EL PARECIDO
A mi hermana, que no sor, mayor.
Años ha, en
nuestro pueblo castellanoviejo, cuando te encontrabas con algún familiar –medio
lejano respecto al parentesco consanguíneo– venido de una de las diferentes
ciudades a las que había emigrado el gentío del pueblo huyendo de las nobles
actividades, ejercidas al aire libre, por ejemplo, la de la cava de: majuelos, patatales, cejos de
caceras, cesperones (sic) de grama; y las del arrejaque de tierras centeneras, sitas entre pinares, y otros
entretenimientos mesetarios –en algo había que matar el tiempo esperando la
Llamada al Juicio Final, sin necesidad de presentarse, en Él, ni con abogados
ni con procuradores– ), y, si al familiar dichoso llevabas sin verle algunos
años, y caso de estar (el familiar) acompañado de un infante de corta edad,
todo se limitaba –tras los saludos de rigor– en tratar de sacar, a simple
vista, los parecidos físicos del retoño presente, aunque desconocido por los
saludadores familiares del encuentro, con la fisonomía de los familiares del
“sacaparecidos”, bien fuera de la familia de la madre, bien de la del padre o,
en algunos casos, de ambas a la vez, vamos que como canta Serrat en “Esos locos
bajitos” :
A menudo los hijos
se nos parecen y así nos dan la primera satisfacción….
Pie
de video.- “Esos locos bajitos” (Según el Joan Manuel: forma que tenia de
definir a los niños el inolvidable Miguel Gila).
Acababan
de quedar atrás los tiempos del matrimonio indisoluble, por la llegada, a
nuestro País, de la tan esperada y ansiada Ley de Divorcio, recién implantada
por el Gobierno de Calvo Sotelo (ya dimitido ¿voluntariamente?, meses antes, el
Tahúr del Mississippi –apodo, con el que honró en su día, el Alfonso Guerra al
Suarez–) de mano de su Ministro de Justicia Paco (el Fernández Ordóñez, no el
del Estado Totalitario de los casi 40 años, que como define, a ese Estado,
Curcio Malaparte en su novela “La piel”: “Un estado totalitario
es aquel donde todo lo que está permitido es obligatorio”) en el año de 1981, siendo, dicha
Ley, una de las más progresistas (y por lo tanto –al sentir de Rebocato– de las
más dañinas y pecaminosas) de Europa y que posiblemente ayudó en demasía a la
disolución, ya barruntada, de la UCD que era el partido gobernante, en aquel
entonces, de por estos lares.
¿Qué
ocurrió con la llegada del divorcio?. Pues que, según nuestro amigo Rebocato:
todo se trastornó, yéndose al traste el dichoso dicho sagrado de las Santos
Evangelios:
“ Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que
Dios juntó, no lo separe el hombre”.(San Mateo 19.6)
Ya
con la aprobación de la Ley del Divorcio en la Meseta, (y en España) para
disfrute de algún que otro “mesetario, (Moncho Alpuente aclaraba lo que significaba “mesetario” en una columna escrita en el diario El País
en el día del cumpleaños del hermano número 7 de Rebocato, aunque editada, la
columna, en el año de 2003, no en el año de 1947 que fue cuando nació el
hermano de marras apodado por sus hermanos: “Trancas”, tal era su pachorra.
<Mesetario, según
Moncho Alpuente:
……un término muy
difundido en la Barcelona de los años sesenta para definir con un toque
despectivo lo que venía de Madrid.
Para los catalanes
barceloneses que inventaron el dicho “mesetario”, era una forma fina de decir
paleto que se aplicaba a finales de los sesenta y principios de los setenta,
sobre todo al cine y a la canción…>
y con Rebocato, en edad, ya en
mitad de la veintena, aunque tratando de no meterse, en aventuras de noviazgos
cercanos y duraderos –y así poder evitar posibles males, mayores, venideros–,
aconteció que, estando nuestro amigo en nuestro pueblo castellanoviejo de
vacaciones agosteras, y con el pueblo inundado de veraneantes –otrora
pueblerinos– venidos de las capitales de otras provincias (mayormente de
Madrizz, pero también, algunos, de Barcelona, Tarragona, Valladolid, Vitoria,
etc., donde emigraron para laborar, quizás, sin tanto sudor aunque mejor
pagados) pues que encaminándose, una tarde, a la taberna, a matar el reseco
provocado por la canícula estival y la pertinaz sequia, se encontró en una calle, mientras cubría el
trayecto hasta el abrevadero, con su hermana mayor, y en ese mismo momento
salió por las puertas carreteras, de una casa próxima respecto al lugar donde
estaban ellos, un primo carnal de ambos, el cual tenia cuatro años más que
Rebocato y 18 menos que la hermana mayor de este, y llevaba, –el primo de
marras– unos cuantos años sin ir al pueblo y ejercía la cirugía –con gran
acierto por cierto– en nuestra (de momento) Sanidad Pública, en una capital de
nuestro (de momento) litoral catalán y accedió a la calle de nuestro (per
saecula saeculorum) pueblo castellanoviejo con un niño al que llevaba trajinado
de la mano, el cual tendría unos tres o cuatro años de edad.
Rebocato
y su hermana saludaron efusivamente al primo, y aquella, después, levantando,
con un toque cariñoso (no como hacían dos amigas –ambas hermanas– de las
hermanas mayores de Rebocato que cuando iban a la casa de nuestro labriego
castellanoviejo, si veían a la entrada de la casa a Rebocato y/o a sus dos
hermanos número 11 y número 13, les decían: “venid, que os vamos a hacer el
alzar y ver a Dios”. Lo cual consistía en agarrarte, con sus dos manos, de tus
ambas orejas y levantarte, a
pulso, hasta la altura de su cara, menos mal que los muchachos pesaban poco,
pero, los pobres, veían, en el momento de la izada, a Dios y a toda la Corte
Celestial) la barbilla del niño con la mano derecha y observándole el rostro,
trató de sacar el parecido familiar –propio de la familia de ella, primo y
hermano– donde no lo había.
Mientras
escrutaba el rostro del niño apuntó al primo:
–Pues… que no le saco el
parecido, se parecerá a la familia de tu señora.
A
lo que el primo, nacido en Catalunya aunque de padres mesetarios de nuestro
pueblo castellanoviejo, contestó:
–Si,
tú lo has dicho, es clavado a la familia de su madre.
La
hermana de Rebocato y prima del primo, sabía que, este, llevaba unos años
casado, pero lo que ignoraba era que con la recién llegada ley del divorcio se
había separado (el primo del litoral catalán, lo de Cataluya, posiblemente, esté
al caer) de su propia prójima y que fue al pueblo con su nueva compañera
(catalana y de trabajo, a su vez) con la cual llevaba liado un tiempo
(barruntamos que, entre quirófanos asépticos, aunque, al entrar en ellos, los
pacientes trinquen no pocas infecciones nosocomiales) y que ya tenia, ella, un
retoño –el que llevaba, el primo operador, asido de la mano en ese momento– de su
marido anterior, de tal manera que ya podía, la susodicha hermana, tratar de
sacar los posibles parecidos familiares de la cara del chiquillo respecto a la
rama familiar, nata, de nuestro pueblo castellanoviejo, que iba a ir dada.
Ese día Rebocato
comprendió que, a partir de ese mismo momento, ni en el pueblo, ni en la
Meseta, ni en ningún otro lugar, al encontrarte con amigos, familiares o conocidos,
que no hay que preguntar por su contraria o contrario, y menos, aún, el tratar
de sacar parecidos familiares a los niños que les acompañen porque a saber de
que padres (y madres, valga la redundancia por la tontería de hoy en día del AMPA, otrora APA)
serán, genéticamente hablando, los mochuelos.
Rebocato,
rumiaba para sus adentros en aquellos tiempos, de moderneces: “Esto, ya se va
asemejando a Sodoma y Gomorra, espero ser Lot cuando el Sumo Hacedor envíe la
lluvia divina de fuego y azufre para destruir a la Meseta nefanda y a los
mesetarios que la ocupan”.
Pie de grabado.-
Lot e hijas huyendo de la quema y dejando atrás a la curiosa, sin
mucha preocupación por parte de los tres.
PD.- Decir que, Lot no necesitó tirar
de Ley de Divorcio para librarse –además, sin coste económico alguno– de su
parienta; porque la curiosidad mató al gato, en este caso “gata salada”. Parece
ser que la estatua de sal resultante fue de un acabado final divino, ya que, se
logró un gran “parecido” físico respecto a la fisonomía de la curiosa, que
volvió –a pesar de estar avisada– su mirada hacia atrás con el fin de
contemplar el espectáculo.
HistoriasdeRebocato@septiembre-2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario