6 de agosto de 2013

LAS ÁNIMAS BENDITAS DEL PURGATORIO









     Pie de foto.- Momento en el que algunas ánimas benditas, purgando sus pecados en el Purgatorio, son rescatadas por los ángeles de la Virgen del Carmen, y sin trajes ignífugos.


         Liborio!, ¡Liborio!, vamos para otra calle que ya he recorrido casi todas las casas de la plaza y hace un frío que pela.
                                                        

         La voz retumba por todo el portal y el mensaje ha llegado nítidamente hasta el comedor donde los moradores, y el peticionario Liborio, lo han oído todo perfectamente, sin embargo, nuestro conocido labriego castellanoviejo –dueño de la casa– ignorando la llamada le acerca, de nuevo, el jarro a Liborio a la vez que le corrige:

         -No es así, Liborio, te has vuelto a equivocar, es:

         “Por donde quiera que fui,
        la razón atropellé
        la virtud escarnecí,
        a la justicia burlé
        y a las mujeres vendí”.

         El tío (forma de anteceder al nombre de las personas mayores en nuestro pueblo castellanoviejo) Liborio le escucha averiguador, le da otro tiento al jarro de vino se limpia la boca con el reverso de la mano y le dice a su amigo –el labriego castellanoviejo– retornándole el jarro:

         -Tienes razón, ya m’acuerdo como sigue, y apunta:

        “Yo a las cabañas bajé,
        yo a los palacios subí,
        yo los claustros escalé
        y en todas partes dejé
        memoria amarga de mí”.


     De nuevo, desde el portón de entrada a la casa de nuestro labriego castellanoviejo, ruge la voz proyectada sobre el portal:

         Liborio! sal de una vez que si nó esta noche no acabamos la colecta.

        Reseñar que, es la noche de la fiesta de Todos los Santos y en nuestro pueblo castellanoviejo existe la costumbre, esa noche, de pedir, casa por casa, limosna para las --Ánimas Benditas del Purgatorio. La gente daba lo que buenamente podía, normalmente pequeñas porciones de los productos de la recolecta agrícola del verano: cereales, garbanzos, alubias, patatas, etc. Todo lo recaudado, a la mañana siguiente, que es el Día de las Animas, y después de la misa, se subasta ante los vecinos en la patio de la iglesia, y el dinero obtenido se destina para ofrecer misas de intenciones por la salvación de las Ánimas del Purgatorio.

         Mientras tanto, dan otro  tiento al jarro y sigue el mano a mano de la recitación –por parte del tío Liborio y de nuestro labriego castellanoviejo (ante los ojos contemplativos y expectantes de la recua de hijos de este), corrigiéndose mutuamente cuando procede, o ellos creen que procede– de los versos del drama “Don Juan Tenorio” la, otrora, tan en boga, obra de don José Zorrilla:

         “A quien quise provoqué,
        con quien quise me batí.
        y nunca consideré                                        
        que pudo matarme a mi
        aquel a quien yo maté”.

         Otra vez, de nuevo, la voz rebota -acompañada del sonido del toque del esquilón con el que se avisa a los vecinos de la llegada de los peticionarios- en las paredes del frío y oscuro portal:

         -¡Liborio! Vámonos….

         En nuestro pueblo castellanoviejo, los propios vecinos, cuando se acercaba la Fiesta de Todos los Santos, ejercían de actores para alguna esporádica representación de don Juan Tenorio del escritor vallisoletano don José Zorrilla en el salón de baile, y se cobraba a los parroquianos una cantidad, ínfima, para entrar a ver la función. Un año, el comediante que hacia de don Luis Mejia, en un teatral lance de espada le suministró una estocada considerable en el muslo al tío Liborio el cual hacia el papel de don Juan Tenorio, obviamente aquello fue un exceso de celo en la actuación teatrera por parte del supuesto don Luis (recordad que en realidad el que muere, en la obra literaria, a espada de don Juan, es don Luis), no obstante la sangre, ese día, no llegó al cercano río Duratón, afluente del río Duero.

   Apuntar que en nuestro pueblo castellanoviejo las gentes estaban acostumbradas a los pinchazos en sus cuerpos –sobre todo, aparte de los de los de abrojos arrancando patatas– de bieldos de púas metálicas producidos, accidentalmente, al sacar las basuras (estiércol) de las caballerías, cerdos y gallinas de sus respectivos habitáculos, llámense, respectivamente: cuadras, cortijos o gallineros. Y que sanaban, dichas heridas, sin necesidad de visitas médicas, ni administración de vacunas antitetánicas, ni casta que lo fundó. Nunca se supo, por aquellos lares, de nadie que muriera a consecuencia de un pinchazo de bieldo o rastrilla.

         Rebocato y sus dos hermanos más próximos, en ascendente y descendente con respecto a la edad de aquel, contemplan expectantes el final precipitado de la representación de puro teatro improvisado en la casa de nuestro labriego castellanoviejo, en esa noche de los Santos, “como todos los años”, y siempre con el mismo elenco de, únicamente, dos actores acompañados de lances de jarro en lugar de los pertinentes duelos de espadas de acero toledano.

         De nuevo resuena la voz:
         -¡Liborio!....

         Una vez que al jarro de barro, de más de un azumbre de capacidad, le clarea el culo interior, sale por fin el tío Liborio a la calle echándose de antemano en el portal de la casa el largo tapabocas alrededor de su curtido cuello (al sentir de Rebocato "mas bien pescuezo"). La noche sigue fría y, además, se ha levantado una espesa niebla de la órdiga, que la hace sentir más gélida y tétrica aún. Rebocato y sus hermanos, anterior y posterior en edad, asomados por el abierto portón superior de la puerta de entrada a la casa de nuestro labriego castellanoviejo, ven como se alejan los dos peticionarios atravesando la penumbra, rota a cachos por el escaso haz de luz que proyectan las existentes ralas bombillas exteriores de 20 bujías de intensidad de luz, fijadas en algunas esquinas y paredes de las fachadas de las casas del pueblo.

         El tío Liborio y su acompañante del esquilón, con las alforjas colgadas al hombro y rodando las carretillas de ruedas metálicas, que hacen un ruido considerable sobre los adoquines de la Calle Nueva, transportando los sacos en los que introducen las donaciones del devoto y daditivo vecindario, se alejan deambulando, cual ánimas en pena, por la calle arriba para acercarse y llamar a otra puerta, en la que, tras el previo aviso en forma de toque de esquilón, braman hacia los adentros del oscuro y largo portal:

         -Una limosna para las ánimas benditas del purgatorio, por el amor de Dios…..


                       HistoriasdeRebocato@noviembre-2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario