LA
EXTREMAUNCIÓN Y EL VIATICO
Queridos todos:
Nueva entrada en el blog de nuestro amigo Rebocato, en la que nos habla de nuevo de sus experiencias cuando laboraba de monaguillo y acudía a dar la Extremaunción y el Viático a los enfermos terminales de nuestro pueblo castellanoviejo. La verdad que para ser unos niños no era muy agradable el acompañar y asistir al cura para dar esos sacramentos por mucho que se ayudara a la salvación eterna del alma del candidato a pasar a mejor vida, pero en fin, peor era lo de los entierros.
Salud y tratad de sobrevivir al tórrido verano.
Cuando profesaba Rebocato de monaguillo (ver los
peñazos de entradas de este blog, que llevan por titulo: “Rebocato monaguillo 1”
y “Rebocato monaguillo 2”) una de las funciones a ejercer como tal, era el de
acompañar –junto a otro acólito– al señor Cura hasta la casa del vecino moribundo
(hombre o mujer), para darle la Extremaunción (posteriormente definida como
Unción de los enfermos) y, ya, de paso, el Viático. Decir al respecto (para los
neófitos y los cómodos y desviados practicantes católicos aspirantes a arder
eternamente en las calderas de Pedro Botero) que, el Concilio Vaticano II
acordó que la Unción de los enfermos debía ser administrada después de la
confesión del afectado (al sentir de Rebocato, para confesiones estaban ellos,
según observaba, él, en aquellas oscuras y austeras alcobas, de nuestro pueblo castellanoviejo con moscas
veraniegas pululando por doquier, donde los agonizantes trataban de pasar a
mejor vida conducidos en su ultimo viaje por la vieja dama, la de guadaña en
mano).
La Unción de los enfermos, no es cosa baladí,
es un Sacramento de personas vivas y no debe administrarse a semimuertos, con
el fin –como se decía antaño después de la Reforma protestante y de la Contrarreforma
católica– de que no pudiera decir Lutero –el de las 95 tesis (que dicho sea de
paso, ya podía haberse esforzado un poquito mas, el Lutero. y redondear a 100 las
tesis de marras) que promulgó hace 500 años y que aparte del Cisma de la Iglesia
Romana trajo como consecuencia los casi 200 años de guerras en Europa entre
cristianos católicos y los nuevos protestantes– que los católicos engrasábamos
a nuestros cuasi ya cadáveres con tanta unción de oleos.
Cuando se activaba el protocolo local para
administrar los sacramentos de marras, el Cura y los dos monaguillos iban a la
iglesia. Una vez dentro, ya en la en la sacristía, el párroco se ponía encima
de la sotana el sobrepelliz, se apropiaba de una estola morada y un pequeño
maletín con todos los bártulos colocados en su interior de forma aparente para celebrar
la ceremonia.
PIE DE FOTO.- Maletín con los cachivaches para
administrar la Extremaunción y el Viático a los enfermos que se encontraban más lejos de aquí que de allá.
Uno de los monaguillos llevaba la esquila (la
que se tocaba en misa durante la Consagración), y el otro el maletín y la
gaveta con agua bendita y el hisopo sumergido en ella.
Salían de la iglesia y, los tres en perfecta
formación, se encaminaban hasta la casa del moribundo. El cura llevaba cubierto,
y sujeto con ambas manos, un pequeño copón con las hostias santas y benditas ya
que, de paso que administraba la eucaristía al enfermo, también, se la daba a
algún familiar del enfermo, que estuviera allí presente y que lo solicitara,
siempre y cuando se encontrara en gracia de Dios, porque no era plan de que el Cura perdiera allí tiempo confesando a pecadores, en esos momentos, aparte de que, el otro
monaguillo y Rebocato –caso de coincidir la ceremonia con el horario escolar–
no estaban para perder muchas horas lectivas).
Durante el trayecto el monaguillo que llevaba
la esquila, si veía acercarse a algún que otro parroquiano, la hacia sonar y
los hombres se arrodillaban a su paso y se santiguaban. Caso de que los que se cruzaran
en el camino de la pequeña comitiva fueran mujeres, estas se santiguaban y
ponían cara de fervor espiritual, pero no se solían arrodillar (Rebocato
pensaba que sería para no romperse las medias a la altura de las rodillas o para
no mancharse los manteos. Que decir si en la calle hubiera nieve o charcos de
agua o boñigas de vaca).
Una vez en la puerta de la casa del enfermo el sacerdote clamaba, voz en grito:
“La paz sea en esta casa”.
Y los monaguillos al unísono:
“Y a todos que habitan en ella”.
El cura dejaba los bártulos sobre una mesa que encontrara aparente para ello, se colocaba la estola, le arrimaba una cruz al enfermo para que la besara y a continuación trincaba el hisopo y rociaba con agua bendita la alcoba y alrededores mientras musitaba:
“La paz sea en esta casa”.
Y los monaguillos al unísono:
“Y a todos que habitan en ella”.
El cura dejaba los bártulos sobre una mesa que encontrara aparente para ello, se colocaba la estola, le arrimaba una cruz al enfermo para que la besara y a continuación trincaba el hisopo y rociaba con agua bendita la alcoba y alrededores mientras musitaba:
“Asperges me Domine hyssopo, et mundabor
lavabis
me et super nivem dealbabor….. Etc, etc.”
Que para los no bilingües (gracias Wikipedia)
significa en cristiano (no nos referimos al Ronaldo –el de los líos actuales con la Hacienda Pública, que posiblemente alcance, superando al Messi, el balón de oro del fraude fiscal futbolero en Spain, menos mal que el Madrid, no ha sacado la tonta campaña que lanzó el Barça para apoyar a su crack de Rosario con lo de "todos somos Messi", que rezaría, en el caso del Madrid: "Todos somos Ronaldo") lo siguiente:
“Rocíame señor con el hisopo y quedaré limpio
lávame y quedaré más blanco que la nieve…Etc,
etc….”
Después continuaba
con una oración en latín, mojaba su dedo pulgar derecho en el Santo Óleo y
ungía al enfermo haciendo cruces de forma sucesiva en: los ojos, las orejas, la
nariz, la boca, las manos y los pies. A la vez que rezaba:
"Por esta Santa Unción y su benigna misericordia, te perdone Dios de todo lo que has pecado con: la vista, el oído, el olfato, el gusto y la palabra, el tacto y el andar".
"Por esta Santa Unción y su benigna misericordia, te perdone Dios de todo lo que has pecado con: la vista, el oído, el olfato, el gusto y la palabra, el tacto y el andar".
Los monaguillos, atentos al guión, respondían:
“Amén”.
“Amén”.
A continuación todos los presentes, en la sala y alcoba rezaban, el Padrenuestro. El Cura entonaba oraciones varias y, para finalizar, le daba al
enfermo la comunión y a besar la estola diciendo:
“El céntuplo recibas y
alcances la vida eterna”.
El otro monaguillo y Rebocato
contestaban:
”Amén”.
Y el Cura remataba:
“ Kyrie eleison, Christe eleison, Kyrie
eleison”.
El párroco presentaba, de nuevo, la cruz al enfermo
ungido en su hocico y le bendecía con la mano derecha (aunque el cura, que no
era el caso, fuera zocato, que no de izquierdas) diciendo:
“La bendición del Señor omnipotente,
Padre, Hijo y Espirito Santo descienda sobre ti y permanezca siempre".
Y los monaguillos:
“Amén”.
La ceremonia se daba por finiquitada quedando
el enfermo en gracia de Dios y un tanto aliviado (barruntamos) cuando se
largaba la comitiva.
Por lo que recuerda Rebocato –cuando él era
monaguillo en nuestro pueblo castellanoviejo– solo una persona –después de
recibir la Extremaunción y el Viatico– burló a la muerte durante al menos treinta
años más (ya sabemos que todo es cuestión de tiempo ya que, cuando uno nace,
nace un nuevo muerto y que todo el mundo sabe que se va a morir algún día, pero
casi nadie se lo cree) Normalmente, una vez administrados ambos sacramentos
(unción con óleo sagrado y
Eucaristía) al moribundo, este, no tardaba mucho en que le colocaran el traje
de madera respectivo y, posteriormente, recibir cristiana sepultura.
La mencionada persona, era una mujer ya entrada
en los 50 (en edad), con 8 hijos paridos, y marido –con boina de serie incluida–,
de los de antaño– Rebocato vio como el párroco le administraba (a la mujer, no
al de la boina despojado de ella para la ocasión) los sacramentos y, una vez
acabada la pequeña ceremonia, se largaron con viento fresco: él, el cura y el
otro monaguillo a llevar los avíos a la iglesia. La mujer ungida en vez de
palmarla y aprovechar la coyuntura para subir al cielo sin mayor esfuerzo al
estar ya en gracia de Dios, se aferró a la vida y aún dio la tabarra por
nuestro pueblo castellanoviejo, con ligeras recaídas, durante 30 años mas. En
fin, una pena porque el trabajo de ese día del cura, y de ambos monaguillos,
fue en vano, es decir, se atarearon a lo tonto para nada.
En aquellos tiempos los comulgantes no podían
tocar las hostias consagradas (era pecado mortal), ni roncharlas cuando el párroco
te la introducía en la boca durante el sacramento de la eucaristía. El cura de
nuestro pueblo castellanoviejo recomendaba, en las platicas formativas dentro de
la iglesia a los aspirantes a recibir la primera hostia en el día señalado de
tomar la Primera Comunión, que momentos antes de recibir el Cuerpo de Cristo, dieran una buena capa de saliva con la lengua en el paladar e la boca, con el fin de lubricarlo y evitar así que la Sagrada
Forma se te pegara en él, porque caso de que eso ocurriera no había cristo que
la despegara en un tiempo considerable y lo mismo la tenias como una lapa hasta la hora del cocido, y claro, uno no podía ayudarse con el dedo, era pecado mortal el tocarla. Estando un día de Viático, Rebocato
pensaba en ello, y sufría al barruntar que, como el pobre enfermo se encontraba
en fase terminal, de que manera se las apañaría para humedecerse el paladar y lograr
tragarse la Sagrada Forma sin masticarla, sin que se le adhiriese en el cielo
de la boca y con el riesgo añadido, posiblemente, de que algún enfermo pasara, antes de hora, a
mejor vida por atragantamiento de pan ácimo consagrado.
Muchos años después, a finales de octubre de
1975, encontrábase Rebocato viendo en un cine de la posterior Capital del Reino
(no recordamos en compañía de quien o quienes, pero puede que hubiera algún
demonio en forma de persona dentro de la sala pues por aquellas fechas le
ocurrían a nuestro amigo y al país cosas muy raras) la película de El
Exorcista, que como recordarán nuestros lectores trata sobre la posesión por el
diablo de una niña de 12 años y los exorcismos a la que le someten para
expulsar al maligno de su cuerpo. Pues bien, cuando llegó el momento de los
exorcismos Rebocato se removió en su butaca debido a que, con tanto rezo, agua
bendita hisopada, oraciones exorcistas en latín –dicen que al diablo no le
gusta ese idioma, pero, Jesús parece ser que hablaba en Arameo y en Koiné, y
Rebocato ignoraba si esas oraciones de la película eran de: San Miguel
arcángel, San Benito, Santiago
Apóstol, Santa Teresa de Jesús, San Jerónimo o san Padre Pío– le vino a parecer
que, en lugar de en una sala de cine, estaba ubicado en nuestro pueblo castellanoviejo en
una alcoba –donde yacía un guiñapo de persona– ayudando al cura párroco a
administrar la Extremaunción y el Viático al moribundo.
PD.- Dicen que no hay exorcismo mas difícil que aquel que se hace a un poseído por un demonio mudo.
HistoriasdeRebocato@julio-2017