A VUELTAS CON EL PERRO GALLEGO. OTRORA
MANCHEGO
Hola a todos (Con el fin de no perder tiempo no añado “y a todas” debido a que en “todos” estáis incluidos todos y todas):
Nos
escribe un amigo de Rebocato y sufrido lector del blog de este:
Hola a todos (Con el fin de no perder tiempo no añado “y a todas” debido a que en “todos” estáis incluidos todos y todas):
Un mes después de leer el articulo de nuestro amigo Rebocato “El perro y la
moto1” he viajado de visita a Madrizz (Madrit para los bilingües) y me recomendó una cuñada mía, a la que le gustan las
exposiciones, que fuera a ver una
de un fotógrafo gallego llamado Virxilio (antes Virgilio, intuyo) Viéitez,
gallego de origen para más señas.
Una vez en el lugar del evento, cual no
sería mi sorpresa al toparme, entre otras muchas, con la fotografía del perro y
los cuatro moteros con calzado nuevo y según leí en el pie de foto se llamaban:
Fermín, Avelino, Bautista y Pepiño (nada que ver este último, supongo, por la
fecha de la foto de 1957 con el socialista Pepín "atrapasobres" en gasolineras, pero tal como
se agarra, el rapaciño menor, a su supuesto hermano que le antecede, bien
podría ser aquel el Blanco el cual también se aferra, ahora, a la poltrona con
ahínco y renovados brios).
Pie de foto: El amigo de Rebocato en la exposición de Madrid desfaciendo el entuerto de la moto y el perro de marras. Las fotos del fondo fueron realizadas, en su día, por Virxilio Vieitez
En la tan traída y llevada fotografía del perro (manchego o gallego que más da
si no vamos a ladrar con él) y la moto que estaba expuesta en la exposición de
la Fundación Telefónica, sita en la Gran Vía (antes de José Antonio cuando yo
laboraba en la planta 13 del edificio y por cierto con mucha profesionalidad, dicho
sea de paso y modestia aparte, luego me vine al Mediterráneo pues la capital se me quedó pequeña-
a conocer a nuevas gentes y culturas variopintas) madrileña, se aprecia, in
situ, el nombre de la carnicería, pero con las prisas por hacerme la foto (que
llevó a cabo el cuñadísimo exgerente de Telefónica) por si venían los vigilantes de la
sala y nos metían un pleito del carallo por los rollos de los derechos de
imagen, se me olvidó apuntármelo y con lo de la pérdida de retención (no de los
esfínteres, que todo llegará, vosotros dadme tiempo) de memoria, se me fue el
nombre dichoso al limbo de los justos. Si alguno de los que estáis leyendo esta
epístola se digna en ir a los madriles –ya sé que a muchos os tira más
Barcelona por lo del Barça dichoso- a ver la exposición, podría anotárselo, o
bien, si es atrevido, memorizarlo y remitírmelo. De paso le sugiero, al
visitador, que preste especial atención a la sección de fotografías de
diferentes familias posando con su muerto (con ataúd incorporado) correspondiente, una
tradición popular que lamentablemente está cayendo en desuso, si no ya cuasi
extinguida. Por la tierra, donde yo vi por vez primera la luz del sol, esta
costumbre no se estilaba, es más, en mi caso en particular (y en mi casa en
general) no me hicieron fotos ni tan siquiera de mi primer bautizo, ni de mi
primera comunión.
Las únicas fotos que nos hacíamos eran las que se necesitaban para el carnet de
familia numerosa (este carné se utilizaba para conseguir descuentos para viajar
en coche de línea y/o en tren, uso que hacía mi padre para ir a la capital de
provincia con el fin de arreglar papeles y comprar, de paso, material escolar; asimismo se viajaba, muy ocasionalmente, a Madrid a visitar familiares. Yo
viajé de niño casi tantas veces como eclipses solares acontecían. Lo normal y
cotidiano era viajar en carro a las tierras de labor, y no precisamente con
carácter lúdico, del término municipal) y a la celebración de alguna boda –a la
capital de provincia– de algún hermano.
Creo que la primera foto individual que me hice fue con 11 años para el carné
de la OJE (Organización Juvenil Española –en Catalunya se denominaba, barrunto,
de la misma manera-) y me la pagué yo mismo de mi peculio procedente de la paga
de monaguillo ejerciendo, como tal, en la iglesia parroquial de nuestro pueblo castellanoviejo. Ahora, a toro pasado, creo que equivoqué la carrera ya que en
vez ejercer de rapavelas (simple monaguillo, sin llegar a sacristán), tal vez tendría que haberme iniciado, laboralmente
hablando, de vendedor/repartidor de periódicos y lo mismo ahora sería un
magnate, como ocurría en las películas americanas de antaño, pero para eso
debería haber hecho las Américas porque en nuestro pueblo castellanoviejo al
periódico “El Adelantado de la capital de provincia” se le definía como “el
papel “ y eran cuatro hojas –ni una más, ni una menos- y llegaba, vía coche de
línea y, posterior, cartero local, a la casa del barbero-peluquero (sin ejercer de
sacamuelas ni cirujano como antaño) para que lo leyeran los clientes, también se arrimaba a la casa del párroco y a
la casa del boticario, es decir, poco futuro hubiera tenido, yo, repartiendo
periódicos por aquellos lares.
Siempre te queda el consuelo, viendo ciertas películas de la tele, de que a
pesar de disponer de mucho dinero los mafiosos y gángsteres tampoco se
retrataron mucho, pues trataban de evitarlo con el fin de que no pusieran sus
caretos en los pasquines de caza y captura.
De todas formas yo arrojo la toalla, si queréis saber si el perro estaba vivo o
muerto, en el momento de la foto, o si era manchego o gallego, indagad vosotros mismos, ya que, algunos de vosotros seréis quintos de alguno de los retoños del motorista, tratad de
localizarles y preguntadles al respecto, yo por mi parte, creo que, ya he cumplido con creces
en la ardua tarea, voluntaria por supuesto, de aclarar el enigma.
Quien me mandará a mi meterme en berenjenales.
Saludos y voime de carallada.
HistoriasdeRebocato@marzo-2013
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