22 de septiembre de 2014

LA TONTUNA DEL G&T

                            

                             LA TONTUNA DEL GIN TONIC


NOTA.-Este escrito nada tiene que ver con Historias de Cronopios y de Famas, aunque vaya usted a saber.

         Relata nuestro amigo Rebocato:
        Muy buenas.
   Pero, ¿estamos tontos o qué?. Siempre lo he dicho, cuando yo era más joven, es decir, cuando iba de marcha por el barrio de Salamanca de Madrizz (Madrit para los bilingües) los viernes y sábados –tarde y noche desde las 17:ooh. hasta las 03:30h.– me tomaba unos 8 o 10 cubatas y los domingos, solo tarde –desde las 17:00h hasta las 22:00h– de discoteca, algunos menos. Entre semana a dieta. 

    En aquellos primeros años de nuestra Transición política las discotecas solían abrir desde las 18:00 hasta 22:00h. y, algunas, más tarde, desde las 00:00h. hasta las 03:30h. Los pub´s cerraban sobre las 02:00h. Después de esta hora el único garito abierto al público, en todo Madrid, era el Drugstore de la calle Fuencarral) y, si ya metido en faena, al quinto o sexto cubata trasegado al coleto (de ron cola, o gin coca, o gin limón), me sentía un tanto quillado de la quijotera, era el momento de endilgarse un gin tonic con el fin de que la tónica me despejara.

Pie de video.- Burning lanza un canto (que no piedra) a la fauna femenina que frecuentaba, con nocturnidad y sin alevosía manifiesta, el Drugstore de Madrid
      ¿Como se servía en los tiempos de mi juventud el gin tonic?. Pues así de simple: vaso de vidrio de tubo largo en el cual se introducían, eso sí con pinzas, dos cubitos de hielo (decir que estando yo de jarana en abril de 2009 en Ámsterdam en un garito de moda de la plaza Rembrandt observé –sin estar aún, yo, muy colocado– como un camarero detrás de la barra pillaba un caldero metálico –tipo de los de sacar, antaño, agua del pozo sácala tú que yo me mojo– lo llenaba de cubitos de hielo y a la vista de todo el público, sin recato alguno –eso lo vemos hacer en España y tienen que cerrar el garito– repartía los cubitos con las manos en los vasos de combinados), de los de entonces (poco mas grandes que un dado del parchís), una rodaja de limón, ginebra (a veces de garrafón que colocaba más, con 20 años tu hígado aguanta todo lo que le eches) sin escatimar –sin el actual cubilete ridículo de capacidad escasa– y tónica Schweppes de tal forma que a duras penas entraba la mitad del contenido de la botella del agua tónica en el vaso de tubo de marras.
      Mano santa, te tomabas el gin tonic y se te iba la modorrera “ipso facto”. Además, en 20 segundos te lo servían; no como ahora que empiezan que si enfrían la copa (más bien copón); que si te la llenan de hielos (grandes como ellos solos)  hasta desbordarla; que si te miden en un dedal el contenido de ginebra –no digo que no sea superbuena pero apenas la catas–; que si bolitas de enebro (cuales cagarrutas de conejo); que si pepino; que si regaliz –cualquier día nos sorprenderán con una pluma de gorrión dentro de la copa, en plan última usanza chit/snob-; que si aromatizantes servidos en frascos tipo spray, cual colonia de alto standing; que si hierbabuena; que si macarrón espiral con el fin de que las burbujas de la tónica no se te descogorcien al caer desde la botellita hasta la copa, etc., etc.
    Gilipolleces a mansalva, y lo más chocante: la gente se lo bebe cual bálsamo de fierabrás o similar.
    Con la cantidad de ginebra que cabe en el austero/rácano cubilete dichoso, veinte G&T (sin ánimo de impresionar) de ese tipo, necesitaría yo, antaño, para ambientarme con vistas al ligoteo.
     Vas hoy en día a un Pub y como entres tú al garito detrás de una panda de 3 o 4 parejas que pidan gin tonic para todos, mejor te vas al bar de al lado porque pasarán 20 minutos y aún estará el grupito gintonero eligiendo la marca de ginebra, el tipo de tónica, los añadidos a la copa, etc. Y se tiran con los gin tonic toda la puta noche, calentando copa y asiento. La mayoría de estos ¿bebedores?, casos que conozco de buena tinta, en su vida se han tomado un cubata y ahora, ya en edad de aguantar –perdón, de disfrutar– nietos, te disertan sobre los diferentes tipos de ginebras, sobre los sabores de las tónicas y de los añadidos variopintos.
      Encontrándome yo, de visita, un fin de semana del mes de octubre de 2013 en Cuenca capital, una tarde, a resguardo  en un Pub de nombre “La Edad de Oro” (muy majo por cierto y que os lo recomiendo)  sito en la Plaza Mayor (otrora de la Picota) donde se encuentra la inacabada catedral y el peculiar (por sus diferentes problemas de obras, ampliaciones y derribos) Ayuntamiento de dicha capital de provincias, me llamó la atención el gran número de botellas de diferentes marcas de ginebra que concurrían por las estanterías del local. Tal era mi curiosidad e inquietud por tamaña concentración de botellas (yo estaba bebiendo un tercio de cerveza mahou cinco estrellas – de paso, decir a los bilingües que no se sienten queridos que, no le hago ascos a la Woll-Damm o a la Estrella Damm–) que no pude por menos que preguntarle al barman: “Perdona, por curiosidad ¿cuantas marcas de ginebra distintas tenéis en las estanterías?”. Ni corto ni perezoso y rezumando satisfacción ante mi pregunta me contesta el preguntado: “Unas 200 marcas diferentes”. Yo, prolongo: “y ¿cuántas marcas de tónicas”. Me responde: “Pues…unas 30”.
    Increíble pero cierto, y nuestro amigo Mariano sin tomar medidas de recortes al respecto (se conformará con los puros que se nos fuma y con los que nos mete, a los de a pie).
   Yo, ya obnubilado ante las respuestas, le conmino: “Por favor, sírveme otra Mahou” (cinco estrellas, la verde es un timo).  Mi hígado es mi mejor amigo y ya a estas edades de decrepitud, con todo lo que filtró en su día, se ha ganado un merecido descanso de bebidas espirituosas, con la cerveza va que chuta y me lo agradece al día siguiente.
    Ese mismo “findé” (cada día estamos mas tontos con la palabrería) estando una noche a buen recaudo en otro Pub de Cuenca pedí una cerveza (ahora mismo no recuerdo la marca) para mi y un cubata de Ballantine’s con Coca-Cola para mi contraria, la cual, al entrar al garito se fue directa al servicio a empolvarse la nariz (en sentido figurado, nada que ver con estupefacientes blancos aspirados), el local estaba bastante despejado de parroquianos y el camarero, ante mi demanda, me sirve el tercio de cerveza y observo la martingala de preparación del cubata: echa un capazo de hielos en la copa, tengo que decirle: “para el carro” con el fin de que el total del contenido de la cubitera no pase a la copa; sirve, a continuación, una cantidad generosa de whisky y al echar la Coca-Cola observo que mete un artilugio en la copa, como un serpentín con embudo, y empieza a escanciar el contenido de la Coca-Cola en la copa a través del cachivache. Yo que veo la maniobra le inquiero: “¿Pero, muchacho, que haces?”
     El muchacho camarero servidor (luego me confiaría –ya roto el hielo para con el trato personal, y cuasi derretido el del cubata, y en el trance de metidos en conversación harta coloquial– que procedía de la zona de los pueblos negros de Guadalajara, él, no el cachivache que seguro que era de los chinos) me responde que escanciaba así la Coca-Cola con el fin de que no se rompieran las burbujas. Yo le manifiesto: “No hombre, no, si mi mujer siempre se ha tomado el cubata caigan como caigan las burbujas, se revienten o no dentro de la copa, anda quita el artilugio antes de que venga ella y nos las tengamos tiesas.”
     En fin, Cuenca, su Ciudad Encantada y sus camareros encantadores, doy fe de ello, en un pasado “findé”.
   Saludos y disfrutad del vídeo ( de lo más "in" y de lo más "cool," más incluso que el Artur, nuestro amigo caudillo con apellido de adverbio insaciable) que me ha enviado hace un rato un amigo mío gallego de Galicia residente en el Levante Español y que no rezuma demasiada morriña de su terruño, cosa rara para ser gallego.


Pie de video.- Visto el video se llega la conclusión de que o bien, están muy cocidos (los entrevistados, no los garbanzos, que pu´que que también) o lo que parece más nomotético: la tontuna no tiene límites.

      Voime ya mismo de carallada y espero no coincidir, a la hora de pedir en la barra, con los gintoneros de “sábado noche ya cobré”. Miedo me da, hoy en día, hasta el salir de copas y no solo por la que me espera a la mañana siguiente si me paso de calibre de jarro.


     HistoriasdeRebocato@septiembre-2014


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