31 de mayo de 2014

LOS MOTORISTAS

                           REBOCATO Y LOS MOTORISTAS

Va por ti, hermano de La Salle, el más parecido, en la forma de ser, a nuestro labriego castellanoviejo.
   
             
                                                       

Encontrábanse, una tarde calurosa de mediados de julio de un verano ya lejano, nuestro labriego y algunos de sus descendientes en primer grado, segando una tierra centenera de media obrada larga, sita entre un pinar y la carretera comarcal del pueblo castellanoviejo.

La recolección de la cosecha, en nuestro conocido pueblo, se realizaba, aún, toda ella a mano, porque “para mercarse un trasto de esos (tractores, cosechadoras, arado de discos, etc.) -que llegaron después con la concentración parcelaria ya consumada-  habría que vender todo el término”, tal como apunta un mozo al Isidoro cuando, este, regresa a su pueblo castellanoviejo, 48 años después de irse a estudiar, y le interroga, al mozo, que si han llegado ya al pueblo las máquinas. Según narra el magistral Delibes (que conocía como nadie a las gentes del campo Castellanoviejas y a su llano y peculiar lenguaje, lamentablemente en vías de extinción hoy en día) en su libro de relatos: “Viejas historias de Castilla la Vieja”.

Llegada la hora de la merienda, sobre las seis de la tarde, cuando se veía pasar al milano surcando el cielo o al coche de línea de la tarde, renqueante, por la carretera, se acercaron nuestros segadores a un pinar cercano donde habían dejado el carro con el ropero (cunacho, alforjas, botijas de agua, bota de vino, merienda, pajón para atar los haces, algún retal de sábana blanca -por si los cortes de hoz-, piedras de afilar, aparejos de las burras, etc.). con el fin de dar buena cuenta del ágape (valga la cursilada, con el fin de evitar redundancias).

La merienda solía consistir en: Pan candeal en forma de hogaza, tacos de jamón, chorizo, tomates y, para rematar, las típicas sopas de pan en vino y azúcar que se hacían en la fiambrera, esta ya vaciada de su contenido que consistía en productos proteínicos, ya nombrados, procedentes de la matanza del cerdo.

Una vez engullidas las viandas, se procedía al reafilado de las hoces y vuelta a los surcos para continuar con la siega. El labriego tiró de petaca y librillo marca "Zig Zag", se lío un fumarro y se dirigió fumándoselo a cambiar las estacas a los machos y a las burras (esta operación se realizaba con el fin de renovar el radio de acción de careo de las bestias), mientras sus hijos enfilaron, con las hoces afiladas, hacia el tajo del cereal. En esto que pasan los dos motoristas de la guardia civil de tráfico (función que solían realizar por aquellos lares los viernes por la tarde) por la carretera, con paso lento montados en sus motos Sanglas respectivas -tan chulos ellos, o al menos uno de ellos como se verá a continuación-, dirigen una mirada a los desarrapados segadores, los cuales, hoz en mano, avanzan en vertical a la carretera, enfilando hacia el centenal. Rebocato retrasado (del paso de la recua de hermanos, no mental, aunque va a quedar esto último en entredicho por lo que acontece a continuación) del grupo los ve mirar y levanta la hoz haciendo un gesto con ella de arriba hacia abajo, con la intención de cómo invitándoles a que se acerquen a segar. Los motoristas ven el gesto del chico, se orillan a la cuneta, sin calar las motos, y hacen señas reclamando al zagal del aspaviento para que se acerque a ellos. Rebocato entra en la carretera y el hermano más mayor, de los presentes ese día, de la prole segadora, también hoz en mano, le acompaña. Una vez, ambos, en la carretera uno de los guardias civiles, bajo un sol de justicia (aunque esta iba a brillar por su ausencia en los momentos siguientes, más o menos como actualmente por lo que a políticos apandadores nuestros se refiere), interroga a Rebocato:
-¿Por qué has levantado la hoz y has hecho un ademán, con ella, como de cortarnos la cabeza?

 Rebocato, rojo por la timidez y cabizbajo, balbucea la verdad:
-Yo solo quería que vinieran con nosotros a echar una ducha- (segar un segador dos surcos de mies a la vez).

El guardia civil (en esta ocasión harto incivil ) le contesta de forma chulesca y despectiva:
-Si te pego una hostia pongo de luto a toda tu familia-. (Rebocato tiene la friolera edad de once años).

El hermano que está al lado de Rebocato ajustándose la hoja acerada del corte de la hoz en el brazo izquierdo, este doblado en ángulo recto, y sin soltar el mango de ella, asido fuertemente con la mano derecha, replica al guardia:

-Asimile usted, señor guardia, que el muchacho solo tiene 11 años y no creo que con esa edad tenga las malas intenciones que usted manifiesta y que le adjudica.

El chulesco guardia civil observa la hoz del hermano replicador, el cual continua manteniéndola firmemente sujeta con su mano derecha y apoyada en el brazo izquierdo, se queda dudando unos segundos como preguntándose “donde habrá estudiado el tío este y como reaccionará” al punto que se le cala la moto -mientras el otro motorista en la cuneta, al igual que los otros hermanos de Rebocato desde la tierra centenera, contemplan estoicamente la escena y no dicen esta boca es mía- y remata:
-Iros a segar y no quiero volver a veros.

Acto seguido los motoristas prosiguen su ruta motera por las carreteras de la Meseta.

Reseñar que, efectivamente, el hermano defensor, ha estudiado con los hermanos de La Salle hasta la toma de hábitos, habiendo abandonado recientemente, tanto a los hábitos, como a los hermanos del babero del franchute fundador San Juan Bautista de La Salle, y está en pleno rodaje, tratando de asimilar la brutal bofetada que está recibiendo de la vida al tratar de reintegrarse en la sociedad, después de haber estado interno y aislado del mundo real y familiar desde los once años hasta superado los veinte, los que calza ahora mismo. 
Rebocato ese mismo año había aprobado el ingreso en los centros de los Hermanos de las Iglesias Cristianas (Hermanos de La Salle), sitos en un pueblo madrileño, resultando que, antes de incorporarse a su nuevo destino, sus dos hermanos de sangre y, además, de La Salle, se salieron de la orden y sin para ello, que nos conste, previo acuerdo mutuo entre ellos, pues estaban en provincias distintas. 
Nuestro labriego castellanoviejo, cosa rara en él dada su condición de ordeno y mando acorde con los tiempos aquellos, pero quizá influenciado por los correos recibidos notificándole que ambos hijos suyos (uno con hábitos de tela ya tomados y el otro con mínima predisposición y con hábitos conductuales poco ortodoxos para seguir donde se formaba) abandonaban la institución de La Salle, optó por preguntar a Rebocato si quería o no realizar el ingreso. Rebocato dudó unos segundos, pero suficientes como para tomar la decisión y espetó: "No". Él pensaba para sus adentros: "Si digo si al ingreso, cuando aparezca por allí al saber los dirigentes mis apellidos sabrán que soy hermano de los que han abandonado y por lo tanto tomarán represalias contra mi persona, que es lo que más aprecio".

        Volvamos al lance con los motoristas para decir que era la ventaja que se tenía al disponer, uno, de hermanos más mayores, para que te valieran (defenderte de otros). Era difícil que te pegara alguien, excepto las vacas sagradas, de entonces, que eran tu padre, el maestroescuela y el cura –ya con estos ibas bien surtido-, y en el caso de Rebocato, tal como hemos comprobado, ni la propia Guardia Civil podía tocarte siempre y cuando tuvieras a un chache a mano y si, este, disponía, como medida disuasoria, de hoz de corte, también a mano, mejor que mejor .

El padre cuando regresa a la parcela (perdón, tierra, ya que aún no ha llegado a nuestro pueblo castellanoviejo la concentración parcelaria y sus consecuencias posteriores) de la siega y le comentan sus hijos lo acontecido apunta:
- Aunque los motoristas os hayan llamado no teníais que haber ido a su terreno, que es la carretera. Ellos no hubieran entrado en el nuestro, que es la tierra.

Por aquella época el cantante Manolo Escobar, nos solfeaba como se las gastaban los hombres de por aquí. Él también andaba metido en líos por dar un beso en el puerto a una dama que no conocía y entonaba: “….requebraré de española a extranjera y si me deja también la besaré. Porque los hombres de España somos así de galantes que aunque nos partan el alma, siempre nos ríe el semblante….”. Aquí nos explica el trance:


                              

Rebocato después de la experiencia vivida (con los motoristas, no con la canción de marras que también tiene su peligro) se juró a si mismo no volver a  realizar más invitaciones personales a la Benemérita; sin embargo, justamente, 11 años después (Rebocato empezó a pensar en posibles conjuros, conspiraciones judeo-masónicas o sucios contubernios, perpetrados contra su persona con el fin de tener encuentros cada 11 años con los chicos de "Francisco Javier María de la Paz Bernardo Eulogio Juan Nepomuceno Girón y Ezpeleta Las Casas y Enrile" -II duque de Ahumada, para abreviar y aclararnos-) recién licenciado del servicio militar obligatorio, y ya, el país, en plena transición política y con el dictador a buen recaudo en el Valle de los Caídos bajo una losa de dos toneladas, tuvo un serio altercado con pistola del nueve largo de por medio con unos futuros guardias civiles de la academia de guardias jóvenes sita en Valdemoro. Ni que decir tiene que la pistola la portaba uno de los, potencialmente, futuros “asaltacongresos” y no había chache presente de quien echar mano. Pero esa ya es otra historia que se relatará en otro momento si procede.



                   HistoriasdeRebocato@julio 2013

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