le dice al calé: “este asiento es suyo, pero resulta que con las prisas le he dado a su madre el billete del vagón 10 y me he traído el de ella el del vagón 2, quédese usted aquí y le doy el billete del vagón 2 a su madre y me traigo al otro acompañante con el billete del vagón 10, que por error le he dado a la madre de usted. El calé dice “que verdes las han segado” y que él se vuelve con su madre y que cuando llegue allí, que de allí no se mueve ni aunque vengan los picoletos.
El calé y el payo de Rebocato vuelven sobre sus
pasos cruzando vagones y el calé despotricando (cosa normal al sentir de
Rebocato dada la situación de la asignación de asientos) y la gente, de los
vagones por los que pasan, alucinando al paso de ambos.
El
calé va poniendo a parir al que le ha vendido los billetes y repitiendo en su
jerga “con la tanda de asientos vacíos que hay y nosotros cada uno por un
lado”.
Pasan por delante de la mujer de Rebocato, la cual permanece sentada a la vez que mira a su “santo” como diciendo: “en las que te metes, majo, a este paso llegamos
a nuestra parada y aún no has acabado de acomodarlos”.
Cuando llegan hasta la madre perniquebrada, que
sigue quejándose, Rebocato la pide
el billete del vagón 10 y le entrega el de ella, el del vagón 2 pero el calé de la camiseta blanca
agujereada no para de hablar y de decir, que ellos ya no se mueven y que como
hay muchos asientos vacíos que de allí no les saca ni la Guardia Cívil.
Rebocato les devuelve los billetes respectivos
y les aconseja que cuando aparezca el revisor que se lo expliquen y a ver si así
puede hacerles un apaño para que, dada la situación de la madre, puedan viajar,
al menos uno de ellos, acompañando a la señora escayolada.
Eso sí, tanto el calé de la camiseta de
tirantes blanca agujereada, como su madre, le dan las gracias a Rebocato, cuando se marcha, por la
ayuda que les ha prestado. El otro calé permanece impertérrito, impasible el
ademán, y calladito.
Rebocato llega a su asiento con la satisfacción
del deber cumplido y su mujer al verle musita: “pero.. ¿al final que ha pasado?.
Menudo show que habéis montado deambulando con tu colla por los vagones, está todo el personal del tren alucinado”.
Por fin: “llegada al hogar, dulce hogar”. Más
de 10.000Km. de recorrido para esto. Mastica para sus adentros Rebocato: “que
bien lo hemos pasado, solo me queda dedicar un mes para seleccionar, ordenar, renombrar
y eliminar alguna de las tropecientas mil fotos que hemos tirado. Benditos tiempos,
aquellos, en los que con un carrete de 12 fotos y otro de 24, íbamos
arreglados, con la ayuda añadida, de que algunas de ellas al revelarlas habían
salido mal y por lo tanto se desechaban”.
Recapitulando, como ocurrió –guardando las distancias– en las
elecciones municipales celebradas en abril de 1931 España se acostó monárquica y se levantó
republicana (mucha más celebración). En mayo del presente año Rebocato se va de crucero con España
gobernada mayoritariamente en autonomías y ayuntamientos por el PP y, a la
vuelta, se la encuentra con un terremoto electoral, y ya se sabe que partido es
el damnificado, cuyos lideres no acaban de creerse los resultados y no encuentran
justificación al varapalo recibido (las urnas nos absuelven, dijeron en otras elecciones de atrás).
Ahora, dado el vuelco político,
algunos iluminados anuncian que “Podemos” volver al 36. ¡Qué hostia! ¡Oh yeah!
A Rebocato solo le falta remachar: “No se os puede dejar solos, tal vez no debería de haber renunciado a presidir la mesa electoral”.
Agradecimientos: A todos los lectores que hayan llegado hasta aquí, caso de no haberse saltado ninguna parrafada, y al sobrino político mayor de Rebocato por inspirarle, a este, el título de esta entrada.
Agradecimientos: A todos los lectores que hayan llegado hasta aquí, caso de no haberse saltado ninguna parrafada, y al sobrino político mayor de Rebocato por inspirarle, a este, el título de esta entrada.
HistoriasdeRebocato@Julio-2105