26 de agosto de 2019

LA SIERRA DEL RINCÓN


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                                   LA SIERRA DEL RINCÓN

INTRODUCCIÓN:

Hola, a todas/os:

Por si os parecían muchas las malas noticias de este verano: que si incendios en el Amazonas, en África o en Canarias, por mentar algunos. Que si cada vez más parejas se conocen por Internet. Que si los calores no cesan Que si el loco Bretxi del no menos loco Johnson y hermano gemelo (es un decir) del Trump y ambos, con el pelo amarillo, liándola parda a base de trolas, pero en fin, hay que aceptarlos porque la sabia voluntad popular a través de las urnas los ha elegido libre y democráticamente. 

Como dice el escritor David Torres: <Que el comunismo no fuese la solución no quiere decir que el capitalismo no siga siendo el problema>.

Pues todo es empeorable ya que, hay una nueva entrada en el blog de Rebocato que se anuncia como: “La Sierra del Rincón” y no nos referimos a la sierra que tenia nuestro labriego castellanoviejo (tipo como la de san José Carpintero) colgada en la parte superior de un rincón de la cuadra de los machos (Terevinto y Cutepla), pendiendo de un largo y herrumbroso clavo clavado en un cabrio rodeado de telarañas.

En dicha entrada se comenta lo que le acontece a Rebocato por la sierra de marras y no nos referimos a la de san José ni a la de nuestro labriego. Hay aventura (piraguas surcando el río Lozoya), suspense por los 400 pavos (no nos referimos a las galliformes de mocos y corales colgando), que nuestro amigo daba ya por perdidos. Judiones. Pavos reales. Borbones. Trampa para cazar codornices. Hayedos. Boñigas de vacas que brillan por su ausencia (las vacas), y otros testamentos que ahora no vienen a cuento el mentar porque si no para que leer la parrafada anunciada.

PD.-  Dicho sea de paso, Rebocato jamás había oido hablar de la Sierra del Rincón (si de las vecinas de esta: las sierras de Guadarrama y de Ayllón), a pesar de que no pilla tan distante de nuestro pueblo castellanoviejo y nuestro amigo en sus viajes de la capital al pueblo y viceversa, ha pasado a su lado <cienes y cienes de  veces> (como diría el J. Sabina).

Hasta la próxima.


       UNA DE PIRAGUAS:
  
 Resultó que, nuestro amigo Rebocato y su contraria decidieron pasar unos días cencerreando por los pueblos de la madrileña Sierra del Rincón, la cual se encuentra acompañada por sus vecinas Sierras de Ayllón y de Guadarrama. Bonito trio.

 Se instalaron a mediodía en un hotel de la agradable población de Buitrago del Lozoya. Comieron, y después decidieron hacer un recorrido en piragua por el río Lozoya que circunda esa localidad amurallada.

   Una vez llegados al punto de embarque de piraguas y canoas  un joven empleado –previo pago del viaje a realizar, y eso que, encima, uno mismo tiene que propulsar la piragua a golpe de remo– les asignó la piragua y les entregó los salvavidas, los remos y un cubo hermético de plástico. Rebocato le pregunta al muchacho que si el recipiente es para depositar los vómitos (por los posibles mareos a causa de la travesía fluvial) y el  otro le contesta: "no hombre nó, eso es para meter los enseres personales con el fin de preservarlos del agua" y nuestro amigo añade: "¡Ah! por si los naufragios....". 

  Previamente se desprendieron de la ropa de verano (la cual dejaron aparcada en unos vestuarios abiertos al público y sin vigilancia alguna como comprobarian después) con la intención de quedarse, nuestra pareja, en bañador para efectuar la ruta. 

  Al subir a la piragua Rebocato se percató de que no se había quitado el pantalón corto, por lo que, ni corto ni perezoso, se despojó de él (menos mal que, debajo de esa prenda, tenia un bañador que continuó en su sitio) y en el mismo muelle de las piraguas, y canoas, entregóselo –para que se lo guardara– al joven empleado que les facilitó la piragua y los cachivaches para navegar. 

  Tras una media hora de cabotaje por el río de marras, nuestra pareja hizo un receso en pleno cauce con el fin de recuperar el resuello y, de paso, aprovechar para comprobar, en el encerrado móvil dentro del cubil de plástico, la hora actual para el calculo de regreso al embarcadero y así no sobrepasar el tiempo acordado para la torna y entrega de embarcación y bártulos, por lo que Rebocato dejó el remo centrado y atravesado sobre la piragua; desenroscó la tapa del cubo de plástico que contenía sus enseres personales y diose cuenta de que en el interior no estaba su cartera de bolsillo con los pertinentes: carnés, tarjetas de banco y 400€ en efectivo –que había sacado de un cajero automático para hidratarse a base del consumo, y pago, de cervezas en tabernas, por los calores del duro estío– lo cual le provocó, a nuestro amigo remero ocasional, una sensación como de que estaba tonto de remate. 

   Dudó si decírselo o no –lo de los 400 pavos abandonados a su suerte, lo de tonto de remate ya lo sabe de sobra su elegida– a su contraria, con el fin de tratar de evitar el escarnio por parte de ella, pero por reminiscencias religiosas de nuestro amigo de cuando era creyente (actualmente no lo es, de momento) optó por comunicárselo ya que, recordó –de la catequesis que recibía  antaño en la iglesia de nuestro pueblo castellanoviejo los domingos por la mañana después de la Santa Misa– que por omisión también se podía, y se puede, mentir. 

   La fémina, conociéndole desde hace más años que los del total que dirigió nuestros destinos, nuestro “vigía de Occidente” –que ya es decir– optó por tirar de ironía: “Menos mal que eres planificador y metódico, y que no me ha ocurrido a mí lo de la cartera olvidada. Je, je, je, nada menos que 400 euros….Estás tú listo, majo”. Ante tal argumentación, Rebocato opta por hacer mutis por el foro.

   Durante la parada pseudotécnica nuestra pareja observa que en la ribera del río la “juventudbaila” campa por doquier a sus anchas en grupos, manifestando una gran algarabía a la vez que oyen música variopinta enlatada, montando por ello una escandalera considerable ignorando que eso no es muy ecológico por el tema de la subsistencia, bajo las aguas, de: las insustanciales truchas sin jamón en tripa, los barbudos barbos, las espinosas carpas, las culebrillas de agua asusta mujeres (por la que nos lió Eva en su día, con perdón), etc. 

   Los muchachos más osados de la "juventudbaila" –que se creen inmortales, por la edad que calzan– se suben a una alta roca desde la cual se lanzan al cauce del río de cabeza, con el fin, barrunta Rebocato, de impresionar a las adolescentes acompañantes. Rebocato rezuma para sus adentros que poca ayuda hacen a la equidad el sector fémino, ya que, no guipa muchacha alguna que ose lanzarse de cabeza desde las alturas rocosas. Así no alcanzamos la igualdad de género. 

  A Rebocato le viene a la memoria aquello de: "cuando era joven la vida era condenadamente maravillosa" que cantan Supertramp en la canción "The lógical song". En fin: que bonito es ser joven.



     Pie de vídeo.- "The logical song" con subtítulos en castellano.


  Con el resuello recuperado, nuestros dos argonautas continuan dándole al remo y, a la hora fijada de antemano, ya están de regreso puntual en el embarcadero.

  Ya pisando tierra firme, Rebocato pregunta al empleado que donde ha puesto sus pantalones cortos (reseñar que, años ha, cuando empezó la tonta moda de ponerse en verano de pantalón corto –cosa que hacen, hoy en día, hasta los abuelos de 90 años o más– Rebocato lo criticaba porque decía que en los pueblos si uno no era niño no podía ir en pantalón corto porque te picaban las moscas en las canillas –nada que ver con las espitas de las cubas del vino cosechero– y, además, te ladraban los perros; y, paradojas de la vida, ahora va él tan campante con ellos puestos), el cual le indico el habitáculo de puertas abiertas y sin control alguno con ropas de verano variopintas y calzados varios de los piragüistas, dejados sobre unas estanterías aparentes para el caso, diciéndole que se sirviera el mismo. Rebocato localizó su pantalón y resto de ropajes y, con el corazón a cien –o ciento diez– palpó los bolsillos laterales de su pantalón corto y notó que la cartera estaba en uno de ellos; otra cosa es que la pasta continuara dentro, porque, visto lo visto, allí podía acceder cualquiera sin traba alguna “como Pedro (no nos referimos al Sánchez, que puede que también) por su casa”.

  Sacó la cartera (esta perfectamente podría haberse caído –cuando el empleado acarreó el pantalón en su mano para guardarlo– en el trayecto desde el embarcadero hasta el vestuario) del bolsillo y con gran alivio comprobó que los 400 pavos estaban en la cartera, y no eran falsos.

   Nuestra pareja se viste y Rebocato se dirige al muchacho que les atendió durante el embarque –acarreo incluido de pantalón corto con cartera y 400 pavos, al vestuario de puertas abiertas– y desembarque, y le cuenta lo de la cartera, y que ni esta ni el dinero se los han distraído cambiándolos de bolsillos y de dueño, y, añade que, caso de no haber aparecido la cartera no habría tenido mas remedio que poner una denuncia para justificar la sustracción de su documentación y tarjetas bancarias. Acto seguido, le alargó un billete de 10€ (de curso legal) al empleado muchacho para que, este y su compañera empleada de piraguas, se tomaran unas birras a la salud del de los 400 recuperados y nunca perdidos. El joven embarcador (que no embaucador) se resistió a tomar el billete, pero al final, ante la insistencia de Rebocato (sin llegar a las manos) lo trincó. Lo de que se tomaran las potenciales birras posteriores lo ignoramos.



   LOS JUDIONES:

   A la mañana siguiente nuestra pareja se dirigió al pueblo de Horcajo de la Sierra, un lugar bastante majo con unas casas de piedra que da gusto verlas. Luego fueron a otra localidad serrana que atiende por el nombre de Montejo de la Sierra para, en el Centro de Información de allí, confirmar la visita al Hayedo de Montejo que previamente habían reservado días antes por Internet con fecha para la misma tarde de ese día de marras. La amable y simpática muchacha de la recepción del Centro, después de una amena conversación con nuestro amigo, no se quiso mojar (cosa normal y lógica, representa al municipio) cuando Rebocato le insinuó que si les recomendaba algún sitio del pueblo para comer.

   Cuando salieron del Centro vieron a dos operarios municipales de limpieza y nuestro amigo les indagó sobre si se mojaban para indicarles algún local de restauración para zampar en esa localidad. Uno de ellos les recomendó un mesón (esperemos que el Ayuntamiento no nos lo despidan por decantarse, a la hora de tomar partido e informar, por un lugar de hostelería a dos visitantes extraños y de paso poderse enemistar con el resto de restauradores del pueblo). Agradeciéndoles la información nuestra pareja se encaminó hacia el lugar indicado.

   Una vez acomodados dentro del local, un camarero les facilitó sendas cartas (no para escribir a los Reyes Magos, ya que acabamos de pasar el mas tórrido mes de julio desde que se tienen estadísticas de temperaturas) y Rebocato lee en su carta que hay “judiones de La Granja”. Rápidamente, él, los relaciona con los judiones de La Granja de San Ildefonso, una localidad, no tan lejana de nuestro pueblo castellanoviejo, famosa –aparte de por sus judiones– porque nuestro primer Borbón que atendía por Felipe V mandó construir el palacio, fuentes y jardines, réplica –guardando las distancias– del palacio y jardines de Versalles (por donde anduvieron Rebocato y señora perdiendo el tiempo en la Navidad del 83). Entonces Rebocato indaga al camarero con el fin de que le aclare si esos judiones son auténticos de La Granja de San Ildefonso o un vulgar plagio. El camarero le dice que desde hace al menos 100 años vecinos del lugar (madrileños –aunque vecinos de Segovia y Guadalajara– chulos como ellos solos, los madrileños) trajeron los judiones a ese pueblo y que los plantaron en las tierras de allí y hasta hoy en día, cosechando. 

   Nuestro amigo le dice que si pagaron derechos por producir un producto original y famoso de las vecinas tierras segovianas. El camarero, que permanece impasible el ademán (menos mal que no hay mucha gente en el restaurante a pesar de estar a primeros de agosto), bolígrafo y libreta de apuntar menús en mano y apunta a Rebocato que, en aquellos años, él no cree que hubiera tanta tontuna con las transacciones comerciales –legales o no– como hoy en día. Rebocato le da la razón y pide de primero judiones aunque sean tatarabuelos de los originarios de La Granja traídos desde allí hasta aquí, ignoramos si por voluntad propia de los judiones segovianos de antaño, no obstante, el camarero antes de retirarse le suelta a Rebocato que si tenemos judiones en España es porque los trajimos de la America que descubrió el genovés Colón (ahora “catalán”, al igual que Cervantes, santa Teresa de Jesús y puede que pronto hasta el mismísimo caudillo lusitano Viriato, un conocido antiimperialista que daba la tabarra –sin necesidad de Blog y con el consiguiente ahorro de pagar fibra óptica tontamente– a la imperial Roma): 
https://www.elconfidencial.com/espana/cataluna/2018-07-17/independentistas-teoria-colon-catalan-congreso-historia-america_1593532/),
y que Isabel de Farnesio –segunda esposa de Felipe V– los utilizaba para alimentar a sus faisanes. Al oír esto a Rebocato se le queda cara de pavo porque ignoraba ese acontecimiento, y piensa que lo mismo el camarero le está vacilando (ya se sabe como es la gente de Madrizz aunque sean de pueblo), entonces dice que se va al baño, alegando "que si la próstata" (no padece de ella pero, a veces, recurre a esa treta, aduciendo que la soporta, para escurrir el bulto en momentos de atolladero y así poder ganar tiempo para buscar una alternativa  que le ayude a salir del paso). 

  Nuestro amigo se encierra en el servicio (que no con el personal de servicio) del mesón, tira de móvil, va a la Wikipedia y escribe en el buscador: “Judión de La Granja” y le sale lo siguiente:

<La judía fue traída de América y utilizada por Isabel de Farnesio (mujer de Felipe V) para alimentar los faisanes que cuidaba en los jardines de la Granja de San Ildefonso. Esta judía se cultivó en los huertos cercanos y fue poco a poco siendo empleada como forraje para caballos y posteriormente como alimento humano. Las judías eran de color oscuro y fueron aclarándose a lo largo de los siglos hasta poseer el blanco actual. Suele haber una fiesta conmemorativa en la Granja, en torno a los judiones, el día 25 de agosto, día de San Luis>.

   Rebocato apaga el móvil, pulsa con el codo el botón de descarga de agua de la cisterna para justificar que ha miccionado y, sin necesidad de lavarse las manos, retorna a la mesa. Mientras toma el aperitivo con su pareja esperando, ambos, el primer plato observan los cacharros antiguos (esos cachivaches son la debilidad de su contraria) del restaurante expuestos en las paredes en repisas y alacenas, a saber: jarros, cántaros, ollas, pucheros, vasijas, platos, tazas, cazos, etc. y nuestro amigo repara su atención en un artilugio de madera bastante simple: un par de tablillas y cuatro palos paralelos dos a dos: 




   Pie de foto.- He ahí, arriba, el cachivache.

    Cuando vuelve el camarero con los platos, nuestro amigo le dice: yo soy de un pueblo castellanovejo distante a unos 50 Km. de aquí y no tengo ni la más remota idea de para que sirve este artilugio –lo señala con la mano–. Pacientemente, el empleado –que rondará la sesentena– le dice que es un chisme (esta palabra se utilizaba mucho, antaño, en nuestro pueblo castellanoviejo y hoy en día, lamentablemente, está prácticamente en desuso) para cazar codornices y acto seguido le explica su funcionamiento: 

   “El aparatejo se colocaba encima de un hoyo que se hacía en el sendero de paso habitual de las codornices y se disimulaba con hierbas. Al pasar la codorniz pisaba sobre el artilugio, las dos tablillas –que disponian de un resorte– cedían por el peso de la gallinácea y esta caía al fondo del agujero. Las tablillas volvían a su posición inicial impidiendo la salida del ave" (no confundir con el tren de alta velocidad de la estación de Renfe). 

   Al acabar de oír la historia Rebocato le dio las gracias al camarero y caviló para sus adentros:

   -Vaya, nos ha salido un camarero enteradillo.

   Acto seguido miró en la carta si de segundo plato había codorniz, mas que nada para no pedirla. No le gustan las trampas ni tan siquiera el actor Doug McClure (aunque parecía buen chico, pero lo mismo se pasó la vida fingiendo –que diría el amigo, jefe antaño de Rebocato– y, claro, con ese sustantivo...tan tramposo) ya fallecido y conocido como «Trampas» en la serie de televisión El virginiano, de la década de los 60–.  Acto seguido pidió de segundo un entrecot.

   Finalizada la comida Rebocato y contraria se levantan de la mesa y se dirigen a la barra para pagar. Al  pasar entre las mesas Rebocato dice  a los comensales de la primera mesa: “Bon profit” y a los de la mesa siguiente: “Bon día”. Eso sí, con su mano derecha metida en el bolsillo acariciando su DNI, pues teme tener un posible lío con algún intolerante mesetario que le tome por un potencial separatista del litoral Este, en ese caso tiraría de carné para demostrar que él es de ascendencia castellanovieja y que sus frases las ha lanzado para potenciar los idiomas de la piel de toro y demostrar que defiende aquello de: “que bonito es saber idiomas”.

   Una amable y simpática lugareña castellanomanchega  que come en una de las mesas del mesón, al decirle Rebocato "bon día" ella contestó –en un perfecto castellano aunque sin llegar al nivel del que se habla en nuestro pueblo castellanoviejo, debido a que denotaba un cierto deje procedente de la Alcarria–: "Dios nos los dé buenos". Lo que viene a demostrar que, los planes de estudio de inmersión lingüística de nuestras autonomías bilingües, están dando sus frutos a la hora de potenciar nuestras lenguas madres de cada sitio y lugar del Estado este en el que estamos.

PD.-  Ya saben nuestros lectores que todas las lenguas romances de España –o del Estado– (excepto el euskera, que ni se sabe de donde viene –los de Bilbao y aledaños son como son, pues–) y de muchos países de Europa son latín mal hablado.

   En el mostrador Rebocato paga la cuenta con tarjeta para así facilitar que el camarero se quede sin propina, por “sabelotodo” y porque es uno de los dueños del negocio, según el mismo les confesó anteriormente durante las pláticas en el tiempo de apunta menús. 

   La contraria de nuestro amigo se enfada con este por no haber dejado propina alguna ya que, a su parecer, el camarero ha estado atento, servicial y correcto dando explicaciones a las preguntas de ambos.

   En fin, consecuencias de los efluvios etílicos del vino de la comida. Conducirá ella, Rebocato (un hombre avanzado a su tiempo por lo que respecta, y respeto, a los cambios sociales) piensa que hay que ir delegando funciones en las féminas con el fin de tratar de alcanzar la igualdad de género. 

   Llegan a su automóvil (antes se encuentran el “banquito de pensar” con el pensador sentado, pero esa ya es otra historia, ya contada en este mentidero) y se encaminan hacia el Hayedo de Montejo.



   EL HAYEDO DE MONTEJO:

   Rebocato y señora, una vez subidos al coche y haciendo un trayecto de unos 8 Km., han llegado al Centro del Hayedo (nos referimos a la recepción, no al centro del hayedo en si).

   Faltan 20 minutos para iniciar la visita guiada acordada y en el Centro hay dos chicas guías (delatadas por sus vestimentas) sentadas a la sombra en el porche del edificio del Centro. Nuestra pareja las saluda en castellano (no quieren caer en provocaciones lingüísticas con los/as mesetários/as) y entablan conversación (en el mismo idioma) con ellas preguntando que cuantas personas van a integrar el grupo de visitantes. Una de las guías dice que 13, a lo que Rebocato contesta que mal fario. La guía dice que si es supersticioso y que si ello es por los 13 (Jesús y sus 12)  de la Última Cena. Nuestro amigo le contesta: "que nó, que no soy supersticioso porque dicen que da mala suerte serlo y que es por mi padre" (nuestro labriego castellanoviejo, ya fallecido el año de las olimpiadas de Barcelona cuanto todo el Estado fue una piña con la Ciudad Condal y esta quedó guapa, guapa de verdad). Y la guía: "¿por tú padre?". Y Rebocato: "sí, porque cuando yo nací y pasé a ser el hijo nº12, nos dieron el primer premio de natalidad de la provincia y, año y medio después, vino al mundo el hijo nº13 y lo del actual lema de: <España suma> del líder Casado del PP, no funcionó entonces, y nos concedieron el 2º premio lo que fue un agravio comparativo considerable para mi padre y su prole, y que desde entonces, barruntamos que, cogió (el padre) aprensión al 13 (al número, no al hijo) y ya no tuvo más hijos, aunque no sabemos si fue por eso, lo de no tener mas retoños, o por imperativo legal a causa del inexorable paso del tiempo por el cuerpo de su prójima".

   Van llegando los visitantes y la guía dice: "ya estamos todos, comencemos la excursión facultativa". Rebocato aliviado (ha contado visualmente a la tropa) dice: “¡Uf!, menos mal, al final somos 14”. A lo que la guía le contesta: "somos 13 porque mi compañera no viene con el grupo ya que se queda aquí controlando en recepción". Ante esto Rebocato cruza los dedos disimuladamente. 

  La contraria de Rebocato, recordando antecedentes de este en otras visitas guiadas, le advierte: “durante la excursión no empieces a hacerte el gracioso con la guía, que te conozco”. Y Rebocato: “ya, ya, no hay cuidado”. (Ver la entrada de este blog "Rebocato en Huelva 1ª parte", apartado: "Doñana y la guía, que no se llamaba Ana").

  Con todos los visitantes reunidos a píe del edificio del Centro del hayedo la guía enseña al grupo el siguiente cartel expuesto en la fachada:



Pie de foto.–  Panel que muestra los hayedos distribuidos por Europa incluido, claro está, nuestro Estado (España, con perdón).  Rebocato a la vista del cartel piensa lo que pensaría un pirado pirómano al observar el panel: "cuanta faena por hacer"

  La guía explica a los integrantes del grupo la ubicación de los hayedos en Europa y apunta que el mas meridional está en Sicilia y que por ello es un caso curioso (lo de la meridionalidad del hayedo siciliano)”. Nuestro amigo comenta que, años ha, en Italia, algunos pícaros (no hermanos de él) agricultores instalaron olivos de cartón piedra sobre terrenos áridos para después hacerles fotos aéreas y de esa manera cobrar las subvenciones que otorgaba la Comunidad Europea a los propietarios de olivos auténticos. La guía contesta que no cree que los hayedos sicilianos sean de cartón piedra.

  He aquí el enlace que da fe del fraude italiano de los olivos de cartón piedra:


   Inicia el grupo la ruta a pie introduciéndose en el hayedo por un sendero del que, según advierte la guía, no hay que salirse para no perjudicar a la flora ni a la fauna. Rebocato tira del truco de la próstata para ver como respira la guía y esta le da permiso para salirse del sendero y miccionar detrás de un haya, caso de que le surja la urgencia. 

  También, la guía, les advierte de que no levanten piedras ni ramas secas para no molestar a los bichitos que residan debajo. Y Rebocato: “A mi, en mi pueblo de pequeño, estando cencerreando por el monte,  jamás de los jamases se me ocurría levantar piedra –no soy vasco– alguna, ni hurgar en los tomillos, porque podía haber debajo alacranes resguardándose del implacable sol mesetario y al levantar la piedra te atizaban un picotazo que te producía un dolor de la órdiga y bailabas el baile de San Vito pero en plan heavy metal, y si tu padre andaba rondando cerca, para aliviarte, lo mismo te metía un mosconazo, no por haber tratado de molestar a los bichos, sino por perder el tiempo a lo tonto”.

   Siguen andando en fila india sin salirse del sendero y Rebocato ve boñigas de vacuno por doquier y pregunta que si hay bovinos por allí, porque las plastas no las traerán a posta para ponerlas de adorno, digo yo. Y la guía: “son de las vacas de Guadalajara”. Y Rebocato: “¿de Guadalajara ….y que hacen en la comunidad autónoma de Madrid?”. Y la guía, armándose de paciencia: “¿ves ese riachuelo con una de sus orillas con palos y alambres? es el río Jarama y hace de frontera a lo largo del hayedo entre el término de Guadalajara y el de Madrid. Las vacas son de Guadalajara y hemos puesto alambres electrificadas a lo largo del río para que no pasen a nuestra parte, pero a veces tumban los alambres y cruzan el riachuelo, hacen lo que quieren y no podemos hacer mucho al respecto para evitar la invasión”. Y Rebocato acordándose de las actuales medidas políticas de inmigración de Tramp para con los hispanos: “pues ni que fuéramos hindúes, yo cuando era pequeño y me tocaba cuidar de las vacas lecheras del vecindario (se turnaban los vecinos propietarios de ellas) para que carearan en las dehesas del término de nuestro pueblo castellanoviejo, recuerdo que los vaqueros ocasionales disponíamos de un buen garrote para educarlas; por otra parte os están poniendo el hayedo todo perdido de plastas y la que caiga encima de un insecto y familia no les arriendo a estos las ganancias”. Rebocato añade: "El Jarama" gran novela de Rafael Sánchez Ferlosio que se editó el año en que nací yo, aunque no creo que fuera en homenaje por mi venida al mundo acontecida en mi pueblo castellanoviejo".

   La guía mira a Rebocato como diciendo: "pues te podías haber quedado allí, majo", y retoma la charla y dice que el río Jarama tiene unos 190 Km. de longitud. Y Rebocato: “Pues a mi me da la impresión de que tiene mas kilómetros de longitud que litros de caudal de agua, y que, claro, las vacas, caso de aparecer por el sendero, nos obligarán a salirnos de él y está prohibido el hacerlo para no perjudicar a la fauna y a la flora”. 

  Al sentir de Rebocato, a la sufrida y amable guía ya se le va poniendo cara de arrepentimiento por haber dicho al inicio de la ruta aquello de: “durante el trayecto no os importe el exponerme cualquier duda que tengáis”.

   Después de unas dos horas de paseo y disertaciones, la amena y didáctica excursión se da por finiquitada sin más cosa de sustancia que mentar. Rebocato respira aliviado (observa que a la paciente guía también denota alivio) y dice: “afortunadamente ni las vacas guadalajareñas invasoras, ni las dañinas alimañas moradoras en el hayedo, han hecho acto de presencia; ni he pisado boñiga alguna; tampoco ha habido que salirse del sendero por asuntos de urgencia de la pertinaz próstata (supuesta), para bien de los bichitos”. 

    La guía dice a los visitantes que tienen que volver a visitar el hayedo en otoño para que disfruten del contraste de coloridos de la vegetación existente para entonces. Rebocato piensa que, mejor no tentar a la suerte no sea que uno acabe corneado por una vaca castellanomanchega.

   Con grandes sonrisas y cumplidos de agradecimiento se despiden los visitantes de la guía y se encamina cada mochuelo a su olivo, ¿o es a su haya?

     
        HistoriasdeRebocato@agosto-2019

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