6 de junio de 2014

EL CEBOLLERO 1

                        EL CEBOLLERO (Tostón 1º)

Pie de foto: Prototipo de noria. Un invento a la altura de los de nuestro querido y admirado profesor Franz de Copenhague del TBO. Reseñar que el mulo (A) no tiene vendados los ojos debido a que está en periodo de pruebas. 


       Moraba en nuestro conocido pueblo castellanoviejo un mozo en edad de merecer –casadero, ya entrado en años– el cual en lugar de dedicarse al cultivo de cereales en tierras de secano del lugar (como hacían la mayoría de todo hijo de vecino de por allí), consagraba su tiempo y esfuerzo a realizar labores en la huerta de la que disponía su padre, con el fin de poder subsistir de aquella manera imperante en todo el municipio.


      El agua que empleaba para irrigar las hortalizas y patatas, la obtenía de un pozo artesiano (hecho, en su día, a mano con pico, pala y rematado con piedras calizas hasta el brocal) mediante la clásica noria de tracción animal,; es decir, para elevar el agua utilizaba un borriquillo, que daba vueltas con los ojos vendados (con el fin de no marearse) amarrado a un palo, el cual estaba unido a un mecanismo con rueda y recipientes enlazados a aquella, haciendo aflorar el agua desde el fondo del pozo hasta la superficie de la huerta.

      Aconteció a nuestro buen hortelano el que, en cierta ocasión se acercó a las fiestas mayores del pueblo de al lado del suyo, y que, una vez en el baile que se celebraba en la plaza mayor, entablara amistad con una buena moza, también en edad de merecer, originaria de otro pueblo de por aquellos lares; y que, entre pieza y pieza de baile, en el intercambio de conversación entre ambos, mientras la orquesta recuperaba el resuello, ella le preguntó que a que se dedicaba él. Este, ante la embriaguez del instante por la nueva amistad, y ante el temor de desilusionarla, la soltó que era de oficio practicante. La velada transcurrió de forma amena y entretenida por parte de nuestra pareja y, llegado el momento, se despidieron con la esperanza de que el destino les volviera a hacer coincidir, de nuevo a ambos, en otra ocasión.

      Pasó un tiempo y no tornaron a encontrarse, pero hete aquí que un día de los que nuestro horticultor hacía ruta, con su carro tirado por acémila, por aquellos parajes con el fin de ofrecer en venta sus hortalizas y patatas, detúvose en la plaza principal de un poblado. Echó la galga al carro para dejarlo frenado y púsose a pregonar, voz en grito: ¡El cebollero!, ¡El cebolleeerooo!.

    Las vecinas fueron acercándose animosas al carro con el ánimo de observar la mercancía y de llevar a cabo la posible compra del producto ofertado. En esto que nuestro hortelano, quiso el azar, que al ver acercarse a la tropa mujeril, que reconociera, en una de las de la mesnada, a la moza con la que había bailado en su día y a la que había contestado que era practicante de ejerción. 

   Ante el "tierra trágame" del momento, nuestro hortelano reaccionó veloz. Liberó la galga del carro y, atizando dos varazos en todo el lomo al macho, salió del pueblo con el carro y su carga, como alma que lleva el diablo, a ofertar su mercancía a otra parroquia y a otras parroquianas más distantes. Dejando a las potenciales compradoras un tanto despagadas y de resultas atónitas. Ignoramos si la moza casadera llegó a identificar a su "practicante".


          HistoriasdeRebocato@ junio-2013

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