29 de diciembre de 2014

EL VINO, INDIBIL Y MANDONIO

                
     

        EL VINO, INDIBIL Y MANDONIO   


            Cuenta nuestro amigo Rebocato:

    El día 22/09/2011 me llamó un amigo gallego de Galicia, al cual conocí, años ha, en los vermús de finde (que coños significará este palabro, como diría el J. J. Millás) de un bar próximo a mi segunda residencia y quedamos para esa tarde con el fin de tomar unas cañas y, de paso, echarnos unas risas, a ser posible.

     Otrora el muchacho gallego anduvo laborando por el litoral levantino, unos años, hasta que volvió a su terreta el año pasado y de vez en cuando aparece por aquí de visita ya que sigue teniendo un piso en el Grau y aprovechamos sus venidas para quedar a jarrear un rato e intercambiar impresiones. Y pensareis… y que diantres nos importará a nosotros tu amigo gallego de Galicia y la casta que lo fundó.

    Jaime, así se llama mi amigo gallego de Galicia, al despedirnos, el mencionado día de autos, después de trasegar unas cuantas birras al coleto, sacó del maletero de su coche, para obsequiarme, sendas botellas de vino blanco Denominación de Origen de Valdeorras (Comarca de la provincia de Ourense, para más señas).

      El gallego tuvo la desfachatez (pensé yo en ese momento), ni más ni menos, que el soltarme delante de mis narices el precio por botella de vino, yo al oírlo pensé: “ya tiene mi contraria vino para cocinar, en el caso de que no vacíe directamente, yo mismo, al llegar a casa, el contenido de las susodichas botellas en el fregadero de la cocina con el fin de reciclarlas rápidamente, no sea que alguna visita inesperada experta en caldos identifique los vidrios en mi casa y cavile: “lo mal que le debe de ir la vida a Rebocato para comprar este vino tan barato” (perdón por el pseudopareado).

      Mi amigo el gallego de Galicia lo mercaba asiduamente (aunque no es alcohólico, que yo sepa) hasta que se agotó –el vino, no él–, en un supermercado asequible, tipo Mercadona, en Galicia al precio por botella de 1,5€, hasta que, me relata que un día un yankee de los cojones (Robert Parker del cual no recuerdo haber oído hablar, jamás, en mi vida hasta ese día), prueba el vino de 1,5€ y le da una valoración de 90 en su escala de 50 a 100.

     Cuando me añade esto mi amigo de Galicia, y previas comprobaciones, ya en mi casa, por Internet donde busco la bodega del vino y, también, al Parker, ya sentado, yo, sobre el parqué del comedor, leo que  es un Picapleitos leguleyo experto en vinos y que dejó la abogacía para dedicarse a valorar vinos, entonces me animo a abrir una de las botellas  del vino de Valdeorras sin necesidad de previo paso, de él, por el puchero, y hasta me parece estupendo de sabor y agraciado para el paladar.  

       Me dice mi amigo gallego de Galicia que a raíz del dictamen del Parker ya han aflorado listillos tempraneros, por su tierra gallega, que han comprado cajas a mansalva del vino dichoso y que ofrecen las botellas al público al precio de 5 o 6 € por unidad (toma inflación).

      Sin el menor atisbo de pretender el darme importancia alguna, anunciaros que, aparte de mi amigo gallego de Galicia, tengo otro amigo que es aragonés de Aragón (maño para más señas) y que al relatarle, en su día, esta historia me contó, él, una anécdota (no apócrifa) que le ocurrió, también con respecto al vino.

     Estaba hace tiempo, mi amigo aragonés de Aragón, en su casa en compañía de un vecino suyo (que ya no lo es y no voy a decir la causa o causas de ello debido a que: primero porque lo ignoro; segundo porque mi amigo aragonés de Aragón –no se si del Alto o del Bajo aunque, él, es de estatura media– no me lo comentó; y tercero porque no viene a cuento el alargarme con la parrafada que luego alguno se me queja del tedio sufrido con la lectura) y mi amigo sacó una botella de vino de Cariñena “Toro de Ronda” que calza 17% de volumen de alcohol en canal, (este vino yo lo caté varias veces ya que, cuando iba mi amigo aragonés –que casó bien– a Aragón a pegar la gorra, perdón, a visitar a su familia política, yo le encargaba algunas botellas, ahora no le hago pedidos debido a que me las cobra, es decir, hace como los que venden droga al por menor, te la empiezan a ofrecer gratis a la puerta del colegio, cuando eres párvulo, y después, una vez que te has convertido en una lacra social adicta, te la quieren cobrar; de vergüenza y de una falta de escrúpulos bastante considerable para con los imberbes escolares) escancia en un par de vasos parte del contenido de la botella de vino de Cariñena y le alarga, estoicamente, uno de ellos a su vecino, el cual lo prueba con ansia y apunta halagador: “Joder, que vino, que cuerpo tiene (como si estuviera viendo a una tía potable por la calle); que bueno está (cual tía al observar a un galán en la TV.); que buqué” (que no buque, porque no cabria en el vaso), etc.

      Cuando mi amigo aragonés de Aragón le indica el precio de la botella que rondaría (y no es por lo del Toro de Ronda) los 2€, su vecino se descuelga diciendo: “La verdad es que el vino tiene un gusto raro, no le acabo de pillar el punto, está mu´fuerte”, y otras lindezas, halagos y parabienes por el estilo.

    La verdad es que, mi amigo aragonés de Aragón, tratando de esta manera a sus vecinos haciéndoles trasegar vinos baratos y soltándoles a bote pronto, después, lo que le ha pagado al adquirirlos, no me extraña que los vecinos cambien de barrio. Sin comentarios.

     Rompiendo una lanza en favor de mi amigo aragonés de Aragón (no me gusta hablar mal de la gente y mucho menos en su presencia ya que se me soliviantan y puede que con toda la razón) a pesar de este tropiezo con su ya ex vecino es una estupenda persona aunque ya no me suministre vino de Cariñena “Toro de Ronda”, y de otras marcas tampoco. Recuerdo, años ha, a un compañero de trabajo, mío, que era (espero que siga siéndolo el hombre por muchos años) natural de un pueblo de la provincia de Córdoba, con el cual coincidí laborando en la Ciudad Condal donde, ahora, lamentablemente, quieren engatillar al Pujol padre, con lo que ha hecho el hombre por los Paisos Catalans y, lo que es peor, a alguno de sus pobres retoños, por un quítame allá esas comisiones y cuentas –no se si corrientes o vulgares– puestas a buen recaudo, dijo el padre, por si había un golpe de estado o guerra civil, por otra parte, estos acaeceres y situaciones están bastante arraigadas y son muy tradicionales en este bonito país y por lo tanto pueden volver a manifestarse. El miedo es libre y la cabaña guarda la viña.

     Años después volvimos a faenar juntos (el cordobés –mi compañero, no el matador– y yo, con otros compañeros no menos bizarros) en otra ciudad costera más hacia al sur de la Condal. Un día encontrábanse varios compañeros de nuestro trabajo murmurando sobre la forma de proceder, en un determinado acontecido hecho, de un jefe inmediato con respecto al personal de su grupo de trabajo, entre ellos mi amigo cordobés y yo pasaba por allí y me incluí en el congreso.

     La polémica, a medida que pasaba el tiempo, iba “in crescendo” (¿que coños significará este palabro?, que diría el otro) y mi amigo andaluz cordobés de Córdoba trató de zanjar el asunto diciendo: “A mi no me gusta hablar mal de la gente por detrás de ella”. A lo que yo agregué: “Pues a mi, ni detrás ni delante”.

    Volviendo a la realidad de los vinos, vivir para ver, lo que afecta el marketing en nuestras neuronas, lo que nos influye y lo que nos sugestiona, un poco más y no nacemos. Al igual que con el asunto de los Gin Tonic en los Pub´s de aquí hoy en día (si levantaran la cabeza y nos observaran los caudillos iberos –pero natos de la actual Catalunya– ya que Indíbil era ilergete de Ilerda, la actual Lérida, perdón, Lleida y Mandonio era ausetano de Ausa, la presente Vic, que ya lucharon, antaño, contra los ocupantes y opresores, léase, entre otros: cartagineses y romanos, de la nación catalana ¿que arenga nos soltarían?) si añadimos, además, a los expertos en vinos llegamos a la presunta y consabida sentencia que corroborarían aquellos caudillos ancestroscatalanes nuestros: “La tontuna humana no tiene límites”.



                         Pie de foto.- Los bronceados caudillos Indíbil y Mardonio en Lleida.

      De casta le viene al galgo. De aquellos polvos, estos lodos y lo que te rondaré morena. Más suerte tuvieron los futuros portugueses separatistas con el caudillo Viriato, que sus émulos catalanes con los Indíbil y Mandonio.

      Con Dios, los que tengáis, aún, la suerte de seguir siendo creyentes, claro.


      HistoriasdeRebocato@diciembre-2014

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