INTRODUCCIÓN
Carísimos
hermanos (de esta forma, cuando Rebocato era monaguillo, iniciaba el cura de nuestro
pueblo castellanoviejo los sermones de los domingos y fiestas de guardar.
Entonces no entendía, nuestro amigo, lo de carísimos, debido a que el que salía
caro era el cura, no sus parroquianos que lo único que hacían era acoquinar el
Money, en la medida de las posibilidades de cada cual, a la Santa, Católica,
Apostólica y Romana Madre Iglesia).
Hace
cosa de un mes Aconteció que nuestro amigo Rebocato, y varios colegas de caminantes, fue en peregrinación
(aunque ahora mismo no es creyente, hay tantas religiones que es difícil
decantarse por alguna de ellas y más cuando casi todos dicen que la suya es la
autentica y verdadera. Ya que es difícil acertar con la elegida, o te haces de
todas o, posiblemente, acabarás condenándote, supersticiones aparte) desde la
capital de la Plana hasta el Santuari de Sant Joan de Penyagolosa, unos 60 Km.
de sube y baja montañas, a pinrel, en cosa de día y medio.
A
resultas de ello hay una nueva entrada en el blog donde se relata la pasión
sufrida por él, y acompañantes, en aquel tiempo
¡Señor!, ¡Señor!. como están
las cabezas.
Saludos.
SUBIDA A SANT JOAN DE PENYAGOLOSA
No existe
ninguna cita en los evangelios que nos mencionen en momento alguno que Cristo
cayera bajo el peso de la Cruz.
¿De donde surge pues este arraigo y casi total convencimiento
de que Cristo cayó tres veces bajo el peso de la Cruz?. Una de las practicas
habituales en nuestra fe católica y que se ha transmitido con profunda
reverencia de generación en generación es la rememoración del itinerario que
Jesús recorrió desde el pretorio hasta el calvario: el Vía Crucis, el camino de
la Cruz., y es en este acto de práctica piadosa donde nos encontramos con las
tres caídas de Cristo bajo el peso de la Cruz (estaciones 3ª, 7ª y 9ª).
No es que Rebocato cayera tres veces
bajo el peso de la Cruz, pero también tuvo su particular Calvario a resultas de
las tres veces que tropezó con el macizo de Penyagolosa, en el cual se
encuentra el pico más alto de la Comunidad Valenciana, siempre y cuando que no
contemos al Cerro
Calderón que
se encuentra en el Rincón de Ademuz
y que mide 23 metros más que el Penyagolosa.
Esto nos recuerda a la película
británica que lleva por título: “El inglés que
subió una colina pero bajó una montaña”, donde en un pueblo del País de Gales los vecinos
están superorgullosos porque tienen la primera montaña de Gales, pero su gozo
en un pozo, ya que, llegan los cartógrafos y la denominan colina, porque le
faltan 20 pies para llegar a la altura de considerarla montaña. Los habitantes
–algo que deberían de imitar los vecinos de los pueblos limítrofes al
Penyagolosa para desbancar al Cerro Calderón del primer puesto del ranking– se
ponen manos a la obra y a base de subir material (piedras y tierra) tratan de que
los 20 pies que le faltan a su colina se superen en altura con el material
arrimado.
La primera vez
que Rebocato se acercó al Santuari (sic) que está en la base del pico de
Penyagolosa, fue a principios de los años 80, ya teníamos a los “socioslistos”
(así llamaban muchos militantes del PCE a los dirigentes del PSOE durante la Transición)
en el poder y no es que nuestro amigo fuera hasta allí, precisamente, para dar
gracias por los 10 millones de votos conseguidos por el partido del fundador
del PSOE Pablo Iglesias Posse
(posiblemente las siglas del partido que fundó, las sacaría de su segundo apellido).
Nuestro amigo estuvo cencerreando por aquellos lares un fin de semana con su
contraria y una pareja heterosexual de amigos, los cuales convivían en pecado, debido a que durmieron juntos sin haber pasado previamente por la vicaria y el
responsable del Santuario, que era párroco, no le hizo ascos en alquilarles una habitación con literas para los
cuatro y sin pedir al alquilador (un amigo, ya
fallecido, de nuestro amigo) documento alguno que demostraran que eran matrimonios debidamente consagrados
por el séptimo Sacramento de la Santa Madre Iglesia Católica, como Dios manda. Añadir
que la única noche en que los cuatro trataron de dormir, llegado el momento, resultó
una misión harto difícil debido a que al ser sábado noche había pululando en los
soportales/merenderos del Santuari una peña considerable de jóvenes dando una barrila,
también considerable, con lo cual allí no había cristiano alguno que pudiera
pegar ojo, hasta altas horas de la madrugada.
La segunda vez que Rebocato se dejó caer por las faldas
del Penyagolosa, aconteció unos diez años después, justo cuando Felipe –otrora
Isidoro– aún era Felipe, y había caido una nevada de tres pares de narices en el mencionado macizo
y sus alrededores (recordad la entrada, en este blog, que lleva por título: “La
nieve”). Esta visita, también, fue de infaustos recuerdos para nuestro amigo.
Pero, como no hay dos sin tres, vayamos a la tercera visita, la más dolorosa, de la cual a
nuestro amigo aún le quedan en su subconsciente ciertas pesadillas.
PD.- Con el fin de ser honrados digamos que
existió una cuarta ocasión en que Rebocato visitó al Penyagolosa. En dicha ocasión no se
quedó en los alrededores de sus faldas, sino que se animó –mejor dicho le
animaron sus compañeros de senderismo– a subir a la cima del pico ya que,
alguno de sus traidores acompañantes le persuadieron con el caramelo envenenado de que, desde arriba, se disfrutaba de unas vistas espectaculares, vamos que, más
o menos, le decían que desde todo lo alto se veía hasta el mes que viene. Durante el
ascenso se estaba levantando una niebla como la de los gorilas en ella en Ruanda y cuando los caminantes y Rebocato culminaron, desde
arriba no se veía absolutamente nada, bueno sí, niebla y más niebla, es decir,
ni un burro –caso de andar retozando por allí– a dos pasos. En fin, un
desencanto generalizado, como aquí cuando Felipe, dejó de ser Felipe.
Pero centrémonos en la tercera caída, oficial y apócrifa, en las faldas del Penyagolosa de nuestro afligido amigo, el cual ya estaba un
tanto despagado al descubrir que el Vía Crucis o camino de la Cruz, no está
contemplado en los Santos Evangelios canónicos y, barruntamos que, mucho menos,
en los Evangelios apócrifos. El despago viene de cuando. él, era monaguillo y cantaba que se mataba el Vía Crucis de las 14 estaciones (no todas dolorosas
del todo, al menos la del Cirineo –ignoramos si becario español asentado,
entonces, cerca del Calvario– le ayudó en la 5ª estación a llevar la Cruz
durante un rato. Se ignora que acabó siendo de él.
Rebocato
era, en aquel tiempo, monaguillo, y en la Semana de Pasión, junto a otros dos monaguillos
y el cura párroco, recorrían todas las estaciones por el interior de la iglesia
de nuestro pueblo castellanoviejo que, entonces, afluía el gentío a ella en masa, es decir, daba gusto verlos a todos juntos en comunión y, de paso, al
estar los hombres descubiertos de boina (en cambio las feligresas se cubrían
con un velo negro –de color, no por falta de lavados, que alguno también–)
dentro del recinto sagrado, se adivinaba sin problemas quienes padecían de
alopecia y quienes no.
Pero volvamos a la tercera visita oficial de
Rebocato a las faldas del Penyagolosa de marras:
Aconteció que los integrantes senderistas
amigos de rutas montaraces de Rebocato –los cuales llevan por título en su grupo de mensajería de wasap: “caminante no hay camino”, un homenaje,
barruntamos, a don Antonio Machado por parte del líder número 2 del grupo de marras– iban a iniciar la subida anual (no
salarial) al Santuari de Sant Joan de Penyagolosa, a pie y andando, desde la
capital de provincia.
El día de autos se dan cita a las 06:00h en una
mañana, amanecida con plena luna llena, de un sábado cualquiera de finales de
mayo del presente año, en las taquillas del estadio de Castalia –no en las de los empleados y futbolistas del Castilla– sino, concretamente
enfrente de las taquillas de venta de entradas al público, tal vez para aprovechar la
coyuntura de que a esas horas no hay colas de forofos demandantes de entradas
y, por lo tanto, será más fácil encontrarse.
Son seis los valientes –no sabemos si
totalmente bien acabados de la chola o quijotera, que se deciden a acometer la
empresa de la subida al Santuario– del total de los componentes del grupo de “caminante no hay camino” que
normalmente son más de una docena de andantes, en que los martes, no festivos,
van de senderismo mañanero por esos caminos de Dios, donde antaño campeonaba la
Guardia Civil de capote y mosquetón al hombro que, a veces, no tenían más
remedio que dormitar en gallineros, dicen, y que nos protegían de los maquis y
de los sacamantecas cuando éramos niños Además de multar (la Benemérita de
antaño) al líder, numero uno del actual grupo de andantes, cuando era niño, a causa de llevar la parte superior del timbre de la bicicleta
guardado en un saco de hierba para los conejos (mayor provocación, por muy niño que fuera, no cabe).
Uno de los mencionados seis, piensa andar solamente, hasta la localidad de Les Useres, donde viven unos tíos políticos de
Rebocato, comer con todo el grupo en una taberna y volver, tan campante y
sin amortizar –físicamente
hablando, pues está casi sin encentar– a la capital en su coche que acercó
hasta aquella población la tarde anterior y volviéndose a la capital, esa misma tarde, en el coche de un amigo.
Este andante que no acabó ni la mitad del
recorrido bajo, no recordamos ahora, que excusa, un mes después llevará su
penitencia al hacer el Camino de Santiago bajo una lluvia pertinaz, tanto o más
que “la pertinaz sequía” de la que tanto se quejaba nuestro Dictador durante los
largos periodos de sequía, liendres y piojos, acaecidos durante su mandato, y
eso que se hacían rogativas y, él, se paseaba bajo palio en procesión, al igual
que la Santa Custodia.
Rebocato aparece, clavado como un reloj, a las
06:00h. en el estadio donde ya han llegado dos de los tres acólitos que
acabarán la ruta, después aparece el líder número 1, y a continuación el líder
numero 2 en la Bicicas, lo cual es un mal ejemplo para la tropa, ya que,
piensa Rebocato:
–“Si todos venimos andando, desde nuestras casas
respectivas, hasta el punto de encuentro, ¿porqué uno de los lideres viene en
bicicleta?”.
En fin, siempre hubo clases.
El último en aparecer es un compañero que,
además de llegar tarde a la cita, encima, tal como hemos anunciado antes, solo
hará la ruta hasta Les Useres. Eso ya parecía una ruta a la carta y eso era un agravio
comparativo para el resto de la tropa.
Inician la marcha los 6 magníficos (aunque al
andante, que además de llegar tarde no acabará ni la mitad del recorrido de la
ruta prevista, no merece el honor de definirle así) y cuando han recorrido unos
tres kilómetros, estando en la urbanización de Penyeta Roja (personaje
mitológico que preñada –la Penyeta, no la urbanización– por el Tossal Gross,
dio a luz a “El Tombatossals” –nombre, este, que recibe la novela de Josep Pascual
Tirado–) Rebocato pregunta al líder número 1:
–
¿Falta
mucho?.
A lo que su líder afamado, y criticado, las más
de las veces, por el grupo de andantes, responde:
– Ya menos, unos 60 kilómetros.
Y Rebocato remata:
– Apañados estamos.
Rebocato,
que va en pantalón corto, no se percata, al estar sentado en el brocal de un pozo, mientras almorzaba el grupo de caminantes, de
que unas hierbas le están rozando las pantorrillas. Al día siguiente tiene la
piel irritada en la parte de las piernas que estuvieron en contacto con las
hierbas dichosas, menos mal que no le produce picazón. Uno de los compañeros andantes,
que de pequeño servia chatos en la taberna de su padre e invitaba a la pareja de la Guardia Civil mientras aquel se iba a
poner cepos para cazar conejos en el monte, le dice que eso quizás sea por los
calcetines, ya que, a él, le ocurrió lo mismo cierta vez. La verdad es que
Rebocato se lo cree porque los calcetines que lleva son nuevos y él cuando tiraba
de hoz, en nuestro pueblo castellanoviejo, las hierbas de los trigales o cercos
de las caceras, jamás de los jamases, le produjeron reacción alguna en la piel de
sus piernas.
A todo esto, no vamos a olvidarnos de los tres
compañeros de apoyo al grupo de andantes, los cuales se encargan de la
intendencia con un altruismo que les honra. Disponen de dos coches, uno de
ellos con remolque y su correspondiente pegatina de ITV pasada, y el otro coche
sin pasar la dichosa ITV ya que, es un rutilante Mercedes Benz recién
estrenado, y es tan buen amigo y compañero su dueño que, a la vuelta a la capital el domingo (día de
su santo) no le importará que los compañeros sudados después de dos días de
bregar monte arriba, monte abajo, se suban oliendo a tigre a su despampanante
coche que olía a nuevo, ahora no lo sabemos. Pocos amigos nos encontraremos
así, y denota que manda en casa o bien que, su mujer es una santa, porque a ver que
fémina deja montar en su coche recién estrenado a una panda de amigotes sudados
para que se lo ambienten.
Estos tres de la ruta en coche, madrugarán,
obviamente, mucho menos que los seis andantes madrugadores de las 06:00h, y
todos confluirán sobre las 15:00h en Les Useres (Useras para los no bilingües,
de paso recordar que al sur de Madrizz existe un barrio denominado Usera, donde
Rebocato tenia un amigo nacido allí, y bastante chulo por cierto, que es culé) para comer
todos juntitos y, a ser posible, en buena armonía, dentro de una taberna
ubicada en la plaza de la iglesia de la localidad mencionada de la comarca de
Alcalatén.
El tercer intendente –a pesar de que atiende al
nombre bíblico del mismísimo hijo número 12 de Jacob y sin tratar de quitarle
importancia a este valiente caminante debido a que Rebocato es el hijo número
12 de nuestro labriego castellanoviejo– decir que es un hombre bragado en estas
lides de correcaminos, y añadir que no hace este camino a pie debido a un
inoportuno espolón (ahora mismo ignoramos si ubicado en el pie derecho o en el
izquierdo) tal cual como si fuera un fiero gallo de pelea, por lo tanto está en
el grupo de apoyo desempeñando funciones de porteador aunque, eso sí, sin
llevar las mochilas al hombro montaña arriba, cual sherpa nepalí, para esos menesteres
están los dos coches y el remolque.
Prosiguiendo con el perfil del tercer
intendente, decir que es una persona polifacética, entre otros menesteres que trabaja en el mundo de la farándula e interpreta, divinamente, cualquier obra (nada que
ver con la del ladrillo de las consecuencias tan trágicas que han acarreado a
este país) de teatro que le echen encima y, lo más meritorio, sin necesidad de
apuntador. Por otra parte, un día le dijo un compañero del grupo de andantes
que se parecía al Dr. Bacterio, y emulando a este simpático personaje del gran
Ibañez, hace un delicioso brebaje alcohólico (la formula solo la sabe él mismo, barruntamos) llamado
“Pijonitrato”, cual poción mágica como la que prepara el druida Panorámix y que, como sabeís,
al tomarla los irreductibles galos les hace invencibles en la famosa aldea de
Asterix, el héroe de los formidables cómics de Uderzo y Goscinny. En dichos cómics
nunca hay muertos pero los abollamientos en cascos y cuerpos de los romanos
abundan. En fin, a Rebocato le confesó hace días que en la última
representación teatral repartió el brebaje –ahora que lo hace con menos
graduación de alcohol– en la fiesta posterior a la obra, y que hizo las
delicias entre las prójimas (no lo decimos en sentido peyorativo como mujeres
de conducta dudosa, sino como las conyugues de otros hombres allí presentes)
del mal llamado sexo débil.
Pie de video: “Cómicos” canción del víctor Manuel.
El tercer intendente de luengas barbas blancas,
está de copiloto para ambos coches de apoyo y no dudará en ponerse manos al
volante, caso de que alguno de los dos pilotos oficiales sufra algún percance o
con el fin sustituirles al volante para evitar confrontaciones con la Guardia
civil de tráfico, caso de que les paren en un control de alcoholemia porque
hayan trasegado de jarro en demasía.
Comen todos juntos, los 6 caminantes y la
Santísima Trinidad de porteadores (ltres personas distintas con un solo fin
verdadero) en una taberna de Les
Useres. Se lo toman con calma, dedicando a esos menesteres la nada despreciable
cantidad de tiempo de 3 horas, matando el tiempo, después de un buen yantar, con
unas partidas de tute perrero con las cartas de Heraclio Fournier.
A las 18:00h los caminantes andantes (ahora son
solo cinco, por el abandono del que encontrará la horma de su zapato en su
futuro Camino de Santiago, a causa de la pertinaz lluvia que le espera) se ponen en marcha hacia la ermita de San Miguel de
les Torrecelles, para ello a la salida de Les Useres inician la subida de La
Serra de la Creu, la cual nunca se acaba, cuatro de los andarines, ya que el
quinto (el líder número 2 –aspirante a líder número uno–) se queda buscando
espárragos trigueros. Cuando están a mitad de subida el líder numero 2, alcanza
al líder número 1 y a los tres acólitos de ambos. Ya reagrupado el grupo y
cerca de culminar la cima ambos lideres se ponen a porfiar sobre que pueblos
son los que se divisan a sus espaldas. Se paran a otear el horizonte mientras disertan
enfrentados enumerando los pueblos que se avistan, contradiciéndose entre ellos
con gran porfía.
Los tres acólitos dejan a sus dos lideres con
sus ofuscaciones y prosiguen la marcha monte arriba. Mientras van subiendo a
Rebocato la situación de sus dos lideres (el número 1 y el 2) le recuerdan a la
fábula de “Los dos conejos” de Manuel Iriarte, en la que uno de ellos huyendo
de dos perros, se topa con otro conejo en su huida y el cual le invita a pararse y
se pone a discernir, con el parado perseguido, sobre si los sabuesos que van
tras él son galgos o podencos, Uno afirma que si galgos y el otro que si podencos,
resultando que estando en esos bretes elucubrando, llegan los dos perros y
trincan a los dos conejos.
Ya coronada la cima y, después, realizada la
bajada de la montaña, los tres acólitos miran pendiente arriba y observan que
bajan, como alma que lleva el diablo, los dos lideres (se les ve gesticular
como si, aún, continuaran con la obcecación de la ubicación de los pueblos) y deciden esperarles
antes de iniciar la subida al pozo Blanco, para después continuar hasta la ermita
donde cenarán y pernoctarán esa noche.
Antes de iniciar la última subida del día hasta
alcanzar la ermita, los dos lideres se desvían para buscar un conocido reguero
donde asearse. Los tres acólitos continúan la marcha hasta llegar a la ermita,
donde son recibidos con gran alegría por los tres porteadores de apoyo que ya
tienen bien aparcados los dos coches y el remolque con: las mochilas grandes de
los andantes, esterillas y sacos de dormir, todo está ya debidamente descargado y
colocado en los bancadas sitas en los soportales del ermitorio. Les ofrecen, a
los recién llegados –que se encuentran secos y un tanto ahítos al no parar de
caminar todo el santo día, monte arriba, monte abajo– cervezas para refrescarse,
pero estos desisten del ofrecimiento al advertirles aquellos que solo hay una
cerveza por barba, y les argumentan, ante la extrañeza de los recién llegados
argonautas (nada que ver con lo griegos de antaño que se desplazaron a Colcos a
la conquista del vellocino de oro)
que son "ordenes" –estrictas y un tanto espartanas, al sentir de Rebocato–
del líder “number one”, por lo que se decantan por el porrón de vino –que sabe
a demonios pero se trata de recuperar, con su ingesta, las vitaminas y sales
minerales que han perdido sudando y que el vino, en si, dicen que contiene–
con el que los agasajan y dejan las birras para más tarde.
Cuando llegan, ya por fin, los dos lideres
debidamente aseados, y sin necesidad de formar a la tropa para rendirles la
pleitesía que se merecen por su rango, se procede a tender, en el suelo de los
soportales, de la ermita, un gran plástico que lleva el líder numero 2 en su mochila grande
porteada y, sobre el cual, se distribuyen los respectivos sacos de los andantes
y porteadores donde pernoctarán cada uno dentro del saco de cada cual.
Rebocato que está por los alrededores
contemplando la ermita y las posibles vías de escape –caso de que se presente
un imprevisto de madrugada y haya que salir por piernas– cuando regresa a los
soportales se percata de que el plástico no da para su saco y esterilla por lo que reclama
al líder número 2 que qué pasa con su cacho de cama dura. Al final el asunto se
resuelve cortando un trozo sobrante, de la parte de los pies de la improvisada
cama comunal, y se coloca en un lateral de la camada, en concreto en el que está al lado de la fuente de agua existente dentro de los soportales.
Acto seguido se ponen todos manos a la obra
para preparar el fuego en unas barbacoas aparentes que contempla la infraestructura de la ermita (los tres sufridos sherpas porteadores, aparte de
las mochilas, también han acarreado en los coches y remolque, leña para el
fuego, viandas y bebidas) .
Mientras se asan las chuletas, morcillas,
chorizos y panceta en las parrillas la gente anda pululando alegremente por los
alrededores de las parrillas, charrando en grupitos, en tono distendido y
trasegando cerveza, vino, etc.
Entonces es el momento en que la luna llena se manifiesta perfectamente redonda, imponente, pletórica y, además, poderosa
cielo arriba. ¡Qué bonita es España señores!, tal como clamaba el desaparecido locutor Antolín García cuando
nos amenizaba las tardes de primavera, años ha, narrándonos las etapas de la
Vuelta Ciclista a España.
Después de la barbacoa se procede, por un
afamado experto, a quemar el ron vertido en un perol y calentándolo en un
pequeño infernillo/infiernillo, para posteriormente quemarlo y, después, dar
buena cuenta de él (nos referimos al líquido elemento, no al perol ni al infernillo de marras) por
toda la peña; a su vez el tercer porteador, el cual no porta coche, se pasea
entre los pequeños grupos ofreciendo su peculiar y sin par “pijonitrato”, la bebida cuya
fórmula no se digna en dar a conocer a sus compañeros de fatigas.
Por fin llega la hora de irse a descansar a la piltra (es
un decir, dada la infraestructura existente) y la gente se mete en sus sacos
respectivos echados sobre el plástico de uso general y de las esterillas particulares de cada cual.
Hay quien, escarmentado del duro colchón de
otros años, dispone de una colchoneta hinchable. Hinchado acabará Rebocato a lo
largo de la noche en su afán por caer en los brazos de Morfeo.
El líder número uno coge todos sus trastos y,
en lugar de permanecer al lado de su tropa, como haría un Caudillo de pro por sus huestes, se larga a una esquina del
soportal. Rebocato lo interpreta como un gesto de liderazgo, ya que, piensa,
hasta en el Cielo hay jerarquías, por ejemplo, en el caso del colectivo de
criaturas aladas, y sin sexo, que pululan por la Gloria existen: ángeles,
arcángeles, querubines, serafines, tronos, etc., y el alado que más manda es el
Espíritu Santo en forma de paloma, que entre otras gestas lleva en su haber –con la sin par Anunciación, a la hasta entonces María a secas– la Concepción por su obra y gracia.
Rebocato se acuerda de la canción: A Hard Day's Night (Que Noche La De Aquel Dia) de The Beatles, debido al mal
dormir que tuvo, a lo largo de la noche de aquel día en la ermita, por sus
constantes despertares a causa de la dureza de la cama. De vez en cuando se
despertaba con dolor de huesos y trataba, a duras penas, de cambiar de postura
con el fin de aliviar su sufrido esqueleto. Para mas INRI la luna llena iba
pululando y cambiando de posición asomándose entre los vanos de las arcadas.
Pie de foto.- (Ojo, con subtítulos en castellano). Rebocato se sentiría bien estando en su casa durmiendo sobre una cama decente, claro está.
En uno de sus despertares, Rebocato observa que
uno de los caminantes sin rango (no vamos a decir de quien se trata, para no herir
susceptibilidades entre los paisanos de origen del caminante de marras) sale de su saco de dormir, se
incorpora y sorteando los cuerpos que permanecen dormitando embutidos en sus
sacos respectivos, cual gusanos de seda dentro en sus capullos, se dirige al
rincón del pórtico donde dormita, un tanto alejado, el líder número 1, le
zarandea suavemente para sacarle de los brazos de Morfeo Una vez despierto el
zarandeado, el zarandeador le susurra algo al oído, aquel se levanta, rebusca
en su mochila y le acerca algo con la mano derecha a pesar de ser de izquierdas. El zarandeador coge lo que ha demandado al
zarandeado, se baja los pantalones y, Rebocato, llega a oír, en el silencio
imperante, lo que le contesta el líder número 1 al zarandeador: “Para estos casos y para que todo vaya bien, lo mejor es que te apliques vaselina”.
Rebocato no ve nada más porque, de improviso,
la luna llena se ha ocultado tras una inoportuna nube y la penumbra invade la
zona de las arcadas donde dormita él y acompañantes, pero con lo que ha oído
decir al líder número 1 ya va arreglado para todo el resto de la noche. Al
final puede más el cansancio que su alteración ante lo que ha visto, oído y lo
que se imagina y, al rato, el sueño le vence.
Va transcurriendo la larga noche en los
soportales de la ermita y Rebocato vuelve a despertarse por el dolor de huesos
y, a ello, le ayuda la luna llena que vuelve de nuevo a rutilar entre las arcadas, y
aprovecha (él, no la luna) para volver a cambiar su sufrido cuerpo de postura. Ahora se coloca de cara
al compañero que tiene a su lado, que es el porteador dueño del coche con
remolque, o al menos eso dice el supuesto dueño. El susodicho compañero duerme como un bendito, quizás sueñe con sus
incansables nietos, de los que disfruta a menudo. Rebocato, levantando la cabeza aprovecha para dar un
vistazo a la tropa y comprueba que el que se aplicó la vaselina suministrada
por el líder número 1, está metido en su saco respectivo de pies a cabeza.
Asimismo, ve que el porteador del Mercedes está agitando, tumbado, ambos brazos cual
molino de viento (a la mañana siguiente, durante el desayuno, se justificaría, su
bracear, alegando que estaba peleando con zombis en pleno sueño, menor
pesadilla, se nos antoja, que la de soñar que le estaban robando o rayando el
coche nuevo).
Rebocato, antes de empezar a conciliar, de nuevo, el sueño, se interroga: “¿Pero… cómo es posible que toda esta tropa (en la cual se incluye), que está descansando en este lugar, siendo muchos de ellos republicanos, izquierdistas,
anticlericales, incluso alguno que otro libertario, sean capaces de acogerse a
Sagrado?, y lo más grave, resulta que, este año, están todos durmiendo fuera
del interior de la ermita, y resulta que otros años, según han comentado, accedieron al interior
del recinto sagrado y durmieron toda la noche dentro, con ronquidos incluidos y, posiblemente, sin rezar ni recitar antes: "cuatro angelitos tiene mi cama, cuatro angelitos me la acompañan.....". Resulta que este año han puesto una
cerradura nueva en la puerta y, a pesar de que el líder número 1 lo intentó, no
hubo forma humana de acceder al interior ,no sin cierto peligro, por lo que se toma
la decisión de dormir, todos, en los soportales.
Por fin amanece y el personal empieza a
desperezarse, unos antes que otros, y al final todos están en pie, dispuestos a
acometer el camino previsto para la jornada del domingo, y continuar –los parias a pie, los nobles en
automóvil– con la marcha dichosa. Rebocato inicia el camino no muy convencido
del todo, porque, al igual que el compañero que se aplicó la vaselina en salva sea la parte de su cuerpo y con qué fin, barrunta:
–Pero… ¿que necesidad tengo yo de meterme es
estos berenjenales?, mejor me había montado en uno de los dos coches de los
porteadores, en el que hay una vacante de copiloto, y hubiera arribado a la población de Xodos –en la cual han quedado para almorzar– tan campante.
Antes de hacer, los que lo necesitaran, sus
necesidades fisiológicas a cielo abierto cual alimañas, el líder número 2 avisa de que los
que necesiten hacer aguas mayores que procuren alejarse, lo máximo posible, del núcleo de la ermita
y que procuren tapar, las posteriores deposiciones, con alguna que otra piedra,
con el fin de que no ocurra lo que otros años de marcha, en los que aparecían
mojones blandos por doquier por todos los alrededores de la iglesia.
Después del frugal desayuno, los caminante y porteadores, recogen los sacos
de dormir, las esterillas, las mochilas y el resto de bártulos y se colocan en
el remolque del coche del vecino de cama de Rebocato.
Los tres sherpas despiden a los 5 caminantes
(a los dos lideres y a los tres acólitos) a pie del sendero y emprenden la marcha –Rebocato un
tanto aliviado por dejar atrás su dura cama– iniciando la subida de la Loma
Bernat con el fin de llegar hasta la base del montículo donde se encuentra ubicado
el pequeño núcleo de la población de Xodos, donde piensan juntarse con los
porteadores de los coches con el fin de almorzar allí todos bien juntitos.
En la subida a la loma demarran los líderes
(quienes iban a ser) y en lo alto de la cumbre esperan (todo un detalle) a sus
tres gregarios. Después, antes de llegar a las estribaciones de la roca donde se asienta
Xodos, muy arriba, los dos líderes vuelven a demarrar (imitando al gran Perico Delgado, de
antaño, en el Tour de Francia y en la Vuelta a España, recordar que Indurain nunca llegó a ganarla y Perico sí y por partida doble) y dejan atrás al acólito que nunca se queja y,
más atrás aún al acólito de la vaselina y al acólito Rebocato.
Estos dos últimos van “al tran tran”, con el
fin de no desfallecer al tratar de seguir el ritmo endiablado que marcan los que les preceden (una de las tácticas que utiliza, muy a menudo, el Gran Líder cuando alguien trata de caminar a su lado).
En esto que Rebocato, al estar ya unos kilómetros alejados del recinto sagrado y con el fin de respetar el consejo del líder número 2 sobre donde hacer las deposiciones, siente la necesidad de “tirar los pantalones” –frase que
utilizaba a menudo nuestro labriego castellanoviejo, y hoy en día, lamentablemente, en desuso,
aunque parte de la “juventudbaila” vayan tan felices con los pantalones cagados
de tan modelnos (sic) que se creen que son– y a pesar de lo poco que llegó a contemplar de la escena nocturna, a causa de la nube interpuesta y acontecida en el rincón de las arcadas, entre el líder número 1 y el acólito que ahora marca el ritmo de marcha a Rebocato, le produce a este algo de inquietud, al ir
en cola de grupo y solo con el acompañante mencionado que está, en esos
momentos, un tanto bajo sospecha por el encuentro nocturno de la madrugada
anterior, pero necesidad obliga y Rebocato le dice que se adelante unos cuantos metros y
que ahora mismo le alcanza. El compañero sigue adelante y Rebocato en unos 20
segundos ha terminado la faena (no tiene necesidad de limpiarse con una piedra
ya que dispone de servilletas biodegradables) borra todo rastro de pistas
encimando unos cantos aparentes sobre lo soltado y, a continuación forzando el ritmo de la marcha, consigue alcanzar al compañero que le precede, el cual, –piensa Rebocato,– debió de acabar la noche anterior con sus necesidades totalmente satisfechas.
Ya los dos rezagados divisan las casas del
Xodos escarpado y se presenta magnifico en “todo lo alto” (“todo lo arto” para
un andaluz) de la cumbre.
Ahora bien, a pesar de la obligada, corta,
discreta e intima parada que ha ocasionado Rebocato, el enlace entre este y su
“pareja de senda” ha desaparecido,
ya no digamos los líderes que lo mismo a esas horas –barrunta Rebocato– estarán en las tabernas de Xodos refrescándose el gaznate con el grupo de
sherpas y, es que, definitivamente el ser líder tiene sus ventajas.
Abandonados Rebocato y “su pareja
circunstancial” a su suerte, aquel, por mutuo acuerdo de la pareja, asume el
mando y pasa a dirigir las operaciones. Inician el ascenso a Xodos que lo tienen
a la vista y se fían de las pintadas que definen los senderos de marras. Se
percatan de que se están desviando hacia la izquierda y a su derecha quedan un
barranco y el pueblo, lo cual no les gusta mucho al par de dos, ya que, ven que
no van por el buen camino, y no nos referimos al del asunto religioso, que
tampoco. Después del mucho penar de ambos por los senderos que rodean Xodos, oyen gritos desde arriba, con gran
esfuerzo levantan sus cabezas y ven, muy arriba y a mitad del litoral del pueblo, a los dos
líderes y al acólito que nunca se queja (y principal culpable del desvarío) y que hacía de
referencia de unión entre la cabeza y la cola de los cinco andantes.
Rebocato y su acompañante les miran y se
percatan de que sus traidores
compañeros, les hacen señas para que abandonen el sendero y que suban a pelo y en línea recta, monte
arriba, en dirección hacia donde se encuentran ellos. Rebocato no está por la
labor de salirse de la linde y prosigue, siguiendo las marcas del sendero, en
compañía de su lacerado acompañante, el de la vaselina voluntariamente aplicada, tras bajada de pantalones, con
nocturnidad –no sabemos si también con alevosía–.
Al rato de la empecinada subida a Xodos de nuestros dos
sufridos senderistas con el propósito de alcanzar el pueblo dichoso, observan
que sus compañeros han desaparecido de los arrabales del pueblo y, en vista e ello, deciden
abandonar el sendero y subir a pedal, y en línea recta, hasta las primeras
casas que se atisban. Cuando llegan a ellas se encuentran con que
están solos, vamos, guardando las distancias, como Joe Cocker en su canción “Perdido y pobre
en Nueva York”.
Rebocato se deja guiar por su sentido de la orientación, mientras su
compañero que, por motivos de trabajo, ha visitado bares y tiendas de pueblos de la comarca para aburrir, en lugar de tirar de experiencia y tomar la iniciativa hace “mutis por el foro” y sigue delegando en Rebocato ,dejándose llevar por este con los nefastos resultados que se exponen a continuación:
Enfilan calle arriba, ambos extenuados, por una de las
cuatro calles de las que dispone el bonito pueblo (a las cuales les dan varios nombres, a lo largo de su recorrido, con el fin, barruntamos, de que dé la apariencia a los visitantes de que hay muchas mas calles de las que existen en realidad) en busca de los dos bares que
amenizan a sus habitantes y visitantes. Llegan hasta la iglesia con la
esperanza de vislumbrar alguna de las tabernas, pero estas brillan por su ausencia.
Las calles, que como hemos dicho, son pocas pero empinadas como ellas solas, se acaban y asoman, los dos caminantes perdidos, al
precipicio, por lo que vuelven sobre sus pasos y, lo más grave, tienen
la sensación de que se han perdido, por lo que Rebocato trata de preguntar a
alguien pero son las 10 de la mañana de un domingo cualquiera y la gente no pulula, aún, por las
calles, bien porque estén en Misa, bien porque estén encamados durmiendo la mona del sábado noche.
Rebocato, exhausto, piensa en llamar a la
puerta de una de las casas y que Dios reparta suerte. Su sensación de
impotencia al igual que la de su compañero –antaño sirve chatos en la taberna de su padre mientras este ponía cepos para cazar conejos silvestres– de fatigas senderistas es alarmante,
en esto que salen de una casa dos parejas de mediana edad con pintas de ser
turistas nacionales –que no no nazzionalistas, quizás sí– de fin de semana irrumpiendo en la calle. A Rebocato, cual niño pastorcillo, es como si se le hubiera aparecido la Virgen María,
se dirige decidido hacia ellos y les suelta:
–“Buenos días, perdonad, no os lo vais a creer, ya
sabemos que el pueblo es pequeñito, no es cachondeo, pero resulta que estamos perdidos. No hay manera de que
demos con el bar en el que hemos quedado con otros compañeros de ruta para almorzar”.
Los cuatro se sonríen y uno de ellos dice:
–Acompañadnos que nosotros vamos calle abajo
hacia uno de los bares.
Llegan al bar y Rebocato y acompañante les dan
las gracias a los guiadores de bares y se adentran en el bar donde comprueban que allí no hay ni rastro
de sus compañeros de ruta, por lo que deciden salir de nuevo a la calle y dirigirse
al bar de al lado donde, en una fuente anexa, andan los dos lideres y el acolito
de enlace senderista que no hizo como tal, refrescándose, sin inquietud alguna, en los caños de la fuente y los tres
porteadores al lado observándoles tan campantes. Intercambio de impresiones sobre las causas de la pérdida del sendero de acceso al pueblo por parte de los dos acólitos perdidos, y como todo el mundo tiene razón dejan de lado el asunto y se van todos al bar, donde almuerzan unos bocadillos que no se los salta un gitano con albarcas nuevas, que se decía antaño en nuestro pueblo castellanoviejo.
Rebocato está tan quemado del peregrinaje que a
la hora del carajillo dice que abandona la empresa, (a pesar de estar ya prejubilado) es decir, que no da un paso
más y que se va en uno de los dos coches de apoyo hasta el Santuari de San Joan de
Penyagolosa. Los compañeros, de sendero de a pie, empiezan a animarle y a de decirle que
como va abandonar ahora que ya se ha hecho el camino difícil y que a partir de
Xodos todo será coser y cantar hasta alcanzar el objetivo previsto. El senderista
del intento de abandono que anda corto de entendederas a causa de estar, ya, bajo
los efluvios etílicos, se deja seducir por los cantos de sirena, a causa de no taponarse los oídos como Ulises, y accede a
continuar la marcha (más adelante comprobará en sus piernas que con estos
amigos no es necesario tener enemigos).
Salen de la taberna y cae un sol de justicia.
Los cinco caminantes se dirigen a iniciar la subida de las primeras rampas de
El Coll del Marinet. Es una subida interminable y sin falso llano alguno que llevarse a las piernas.
Los dos lideres guías dicen a los tres acólitos que como aquello no tiene pérdida
que ellos se adelantan y que en la bajada les esperarán recogiendo boletus.
Efectivamente, el sendero no tiene pérdida,
incluso hay sombra a lo largo de casi todo el trayecto, pero la subida se las trae y, el
descomunal bocadillo de jamón y queso, que se ha metido Rebocato entre pecho y
espalda, regado con vino y carajillo pertinente, se le están indigestando a causa de la bestial subida del "coser y cantar", con lo que vuelve a
rumiar para sus adentros:
–“Pero.. ¿qué coños pinto yo aquí cencerreando
monte arriba, monte abajo?, más tonto y no nazco, y además en domingo, ojalá siguiera siendo creyente y estaría santificando la fiesta.
Por fin culminan la montaña y se acaba la
tortura. Ya lo que queda es bajada. Más adelante encuentran a los dos líderes
imbuidos en la labor de la búsqueda de boletos, con la que no han tenido excesivo éxito
(Rebocato intuye que ni los conocen –a los boletus– ya que el líder número 2
está mirando fotos de ellos en el móvil y piensa aquel: “estos dos, Dios no lo
quiera, cualquier día se nos autoenvenenan con las setas de marras y se acaban, de una vez, las excursiones”).
Continúan el camino y, por fin, llegan exhaustos
a la Tierra Prometida, o sea, al Santuari de Sant Joan de Penyagolosa, unos 62 km a
pie, desde la capital de provincia, han tenido la culpa. Vivir para ver:" Reboctao, voluntariamente, metido en estos bretes"
Al pie del Santuari se encuentran los dos
nobles porteadores con coche y su fiel copiloto que no ha tenido necesidad de
ponerse al volante, afortunadamente. Uno de ellos lleva dos cervezas bien frías
de las que sobraron la noche anterior (al final iba a tener razón el líder "number one" al
indicarles que compraran una cerveza por barba, claro, como él apenas bebe
alcohol…) Se reparten los tres acólitos las dos cervezas, a sorbos, como buenos hermanos y
los dos líderes ni las catan ya que, están buscando las duchas comunales del Santuario para asearse como Dios debido.
Se asean los tres acólitos en una fuente cercana (cuestión de rango), vuelven ambos líderes de las duchas frías (son líderes espartanos), montan los ocho en los coches y se dirigen hasta el pueblo de Vistabella del
Maestrazgo donde han reservado mesa para comer.
Finalizada la comida y, ya todos bastante
alegres, emprenden el regreso a la ciudad con otra manera de viajar mucho más
cómoda que a la ida, donde va a parar….
Y colorín colorado….
PD.- Aviso para las mentes calenturientas: “El
asunto de la vaselina lo aclararon los afectados días después. El acólito, sirve chatos, se
bajó los pantalones para aplicársela en la entrepierna ya que la tenía
encentada del rozamiento, por el largo caminar, es decir, entre el number one y él, dicen, no hubo rozamiento
físico alguno la noche en que una nube interpuesta delante de la luna llena dio
pábulo a un posible malentendido en la mente calenturienta de nuestro –mal pensado– amigo Rebocato”
PD.- Bueno, Pepe Pe, tú lo has querido, hace un
par de días, almorzando en Sueras, animaste a Rebocato a que relatara la caminata. Asume los posibles daños colaterales que puedan causar, el relato de marras, en sus intrépidos lectores.
HistoriasdeRebocato@junio
2016
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