7 de mayo de 2016

REBOCATO EN LONDRES

        




INTRODUCCIÓN

         Muy buenas:

       Después de un merecido descanso por parte de los valientes lectores del Blog de Rebocato, anunciaros que esta mañana después de la siesta gorrinera (a echar antes de la hora del Ángelus) se ha concluido una nueva entrada en dicho Blog que lleva por título: “Rebocato en Londres”, donde se relatan los aconteceres y sufrimientos que Rebocato sobrellevó valientemente, en sus ya decrepitas carnes, deambulando por la capital más poblada de Europa y con la peor, y más cara, cerveza que Rebocato haya trasegado jamás al coleto, por no hablar de la bazofia que se mete la gente de por allí en los estómagos.. Él, ya  barruntaba nada bueno antes de emprender el viaje a tierras de anglicanos (desde siempre lo de la Armada Invencible era de lagarto, lagarto) donde no se le había perdido nada. Por otra parte, añadir que después de la experiencia: “como en casa en ningún sitio” y el salir, aparte de gastarte los cuartos demostrando que uno es un tanto corto de entendederas, demuestra que estos viajes solo conllevan sufrimiento al cencerrear a lo tonto y de forma cansina.

       Saludos y no visitéis London (que bonito es saber idiomas).




                                   REBOCATO EN LONDRES




         Pie de foto.- Uno de los restaurantes del buen soldado Svejk en Praga. Que no se nos alarmen los lectores ya que, aunque se pregunten: <¿Qué coño pinta esta foto aquí?>, todo tiene su explicación como se verá más adelante.


   Lejos estaba de imaginar Rebocato que la derrota de la “Grande y Felicísima Armada” (“Armada Invencible” según los ingleses y la enciclopedia Álvarez) que envió el Felipe II para quitar del trono a la Isabel I (de Inglaterra, no la Católica nuestra la del tan traído y llevado histórico lema: “tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando” aunque, barrunta Rebocato que, “lo de montar” sería cuando quisiera,  mayormente, Isabel ), le iban a producir daños colaterales en su visita, cuatro siglos después, a Londres, al tener que sufrir en sus propias carnes las consecuencias de la peculiar manera de malcomer que se calzan por aquellos lares, ya sea en pubs, ¿restaurantes?, mercados o en la propia calle. Por allí se come en cualquier sitio y cualquier cosa.

     Caso de que nuestras naves hubieran llegado a buen puerto en lugar de acabar rodeando, a causa de los temporales y otros aconteceres, la costa oeste irlandesa donde encallaron una cuarta parte de nuestros barcos –lo cual les vino bien a los irlandeses por partida doble, a saber: se entretuvieron colgando del cuello a todos los españoles que pillaron a salvo del naufragio, y gracias a los tubérculos que conseguimos nosotros en el Nuevo Mundo y que encontraron los irlandeses en el saqueo de nuestros barcos encallados, plantar patatas (no sabemos si forrajeras) los cuales arraigaron, y se adaptaron de forma pintiparada, en los pedregosos terrenos de las Irlandas– posiblemente, hoy en día, se comería decentemente en Inglaterra y nuestro amigo Rebocato no hubiera tenido un viaje de regreso, cuasi tan fatal, como el de nuestros compatriotas de la marina y soldadesca que habitaban los barcos de la Grande y Felicísima Armada, y se hubiera ahorrado los retortijones de tripa durante la larga espera del embarque y, después, a lo largo del vuelo del regreso a España de donde, viendo los resultados –al igual que la Armada Invencible– mejor que no hubiera salido.

      De tal forma que, aunque jamás había osado Rebocato entrar en el aseo de un avión en pleno vuelo, a mitad de trayecto se vio obligado a hacer uso de él y, una vez en el excusado, a duras penas logró vomitar con lo que, al soltar la bazofia consumida a lo largo de los días de visita en Londres, consiguió aliviar un tanto sus castigados entresijos.

       Cuando salió del aseo, Rebocato se dirigió a una de las tres azafatas, que departían amistosamente –en inglés por supuesto– sentadas en el espacio laboral reservado para ellas en la cola del avión al lado de los aseos y aperos de servicio, y dijo que si le podía facilitar una bolsa por aquello de que si los vómitos volvían a hacer acto de presencia. La auxiliar de vuelo que sabía hablar en cristiano se interesó por la situación de nuestro amigo y le proporcionó la bolsa demandada, además de una botellita de agua, azucarillos, barrita de plástico para remover y un vaso. Le aconsejó que se tomara el agua azucarada ya que le haría mucho bien. Incluso le dijo que se quedara allí junto a ellas al lado del aseo por si los vómitos persistían. Nuestro amigo declinó este último ofrecimiento con cierta gentileza, ya que, en ese momento, le vino a la cabeza el caso de la azafata de una aerolínea de Oriente Próximo que aprovechaba los vuelos de larga distancia (son tan monótonos) para mantener relaciones sexuales con los pasajeros por la módica cantidad de 1.500 libras por servicio y en el servicio. Se supone que la susodicha llevaría datáfono encima para que pudieran pagar los clientes con la VISA respectiva, porque a ver quien es el majo que lleva 2.000 euros encima, y caso de pagar con plástico, como justifica después uno, de vuelta a casa, el movimiento bancario: “bueno, cariño es que las cervezas en el vuelo resultaban un tanto gravosas”.


     “El Periódico” no aclara si la azafata tuvo que buscarse ese pluriempleo a causa de sufrir una reforma laboral  como la que nos metió, y sin vaselina, Mariano en el pasado 2012, con nuestros universitarios, mayormente, en plan: “Tranquilo majete en tu sillón”, Igualito que la forma de actuar de los universitarios franceses contra la actual reforma laboral que en Francia  presentó el Hollande en marzo de 2016.

      Rebocato avisó la azafata (no a la del supuesto datáfono cobralibras por servicio en el servicio, sino a la del vuelo del regreso de Londres) que su señora –la cual permanecía felizmente sentada a mitad del avión ajena a los tejemanejes de su doliente esposo– era un tanto celosa. La azafata se quedó un tanto vacilante ya que no sabía si Rebocato hablaba en serio o si vacilaba. No obstante, como buena profesional, reaccionó y le señalo al lado tres asientos libres que dijo que están reservados en todos los vuelos, para esos menesteres (mareos, indisposiciones, casos de ansiedad, etc.) y le comunicó que se quedará allí sosegado y que, si quería, podía avisar a su mujer para que le acompañara en el trance, cosa que hizo nuestro amigo que de inmediato partió en su búsqueda y una vez, ambos regresados a la cola de la nave, se sentaron en los asientos de convalecencia. Y, efectivamente, el agua azucarada fue mano santa y calmó un tanto los intestinos de nuestro amigo, aterrizando todos –pasaje y tripulación– sin mayor novedad en el suelo patrio de la Armada de marras, que a causa de su construcción dejó sin robles a nuestro pueblo castellanoviejo y alrededores, menos mal que nos quedaron los pinares de pinos negrales o resineros, obviados a posta por la mala calidad de su madera. Todo eso aconteció antes del dicho de que una mona dejara de viajar por Iberia (nada que ver con la compañía de aerolíneas del mismo nombre) de rama en rama y sin tocar suelo desde los Pirineos hasta Gibraltar (antes de ser inglés), dicho este, considerado actualmente apócrifo, quizás por los españoles enemigos de España, esos que no figuran en los papeles de Panamá (la Finca es de los que aman a España de verdad, pero ¡ojo!, la pasta fuera para eludir impuestos).

      En nuestro pueblo castellanoviejo el verano pasado le contó a Rebocato el hijo de un quinto suyo que cuando llegó la concentración parcelaria al término municipal y con ella los adelantos de los tractores agrícolas, arados de discos y cosechadoras, su abuelo se mercó un tractor. Con el arado romano y la yunta de machos –continuaba el muchacho– al roturar la tierra de labor se profundizaba a unos escasos 20 centímetros, en cambio, con el arado de discos del tractor, se llegaba al medio metro de profundidad, con lo cual, notó su abuelo que los discos se enganchaban en algo y echando pie a tierra bajando del tractor, descubrió los tocones de los robles que se talaron, antaño, para construir los barcos de la Felicísima Armada. Lo cual vino a demostrar, tras cuatro siglos de olvido, que a La Meseta la dejaron monda y lironda de robles al ton de hacer los barcos de marras. Y todo quedó sin indemnización alguna por la tala, ni reconocimiento alguno al respecto. Una vez más Castilla ninguneada.

      Pero dejémonos de chauvinismos baratos y volvamos al siglo XXI, que es lo que nos atañe para el caso, centrándonos en la llegada de Rebocato y señora al Londres de sus, en tiempos pretéritos, idiosincráticos habitantes a saber: piratas, filibusteros, corsarios o bucaneros, amparados todos ellos por los diferentes representantes de la corona británica a lo largo del devenir de la historia.
               
     Una vez Rebocato y acompañante en Londres reciben la primera en la frente, si bien está el día algo nublado, no llega a caer ni una sola gota de agua y solo verán lloviznar a la vuelta a España cuando vayan a embarcar cinco días después en el airport (aeropuerto para los no bilingües y aéroport de Castelló –del Abuelo– para los bilingües y trilingües. Que bonito es aprender idiomas, aunque sea leyendo), es decir, eso de que siempre llueve en Londres debe de ser una de las leyendas urbanas de tantas.

     Que decir de la niebla, brilló por su ausencia, ni la de la de las películas del Jack el Destripador (quizás no le pillaron nunca por la fosca de marras), ni la meona, ni la contaminante ambiental como la de 1952 que causó, dicen, la muerte de 12.000 londinenses y tropecientos mil enfermos, y todo por 4 días de frío en el mes de diciembre que disparó la quema de carbón de mala calidad –el bueno, lo quemaron durante la II Guerra Mundial– lo que contaminó el ambiente en demasía, con los fatales resultados reseñados.


       MONUMENTOS

    El que vaya a Londres pensando en ver monumentos, en forma de mujeres despampanantes, va dado, eso sí, aunque  los termómetros estén a cero grados centígrados o Celsius (que viene a ser lo mismo), las chicas, sobre todos los finde, van en minifalda y ¡ojo! sin medias, aunque calcen zapatos abiertos y, a su vez, alguna de ellas, una peonza considerable a ciertas horas de la night (noche para los no bilingües). Dan escalofríos solo de verlas.

     Rebocato al mirarlas (de forma un tanto disimulada para evitar daños colaterales por parte de su respectiva y eso que es un tío bragado por ser nato de la Meseta Castellanovieja) se le helaba el alma, y se daba otra vuelta alrededor del pescuezo con el tapabocas para evitar el aterimiento (que no atrevimiento, que también).


Torre de Londres y los cigüeños castellanoviejos:

     Ni torre, ni nido de cigüeñas, ni nada que se le parezca, la Torre es una fortaleza y pare usted de contar. Eso si, ahí se organizaban unos cortes de cabezas espectaculares, daba igual ser reina, jerifalte o mozo de cuadras, democracia total y absoluta.

    En un tiempo, La Torre, se utilizó como cárcel de personajes de alto abolengo y notabilidad: clérigos, aristócratas e incluso reyes derrotados en guerras libradas con otros países europeos.

    Así, a bote pronto, que decir de comparar La Torre de la capital de la pérfida Albión con la torre (sin mayúscula) de la iglesia de nuestro pueblo castellanoviejo, esta disponía, en todo lo alto del campanario de un magnifico nido de cigüeñas y en los tiempos en que Rebocato ejerció de acólito (en grado menor), cuando se retejó la Iglesia, el cura ordenó a los albañiles que tiraran el nido con las crías de cigüeños dentro, trayendo como consecuencia que, aparte de destrozarse el nido contra la base de la torre, si algún cigüeño  sobrevivió a la caída, murió al poco tiempo cencerreando por los trigales de detrás de la Iglesia.

     Muchos años después de la tirada del nido, con cigüeños incluidos dentro –barruntamos que por no desahuciarlos– y ya con nuestro amigo Rebocato en el estado perfecto del hombre, es decir, felizmente casado, aconteció que un mes de mayo fue con su nueva familia directa a nuestro pueblo castellanoviejo a celebrar la comunión de una sobrina suya y mientras la mayoría de la gente estaba, dentro de la iglesia, fervorosamente entretenida con la celebración del Santo Oficio y la primera comunión de los niños en el mismo lote, él se quedó fuera de la iglesia con algún que otro hermano suyo y algún que otro lugareño del lugar. Entonces observó el nido de la torre –ya rehecho por las cigueñas– después del brutal destrozo del nido original, otrora ordenado por el cura párroco y luego de –durante un par de años– intentar las cigüeñas  construirlo en la cúpula del nuevo deposito de agua, la cual al estar rematado en cemento fino, por muchas ramas que acarrearan y colocaran en ella los ciconiformes, el viento acababa por enviar todas a tierra, por lo que decidieron volver a instalarlo de nuevo en la torre de la iglesia a pesar de que el cura párroco, que mandó tirar el nido, seguía ejerciendo como tal.

     Rebocato, durante la espera hasta que acabara el reparto de hostias (de pan ácimo) a los neófitos, recordó lo que mando hacer el cura párroco de la parroquia en su día y le comento a un lugareño agricultor (desde que llegó la concentración parcelaria a nuestro pueblo castellanoviejo los labradores pasaron a denominarse agricultores) con el que departía amistosamente y que era originario de un pueblo vecino y que estaba invitado a una de las comuniones que celebraban dentro de la iglesia: “Que pena lo que hizo el cura con el nido de las cigüeñas antaño” y el agricultor: ¿Pues.. qué pasó?” y Rebocato: “Pues que mando tirarlo desde el tejado de la torre del campanario a tierra, con los cigüeños dentro del nido y sin paracaídas que llevarse al pico” y el agricultor: “Es que es la cigüeña es un animal muy dañino” y Rebocato: “¿Pero que daño hace el pobre animalito, si siempre ha anidado sobre sagrado y se alimenta de ranas, sapos y culebras?” y el agricultor: “Es que, ese bicho para hacer el nido al menos gasta dos carros de leña”.

    Pasmado quedó nuestro amigo Rebocato y sin protectora de animales a la que recurrir.

 
        Tower Bridge

    No solo tienes que aguantar que los londinenses conduzcan por la izquierda –con lo que te vuelves loco, como peatón en tierra extraña, a la hora de cruzar las calles– es que, además, obligan a todo el que maneje (que diría un hispanoamericano o un guineano-ecuatoriano) por allí a hacer lo mismo, bajo multa gorda y/o arresto caso de conducir por la derecha como Dios manda. No conformes con ello escriben de forma rara, en vez de caligrafiar o decir “El Puente de la Torre” escriben o dicen  Tower Bridge (Torre Puente). In situ se observa que es un puente sobre el río Támesis (no liarse con el río Tamesí de México) con dos torres muy majas encima, y como está al lado de la Torre (que como hemos dicho es una fortaleza) lo llamarán así por la proximidad a ella, barruntamos.





Pie de foto.- Hete aquí, que Rebocato retrató de nuevo. esta vez en el Tower Bridge, al descendiente del buen soldado Svejk, que quiso el azar que volvieran a reencontrase ambos, esta vez en London, cinco años después desde que se conocieran en la República Checa. El mundo es un pañuelo y las secuelas del inexorable paso del tiempo que se aprecian sobre el físico del chico checo, como comprobarán los lectores más abajo al comparar con la instantánea de Praga

     Al sentir de Rebocato, esa forma de llamar las cosas al revés, lo habrán hecho siempre para que en caso de invasiones poder despistar al enemigo, o sea, si los invasores preguntaran a un Bobby (poli) por un sitio determinado, al llamar los monumentos como los llaman por allí, ni bajo tortura podrían adivinar adonde tendrían que dirigirse a invadir como mandan los cánones, fijo que se perderían todos los invasores, si hasta con un plano actualizado se extravía uno y ojo, nadie te ayuda a orientarte, al contrario que los irlandeses que haces ademán de abrir el plano y ya tienes a alguien al lado ofreciéndote asistencia, lo cual resulta también un incordio considerable y robo de intimidad, lo que hace que a veces te lo piensas antes de desplegar el plano y mires primero alrededor con el fin de evitar el incordio de alguno de los muchos irlandeses con ansias de demostrar confraternización, y pensaba Rebocato: “a buenas horas mangas verdes después de que nos robaron las patatas de los barcos de la Felicísima y colgaron a nuestros valientes compatriotas sin respetar graduaciones, ya que parece ser que a los oficiales se les solía respetar la vida, pero colgaron del gaznate a todo español vivo que pillaron con vida, de toda las escala marino-social desde almirante a grumete”.

     A pesar de todo a Rebocato no le duelen prendas en reconocer que el puente de las dos torres es majo, majo de verdad, aunque carezca de nidos de cigüeñas.



TESCOS Y PUBS (BARES)

      Que decir de las tabernas (Pubs), baretos al fin y al cabo, pero ya no es que te birlen 5 libras (unos 7€) por una birra de cerveza apenas fría (y no es que metan una barra de hierro candente dentro de las jarras de cerveza como hacían antaño por aquellos sitios), es que la cerveza anda escasamente rondando los 4º de alcohol con lo que para que uno se anime un poco apañado va. Rebocato comprende ahora las cogorzas que se marcan los hooligans, turistas y estudiantes ingleses cuando vienen a visitarnos, se juntan los ácidos con las bases, es decir, cerveza muy barata de precio y, además, con dos grados mas de graduación alcohólica que la de su terruño. Así se ponen de simpáticos y sociables. Rebocato comprobó en una pizzería que disponían de cerveza Estrella Damm, y se dijo: “esta es la mía”. Le sirven la botella de cerveza y observa en la etiqueta que pone “Estrella Damm de Barcelona”, pega un trago de ella y nota que la cerveza es demasiado suave, por lo que se decide a mirar el porcentaje de alcohol en la etiqueta y comprueba que reza: 4,8% (en España tiene 5,4%). Un mañana se metieron las féminas de Rebocato (contraria e hijas) a comprar agua y chocolate (el de cacao) en los famosos supermercados “Tesco”. Rebocato se quedó en la calle esperando y  rumiando para sus adentros:  ¿pero qué coños hago yo aquí en estos lugares allende los mares? Y resultando que como no salían sus chicas se animó a entrar en el interior del súper con el fin de abroncarlas aprovechando la coyuntura de que allí, los aborígenes, no entienden el castellano mesetario, resultando que ellas hicieron caso omiso de sus órdenes y siguieron a lo suyo mirando los productos de las estanterías y no dándose por aludidas y continuando, ajenas, hablando entre ellas en inglés para disimular, por lo que nuestro amigo aplicando el dicho de que: “sino puedes con tu enemigo, únete a él” se fue a las estanterías de licores y vio latas de cerveza San Miguel. Ya un tanto mosca por el caso de la Estrella Damm adulterada de la pizzería de la cena de la noche anterior, trincó una lata y observo la graduación de alcohol y vio estupefacto que rezaba: 5% cuando en España es 5,4%, barruntando que allí invierten la conversión de libras a euros (de menos a más) con respecto a la graduación de alcohol de nuestras cervezas de aquí con las de allí (de más a menos). <Cosas veredes, amigo Sancho>.






Pie de foto.- Uno de los monumentos a visitar en London los supermercados TESCO.

      En los Pubs ya se sabe que las cervezas son flojillas y caras. En algunos, hay algún que otro grifo repetido de la misma marca de cerveza, uno que sirve cerveza fresca y el otro cerveza fría, resultando la fría, que solía demandar Rebocato, cuasi meado de burra, nunca se le ocurrió probar la menos fría, craso error ya que los ingleses van al contrario en todo y lo mismo el grifo de birra templada era el de la cerveza más fría.

    Una tarde-noche estando Rebocato y señora en un Pub ubicado por la zona de Regent Street y en que sus hijas les dejaron allí tan ricamente sentados en una mesa con sendas birras en mano, mientras ellas se iban a comprar un encargo (Rebocato por un momento pensó en ciertos padres –ya mayores y decrépitos– abandonados por sus propios hijos, en urgencias o en gasolineras, justo en el inicio de las vacaciones). El local estaba con gente en la barra y gente sentada alrededor de las mesas pero no excesivamente concurrido. Como había espacio sin ocupar entre la barra ovalada en el centro y las mesas de su alrededor, había un cliente cercano a los cuarenta –años, no a los de Ali Babá–, que en dicho espacio, existente entre barras y mesas, bailaba que se mataba. Daba igual la música que sonara, el se movía sin parar, daba giros, se tiraba al suelo, levantaba las piernas, hasta que cayó en una mesa  ocupada por un veinteañero y dos veinteañeras, derribando las tres consumiciones que tenia el trío sobre la mesa. Pasado el factor sorpresa y después de sacudirse la bebida de las ropas, hubo un pequeño rifirrafe sin llegar la sangre al río (el Támesis, en ese lugar y momento) después el bailador caído se acerco a la barra y pidió tres consumiciones que el trío mojado acepto con cierto agrado y sin perder de vista al bailante al mismo tiempo que no soltaban el vaso de las manos sin atreverse a depositarlo sobre la mesa.

     El danzaríntiracopas, poco a poco, fue perdiendo fuelle hasta que por fin llegaron otros colegas, presumimos que suyos, y se paró del todo.

Por fin regresaron al Pub las hijas de los Rebocato y los cuatro abandonaron el local con el fin de irse a cenar, es decir, a malcomer.


        COSAS DE LONDON

     Que decir de las cosas que te chocan en London. Aunque Rebocato y familia no vieron caer gota de agua alguna durante los 6 días que cencerrearon por la capital más poblada de Europa, decir que por allí llueve a menudo, de tal manera que así como se interpreta a los 40 días –de llueve que te llueve– de cuando acaeció el Diluvio Universal como un desastre, en Londres el que llueva “solo” 40 días seguidos lo consideran verano. 

    Los ingleses no necesitan aprender otro idioma porque dicen que allá donde vayan les van a entender.

      Es raro ver un restaurante inglés autentico.

    Hay un tópico que dice que los ingleses hacen colas y las respetan, pues decir que Rebocato visitando el edificio walkie talkie al esperar turno para bajar desde la terraza de vistas panorámicas (piso 37, que en unos pocos segundos los ascensores te suben y bajan), una pareja joven de nativos de por allí trató de colarse en el ascensor sin respetar el turno y Rebocato con el dedo pulgar de la mano derecha, moviendo esta por encima del hombro y hacia atrás, les indicó la cola y recularon (otra victoria sobre la pérfida Albión, que no disfrutábamos desde el gol de Zarra en el Copa del Mundo de Futbol de 1950).

     Eso si mucho “please” y “sorry” a todas horas pero te quedas con el pisotón o el empujón, aunque a Rebocato nadie le pisó ni avasalló, hasta ahí podíamos llegar. Por otra parte en las escaleras, al subir o bajar, hay que utilizar la parte izquierda; excepto en las mecánicas que se sube y se baja por la parte derecha, dejando la izquierda para los que tienen prisa, como en el resto del mundo civilizado.

    El transporte público es excesivamente caro. El Metro se presenta difícil para manejarse uno en sus túneles y sus vagones son claustrofóbicos, además no se respeta, al acceder a ellos, el “dejen salir antes de entrar”; deben de ser reminiscencias de los abordajes piratas que tan bien, aplicaban los ingleses antaño para quitarnos nuestras riquezas que traíamos de “Las Indias” que nuestros ancestros conseguían, sino muy honradamente, si de forma justificable a cambio de la salvación eterna de las almas de “los supuestos indios” saqueados y reconvertidos a la fe católica. Está escrito: ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si al final pierde su alma?”

    Por Londres hay variedad de razas humanas campando a sus anchas, solo hay que observar los grupos de niños escolares en museos, parques, colegios etc. En un grupo de 20 niños ves 4 negros (de color, para los susceptibles a la definición de negro), 4 hindúes-paquistaníes, 4 norteafricanos, 4 blancos claros y 4 menos claros; aparentemente, todos ellos, muestran cierta convivencia pacífica en la relación de grupo.

    En Londres mucha gente, de toda condición social, come y bebe en la calle. Hay mercados de comida rápida callejera. Lo normal para comer en los bares es: primero buscar sitio libre –incluso compartiendo mesa con gente desconocida, como ocurre en otros países europeos, con lo que tienes que estar ojo avizor con el fin de que no te birlen las viandas–, después ir a la barra a pedir la bebida y la comida; pagas todo lo que has demandado, das el números de tu mesa, acto seguido te llevas tú la bebida a la mesa y luego el empleado te trajina los platos a ella. Olvídate del pan, en los bares, no existe. Ni aperitivo, ni postre, ni café, ni leches. Así de ¿práctico? y simple.

   La gente sale de bares donde suelen pedir pintas de cerveza y los aperitivos brillan por su ausencia. Solo jarreo. Conviene dejar de lado los cubatas, ya que, los combinados son caros, y te los sirven sin apenas alcohol y con el refresco de barril.

    Si aparentas menos de 30 años de edad te piden el carné a la entrada de los bares y lo mismo ocurre al pagar en los supermercados, caso de comprar alcohol.

    Los hoteles de tres estrellas son parecidos a los de una de España, con unos cuartos de baño que no sabemos si dan risa, pena o ambas cosas a la vez.

   No existen persianas pero hay moqueta por todos los sitios y enchufes de tres clavijas, los ingleses deben de tener muchas fábricas de adaptadores de enchufes para que los compren los incautos que los visitan.

   Dicen que los londinenses en las casas tienen arañas por doquier (y no nos referimos a las lámparas definidas así), como aquellas se comen a los insectos no las suelen matar y se les crían bien majas. Caso de uno ser invitado a la casa de algún inglés y te acojones al ver a alguna no las mates porque se mosquearan los anfitriones.

   Por otra parte, los ingleses se esfuerzan bastante poco por tratar de entenderte, como necesites ayuda vas dado, majo.

   En definitiva, Londres es una ciudad carísima, con mal tiempo, sus gentes frías en el trato –caso de que exista, que mejor no–, superpoblada y distante –y no nos referimos a la Longitud del segmento de recta del espacio comprendido entre London y, por ejemplo, el lugar de residencia de Rebocato–. Ahora bien, te encuentras españoles por un tubo, sobre todo jóvenes tratando de mejorar el ingles (no al ingles, que a Rebocato se le antoja una misión harto difícil). Rebocato el primer día habló con varios españoles, pero después se dio cuenta, ante la abundancia existente de ellos, que si hablaba con todos le faltaría tiempo para dedicarse plenamente a la visita de la ciudad

   Rebocato recordando el reciente viaje se lamenta: “Lástima de pasta gansa gastada, mas vale abonarse al Canal de TV. "Viajar" y esperar a que pasen algún documental de dicha ciudad. Mejor no ir, y taparse los oídos ante los cantos de sirena de algún que otro compatriota conocido que nos deleita con en el típico tópico del viajero anunciándonos: <Que bonito es London y que bien lo pasamos allí>”.

   Rebocato disfrutó mucho más, por ejemplo, en su visita a Praga trasegando, en las tabernas del buen soldado Svejk, buena cerveza, barata de precio y a su vez servida en vasos estilizados de medio litro (la República Checa es el país mayor consumidor de cerveza per capita) y, hace un par de meses, leyendo una novela satírica y antimilitarista ambientada en la I Guerra Mundial, escrita por el escritor checo Jaroslav Hašek y titulada “Las aventuras del buen soldado Svejk”. Esta novela está considerada, guardando las distancias, como “El Quijote” checo. Uno, leyéndola, lo pasa divinamente con ese homenaje a la literatura del absurdo que encierran sus páginas.





Pie de foto.- Un amable descendiente del buen soldado Svejk que, ante los ruegos de Rebocato, se digno a posar para la instantánea a la puerta de una de las tabernas "SVEJK" que abundan por Praga, aunque en este caso la taberna se encuentra ubicada en un bonito pueblo, que se asemeja a los de un cuento de hadas, llamado Český Krumlov.




Pie de video.- Un poco de historia –que nunca viene mal– donde se explica el detonante que dio lugar al inicio de la Gran Guerra y una sinopsis de la novela de “El buen soldado Svejk”.



PD.- No todo va a ser hablar mal de Londres, también tiene sus ventajas:

         – La mayoría de los museos son gratuitos.
       – Dicen que apenas hay robos, si acaso los pequeños hurtos de los estudiantes españoles en los supermercados, como en Irlanda.
        Como anécdota decir que estando Rebocato y familia comiendo en un restaurante en Lodon, la hija pseudo londinense de Rebocato bajó al aseo y cuando subió, una vez sentada en la mesa, se percató de que se había dejado el móvil olvidado sobre el lavabo, bajó rauda y veloz a tratar de recuperarlo mientras Rebocato hacia una llamada al móvil perdido. Bajando las escaleras se encontró, dicha hija, con una señora, ya mayor, que llevaba el móvil de la distraída sonando en la mano. La hija de nuestro amigo le dijo a la señora que el móvil que portaba creía que era el suyo, y la señora a la vez que se lo daba expuso que iba a entregárselo a los camareros. Cuando volvió, la hija, de nuevo a la mesa familiar, feliz y contenta, blandiendo el móvil en su mano y contó la recuperación, Rebocato se mostró un tanto escéptico y dijo a su hija que posiblemente lo había hecho a posta –lo del olvido del móvil en el baño– para demostrar a sus padres lo honrados que son los piratas ingleses y que tratara de dejar 50 libras olvidadas a posta en el lavabo a ver si la honradez persistía.
          – Si eres anglicano y quieres ver al Jefe supremo de la Iglesia, no es necesario viajar a Roma, como los católicos para ver al Papa, ya que, en Inglaterra el Jefe supremo de la Iglesia es la Reina de Inglaterra (jefa en este caso).
          – Si eres inglés no es necesario que aprendas idiomas.
          – Los supermercados TESCO.
       

                 HistoriasdeRebocato@mayo-2016

 



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