EL PERRO Y LA MOTO (Parte 1)
Hace años dijo Fraga Iribarne: “La calle es
mía”. Mucho antes, en un lugar de La Mancha, los perros (imitados hoy en día
por la juventudbaila fumando a las puertas de los PUB’s dando una barrila considerable a los vecinos no sordos) ocupaban las aceras sin fumar.
Nos anuncia (sin
tratar de equipararse al Arcángel San Gabriel, recordad que el diablo siempre
acecha y que Luzbel era el ángel más hermoso e inteligente antes de convertirse
en el ángel caído– en los jardines del Buen Retiro de Madrid hay una estatua,
con fuente, de él, obra de Ricardo Bellver- por su rebelión contra Dios) nuestro amigo Rebocato:
A la paz de Dios:
Me envía un amigo –el cual atiende por Manu y es nato de Albacete, aunque no suele llevar navaja alguna encima a no ser que vaya de almuerzo al aire libre en alguna excursión montaraz con el grupo de caminantes cuyo nombre de guerra es: "Caminante no hay camino"– la foto de más abajo y dice que lo que más le gusta de ella
es el perro que parece estar en los brazos de Morfeo al sol y sombra. No indica sí el motero es “Paisano de un primo hermano de algún pariente
lejano” suyo (J. Sabina “El café de Nicanor”), al cual, mi amigo junto a su primo,
le distraían la moto, en los veraneos rurales y manchegos para irse de marcha a los
pueblos adyacentes.
Pie de foto: Después de este escrito un amigo de Rebocato, en una exposición en Madrid, encontró expuesta esta fotografía (ver EL PERRO Y LA MOTO 2) © realizada por Virxilio Vieitez, Vegap y el conductor y ocupantes son:, Avelino, Bautista y Pepiño, respectivamente. Soutelo de Montes, 1957 (PONTEVEDRA)
La fotografía parece de ciencia ficción, caso de que el perro esté vivo y posiblemente estemos en un pueblo de La Mancha aunque no necesariamente castellanonuevo como sería antes de disfrutar de las autonomías del café para todos.
El perro, barrunto que, estará muerto pues se observa la carretilla artesanal
(menuda escandalera formaban en las calles de cantos rodados en nuestro pueblo
castellanoviejo hasta que llegaron "los adelantos" de las ruedas de
goma con cámara y cubierta) del alguacil aparcada a la entrada de la taberna,
donde, supongo que, el hombre ha entrado a refrescarse el gaznate que me lo
tendrá un tanto reseco por la canícula veraniega que se respira, antes de recoger al
finado para enterrarlo en una fosa, alejada de las cunetas por si salen huesos
de los paseados de nuestra última guerra, y cubrirlo con cal viva como mandaban
los edictos municipales.
Caso de estar el perro vivo y si la acción transcurriera en nuestro pueblo
castellanoviejo en los años aquellos que aparenta tener la instantánea (ahora,
a los chuchos, ya hasta me los llevan con collar y correa en cualquier pueblo
de mala muerte, que pena de idiosincrasia, nuestra, perdida), el can estaría
ojo avizor y dejando vía libre en la acera, como Dios manda –o mandaba por aquel entonces– por si pasaba algún zagal lugareño por la misma y evitar así la pertinente
agresión apartándose cortésmente, el perro, claro. Tal cual aparece
en la fotografía, con esa posición tan perruna, tan provocadora, tan chulesca y
tan pancha cruzado en mitad de la acera como diciendo: “Que patada en los
huevos tengo”, fijo que se hubiera llevado algún que otro cantazo y/o
candalazo. Deduzco que ese perro estará sin malear, o bien, los chavales del
lugar son unos "nenazas" y en desacorde con aquellos tiempos respecto a la forma
de actuación ante las bestias con el fin de marcar distancias.
Lo que si que me parece bastante reconfortante, sobre la foto, es el
respeto a la jerarquía, por la posición de los tres mochuelos traseros montados
en la moto (amoto en aquellos años). Hay, como digo, un respeto al escalafón,
desde el padre (con cara de velocidad), caso de que lo sea de los lebreles de detrás,
hasta los hijos, caso de que lo sean del de la boina de delante. El más
pequeño, en última posición (cuando seas padre comerás huevos), se parece al
niño de la película del pijama de rayas (su ropaje le delata) y como el
pasarlas putas espabila mucho, se aferra como un fiera a la camisa del
que le precede como diciendo: “si me caigo yo, tú te vienes detrás, aunque estés delante”. Denoto una
falta de responsabilidad en el posible padre, caso de que llegue a arrancar la
moto y ponerse en carretera con la recua detrás, porque yo hubiera colocado al
niño más pequeño encima del depósito de gasolina, ya que donde está con la
misma arrancada se le cae al suelo.
También da gusto ver como la imagiria madre va andando por la calle con la hija
en brazos en vez de ir subida en la moto, lo que indica que las gentes del
lugar, aún, no se han contaminado con el matriarcado (dicen de las sociedades
vascas y catalanas que, de años acá, ha arraigado y extendido como las acacias
en toda la piel de toro (parafraseando a Azaña, que dicen que dijo, opinando
sobre algunos comentarios políticos de políticos: "En Madrizz -Madrit
para los bilingües- las tonterías arraigan mejor que las acacias”, en los años
aquellos de la esperanza de los parias en nuestra Segunda, de momento, República,
aunque os quedéis, queridos lectores, con ganas de la Tercera.
Debe de ser un día festivo ya que todos los ocupantes de la motarro van con
ropajes de domingo y zapatos y sandalias que parecen bien lustrados, vamos como
recién salidos de la tienda.
Por lo demás me quedo con la boina que era el mejor remedio para
disimular la alopecia, ya que, en aquellos años solo sabias que hombres
estaban calvos en el pueblo, cuando estabas en la iglesia (en los días
señalados para el culto divino en lugar de estar tirando cantos a los tejados,
a los gurriatos o a algún que otro compañero) y/o en los locales
oficiales.
A la parroquiana que está en el balcón (pu’que sea la carnicera) se me antoja demasiado relajada, lo mismo tiene el puchero del cocido en la lumbre y como se
lo tiren los gatos a las ascuas, cuando aparezca su marido a comerse los
gabrieles y vea que se ha echado el cocido a perder, organizará una zaragata
considerable y lo mismo, a la parienta, me la muele, y, según él con razón, a
palos. Menos mal, para este, que aún no habíamos inventado la violencia de
género ni ejercía la ministra socialista defensora de la “igual da”.
El surtidor es majo y la foto la debe de haber tirado el gasolinero, ya que no
se le ve, aunque pensándolo bien puede estar con el aguacil/alguacil y el
carnicero en la tasca ahogando penas.
Hay dos paisanos dialogando a la puerta, uno de ellos rascándose la monda y una
niña que los acompaña con pinta de figurante.
asimismo aparece, en la posible instantánea, un coche al fondo, lo que se me antoja a mi como demasiado
progreso para aquellos años pues, en la fachada de la cantina, aún no han
ubicado el cartel con la leyenda “Bar con televisor Iberia” incluso el
motorista ya lleva reloj de pulsera, lo mismo a causa de que hasta casó bien.
Me asalta una duda: ¿La moto es una Bultaco Metralla?.
Quedad con Dios.
HistoriasdeRebocato@febrero-2013
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