11 de abril de 2018

LA FOTOGRAFÍA

    
                  
                        LA FOTOGRAFIA


     Muy buenos días:

   Con esta Primavera que, ni la sangre altera ni casta que lo fundó, anunciaros que hay una nueva entrada en el blog de nuestro amigo Rebocato que lleva por titulo: “La fotografía”.
Nos vamos a remontar a unas fiestas menores que se celebraron en nuestro pueblo castellanoviejo allá por mitad del año 1975, en los estertores de la Dictadura y de nuestro dictador. Se avecinaban tiempos de ansiados cambios y posteriores desencantos, años después.
  En aquel tiempo y lugar no era tarea fácil el retratarse o plasmar instantáneas para la posteridad. En este caso del relato quedaron fotografiados los supuestos autores de un pequeño hurto. Hay que ser tonto de remate.
   La foto tardó al menos dos años en llegar a manos de los retratados a pesar de haberla pagado estos en el acto en aquella misma tarde de la pose, es decir, el 14 de junio de 1975. Ya ha llovido desde entonces.

  Procedamos.-
   
  PRELUDIO:

 Aconteció que a nuestro amigo Rebocato le llegó el señalado día en que, imperiosamente, tenia que desplazarse desde la capital, donde moraba desde hacia unos seis años, hasta nuestro pueblo castellanoviejo, con el fin de cumplir con la norma de asistir a las fiestas menores del Patrón del pueblo, léase el Santo de turno elegido como protector por, y para, el pueblo en algún tiempo de antaño. En este caso, atiende al nombre de: San Antonio de Padua. 

   Dicho sea de paso, apuntar que, el mencionado Santo: ni era español, ni de Padua; sino portugués de Lisboa y franciscano, para más señas. Para que luego digan que en nuestro pueblo castellanoviejo no reciben con los brazos abiertos a gentes de otras latitudes, incluso las ponen en un altar, por muy franciscanas y forasteras que sean. 

   Además, en el caso de san Antonio, no nos consta si en su curriculum constaba –a la hora de elegirle como Patrón– el que tuviera Master alguno de alguna universidad de cierto tronío. Esto viene a cuento por la polémica que se ha originado, recientemente, respecto al Master (auténtico o apócrifo) de una Presidenta de cierta Comunidad Autónoma de este País. 

  Aquí viene a cuento el contar el chiste de la cerveza que es, más o menos, así:

–¿Qué le dice la bandeja del camarero a la caña de cerveza cuando esta está posada sobre aquella?

– Rubia, que culo mas frío tienes.

  (Un saludo al desaparecido amigo Pablo Izquierdo el turolense que vivía en Vila Real. Perdón por plagiarte).

    Reseñar, respecto a las fiestas patronales de los pueblos que, por mucho que uno haya nacido en un pueblo –sea o no de rancio abolengo–  en el supuesto de que hayas emigrado de él –como lo hicieron algunos años atrás muchos lugareños de nuestro pueblo castellanoviejo, entre ellos nuestro amigo Rebocato (el tratar de huir de la hoz de corte y del azadón) – y no vuelvas todos los años a las fiestas mayores (o en su defecto a las menores) del lugar donde vistes por vez primera la luz del sol, siempre estarás bajo sospecha por parte de todos tus paisanos –sean emigrados o nó– debido a que las fiestas de tu población serán siempre sagradas, seas o no seas creyente. 

    Por lo tanto, a las fiestas del pueblo de uno hay que procurar acudir todos los años, sin falta, para de esa manera mantener el estatus social y poder seguir con la bonita amistad y confraternización con todos los lugareños a la hora de: asistir a misa; ponerse a bailar la jota segoviana en la procesión delante del santo patrón lanzándole, mientras danzas, loas; bailotear como un poseso saltando por la plaza mayor durante la velada; beber limonada en las peñas en las fiestas mayores; etc.

   En los pueblos, sobre todo durante el tiempo que duran las fiestas patronales, hay que beber como cosacos, es decir: cañas, vermús y vinos a mediodía; café y copas por la tarde y cubatas por la noche. También se permite beber sin alcohol aunque no tiene tanta gracia y la gente no te tomará mucho en serio y te marearán con la cantinela de que si estas enfermo. Así todos los santos días, hasta que finiquita "la función". La tradición es la tradición.

    En base a esto, y para poder continuar con la confraternización con sus queridas gentes del lugar, Rebocato, el viernes 13 de junio de 1975 se encaminó a nuestro pueblo castellanoviejo, no fueran  a decir sus paisanos que se había convertido en: “un señorito del pan pringao” (sic), que decían en el pueblo a los madrileños. 

    Aún no se había instaurado la actual tontuna, en los pueblos, de trasladar las fiestas patronales –cuando caen entre semana– al fin de semana, con el fin de que los destripaterrones emigrados (Rebocato es uno de ellos, y con mucha honra, dice él) a las diferentes capitales de la entonces nación única, pudieran acercarse a sus pueblos a disfrutar de las fiestas. 

    Al sentir de Rebocato, lo que procedería hacer sería: celebrar las fiestas –como se hacía años ha– , es decir, en el día en que caen en el calendario gregoriano. ¿Qué es eso de trastocar la vetusta tradición de nuestros antepasados, rompiendo, de esa manera, nuestra bien formada y ancestral idiosincrasia?. Por ejemplo, si el día de San Antonio Bendito y de Padua (13 de junio) cae en miércoles, se celebra en ese día y, al día siguiente, segundo día de fiesta y punto; y en la Fiesta Mayor de nuestra Patrona, tres días seguidos de jarana, antaño bien merecidos después del, ya dejado atrás, cansino laboreo veraniego llevado a cabo en las tierras del campo. 

   ¡Que no hubieran emigrado! ¡No hay que andar cambiando fechas de fiestas a lo tonto! Proclama algún que otro férvido –y no falto de razón– autóctono auténtico del lugar.



 LA DAMAJUANA:

  Rebocato, llegó a nuestro pueblo castellanoviejo, ya en la avanzada tarde del día mas arriba anunciado –que era la festividad de san Antonio de Padua– en su flamante (para aquellos años, pues pasó, en muy poco espacio de tiempo, del trasladarse a las tierras de labor montado al carro tirado por los machos (Terevinto y Cutepla) de nuestro labriego castellanoviejo, a un vehículo a motor) Renault-5). 

   Aparcolo (el R-5) en la Plaza de la Fuente delante de la casa de nuestro labriego castellanoviejo. Sacó su ligero equipaje de viaje (imitando, sin proponerselo, a don Antonio Machado en su poema “Retrato”, aunque para nuestro amigo no era su último viaje), saludó a sus padres y vecinos presentes; y a sus hermanos y sobrinos que se le habían anticipado a su llegada al pueblo y, acto seguido, se encaminó en busca de sus amigos, los residentes allí perennes y a los mismos emigrados y llegados desde la capital para los grandes fastos de ese fin de semana (aún no se decía, a Dios gracias, “finde”).

   Encontrose, al fondo de la Calle Nueva –antes de llegar a la carretera comarcal que partía, y parte, el pueblo por la mitad, a cuyo lado se encontraba una de las tabernas del municipio– con tres colegas auténticos del lugar, no emigrados y, por tanto, aún sin contaminar por las tontas costumbres de urbanidad de la ciudad, las cuales rompen toda creatividad y espontaneidad del individuo rural en general. 

   Sus amigos eran portadores –aparte de una cogorza bastante considerable dentro de sus cuerpos, a esas horas vespertinas ya tardías– de una garrafa de media cántara cuasi repleta de ginebra (aún no se le decía Gin) y Coca-cola. 

  Los tres de marras, nada mas ver llegar a nuestro amigo, se acercaron a él, garrafa en mano, y le conminaron (nada de pamplinas protocolarias, había –y sigue habiéndola– confianza), levantando la garrafa hasta la altura de la boca del llegado, a que se amorrara a ella con el firme propósito de que ingiriera la cantidad de alcohol suficiente hasta ponerse a la altura etílica de ellos, o más. 

  Eran amigos desde la niñez y, a su vez de: juegos variopintos, que hoy en día estarían prohibidos; sabañones en pies, manos y orejas, trabajosamente conseguidos en los crudos inviernos mesetarios; peleas a bolazos de nieve cuando había nevado, y a cantazo limpio (caso de que no cayera el manto blanco); buscadores de nidos; escuela; catequesis y canciones del régimen imperante (el adoctrinamiento de niños en las escuelas que nunca nos abandona y que ha retornado con renovados brios por los litorales); rosarios diarios en la iglesia y, de vez en cuando, en familia; misa de domingo por la mañana y, por la tarde rosario, letanía y novena; y otros entretenimientos que ahora no viene a cuento el mentar con el fin de no extendernos en demasía, que luego algún que otro sufrido y cuasi paciente lector, se nos queja por la extensión del relato. 

   Rebocato en su juventud, jamás de los jamases, bebió alcohol en cangilón compartido; si acaso: agua en botija con sus hermanos/as durante el periodo: del escarde, de la siega del arranque de patatas, del vendimiar; o del botijo durante la trilla, el aventeo y otras lúdicas faenas estivales que se desarrollaban en la era. No obstante, en esas fiestas patronales, la damajuana de cubalibre fue la excepción que no confirmaba la regla. Nuestro amigo se agregó al garrafón –pionero del actual: molesto, sucio y vocinglero botellón de la juventudbaila ensucia plazas y parques–. 

   La mocedad (perdón por la arcaica definición) de hoy en día, molesta mucho, sobre todo cuando uno ya no forma parte de ella. 

   Nada que ver, el botellón con el garrafón, para Rebocato el acontecimiento fue una sola vez en la vida, quizás si, al año siguiente, hubiera podido acudir por San Blas a nuestro pueblo castellanoviejo a la celebración anual del sorteo de quintos, hubiese hecho el típico garrafón de vino de los quintos, pero estaba ingresado de urgencias en el Hospital  de La Paz (en aquel tiempo aún no definido Universitario) a la espera de ser intervenido quirúrgicamente de una úlcera gástrica duodenal heredada, mayormente, de su abuelo materno Ignacio nacido en 1883, mas o menos) 

    El garrafón de san Antonio de ese año, consistió en una garrafa que se devolvió, eso sí, vacía a la taberna, y no quedó ni rastro del suceso en el lugar de celebración, al contrario de como actualmente ocurre con el botellón celebrado en parques, plazas, calles y jardines que, después del evento queda todo el entorno perdido a saber: vasos de plástico, botellas de alcohol de cristal, botellas de plástico de refrescos, colillas por doquier, vomitonas, meadas, clínex, tetrabriks, profilácticos; etc. Ni los hunos, oiga. 

   Poco a poco fueron reuniéndose mas amigos alrededor de la "damajuana", unos moradores todo el año en el pueblo y otros: currantes y universitarios venidos de la capital. Esta forma de definir a la típica garrafa no la conoció Rebocato hasta muchos años después, ya autoexiliado en el litoral levantino, al oírselo decir a algún andaluz, aunque ese peculiar nombre parece ser que tiene su origen en Francia, y el de garrafa del árabe, cosa rara esto último porque no empieza por “al” (no incluyamos Alzheimer, es una de las excepciones).


      Pie de foto.- Damajuana del francés “dame-jeanne”. Tiene su origen en una anécdota de la reina Juana I de Nápoles ocurrida en un taller de vidriería en el siglo XVI. También cuentan que fueron marineros sureños franceses los que  le pusieron el nombre, en plan de broma, al comparar las grandes garrafas con mujeres barrigudas. O vaya usted a saber. 

    Obviamente, cuando la damajuana quedó más seca que el ojo de un tuerto, continuaron los amigos la parranda por los mostradores de las tabernas de nuestro pueblo castellanoviejo. Es lo que tiene el ansia por hidratarse debidamente de cara a la inminente llegada del caluroso verano mesetario. Toda precaución es poca. 

  Cayó la noche y las calles céntricas de nuestro pueblo castellanoviejo, las tabernas (ya, en aquellos tiempos, empezaban a definirse como bares, –neologismo traído al pueblo de la capital– pero a nuestro amigo Rebocato siempre le ha gustado más denominarlas como tabernas), la Plaza de España y sus calles adyacentes “rezumaban” de gentes nativas y de jóvenes de los pueblos de los alrededores. Estos foráneos, barruntaban un cierto resquemor ante las posibles peleas que se avecinaran, causadas –aprovechando el factor campo– por los jóvenes nativos originarios de donde acontecía la fiesta patronal. 

   En aquel tiempo –ya con la juventudbaila, a esas alturas de la fiesta tocada un tanto de morro, etílicamente hablando– los que no habían pillado moza, para pasar el rato, montaban alguna que otra zaragata contra los chicos visitantes de los pueblos vecinos, mayormente contra los que habían osado tratar de ligar con moza del lugar. Una provocación mayúscula en aquellos tiempos, vamos, al menos de juzgado de Juez de Paz Local (JPL).

   Eso de comportarse de forma hospitalaria con los bárbaros forasteros, que encima venían a birlarte las mozas de tu propio pueblo, eran mariconadas, que acabó por romper –por el hecho de acabar formando matrimonios (heterosexuales por supuesto, como mandaban los cánones) entre parejas de jóvenes de los pueblos vecinos variopintos– la idiosincrasia del personal procedente de la ancestral endogamia existente por aquellos contornos. Para que luego nos vengan con lo de la “guay” mezcla de razas. Si en este país no se mezclaban los cristianos ni con los propios vecinos del pueblo de al lado siendo de su misma religión, estaba el tema como para juntarse en Santo Matrimonio con moros o judíos.

    ¿Siglos de convivencia? sí, pero  de aquella manera, cada cual en su propia casa del gueto correspondiente dentro del casco urbano de la ciudad. Esto se puede comprobar en las huellas dejadas en la gran urbe (nada que ver con Uber, no tengamos un lío con nuestros taxistas) de las diferentes ciudades de nuestro país: los judíos residían en la judería; los moros moraban en la morería y los cristianoviejos donde querían, ni estos, ni los conversos, le hacían ascos a comer tocino y beber vino en jarro a la puerta de su casa, estuviera ubicada donde estuviere. Había que demostrar, sobre todos los reconvertidos la imperante, y bien vista, limpieza de sangre, sobre todos los conversos y marranos (nada que ver, estos últimos, con los gochos sacrificados a manos de los matanceros, y no a causa de la religión precisamente) que estaban bajo perenne sospecha ante la comunidad cristiana.

   Volviendo al tema que nos atañe como cristianoviejos, añadir que, unas fiestas de pueblo sin que se diera alguna pelea entre mozos no eran fiestas, al igual que, donde había, o hay, encierros de toros en las fiestas, si no había, o hay, una cogida por parte de algún morlaco a algún que otro mozo debidamente envalentonado debido a los efectos de ir bebido, no eran encierros ni nada que se le pareciera. Y la gente barruntaba que con esos avatares el Santo Patrón –sin él demandar sangre derramada– quedaba mucho mas satisfecho y honrado en su Fiesta anual. Donde va a parar.


     LA RETIRADA:

   Rebocato después de sus sucesivos amorres a la damajuana, dando buena cuenta del contenido del cubalibre a granel –unas veces por voluntad propia, otras animado por sus propios amigos para que se pusiera a la altura etílica de ellos, y los posteriores cubalibres en el clásico recorrido por las tabernas, tuvo como consecuencia que acabó con una filomena (forma de definir en nuestro pueblo castellanoviejo a coger una turca -no de Turquia-  de campeonato) considerable, con lo que optó, en un descuido de sus acompañantes (tampoco estaban estos en un estado como para vigilarle en demasía), por retirarse a dormirla a casa de nuestro labriego castellanoviejo, con el fin de evitar que la cosa fuera a mayores y acabar liado en una posible trifulca con gente forastera. No obstante, antes de llegar al “hogar, dulce hogar” durante el trayecto al quilómetro cero donde nació, decidió sentarse un rato en el recoveco de un huerto  entre casas que pilló aparente en su trayecto del su regreso, valga el símil, a Ítaca cual Odiseo en su Odisea, a resguardo de posibles miradas perjudiciales de algún lugareño (para dar explicaciones se encontraba caso de un fortuito encuentro con algún lugareño del lugar) con el fin de vomitar (más que nada para evitar, a su madre, faenas a horas intempestivas ya dentro de casa) y tomar un rato el fresco al relente, meditar y de esa manera tratar de despejar un poco su embotada cabeza. Donde andaría el protector san Antonio Bendito (de Padua).

   Transcurrido un tiempo prudencial –que ni el mismo recuerda su duración– con vistazos esporádicos hacia el colocado arriba (el sentado abajo también lo estaba y bien), limpio y estrellado cielo imperante esa madrugada, con el fin de contemplar las brillantes, aunque difusas para él, estrellas, y ya un tanto aliviado –aunque la pertinaz melopea persistía impasible el ademán dentro de su perjudicado cuerpo– se incorporó y llegó a su morada sin impertinente encuentro casual con vecino alguno (quizás se despertó san Antonio Bendito)

    San Antonio de Padua le protegía, solo faltaba que este mismo (patrón de los novios) le encontrara moza casadera para dar sentido  a su vida (a la de Rebocato, no a la del patrón menor de nuestro pueblo castellanoviejo).

   Mientras tanto ya era madrugada y nuestro labriego y su costilla (la de los 13 hijos traídos al mundo para dar una guerra considerable), dormirían plácidamente en su cama de barrotes metálicos, jergón de muelles y colchón relleno de lana procedente del esquileo de ovejas churras de antaño, propias de nuestro labriego castellanoviejo,. 

    Rebocato, ya llegado a Ítaca, entró en la casa con tiento (la puerta de portones no se cerraba en fiestas porque solo se disponía de una única llave –de las de antes– de tamaño superlativo, como para llevarla uno en el bolsillo), por el largo portal se adentro sin dar la luz para no molestar a sus ya, muy de por si, mayorcitos pernoctantes creadores. 

    A tientas iba tocando la pared con el fin de contar las puertas de la parte derecha del largo portal. Abrió la que él consideraba la de acceso a las escaleras que enfilaban al sobrado y a las alcobas del piso de arriba. Cruzó dicha puerta y no daba con los escalones de la escalera de acceso. Palpando entre penumbras su mano derecha topó con algo y se oyó un gran estrépito del "algo" que había caído al suelo. Solo le faltó pisar a uno de los dos gatos domesticos habituales residentes, que dormitaran al rescoldo de la lumbre baja.

  Nuestro amigo se encontraba en el limbo. Tal cual como si estuviera bajo los efectos de algún encantamiento (como Sancho y don Quijote, en un pasaje del libro que, dicho libro, fue el inicio de la novela moderna) o, en su defecto, bajo el influjo de acontecimientos paranormales (cosa más normal para nuestros tiempos actuales). Daba vueltas a oscuras con las manos extendidas, mas perdido que un pulpo en un garaje y no se hacía idea de donde se encontraba metido. 

    Por fin se hizo la luz, la del portal, claro. Apareció la consorte de nuestro labriego castellanoviejo y contempló el estropicio: Rebocato andaba vacilante, deambulando, entre gatos, por la amplia cocina de la casa y la tapa de la olla Exprés Magefesa (familiar de 12 plazas, casi una por hijo paridos por la actual levantada a causa de la ruidera ocasionada por su vástago con un colocón de la órdiga en su cuerpo) yacía en el suelo y el pomo triangular de baquelita de cierre estaba roto debido a la caída sufrida desde la mesa hasta chocar contra el suelo, ocasionada por las torpes manos palpadoras de Rebocato a oscuras, que seguía deambulando en el limbo.

     La mujer, dio la luz de la cocina, pacientemente levantó la tapa de la olla depositándola sobre la mesa. la cual qla hizo, artesanalmente, su 5º hijo y acompañó a su vástago –ya crecidito, con casi 20 eneros en canal– escaleras arriba por la puerta anterior a la de la cocina (Rebocato antes había contado mal las puertas y de ahí su extravío) hasta una de las camas que campaban a sus anchas en las alcobas de arriba. 

    La mujer, una vez que se acostó el perjudicado, le dejó una palancana de porcelana, ya un tanto esmorroñada (palabro de la Gacería. No todo va a ser catalá, euskera, galego, bable, estar en Babia, etc. En el ahora estado espanyol hay muchas variedades lingüísticas en vigor, para el cometido de tratar de entendernos mejor y, aparte, nos hace mucho mas ricos, lingüísticamente hablando, claro. Que bonito es saber idiomas), en el suelo a la cabecera de la cama, por si aquello de si sobrevenían los vómitos, y le preguntó si quería un té jarreado, contestando nuestro amigo que eso era costumbre de moros, y que para seguir jarreando se encontraba su cuerpo serrano en esos momentos. 

   (Años ha, en nuestro pueblo castellanoviejo cuando se hacia té de roca para combatir el dolor de estómago o de barriga, se echaba en un jarro pequeño y después se traspasaba a otro, la acción se repetía varias veces trasvasando el té de un jarro a otro –se jarreaba– y eso, según Rebocato, debía de ser una costumbre de los árabes y bereberes que nos invadieron en su día, ya que, en documentales del desierto, se observa en las Jaimas aquellas gentes que jarrean el té también, y muy bien por cierto. Lamentablemente en nuestro pueblo castellanoviejo, en los  nuevos tiempos, se ha perdido esa bonita costumbre, quizás debido a que, actualmente, está prohibido  recolectar té de roca por lo de la protección de los parques naturales, en este caso en Las Hoces del río Duratón). 

    La mujer, armándose de paciencia, salió de la sala, cruzó el sobrado y se encaminó escaleras abajo hasta sus aposentos sitos en una de las alcobas de la sala de abajo, quedando nuestro amigo en la cama mas majo que un san Luis, a la vez que trataba de hacer un acto de reflexión para rememorar lo ocurrido en esa aciaga tarde/ noche tirando de garrafón y nunca mejor dicho.

    El aire soplaba, desde la plaza de España en dirección hacia la plaza de la Fuente (donde estaba ubicada la casa de nuestro labriego castellanoviejo) teniendo como resultado que, en dicha casa, se sentía la música ocasionada por la contratada orquesta que amenizaba la velada de las fiestas menores de san Antonio (Bendito) de Padua.  Pero nuestro amigo no estaba ya para músicas, ni bailes, debido a que ya se encontraba en los brazos de Morfeo durmiendo la mona, tan ricamente. Ni tiempo le dio, después del breve recordatorio, a recitar para sus adentros las oraciones nocturnas, las cuales nunca vienen mal y ayudan a conciliar el sueño.


     LA FOTOGRAFIA QUE SE HIZO DE ROGAR:

 A la mañana siguiente levantose, no demasiado madrugador, nuestro resacoso amigo.

  Después de desayunar y de aguantar un cierto regodeo a su costa, por parte de alguno de sus hermanos ya puestos en antecedentes de la movida de la madrugada anterior en la cocina y su encuentro accidental con la tapa de la olla, salió a la calle en busca de sus amigos. Encontrose a cuatro de ellos y acabaron los cinco sentados, a la salida del pueblo, en los bancos –donados graciosamente, en su día, por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad Provincial– que se encontraban hábilmente ubicados entre la cuneta de la carretera y la edificación del transformador eléctrico nuevo.   

   Tocaban las campanas de la iglesia llamando a misa. Esa mañana no fueron a misa (ni Rebocato ni sus amigos presentes, aunque los bancos tampoco), ya que en nuestro pueblo castellanoviejo desde que la gente emigró, mayormente, a la capital, de Espanya (sic) cuando regresaban al pueblo de visita, ya iban pasando de asistir al Oficio de la Santa Misa. Reseñar que como Rebocato fue monaguillo de pequeño durante unos dos años en nuestro pueblo castellanoviejo ya tenia misas acumuladas de sobra en su zurrón

   Al rato un Renault-6 se detuvo a la altura de ellos, resultando ser que el conductor era el 6º hermano de Rebocato. Les dijo (el hermano, no el R-6) que si se montaban con él en el R-6.

   El 6º hermano de Rebocato se dirigía a laborar como encargado (apuntar que, excepto Rebocato, todos sus hermanos durante su vida laboral han sido autónomos o, en su defecto, han tenido personal a su cargo en las empresas donde ejercían) a la fábrica de una villa y municipio de la Tierra de Pinares, distante a unos 40 Km. de nuestro pueblo castellanoviejo, y declarada Conjunto Historico-Artistico en 1994 (quizás en el retraso del nombramiento algo tuviera que ver la nefasta visita que realizaron ese día Rebocato y cuatro de sus amigos a dicha villa, la cual presume de que allí fue el origen de los encierros mas antiguos –siglo XIII– de España con permiso de Pamplona. En aquellos años, dicha villa, pertenecía a Castilla La Vieja, aún estábamos a unos años de volver a los reinos de taifas en la Piel de Toro (buey o vaca, o vaya usted a saber), expresión atribuida al geógrafo e historiador griego que parece ser que atendía al nombre de Estrabón, al que Rebocato no tuvo el gusto de conocer en persona. En fin la famosa frase del exministro Manuel Clavero Arévalo: “Café para todos”. nada que ver con la del: “Que le den café”, frase de algún que otro jerifalte golpista, lo que suponía la muerte en nuestra última Guerra Civil de algún paisano discrepante y que estaba en el sitio menos adecuado.

   Asimismo, otra frase que utilizaban algunos militares como consigna cuando estaba próximo el inminente golpe de estado que desencadenó nuestra última Guerra Civil era el grito de: “Café, café”, que era para comunicarse entre esos militares simpatizantes de Falange y no hacer sospechar a las autoridades republicanas cuando estaban presentes. "CAFÉ" eran las iniciales de:  “Camaradas, Arriba Falange Española”

   Pero no perdamos el tiempo con cosas que aunque no sean cuentos, ahora no vienen a cuento y prosigamos con nuestro amigo, los amigos de este y su 6º hermano que va a los mandos del vehiculo:

    Ni cortos ni perezosos (aún debían de estar los 5 bajo los efluvios etílicos arduamente conseguidos en la madrugada anterior) se subieron todos al coche, cuatro en el asiento de atrás y otro en el del copiloto y se pusieron en marcha carretera hacia delante. 

   La falta de cinturones de seguridad para todos los ocupantes no era un hándicap ya que, brillaban por su ausencia y aún faltaban 15 años para que su uso fuera obligatorio, todo por un antojo de la DGT con el fin de evitar aminorar los más de 6.000 muertos que teníamos en este país por año, que se dice pronto. En aquella provincia quitando la villa –hacia donde se dirigían nuestros 6 viajeros–, otro municipio y la capital no había, ni hay, otra localidad que supere los 6.000 habitantes, ni por asomo. Es decir, que cada año podría desaparecer un pueblo si todos los accidentados por el tráfico rodado fueran de esa provincia, lo cual ya sería el colmo de la mala suerte. Dios no lo quiera.

   Una vez llegados a la villa de destino, el 6º hermano dejó a la tropa al lado de uno de los bares, donde los bulliciosos viajeros, nada más apearse del coche, entraron en una taberna y comenzaron a beber vermús con ginebra a palo seco. Así continuaron toda la mañana y parte de la tarde, sin meterse gran cosa de comida en sus, ya de por si, castigados estómagos a causa del trasiego alcoholico de la noche anterior en nuestro pueblo castellanoviejo.. 

   Ya los cinco bien metidos en harina, y como el diablo nunca duerme, a uno de ellos se le ocurrió de que fueran todos a hacerse una fotografía, en grupo, a la casa del fotógrafo (en este caso y en esa casa fotógrafa y, a su vez, familiar del profesional fotógrafo, en aquel tiempo y hasta su muerte, que ejercía en nuestro pueblo castellanoviejo) con el fin de plasmar para la posteridad el acontecimiento de la visita.

    Llegados al domicilio les abrió la fotógrafa (una señora amable y ya de cierta edad) y les invito a pasar al estudio donde tenia preparada su fabulosa cámara montada (aunque no fornicando) sobre un trípode. 

   Posaron los cinco –calzando todos entre 19 y 21 años, de aquella guisa– sin hacer mucho caso a las indicaciones de la fotógrafa que trataba en vano de que se avinieran a razones con el fin de conseguir una buena pose, de tal manera que ya, prácticamente con su paciencia agotada, apretó el disparador (posiblemente, a la vista de lo ocurrido después, hubiera preferido apretar el gatillo de un arma de fuego sobre ellos, y con toda la razón del mundo).

   Acto seguido la mujer dejó a los cinco por el estudio revoleteando (dada la ingesta de alcohol) y salió de él con la placa del negativo en la mano para dejarla en el cuarto de revelado, barruntamos. Circunstancia que aprovechó uno de los amigos de Rebocato para sacar de la cámara fija una fina lamina flexible de acero, que se guardó en uno de sus bolsillos traseros. Se ignora si el resto de acompañantes se percató, en ese momento, del hecho.

   Volvió al poco la mujer. Pagaron todos el dinero correspondiente a la fotografía y las copias respectivas para cada cual y ella les dijo que después de revelarla más adelante, que llevaría las cinco copias a nuestro pueblo castellanoviejo y se las entregaría a su familiar, el fotógrafo oficial de allí, con el fin de que se las repartiera a cada uno de ellos. 





    Pie de foto.- La fatídica foto de marras. Ya veremos si no tenemos un lío por publicarla sin pixelar las caras y por los supuestos recalcitrantes derechos de autor.    

   Los cinco salieron, manteniendo la algarabía, de nuevo a la calle y se fueron a un pub de la villa a tomar unos cubatas. Al entrar en el pub el Bob Dylan  cantaba (no en vivo, ni en directo, sino enlatada) la canción: Like a Rolling Stone”, una de las mejores canciones de todos los tiempos (ya tenia 10 años, la canción, claro). 




Pie de vídeo.-  ¿Cuántas, y cuantos, quedaron años atrás en el camino? Que bonita es la bohemia siempre y cuando, en el momento que vienen mal dadas, puedas retornar a casa, cual hijo pródigo bíblico y que papá te monte un negocio para poder ganarte la vida una vez desaprovechados (laboral y formativamente hablando) algunos años de tu juventud.
La traducción en vez de: “Como una bala perdida”. Iría mejor: “Como una piedra que rueda”

  Una vez todos con el cuerpo debidamente hidratado no esperaron a que saliera del trabajo el 6º hermano de Rebocato y su R-6 para regresar a nuestro pueblo castellanoviejo, sino que cogieron el coche de línea que iba dirección a la ciudad distante 4 Km. de nuestro pueblo castellanoviejo, y desde ella los 5 en un taxi llegaron al anochecer al pueblo para continuar con la fiesta patronal de San Antonio Bendito.

   Se apearon del taxi en la plaza de España y en el pueblo ya sabían (ni la KGB, oiga) que habían birlado la pieza de la cámara a la fotógrafa. Esta había llamado por teléfono al fotógrafo familiar y el hijo mayor de este – quinto de Rebocato– les dijo que la pieza de marras costaba unas 2.000 pesetas, que la devolvieran y aquí paz y después gloria.

   Ya no había remedio ya que, al andar de cubateo por los bares de la villa, el  que había distraído la pieza, cuando se cansó de juguetear con ella la dobló de mala manera y la tiró, ya inutilizada, al interior de un huerto de berzas, se ignora si cayó al pozo artesiano de dicho huerto.

  Continuaron con la fiesta y al día siguiente, ya con el sol bien arriba, Rebocato, con sus gafas de sol Ray–Ban de piloto, las mismas que usaban los niños peras de Serrano de entonces, volvió a la Capital para seguir laborando y estudiando. Ya en la carretera a la salida de nuestro pueblo castellanoviejo, contempló a la derecha la inmensa dehesa donde antaño pacían en ellas las bestias (cuadrúpedas, no los mozos) a partir de San Isidro Labrador y que después, ya en pleno  estío, se empleaba en forma de eras para las  labores de procesar, artesanalmente, la mies. 

    Atrás quedaba un resacoso “finde” para la historia, uno de tantos para Rebocato.

PD.- Rebocato y sus cuatro amigos tardaron un par de años en recibir la fotografía de marras, y es que la remilgada gente de "villa" no entiende el humor de la gente simple y llana de pueblo. Así no hay forma de limar asperezas. En fin, siempre hubo clases.


    HistoriasdeRebocato@abril-2018








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