4 de septiembre de 2016

EL PARECIDO MESETARIO

                 


                                              EL PARECIDO

                                                                                                                                           A mi hermana, que no sor, mayor.

           Años ha, en nuestro pueblo castellanoviejo, cuando te encontrabas con algún familiar –medio lejano respecto al parentesco consanguíneo– venido de una de las diferentes ciudades a las que había emigrado el gentío del pueblo huyendo de las nobles actividades, ejercidas al aire libre, por ejemplo, la de la cava de: majuelos, patatales, cejos de caceras, cesperones (sic) de grama; y las del arrejaque de tierras centeneras, sitas entre pinares, y otros entretenimientos mesetarios –en algo había que matar el tiempo esperando la Llamada al Juicio Final, sin necesidad de presentarse, en Él, ni con abogados ni con procuradores– ), y, si al familiar dichoso llevabas sin verle algunos años, y caso de estar (el familiar) acompañado de un infante de corta edad, todo se limitaba –tras los saludos de rigor– en tratar de sacar, a simple vista, los parecidos físicos del retoño presente, aunque desconocido por los saludadores familiares del encuentro, con la fisonomía de los familiares del “sacaparecidos”, bien fuera de la familia de la madre, bien de la del padre o, en algunos casos, de ambas a la vez, vamos que como canta Serrat en “Esos locos bajitos” :

         A menudo los hijos  se nos parecen y así nos dan la primera satisfacción….


         Pie de video.- “Esos locos bajitos” (Según el Joan Manuel: forma que tenia de definir a los niños el inolvidable Miguel Gila).

         Acababan de quedar atrás los tiempos del matrimonio indisoluble, por la llegada, a nuestro País, de la tan esperada y ansiada Ley de Divorcio, recién implantada por el Gobierno de Calvo Sotelo (ya dimitido ¿voluntariamente?, meses antes, el Tahúr del Mississippi –apodo, con el que honró en su día, el Alfonso Guerra al Suarez–) de mano de su Ministro de Justicia Paco (el Fernández Ordóñez, no el del Estado Totalitario de los casi 40 años, que como define, a ese Estado, Curcio Malaparte en su novela “La piel”: “Un estado totalitario es aquel donde todo lo que está permitido es obligatorio”) en el año de 1981, siendo, dicha Ley, una de las más progresistas (y por lo tanto –al sentir de Rebocato– de las más dañinas y pecaminosas) de Europa y que posiblemente ayudó en demasía a la disolución, ya barruntada, de la UCD que era el partido gobernante, en aquel entonces, de por estos lares.

       ¿Qué ocurrió con la llegada del divorcio?. Pues que, según nuestro amigo Rebocato: todo se trastornó, yéndose al traste el dichoso dicho sagrado de las Santos Evangelios:

       “ Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”.(San Mateo 19.6)

       Ya con la aprobación de la Ley del Divorcio en la Meseta, (y en España) para disfrute de algún que otro “mesetario, (Moncho Alpuente aclaraba lo que significaba “mesetario” en una columna escrita en el diario El País en el día del cumpleaños del hermano número 7 de Rebocato, aunque editada, la columna, en el año de 2003, no en el año de 1947 que fue cuando nació el hermano de marras apodado por sus hermanos: “Trancas”, tal era su pachorra.

<Mesetario, según Moncho Alpuente:
……un término muy difundido en la Barcelona de los años sesenta para definir con un toque despectivo lo que venía de Madrid.
Para los catalanes barceloneses que inventaron el dicho “mesetario”, era una forma fina de decir paleto que se aplicaba a finales de los sesenta y principios de los setenta, sobre todo al cine y a la canción…>


y con Rebocato, en edad, ya en mitad de la veintena, aunque tratando de no meterse, en aventuras de noviazgos cercanos y duraderos –y así poder evitar posibles males, mayores, venideros–, aconteció que, estando nuestro amigo en nuestro pueblo castellanoviejo de vacaciones agosteras, y con el pueblo inundado de veraneantes –otrora pueblerinos– venidos de las capitales de otras provincias (mayormente de Madrizz, pero también, algunos, de Barcelona, Tarragona, Valladolid, Vitoria, etc., donde emigraron para laborar, quizás, sin tanto sudor aunque mejor pagados) pues que encaminándose, una tarde, a la taberna, a matar el reseco provocado por la canícula estival y la pertinaz sequia, se encontró en una calle, mientras cubría el trayecto hasta el abrevadero, con su hermana mayor, y en ese mismo momento salió por las puertas carreteras, de una casa próxima respecto al lugar donde estaban ellos, un primo carnal de ambos, el cual tenia cuatro años más que Rebocato y 18 menos que la hermana mayor de este, y llevaba, –el primo de marras– unos cuantos años sin ir al pueblo y ejercía la cirugía –con gran acierto por cierto– en nuestra (de momento) Sanidad Pública, en una capital de nuestro (de momento) litoral catalán y accedió a la calle de nuestro (per saecula saeculorum) pueblo castellanoviejo con un niño al que llevaba trajinado de la mano, el cual tendría unos tres o cuatro años de edad.

         Rebocato y su hermana saludaron efusivamente al primo, y aquella, después, levantando, con un toque cariñoso (no como hacían dos amigas –ambas hermanas– de las hermanas mayores de Rebocato que cuando iban a la casa de nuestro labriego castellanoviejo, si veían a la entrada de la casa a Rebocato y/o a sus dos hermanos número 11 y número 13, les decían: “venid, que os vamos a hacer el alzar y ver a Dios”. Lo cual consistía en agarrarte, con sus dos manos, de tus ambas orejas  y levantarte, a pulso, hasta la altura de su cara, menos mal que los muchachos pesaban poco, pero, los pobres, veían, en el momento de la izada, a Dios y a toda la Corte Celestial) la barbilla del niño con la mano derecha y observándole el rostro, trató de sacar el parecido familiar –propio de la familia de ella, primo y hermano– donde no lo había.

          Mientras escrutaba el rostro del niño apuntó al primo:

        –Pues… que no le saco el parecido, se parecerá a la familia de tu señora.

     A lo que el primo, nacido en Catalunya aunque de padres mesetarios de nuestro pueblo castellanoviejo, contestó:

        –Si, tú lo has dicho, es clavado a la familia de su madre.

       La hermana de Rebocato y prima del primo, sabía que, este, llevaba unos años casado, pero lo que ignoraba era que con la recién llegada ley del divorcio se había separado (el primo del litoral catalán, lo de Cataluya, posiblemente, esté al caer) de su propia prójima y que fue al pueblo con su nueva compañera (catalana y de trabajo, a su vez) con la cual llevaba liado un tiempo (barruntamos que, entre quirófanos asépticos, aunque, al entrar en ellos, los pacientes trinquen no pocas infecciones nosocomiales) y que ya tenia, ella, un retoño –el que llevaba, el primo operador, asido de la mano en ese momento– de su marido anterior, de tal manera que ya podía, la susodicha hermana, tratar de sacar los posibles parecidos familiares de la cara del chiquillo respecto a la rama familiar, nata, de nuestro pueblo castellanoviejo, que iba a ir dada.

      Ese día Rebocato comprendió que, a partir de ese mismo momento, ni en el pueblo, ni en la Meseta, ni en ningún otro lugar, al encontrarte con amigos, familiares o conocidos, que no hay que preguntar por su contraria o contrario, y menos, aún, el tratar de sacar parecidos familiares a los niños que les acompañen porque a saber de que padres (y madres, valga la redundancia por la tontería de hoy en día del AMPA, otrora APA) serán, genéticamente hablando, los mochuelos.

     Rebocato, rumiaba para sus adentros en aquellos tiempos, de moderneces: “Esto, ya se va asemejando a Sodoma y Gomorra, espero ser Lot cuando el Sumo Hacedor envíe la lluvia divina de fuego y azufre para destruir a la Meseta nefanda y a los mesetarios que la ocupan”.




Pie de grabado.- Lot e hijas huyendo de la quema y dejando atrás a la curiosa, sin mucha preocupación por parte de los tres.
    
 PD.- Decir que, Lot no necesitó tirar de Ley de Divorcio para librarse –además, sin coste económico alguno– de su parienta; porque la curiosidad mató al gato, en este caso “gata salada”. Parece ser que la estatua de sal resultante fue de un acabado final divino, ya que, se logró un gran “parecido” físico respecto a la fisonomía de la curiosa, que volvió –a pesar de estar avisada– su mirada hacia atrás con el fin de contemplar el espectáculo.



                     HistoriasdeRebocato@septiembre-2016

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