10 de agosto de 2013

EL PERRO Y LA MOTO 2



          A VUELTAS CON EL PERRO GALLEGO. OTRORA MANCHEGO


          Nos escribe un amigo de Rebocato y sufrido lector del blog de este:          

            Hola a todos (Con el fin de no perder tiempo no añado “y a todas” debido  a que en “todos” estáis incluidos todos y todas):

         Un mes después de leer el articulo de nuestro amigo Rebocato “El perro y la moto1” he viajado de visita a Madrizz (Madrit para los bilingües) y me recomendó  una cuñada mía, a la que le gustan las exposiciones, que  fuera a ver una de un fotógrafo gallego llamado Virxilio (antes Virgilio, intuyo) Viéitez, gallego de origen para más señas.

      Una vez en el lugar del evento, cual no sería mi sorpresa al toparme, entre otras muchas, con la fotografía del perro y los cuatro moteros con calzado nuevo y según leí en el pie de foto se llamaban: Fermín, Avelino, Bautista y Pepiño (nada que ver este último, supongo, por la fecha de la foto de 1957 con el socialista Pepín "atrapasobres" en gasolineras, pero tal como se agarra, el rapaciño menor, a su supuesto hermano que le antecede, bien podría ser aquel el Blanco el cual también se aferra, ahora, a la poltrona con ahínco y renovados brios).




Pie de foto: El amigo de Rebocato en la exposición de Madrid desfaciendo el entuerto de la moto y el perro de marras. Las fotos del fondo fueron realizadas, en su día, por Virxilio Vieitez

        En la tan traída y llevada fotografía del perro (manchego o gallego que más da si no vamos a ladrar con él) y la moto que estaba expuesta en la exposición de la Fundación Telefónica, sita en la Gran Vía (antes de José Antonio cuando yo laboraba en la planta 13 del edificio y por cierto con mucha profesionalidad, dicho sea de paso y modestia aparte, luego me vine al Mediterráneo pues la capital se me quedó pequeña- a conocer a nuevas gentes y culturas variopintas) madrileña, se aprecia, in situ, el nombre de la carnicería, pero con las prisas por hacerme la foto (que llevó a cabo el cuñadísimo exgerente de Telefónica) por si venían los vigilantes de la sala y nos metían un pleito del carallo por los rollos de los derechos de imagen, se me olvidó apuntármelo y con lo de la pérdida de retención (no de los esfínteres, que todo llegará, vosotros dadme tiempo) de memoria, se me fue el nombre dichoso al limbo de los justos. Si alguno de los que estáis leyendo esta epístola se digna en ir a los madriles –ya sé que a muchos os tira más Barcelona por lo del Barça dichoso- a ver la exposición, podría anotárselo, o bien, si es atrevido, memorizarlo y remitírmelo. De paso le sugiero, al visitador, que preste especial atención a la sección de fotografías de diferentes familias posando con su muerto (con ataúd incorporado) correspondiente, una tradición popular que lamentablemente está cayendo en desuso, si no ya cuasi extinguida. Por la tierra, donde yo vi por vez primera la luz del sol, esta costumbre no se estilaba, es más, en mi caso en particular (y en mi casa en general) no me hicieron fotos ni tan siquiera de mi primer bautizo, ni de mi primera comunión.

         Las únicas fotos que nos hacíamos eran las que se necesitaban para el carnet de familia numerosa (este carné se utilizaba para conseguir descuentos para viajar en coche de línea y/o en tren, uso que hacía mi padre para ir a la capital de provincia con el fin de arreglar papeles y comprar, de paso, material escolar; asimismo se viajaba, muy ocasionalmente, a Madrid a visitar familiares. Yo viajé de niño casi tantas veces como eclipses solares acontecían. Lo normal y cotidiano era viajar en carro a las tierras de labor, y no precisamente con carácter lúdico, del término municipal) y a la celebración de alguna boda –a la capital de provincia– de algún hermano.

        
         Creo que la primera foto individual que me hice fue con 11 años para el carné de la OJE (Organización Juvenil Española –en Catalunya se denominaba, barrunto, de la misma manera-) y me la pagué yo mismo de mi peculio procedente de la paga de monaguillo ejerciendo, como tal, en la iglesia parroquial de nuestro pueblo castellanoviejo. Ahora, a toro pasado, creo que equivoqué la carrera ya que en vez ejercer de rapavelas (simple monaguillo, sin llegar a sacristán), tal vez tendría que haberme iniciado, laboralmente hablando, de vendedor/repartidor de periódicos y lo mismo ahora sería un magnate, como ocurría en las películas americanas de antaño, pero para eso debería haber hecho las Américas porque en nuestro pueblo castellanoviejo al periódico “El Adelantado de la capital de provincia” se le definía como “el papel “ y eran cuatro hojas –ni una más, ni una menos- y llegaba, vía coche de línea y, posterior, cartero local, a la casa del barbero-peluquero (sin ejercer de sacamuelas ni cirujano como antaño) para que lo leyeran los clientes, también se arrimaba a la casa del párroco y a la casa del boticario, es decir, poco futuro hubiera tenido, yo, repartiendo periódicos por aquellos lares.

         Siempre te queda el consuelo, viendo ciertas películas de la tele, de que a pesar de disponer de mucho dinero los mafiosos y gángsteres tampoco se retrataron mucho, pues trataban de evitarlo con el fin de que no pusieran sus caretos en los pasquines de caza y captura.

         De todas formas yo arrojo la toalla, si queréis saber si el perro estaba vivo o muerto, en el momento de la foto, o si era manchego o gallego, indagad vosotros mismos, ya que, algunos de vosotros seréis quintos de alguno de los retoños del motorista, tratad de localizarles y preguntadles al respecto, yo por mi parte, creo que, ya he cumplido con creces en la ardua tarea, voluntaria por supuesto, de aclarar el enigma.

         Quien me mandará a mi meterme en berenjenales.

         Saludos y voime de carallada.

         HistoriasdeRebocato@marzo-2013
           



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