1 de septiembre de 2014

MUERTE DE UN FALANGISTA



            MUERTE DE UN FALANGISTA VOLUNTARIO

El general, al salir del cementerio, se dirigió al padre del recién enterrado en estos términos:

Dígame quienes son rojos en este pueblo y los fusilamos ahora mismo a todos.

 Retrocedamos en el tiempo unos tres meses atrás desde el momento en que se pronunció esa frase, y ubiquémonos en los días del ya mediado mes de julio de 1936 en plena efervescencia del inicio de la rebelión militar, cuando una parte del ejercito español –sobre todo el asentado en África–, se levantó contra el régimen de la II República.




Última página del cómic "17 días de julio" de Justo Jimeno. La historia de España empezaba, de nuevo, a teñirse de sangre en el verano de 1936.

     Resultó, entonces, que en nuestro pueblo castellanoviejo cuando los socialistas de la Casa del Pueblo se presentaron en la capital de su provincia en busca de armas para defender el poder democráticamente establecido, se encontraron con la adhesión al “Glorioso” Alzamiento por parte de la Academia de Artillería de la capital, cuyos mandos se hicieron con el control de las Instituciones, de esa capital, en el día 19 de julio, haciendo efectivos los pertinentes arrestos de los dirigentes de los partidos y sindicatos de izquierdas, los que, aún, no habían huido  a Madrid.

Los izquierdistas de nuestro pueblo castellanoviejo tuvieron que regresar a su población como salieron, aunque con algo más de miedo en el cuerpo y con el rabo entre las piernas, sin barruntar que continuarían así, después de la ¿paz?, por unas cuentas décadas, eso los que no fueran paseados al amanecer (y aún hay gente que dice que los amaneceres son bonitos y hasta románticos). 

   Muchos años después de las fechas golpistas Rebocato vio bastantes amaneceres cuando tiraba de hoz en la Meseta en pleno mes de julio, y siempre recordaría que, en esos momentos de la salida del sol, hacia un frío bastante considerable, con el agravante de tener las zapatillas caladas por el rocío acumulado en las hierbas existentes en las tierras centeneras, en las de ceburro y en las de alcacer.

En aquellos tiempos, nuestro labriego castellanoviejo tenía a un  hermano, que le precedía en edad, desempeñando funciones en una vaquería en Madrid, la cual era propiedad de unos tíos carnales de la madre del aún no nacido Rebocato (faltaban, aún, veinte años para el advenimiento de este Mesías). A ese lugar acudiría varias veces Rebocato –treinta y cinco años después y en compañía de su hermano antecesor– y no precisamente a visitar a su tío el vaquero, si no para asistir a los entrenamientos –entonces gratuitos– de la plantilla de jugadores de cierto club de futbol (el de las seis copas de Europa en blanco y negro, y de las otras cuatro, posteriores, en color), pues dicha vaquería estaba ubicada en los terrenos que años después adquiriría el Real Madrid C.F. para construir la Ciudad Deportiva y en los cuales el “inefable” Florentino Pérez, ya en pleno siglo XXI, levantaría las cuatro torres de sus galácticos (Figo, Beckham, Zidane y Ronaldo el brasileiro).




  Pie de foto.- Terrenos donde se levantan las torres y donde estaba ubicada la vaquería, o Rebocato haciendo proselitismo futbolero.


A causa del levantamiento militar el hermano vaquero de nuestro labriego castellanoviejo quedó aislado con respecto a su familia del pueblo (Madrid continuó fiel a la República y nuestro pueblo castellanoviejo con los del pronunciamiento militar) y al hermano pequeño de ambos se le ocurrió, con 20 años cumplidos, la “brillante” idea de alistarse como voluntario falangista con el fin de dirigirse al frente de Madrid para tratar de contactar con su hermano el ordeñavacas.

Ya en los primeros meses de guerra se preveía que la caída de Madrid era inminente, debido a  que, cuatro columnas militares del ejercito faccioso se dirigían a tomar Madrid. Ante estas perspectivas, a principios de noviembre de 1936, el gobierno de la República se trasladó, junto con los cuadros (de pintura, no militares) del Museo del Prado, a Valencia. En noviembre del 36 el ejercito insurgente estaba en la Casa de Campo madrileña.

 Madrid quedó abandonada a su suerte por los políticos dirigentes del gobierno republicano, pero nunca fue tomada, aguanto toda la guerra con el enemigo a sus puertas en la Casa de Campo y en la Ciudad Universitaria, además de sufrir los bombardeos de la aviación rebelde, durante casi tres años. El pueblo madrileño permaneció aferrado y encomendado al lema del: “No pasarán”.

Setenta y cinco años después de iniciada la contienda fraticida en nuestro país, encontrábase Rebocato de turismo en Dublin una noche lluviosa dentro de un taxi con otros tres acompañantes (su cuñadisimo, la mujer de este y hermana de nuestro amigo y la contraria de este) camino del hotel de dicha ciudad en el que pernoctaban. El taxista daba rodeos o esa era la impresión de los viajeros, hasta que Rebocato soltó:

 –Esto se asemeja a una excursión facultativa nocturna y lluviosa de conozca usted todo Madrid en taxi.

El taxista al oírle chapurrea mientras chaparrae:

   –Madrid… ¡No pasarán!

Rebocato, un tanto mosca por el itinerario, remata:

    –Pero.... pasaron.

El taxista dejó de dar rodeos, ataja por las calles y no tardaron en llegar al hotel.



                    Pie de video.- La Celia Gámez, la del Millan Astray, el de: ¡A mi la legión! El chotis ¡Ya hemos pasao! se las trae.


El general rebelde Emilio Mola (la orden para la rebelión es firmada por este general y, en aquella, está fijada la fecha y hora: “El 17 a las 17” del mes de julio. El oficial sale con la orden de Pamplona el día 11 de dicho mes –Leed el cómic "17 días de julio" de Justo Jimeno–) dijo que en navidades estaría tomando café en los bares del centro de Madrid, los camareros de esta ciudad, tan serviciales ellos, le tomaron la palabra y colocaron una mesa con la leyenda: “Reservada para el general Mola.”


     Portada del cómic "17 días de julio" de Justo Jimeno, en la cual aparece representado el asesinato del teniente Castillo de la Guardia de Asalto, cometido el 12 de julio de 1936 por pistoleros de extrema derecha. En el cómic se explica lo acontecido en los días previos al fracasado golpe de Estado que degeneró en Guerra Civil.

A principios de los años 80 se encontraba Rebocato en Barcelona, donde permaneció año y medio por traslado promocional/ profesional y, para más INRI, viviendo un tiempo en un piso de alquiler cercano al Camp Nou. Una noche estando cenando en un bareto con sus compañeros de piso, entró un hombre ya setentón y bien colocado a pesar de estar ya en edad de jubilación y acercándose a la barra pidió un vino y gritó:

–La guerra civil se perdió por culpa de los cobardes vascos y catalanes.

Rebocato y sus amigos se miraron sorprendidos y continuaron con la cena. El viejo se bebió el vino de golpe, pago y se largó con viento fresco, ignoramos si para lanzar su soflama –barruntamos que provocadora a todas luces, con el fin de atizar el fuego independentista– en otro garito, posiblemente esa era su excusa para seguir trasegando vino al coleto.

El flamante falangista voluntario de nuestro pueblo castellanoviejo y tío de Rebocato, una vez en el frente a las puertas de Madrid andaba deseoso de poder llevar a cabo la oportunidad de contactar con su hermano el de la vaquería. No obstante sus deseos no iban a tener la posibilidad de llegar a cumplirse ya que muere absurdamente al recibir en su pecho un disparo de arma de fuego el 26 de octubre de 1936. Ignoramos si él llegaría a disparar a miliciano alguno.

Una vez su cuerpo en nuestro pueblo castellanoviejo, se celebra el pomposo funeral, con la asistencia, aparte de las vecinos del pueblo, de un séquito falangista, entre otras gentes, y según reza el papel de la capital de provincia de por aquellas fechas, también, hace acto de presencia un general del ejercito en la comitiva.

Toda la parafernalia falangista de “prietas la filas, recias marciales, nuestras escuadras van…” concurrieron con sus cuerpos serranos respectivos, uniformados con los ropajes de Falange y debidamente complementados con: correajes, yugos y flechas, banderas, banderines, cornetas, tambores, etc., y se manifiestan, con gran boato y entrega, en el solemne acto.

Los habitantes de nuestro pueblo castellanoviejo quedan alucinados ante tamaño despliegue de este personal variopinto, casi comparable con al acontecido, en febrero de 1935 en las, también, exequias fúnebres de un médico nativo, también de allí, y ultimado, este, a golpes en la “ciudad” lindante a nuestro pueblo castellanoviejo, en la que ejercía, el asesinado, ocupando una de las dos plazas de médico titular. Pero esa es otra triste historia que ahora no viene a cuento el contarla.

Paradojas de la vida, en poco más de año y medio nuestro tranquilo y olvidado pueblo castellanoviejo se ve invadido por unas peculiares y raras gentes, de alto rango social –en lo referente al médico asesinado– y de alto rango militar –respecto al falangista voluntario caído en la Casa de Campo madrileña– venidas de fuera, valiéndose de numerosos automóviles que con sus ruidosos motores pueden ocasionar, temen algunos vecinos, que a las vacas se les retire la leche y de que las gallinas dejen de poner huevos, y que posiblemente, a Dios gracias, las gentes del lugar, no vuelvan a verse metidas en  bretes de este tipo nunca jamás o, al menos, no en tan corto espacio de tiempo.

El cuerpo de nuestro falangista voluntario “Caído por Dios y por España,¡Presente!”, venia encerrado en un ataúd de plomo y este a su vez dentro del clásico féretro de madera. El ataúd de plomo estaba cerrado con llaves, y las llaves obraban en poder de un oficial del ejercito que acompañaba al féretro con órdenes expresas de no dejarlo abrir ni separarse de él hasta que recibiera cristiana sepultura. Las llaves querían enterrarlas en la tumba junto al ataúd, pero la madre del finado rogó que se las entregaran para guárdalas como recuerdo, como así procedió a complacerla el oficial vigilante.

Nuestro amigo Rebocato 39 años después (ya a finales de agosto de 1975 en los estertores del franquismo) del asesinato de su tío el falangista voluntario, sufrió la desagradable experiencia de ver como el cuerpo de un amigo y vecino suyo, tres años mayor que él, fue llevado, al igual que el de su tío antaño, a nuestro pueblo castellanoviejo dentro de un ataúd de plomo y este, a su vez, dentro de un féretro de madera y todo custodiado por un militar armado con la orden expresa de evitar que se abrieran, según órdenes recibidas. Su amigo era cabo primero de reemplazo, le quedaba un mes para licenciarse y a principios de agosto había estado de permiso en el pueblo y como la marcha estaba en la ciudad de al lado de nuestro pueblo castellanoviejo –lugar donde se concentraban, entonces y al igual que hoy en día, toda la juventudbaila de aquellos lugares– el fin de semana se acercaron allí con la intención de ligar.

El cabo primero y Rebocato estuvieron ligando juntos con un par de féminas y con un cierto éxito por parte de los dos, ya que, ambos, eran jóvenes y además guapos, aunque no tanto por mérito de ellos, como por el de las chicas receptoras que se ¿rendían? a sus encantos, al fin y al cabo, lo creamos o no, las que acaban eligiendo siempre son ellas– .

El cabo primero se reintegró al cuartel para seguir cumpliendo el servicio militar, obligatorio por supuesto, y Rebocato a su trabajo en la capital del ahora Reino, aconteciendo que a las dos semanas estando de vacaciones Rebocato en nuestro pueblo castellanoviejo un lunes se recibe la noticia de que el cabo primero de reemplazo había fallecido. Después trascendió la versión oficial de la causa de su muerte acontecida en el Sahara –entonces español, como Catalunya española hasta ahora–: el cabo primero haciendo una inspección rutinaria con su patrulla, todos montados en un Land Rover, pisaron una mina explosiva con el vehiculo y el cabo primero amigo de Rebocato paso a mejor vida, del resto de ocupantes en el pueblo nunca se llegó a saber la suerte que corrieron.

¿Cuántos soldados de reemplazo murieron en aquellos años en el Sahara español? Que sepamos Jamás de los jamases se han dado cifras ni se ha abierto investigación alguna sobre el asunto y mira que ha llovido desde entonces, bueno, en el Sahara no mucho. Otro tema pendiente de investigar (lo de la muerte de soldados, no lo de la pertinaz sequía) y de que salga a la luz pública como Dios manda, que diría nuestro flamante Presidente Mariano. A favor de este, y de la de otros presidentes que le precedieron, la excusa de muchos ciudadanos como en otros asuntos de la pasada Dictadura: “¿Para qué reabrir las heridas? Lo mejor es olvidar.”  Treinta y siete años transcurridos (desde las primeras elecciones generales de junio de 1977 hasta el día de hoy –…cautivo y desarmado el ejercito rojo…–) en Democracia, con presidentes de gobiernos “rojos” y “azules” nos contemplan y ni por esas. Efectivamente, todo quedó atado y bien atado.

Volvamos a finales de octubre de 1936 al Campo Santo de nuestro pueblo castellanoviejo:

Las gentes abandonaron el cementerio una vez dado tierra al cuerpo de nuestro falangista voluntario, ya, el hombre, contemplándonos desde "los luceros" y cumpliendo lo del himno de la Falange Españolas de las JONS: “Si te dicen que caí, me fui al puesto que tengo allí”.

Una vez rezados los responsos de rigor, y de que acabaran con sus músicas la banda de cornetas y tambores de la Falange, y de que finalizara el acto con el canto del “Cara al Sol”, brazos en alto –estilo romano– de todos los presentes, y los gritos pertinentes finales, con el fin de dar calor y echar bemoles al asunto, de: España, Una (años después el notario/notorio don Blas Piñar apelaría “Una y no cincuenta y una”); España, Grande y España, Libre. ¡Arriba España!. ¡Arriba!. No sabemos si, en esas fechas, ya se añadía la coletilla de: ¡Viva Franco! ¡Viva!

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Entonces es cuando enhebramos con la frase del inicio de este relato: 

El general a la salida del Campo Santo le inquiere al abuelo paterno de Rebocato y padre del fallecido falangista voluntario:

- Dígame quienes son rojos en este pueblo y los fusilamos ahora mismo a todos.

El padre de nuestro labriego castellanoviejo, roto por el dolor pero sin perder la cordura, calándose la boina en la cabeza y, con el fin de no desentonar, a la manera falangista, es decir, un tanto ladeada, le responde:

–Eso no devolvería la vida a mi hijo.

Pasaron un par de meses desde el entierro y cierto día llaman al padre, de nuestro falangista voluntario supuestamente muerto en combate, para que se presente en la Casa Consistorial. El alcalde, ante un sequito militar del ejercito rebelde venido de Burgos, le relata, lo que han declarado algunos compañeros de armas falangistas presentes en el momento de caer su hijo voluntario falangista –con miras de, aprovechando la guerra y a causa de ella, enlazar con su hermano el vaquero– como ocurrió la muerte de su hijo:

“Una vez tu hijo el falangista voluntario a las puertas de Madrid, se encontraba una aciaga tarde de domingo con otros camaradas paisanos en plena juerga, alegres, contentos y un tanto jarreados. Un compañero de él y vecino de la ciudad colindante a nuestro pueblo castellanoviejo le pide un cigarro a nuestro falangista, este se lo niega, el de ciudad le apunta con una escopeta y le dice:

–Dame la petaca y el librillo o te pego un tiro.

Tu hijo y los camaradas que le acompañaban piensan que es una broma, que el arma no está cargada y que si lo está no apretará el gatillo, y le niega el tabaco. Aquel dispara y tu hijo cae al suelo fulminado y muere en el acto, con la sonrisa, aún, en la boca”

Nota del autor.- En aquellos tiempos, con estos aconteceres, empezaba a barruntarse aunque fuera de forma empírica, que el tabaco era dañino para la salud.

El alcalde añade que hay órdenes de arriba (aunque no se refiere de Dios) de exhumar el cadáver y comprobar si el cuerpo tiene heridas de perdigones de  plomo de cartucho de escopeta o, en su defecto, ver si son de bala, así como comprobar si quedan restos de proyectiles dentro del pecho.

Se dirige el séquito de fuerzas vivas camino al cementerio del municipio con el padre –este ha hecho acopio de las llaves de la caja de plomo solicitadas a su mujer, la cual se queda en casa rumiando su dolor– de nuestro falangista voluntario, para sacar el féretro y exhumar el cuerpo.

Una vez en el Campo Santo cavan la tumba y sacan el ataúd y el cadáver de dentro de las cajas. Rasgan las ropas de la mortaja o el uniforme de falangista, y con un cuchillo abren el cuerpo del desenterrado con el fin de encontrar la bala o los perdigones. Todos comprueban que en el cuerpo hay perdigones de posta y que por lo tanto la muerte no fue a causa de herida de bala en acción de combate.

Una vez hechas las comprobaciones pertinentes deciden, no sabemos muy bien el por qué, coser el cuerpo y para ello el juez de paz se dirige al pueblo, distante, aproximadamente, un kilómetro del cementerio, con el fin de aprovisionarse de bramante y de una aguja gorda de las de coser sacos. Y, el juez, tiene la “deslumbrante” idea de ir a pedírsela a la abuela de Rebocato y madre del abierto en canal, que, este, en aquellos momentos esperaba, “impasible el ademán”, en el Campo Santo. La mujer no da crédito a lo que le explica el juez de paz y entra en un nuevo trance de dolor y pseudo locura (Habían transcurrido solamente un par de meses desde la tragedia de la pérdida de su hijo menor) de la que ya no se recuperará  nunca del todo, para ella jamás se cumpliría lo de “volverá a reír la primavera...”.

Más dolor añadido, este económico –pues ya se sabe las penas con pan son menos– para los padres de nuestro falangista voluntario asesinado por un paisano y compañero de armas vecino de la ciudad colindante con nuestro pueblo castellanoviejo:

Al tratarse de un asesinato y por lo tanto no haber caído en combate –por Dios y por la Patria– a los padres del finiquitado no les correspondió pensión alguna por parte del Estado al finalizar nuestra última guerra “incivil.” Por otra parte no nos consta el que las llaves del ataúd de plomo fueran devueltas a la abuela de Rebocato, este da fe de que, nunca llegó a verlas. 

¿Qué ocurrió con el compañero de armas que asesinó a nuestro falangista voluntario? Comentaban los viejos del lugar que fue enviado al frente a primera línea de fuego y que murió en combate.


PD1.- Tema relacionado con este escrito “Rebocato nace” en este mismo Blog.

PD2.- Se da la paradoja de que el titulo de ciudad, del hasta entonces pueblo colindante con nuestro pueblo castellanoviejo, fue otorgado por Alfonso XIII y concedido por recomendación de un boticario paisano de Rebocato que era amigo personal del rey (el boticario, no Rebocato) el cual (el Rey, no Rebocato) le nombró en su día “caballero cubierto” (al boticario, no a Rebocato). Pero estas ya son otras historias que se contarán en otro momento, si procede.



       HistoriasdeRebocato@septiembre-2014

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